Capítulo 9: El palacio del
Aire.
Tras mucho caminar, llegué a una estancia más pequeña por la
que había visto antes salir luz, era una habitación conectora, es decir, que
había un gran arco por el que se podía pasar al exterior, y desde ahí, llegar a
las otras salas desperdigadas por todo el árbol a través de unas escaleras
colgantes.
Traspasé el umbral del arco y caminando despacio, intentando
no caerme, llegué justo a la cima, al punto más alto. Di un pequeño salto para
entrar en la habitación correspondiente y suspiré aliviada. Por lo menos ahí
tendría un poco de tranquilidad.
Vi un gran ventanal y me senté en el alféizar. La verdad es
que me gustaba ese lugar, sin cristales en las ventanas, sin puertas…
Extendí el brazo hacía el exterior y me topé con una especie
de barrera invisible. Astor. Seguro que lo había hecho él, aunque yo también
había tenido la idea de escaparme.
Bajé la vista resignada y suspiré. Lo que le había gritado
antes era verdad, odiaba los lugares cerrados. Una vez, fuimos de excursión con
el colegio a unas tumbas subterráneas y casi me da algo.
Me quedé observando el bosque y la escuela desde mi ventana
hasta que la noche se apoderó del lugar. Inspiré esa brisa nocturna y me llené
de nueva energía. Siempre me había apasionado la noche, era tan mágica…
Salí de mis divulgaciones al darme cuenta que alguien había
entrado en mi escondite secreto. Era Astor.
– Veo que has descubierto mi lugar favorito de este palacio.
– Si… Bonita barrera, por cierto –. Le dije sin dignarme a
mirarlo.
– Es por tu seguridad, todo lo sucedido es demasiado extraño
y peligroso.
– Astor… una cosa…
– Dime, Lena.
Entonces el grifo me acarició el brazo con su plumaje en
señal de compasión. Mi expresión cambió, ya no estaba enfadada. Odiaba cuando
me percataba de que quizás me había excedido en una discusión. Pero me limité a
sonreír y le acaricié la cabeza. Desde ese momento, Astor se convirtió en mi
grifo, mi guardián.
– Ami también conoce la leyenda, y no sé si al final se lo
contó a los demás.
– Tranquila, no corren ningún riesgo. A ese alguien que
intenta dañarte solo le interesaba que tú pudieses abrir el diario.
– Menos mal…
Entonces saqué del bolsillo del pantalón ese colgante que
había hecho con el mini-reloj de arena que me había encontrado en mi habitación
y empecé a juguetear con él. Astor se alejó de mí y su rostro mostraba emoción
y angustia al mismo tiempo.
– ¿De dónde has sacado eso?
– ¿Eh? De mi habitación… No me digas que esto tan pequeño
puede ser tan malo como el diario.
– Es peor. ¿Te lo encontraste en el mismo lugar que el
diario?
– No…
– Por Isis… ¡Es el Reloj de Arena de la leyenda!
– ¡¿Qué?! Pero si esto no parece nada del otro mundo.
– Lo reconocería en cualquier lugar, y si el Reloj ha
llegado hasta ti…
– No andes con rodeos, Astor. ¿Qué ocurre?
– Eres la guardiana del amuleto.
Me quedé sin habla. ¿Qué me estaba diciendo Astor? Que el
Reloj de Arena de la leyenda… el que le entregó la diosa al emperador… ¿Estaba
ahora en mi poder?¿Y yo era su guardiana?
– Esto aclara muchas cosas. La solución a la pregunta de por
qué quieren hacerte daño. Verás, Lena. Ese reloj lo creamos los cuatro
guardianes y se lo entregamos a la diosa como ofrenda, este amuleto te permite
viajar en el tiempo.
– Entonces toda la leyenda… es de verdad.
– Siempre fue real. Ahora ya tenemos muchísima información
más, ya sabemos a quién nos enfrentamos y el por qué. Podrás salir pronto de
aquí pero habrá que buscarte una seguridad. Ya puedes respirar tranquila, está
todo bajo control. Ahora sal y ve a ver a Zac, el pobre se ha quedado esperando
en las escaleras agarrándose como podía a la barandilla. Si te tienes que
enfadar con alguien que sea conmigo, dale un respiro, no siempre se está a la
altura de una portadora del “Don”.
Sin muchas más opciones y sin entender muy bien lo que me
había dicho, salí de la habitación y bajé cuidadosamente por las escaleras.
Pronto lo vi, medio mareado y apoyado en la cuerda que hacía de barandilla. Me
paré a su lado y los dos fijamos la vista en el paisaje que se cernía debajo de
nosotros.
– Siento haberos gritado antes.
– No, la culpa es mía. Soy el director de la escuela… y tuve
que pensar que no era nada bueno que os juntaseis los cuatro, pero me pudo la
emoción y la euforia.
– ¿Nos perdonamos mutuamente o seguimos debatiendo quién
tiene más culpa de los dos, como hacemos siempre?
Zac me miró con los ojos muy abiertos, pero después se
relajó y empezó a reírse.
– Lena… Eres única.
– Ya sé que soy un poquito simplona, pero es que es verdad,
creo que desde que llegué aquí lo único que hemos hecho ambos es discutir por
la culpa que teníamos.
– ¿Amigos? – Dijo extendiéndome su mano.
– Amigos –. Le respondí a la vez que la agarraba y
cerrábamos esa especie de acuerdo.
Volvimos a fijarnos en
los ojos del otro, y volví a quedarme hipnotizada. Aunque esta vez él
tuvo la fuerza para apartar la mirada.
– Zac… ¿Por qué eres el director de todo esto? Eres
demasiado joven para tanta responsabilidad, tendrías que divertirte cómo
cualquier chico de tu edad.
– Lena, ¿Tú crees en el destino?
– Supongo que sí.
– Pues he aquí la solución, tú estás destinada ha hacer
grandes cosas, mientras que mi futuro dictó que yo sería quién os ayudase en
esta aventura. Solo soy un eslabón más dentro de un gran juego.
– No digas eso. Tú eres y serás mucho mejor que yo, tú
destino será mucho más grande de lo que piensas. Yo soy muy despistada, me
cuesta darme cuenta de lo que sucede a mi alrededor y tardo mucho en controlar
mis poderes. Así que mi futuro no puede ser tan genial… como dices.
– Te equivocas, nuestras imperfecciones son las que nos
hacen perfectos, solo tienes que buscar a las personas adecuadas, personas que
verán lo grande que puedes llegar a ser. Además, sobre lo de divertirme…
últimamente lo estoy consiguiendo gracias a ti.
– ¿A mí? ¿No crees que es un poco feo reírse de los demás? –
Dije entre risas.
– ¿Cuántas veces te lo tendré que decir? Eres perfecta tal y
como eres, y no me río de ti… sino contigo.
– Ya… Me lo firmas que ya lo recibirá mi abogado.
– Le llegará pronto el documento –. Me respondió con la
sonrisa más bonita del mundo.
Unos instantes después apareció Astor, diciéndonos que nos
esperaban en la salida del bosque. No sabía a quienes se refería hasta que vi a
mis amigos, compañeros de don, con los tres guardianes restantes. Eran
idénticos a la descripción de Zac, o incluso más majestuosos de lo que había
imaginado. Los protectores del Fuego, Agua y Tierra me observaban desde un aire
de misterio hasta que Ami se decidió a bajarse de los lomos de su dragona para
acercarse a mí.
– ¡Lena! ¿No te parece que esto es realmente increíble?
¡Guardianes!
– Si, un poco extraño al principio. ¿No? ¿Cómo los
encontrasteis?
– Más bien ellos nos encontraron a nosotros. Cuándo Zac y tú
os marchasteis, nos encontramos con Valquiria, la osa guardiana de Brad. Nos
comentó que algo malo estaba sucediendo y por eso se había despertado de su
sueño en el bosque y que necesitaban reunirse los cuatro protectores. Así que
nos dividimos, Deborah y Trevor fueron al bosque de Oguef, y Brad, Valquiria y
yo al bosque de Aqua. Y en pocas horas encontramos a Oceana y a Alcander.
Luego, recibimos una llamada de Astor y vinimos aquí. Se ve que tu grifo es más
increíble de lo que me han descrito.
Antes de poder contestarle, Astor me interrumpió y se dirigió
a sus antiguos amigos.
– Amigos… Cuánto tiempo ha pasado desde que nos vimos los
cuatro reunidos, me temo que volvemos a estar juntos por la misma razón que la
última vez. Solo necesitamos un nombre y creo saber cual: Dyaus.
Se hizo una gran expectación, y si mi memoria no me fallaba,
Dyaus era quién había matado a Cai en la leyenda.
– Pero es imposible, desapareció hace miles de años y el
objeto que quería ya no está con nosotros. Isis se lo llevó muy lejos –. Dijo
el fénix.
– Tan lejos como el futuro –. Prosiguió Astor –. Lena, por
favor, enséñales lo que me has mostrado antes.
Saqué de nuevo el colgante y lo extendí en alto para que
todos lo vieran. Y alguien que instantes atrás, sus rostros tomaron el mismo
aspecto que el de Astor cuando le enseñé el Reloj.
– No puede ser –. Contestó Valquiria –. ¿Y cómo es que tu
protegida lo tiene?
– Porque la diosa dictó que ella fuera la guardiana de la
importante reliquia.
– Pobre criatura, que destino más atroz –. Comentó Oceana
lastimándose de mí.
Astor retomó la palabra de nuevo:
– Y por eso os he llamado, para que me ayudéis a
salvaguardarla, ya sabéis lo que hizo con su antiguo guardián. Pase lo que pase
el Reloj de Arena no puede parar a manos de Dyaus.
– Te apoyamos viejo amigo. ¿Algún plan? – Dijo Alcander.
Ahora tomó la palabra Zac, aunque se le notaban los nervios
al dirigirse a esos seres legendarios:
– Se nos ocurrió la idea de llevarla de vuelta a la escuela,
pero hasta que se nos ocurra un plan mejor, Lena se instalará en mi torre donde
la seguridad es mayor. Hay que actuar con normalidad, no podemos dar demasiadas
pistas de que sabemos la existencia del Reloj.
– Pero eso será difícil, sino te has dado cuenta han
aparecido los guardianes y no pueden entrar a la escuela sin despertar la curiosidad
–. Comentó Trevor.
– Eso no será problema, podemos adoptar otra forma menos
llamativa.
Todos miramos a Oceana y nos preguntamos que quería decir
hasta que la vimos convertida en un lirón de profundos ojos azules y mirada
serena, que se enredaba en el cuello de Ami, o Alcander convertido en un Golden
Retriever, un perro de ojos rojos como llamas, Valquiria se convirtió en una
gata de pelaje negro que ronroneaba en torno a Brad y por último, Astor se
convirtió en un águila imperial.
Estaban irreconocibles, hace un momento eran enormes y ahora
podíamos cogerlos en brazos, solo que no habían perdido su capacidad de hablar.
Nos metimos en el coche y Zac condució camino a la escuela,
a diferencia de antes el viaje se me hizo eterno, me sentía como un muñeco del
que decidían que hacer por él, siempre he sido muy independiente y eso de que
me trataran como si me iba a romper me empezaba a agobiar un poco.
Una vez llegamos, pasamos el umbral de los leones y salimos
al gran patio hasta llegar a la torre donde pensaban encerrarme, no lo habían
dicho así pero tenía toda la pinta. Zac me acompañó a su habitación y me dijo
que descansara porque hoy había sido un día muy ajetreado. Tras replicarle y
bufar un poco de que a mis amigos no les decía nada, pasó de mí (literalmente),
y cerró con llave la puerta por si quería salir. Sus últimas palabras fueron:
– Tenemos que pensar un plan todos juntos, pero es mejor que
tú te quedes aquí arriba descansando.
En resumidas cuentas, mi opinión sobre mi reciente estado les
daba igual. Intenté abrir las ventanas y no pude, y fue entonces cuando empecé
a agobiarme. No soy claustrofóbica, pero me dan repelús los espacios cerrados,
como en el que me encontraba ahora mismo. Mi única solución fue invocar un poco
de viento que girase en torno a mí y cerrar los ojos y pensar en un lugar
abierto, muy abierto. Tras relajarme un poco me tiré encima de la cama, y tras
arroparme con esas sábanas que me recordaban al desierto me quedé dormida.
<<Está todo oscuro, no veo ninguna luz. Traslado mis
manos a las paredes intentando tocar algo y chocó contra una pared, las muevo
en todas direcciones pero sigo chocando con ella, hasta que de pura rabia por
quedarme encerrada la tiró con un soplido. Lo que me rodea no es mejor que
aquella caja en la que estaba, me encuentro en una especie de ruinas
subterráneas de altos techos y decoración antigua, los pilares y muros son
blancos y relatan historias lejanas, y en vez de cortinas hay grandes cascadas
de arena que caen del techo que al llegar al suelo los granos de arena se
desvanecen.
Veo un combate delante de mí, un hombre joven al que no le
distingo bien la cara ya que está en la penumbra y a Zac. Los dos luchan con
todo su poder, pero no se decide un vencedor hasta que los dos fijan su mirada
en mí y mientras el ser miserioso se ríe a carcajadas, Zac corre hasta mí
gritándome que huya, pero yo me siento paralizada porque cuando llega a unos
metros de mí, el suelo se abre a sus pies, y el cae dentro. Se ve su mano
izquierda sujetándose al bordillo y entonces sin pensar, corro hasta él y le
agarro del antebrazo, intento subirlo pero pesa demasiado y mis poderes ya no
funcionan. Él me sonríe y su mano cae al vacío, no consigo agarrarla a tiempo y
Zac cae… gritando mi nombre. >>
– ¡Aahh!
Lo primero que siento es el sudor frío recorriéndome la
espalda, y lo segundo son las lágrimas que resbalan por mis mejillas. Estoy en
la habitación de Zac entre unas sábanas revueltas y entonces le veo sentado a
mi lado preocupado.
Después fue como un reflejo, me acurruqué entre sus brazos y
lo agarré con fuerzas, sin poder dejar de llorar.
– Tranquila… Solo fue un sueño –. Decía mientras me
acariciaba el pelo –. Solo un mal sueño.
No sé cuánto tiempo estuve abrazada a Zac pero me daba
igual, solo tenía en mente mi sueño frustrante y lo real que parecía. Cuando
pude calmarme un poco, él intentó levantarse, pero le agarré del borde de la
camiseta pidiéndole que no me dejara sola. Entonces me besó en la frente y me
dijo que jamás me dejaría sola, que solo iba a abrir las ventanas para que me
encontrara mejor. Y si que conseguí sentirme mejor con la brisa nocturna.
Luego, volvió a mi lado y se tumbó conmigo. Mientras me
tenía entre sus brazos me dijo que durmiese un poco, que él no se alejaría y
que mañana si me sentía mejor, ya hablaríamos de mi pesadilla. Y eso fue lo que
hice.
Cuando volví a despertarme, vi uno de los primeros rayos de
sol amanecer por mi ventana, pero descubrí que no era la única despierta. Zac
estaba a mi lado sonriéndome, y yo ya no estaba entre sus brazos.
– ¿Dormiste bien?
– Si, gracias… por lo de esta noche.
– Tranquila, no debes agradecerme nada.
Cuando me dí la
vuelta me pegué un susto tremendo cuando descubrí a una niña de unos ocho años
a mi lado. Su pelo era rubio cómo el sol, y sus bucles le colgaban alegremente,
mientras que sus ojos eran de un color dorado. Tenía cierto parecido con
alguien que conocía…
– Hola. ¿Eres la novia de Zac?
– ¿Qué?
– Selene… Preséntate como es debido.
La niña dudaba mientras miraba a Zac, y yo me quedaba cada
vez más perpleja.
– Me llamo Selene… y soy la hermana pequeña de Zac.
Mi sorpresa fue mayúscula, no sólo porque había a mi lado
una niña que desconocía sino también porque había resultado ser la hermana de
Zac.
– Eres muy guapa. ¿Sabes? Deberías dejar a mi hermano y
salir con ese chico tan guapo que vuela.
– Selene… – Le llamó la atención su hermano.
– Es cierto. Tú te pasas el día trabajando y no prestas
atenciones a nadie, como sigas así, Lena se irá con otro.
Zac se marchó de la habitación bufando lo atrevida que era
su hermana pequeña con él. Nunca le había visto dejar así un lugar y por alguna
razón me hizo gracia que por una vez él fuese el vencido. Me caía bien esa
niña.
– Selena 1- Zac 0 –. Dijo la niña entre risas.
Definitivamente me caía bien. Luego me guió hasta abajo para
que desayunase y me invitó a sentarme con ella en los sofás cerca de la
televisión para ver con ella sus dibujos animados favoritos con la condición
que estuviese callada mientras se emitían. Luego, cuando acabaron, me pudo la
curiosidad y le pregunté si tenía alguna habilidad especial, alo que me
contestó:
– Si, tengo afinidad con los animales, puedo llegar a
controlarlos o hacer que me obedezcan.
– Vaya…
– ¿Quieres venir conmigo a mi clase práctica? Cómo es
verano, hay pocos alumnos en la escuela, y la mayoría de las clases son
prácticas.
– Estaría bien salir un rato –. Dije con una sonrisa.
Al cabo del rato, nuestra alegría se esfumó cuando volvimos
a hablar con Zac, que me prohibió salir de la torre. Su hermana estaba encolerizada
porque no podía tratarme con un pájaro en una jaula, a los “pajaritos” no les
gustaba.
Así que tuve que volver a esa habitación donde pasé la
noche, y mi nueva amiga de ocho años tuvo que marcharse a clase. Se me había
ocurrido que podía salir por la ventana, ya que seguía abierta, y antes de
intentar salir, Altair estaba mirándome desde el otro lado de la ventana.
– Por fin te encuentro, había rumores que te habían
encerrado aquí.
– No es ningún rumor… no puedo salir…
– ¿Y por qué ese rubiales te ha encerrado? Yo me pongo de
los nervios cuando me encierran, no quiero pensar cómo te sientes siendo tu
poder mayor que el mío. Venga, voy a sacarte de aquí.
Justo cuando acabó de decirlo un águila que yo conocía muy
bien se interpuso entre nosotros. Astor miró fijamente a Altair y después me
miró a mí. Fue la primera vez que vi a Astor con rabia, él volaba tan
libremente y yo tenía que estar encerrada entre esas cuatro malditas paredes.
– Lena… ¿Y este águila?
– Pregúntaselo tú mismo.
– ¡Lena! –. Gritó el águila –. ¿No entiendes que tu vida
está en peligro? ¡Si sales estarás expuesta a todo! ¡No puedes confiar en
nadie, no se lo puedes decir a nadie más!
Mientras Astor me gritaba, salían lágrimas de mis ojos, y mi
furia iba en aumento. Apreté los puños para no intentar delirar, intentando
aferrarme a algo.
– ¡Y tú que sabes! ¡Hace más de dos semanas estaba en mi
casa! ¡Mi vida ha cambiado por completo, me obligáis a quedarme aquí sin hacer
nada y me duele cada fibra de mi ser al estar atrapada! ¡No podéis pedirme
tanto!
Las lágrimas empezaron a ser cada vez más abundantes y
quería huir… ¿Pero a dónde? Antes de poder reaccionar si quiera, sentí una mano
agarrarme la muñeca que tiraba de mí hasta la sala que servía cómo armario en
esa habitación. Me di cuenta que había sido Altair, que había entrado por otra de las ventanas abiertas y me había
llevado hasta ahí. Después, lo único que hice fue acurrucarme en el suelo, e
intentar calmar ese dolor que me estaba quemando por dentro.
– Lena, escúchame bien, no sé lo que está pasando pero
tienes que relajarte, seguro que encontramos la manera de sacarte de aquí.
– Pero…
– Venga, concéntrate, tú puedes.
Aspiré y suspiré aire varias veces e intentaba imaginarme
cualquier cosa a cielo abierto. Al cabo de los minutos dejé de temblar y aunque
seguían los dolores, eran menores que antes.
– Creo… que ya… estoy bien –. Dije entrecortadamente.
– Menos mal, ahora tienes que contarme porqué te tienen aquí
y cómo narices esa águila ha hablado.
– No sé si puedo contártelo, cuánta más gente lo sepa será
peor.
– Es verdad que no soy tan poderoso como vosotros pero debe
de haber algo que yo pueda hacer.
– Necesito respuestas a… todo.
– Estamos en la torre del director de la escuela supongo que
no será muy difícil, seguro que tiene montones de libros con respuestas.
Asentí, y lentamente con su ayuda me fui levantando, salimos
del armario y bajamos a la sala que había abajo. Me costaba mucho tener la
mente despejada, pero hice unos últimos esfuerzos. Entramos en el despacho de
Zac, no sin antes asegurarnos que no había nadie. Cogimos todos los libros que
pudimos que según su título podían aportarnos algo.
Los bajamos muy deprisa, yo con mis poderes los elevaba por
el aire y Altair ni tenía que bajar las escaleras, solamente volaba. Cuando ya
nos encontramos abajo, cada uno se repartió una pila interminable de libros y
empezamos a ojear su interior.
Altair se había convertido en mi mejor amigo, de una forma u
otra, sabía que me entendía.
Tras mucho buscar, encontramos numerosos planos de la
escuela y los templos. Tal como vi la primera vez que volé, el patio escolar
tenía forma de un gran reloj de arena.
– Mira –. Le dije –. Se parece a un reloj.
– Hum… Según mi clase de historia del año pasado, los cuatro
guardianes crearon un amuleto semejante, y que por eso la escuela tiene esa
forma.
– Y ese amuleto… ¿Para qué servía?
– Eso no nos lo dijeron.
Al instante, los dos supimos que era lo que había que
buscar: la utilidad de ese objeto al que habían dado tanta importancia.
– ¿Y sobre los fundadores de la escuela? ¿Se mencionó algo
en clase de historia?
– Nos hablaron sobre una diosa y un emperador que se casaron
y tuvieron hijos… lo típico. ¿No? Pero antes de morir crearon esta escuela para
gente especial cómo tú o cómo yo.
– ¿Y lo de los poderes se ha dado siempre? ¿O pudo ocurrir
algo para que se formaran?
– No, eso está basado en la magia, a veces lunar o solar,
todo depende de los astros. Por ejemplo, los niños que nacen durante un eclipse
de sol tendrán poderes de tierra o fuego, pero si nacen en un eclipse lunar,
sus dones estarán relacionados con agua y aire. Aunque no es una ciencia
exacta.
– Quizás eso tiene que ver con el hecho de que me siento más
poderosa durante la noche, o me despierto con el alba.
– Digamos que el elemento aire es algo especial, durante
siglos se lo ha relacionado con la luz, aunque parezca ligada con el fuego. El aire es pensamiento. Es
movimiento, sentimientos, comunicación, y los impulsos de la mente. En resumen,
lo que no se puede ver ni tocar. Mira lee este fragmento:
<<
El Aire es primavera, la inocencia y la vibración del principio de una nueva
estación, el brote de las hojas desde las semillas de la mente, y la fe en uno
mismo, y la creencia en el propio destino. El aire toca el color del Sol, y
capta el pensamiento de la vida. Es la respiración del ser vivo. Si pudiese
llegarse a ver sería de color amarillo o
gris.
El Aire
es pariente de la sabiduría, lo nuevo en esta vida, la intuición, lo expectante
y apresurándose a la luz. Puede llegar a
rugir, encolerizar y atormentar.
Es el
toque de la inspiración, tiene la energía de la inocencia infantil y el
estallido de luz sobre la oscuridad.
Es
protección y crece continuamente, mueve las olas del mar, los árboles en la
tierra y aviva el fuego de la hoguera. Es el elemento más indómito, porque no
puede llegar a tocarse, ni controlar. >>
–Vaya…
– ¿Entiendes? Tú recoges todos esos aspectos, eres la más
indómita de tu grupo. No se te puede mandar, ni controlar. Te revelas contra
toda atadura.
– Eso quiere decir… ¿Qué no puedo estar atada tampoco a la
gente?
– No me refería a esas ataduras, sino las que te impiden
hacer lo que te gusta, o te impiden cosas, cómo salir al exterior. Ese rubiales
debería saberlo. Nuestro elemento puede estar por encima de los demás, somos el
movimiento del resto.
– ¿Dice algo más de esos guardianes?
– Bueno… si. Se dice que hay cuatro grandes guardianes de
cada elemento: Astor, Alcander, Oceana y Valquiria. A su vez, sirven cada uno a
uno de los cuatro grandes arcángeles.
– Todo está unido.
–Si, se va formando cómo una red entre todo lo místico y
mágico. Por eso es tan divertido estudiar esto.
– ¿Has visto a mis amigos?
– Si, se han ido con Sara y los demás superiores para
entrenar, por eso te estaba buscando, tu eres mi alumna.
– Pues me parece que se han acabado nuestras clases durante
mucho tiempo.
– Bueno, podría enseñarte a escondidas. Ellos se van a pasar
todos los días entrenando, y no habrá nadie por aquí, si no destrozamos el
lugar… quizás pueda enseñarte cosas sobre tu don.
– Me parece una magnífica idea.
Se sacó un papelito del bolsillo de su pantalón y un
bolígrafo de la camisa y empezó a escribir una especie de programa para el
verano:
-Buscar la utilidad del Reloj de
Arena (Amuleto)
-Buscar más información sobre los 4
guardianes.
-Enseñar a Lena cómo controlar
su don.
– ¿Algo más? –. Me dijo preparado para seguir escribiendo.
– No se me ocurre nada más… Espera. Pon en esa lista el
nombre de Dyaus.
– Ya está. Este nombre si que no me suena de nada.
– A mí me parece que la historia no fue igual cómo la
escribieron en tus libros de historia.
– No sería descabellado que fuese así.
Seguimos mirando más libros hasta bien entrada la tarde. Ni
siquiera nos habíamos molestado en comer, nos podía la curiosidad. No
encontramos mucho más, la historia escrita era siempre la misma pero no
coincidía con mi diario, y yo tenía el presentimiento que la correcta era la
que yo leí la primera. Aunque tampoco sabía cuánto podía llegar a contarle a
Altair, tras todo lo que había pasado, me costaba confiar en la gente.
Todavía rondaba por mi cabeza mi noche abrazada a Zac, lo
que hacía que me despistara más de lo normal. Había estado tan amable conmigo…
pero luego me había dejado prisionera aquí. Lo que me recuerda el sueño que
tuve… ¿Sería un sueño cómo los de Astor o habría sido mi propia imaginación?
Quizás estaría bien tener mi propio papelito para ordenar mis ideas cómo
Altair.
Recogimos todos los libros antes de que viniera mi séquito
de secuestradores personales, para contarme el maravilloso progreso de sus
habilidades en un campo de entrenamiento (al aire libre). Me alegraba por
ellos, pero también sabía que sólo me entretenían y que de alguna forma se
sentían culpables de que yo no entrenase con ellos. ¿Dónde había quedado eso de
unidos hasta el final? Maldito reloj…
Brad me preparó mi plato favorito y las chicas intentaban
hablar de cosas banales, sin importancia. Me daba la impresión de que antes de
venir habían tenido cierta charla con Zac. Genial, ahora mis amigos incluso
sabían más de este asunto que yo, y mira que soy la principal implicada.
Astor me miraba de soslayo, con cara de tristeza y pena,
aunque sinceramente, no me arrepentía de nada de lo que le había dicho. Quizás
también debería gritarle cuatro cosas a Zac.
Altair se quedó a mi lado hasta el final, y no hicieron
preguntas de porqué estaba ahí conmigo. Me daban por imposible. Se rebeló un
poco cuándo todos debían abandonar ya la estancia para irse a dormir, y las miradas
asesinas que le lanzaba a Zac valían su peso en oro. Estaba muy agradecida con
él, la próxima vez se lo diría, en nuestros nuevos encuentros secretos para
buscar información o mejorar mis habilidades.
Esa noche volví a tener pesadillas, pero esta vez, no tuve a nadie que
me abrazara.
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