viernes, 17 de agosto de 2012


Capítulo 9: El palacio del Aire.


Tras mucho caminar, llegué a una estancia más pequeña por la que había visto antes salir luz, era una habitación conectora, es decir, que había un gran arco por el que se podía pasar al exterior, y desde ahí, llegar a las otras salas desperdigadas por todo el árbol a través de unas escaleras colgantes.
Traspasé el umbral del arco y caminando despacio, intentando no caerme, llegué justo a la cima, al punto más alto. Di un pequeño salto para entrar en la habitación correspondiente y suspiré aliviada. Por lo menos ahí tendría un poco de tranquilidad.
Vi un gran ventanal y me senté en el alféizar. La verdad es que me gustaba ese lugar, sin cristales en las ventanas, sin puertas…
Extendí el brazo hacía el exterior y me topé con una especie de barrera invisible. Astor. Seguro que lo había hecho él, aunque yo también había tenido la idea de escaparme.
Bajé la vista resignada y suspiré. Lo que le había gritado antes era verdad, odiaba los lugares cerrados. Una vez, fuimos de excursión con el colegio a unas tumbas subterráneas y casi me da algo.
Me quedé observando el bosque y la escuela desde mi ventana hasta que la noche se apoderó del lugar. Inspiré esa brisa nocturna y me llené de nueva energía. Siempre me había apasionado la noche, era tan mágica…
Salí de mis divulgaciones al darme cuenta que alguien había entrado en mi escondite secreto. Era Astor.

– Veo que has descubierto mi lugar favorito de este palacio.
– Si… Bonita barrera, por cierto –. Le dije sin dignarme a mirarlo.
– Es por tu seguridad, todo lo sucedido es demasiado extraño y peligroso.
– Astor… una cosa…
– Dime, Lena.

Entonces el grifo me acarició el brazo con su plumaje en señal de compasión. Mi expresión cambió, ya no estaba enfadada. Odiaba cuando me percataba de que quizás me había excedido en una discusión. Pero me limité a sonreír y le acaricié la cabeza. Desde ese momento, Astor se convirtió en mi grifo, mi guardián.

– Ami también conoce la leyenda, y no sé si al final se lo contó a los demás.
– Tranquila, no corren ningún riesgo. A ese alguien que intenta dañarte solo le interesaba que tú pudieses abrir el diario.
– Menos mal…

Entonces saqué del bolsillo del pantalón ese colgante que había hecho con el mini-reloj de arena que me había encontrado en mi habitación y empecé a juguetear con él. Astor se alejó de mí y su rostro mostraba emoción y angustia al mismo tiempo.

– ¿De dónde has sacado eso?
– ¿Eh? De mi habitación… No me digas que esto tan pequeño puede ser tan malo como el diario.
– Es peor. ¿Te lo encontraste en el mismo lugar que el diario?
– No…
– Por Isis… ¡Es el Reloj de Arena de la leyenda!
– ¡¿Qué?! Pero si esto no parece nada del otro mundo.
– Lo reconocería en cualquier lugar, y si el Reloj ha llegado hasta ti…
– No andes con rodeos, Astor. ¿Qué ocurre?
– Eres la guardiana del amuleto.

Me quedé sin habla. ¿Qué me estaba diciendo Astor? Que el Reloj de Arena de la leyenda… el que le entregó la diosa al emperador… ¿Estaba ahora en mi poder?¿Y yo era su guardiana?

– Esto aclara muchas cosas. La solución a la pregunta de por qué quieren hacerte daño. Verás, Lena. Ese reloj lo creamos los cuatro guardianes y se lo entregamos a la diosa como ofrenda, este amuleto te permite viajar en el tiempo.
– Entonces toda la leyenda… es de verdad.
– Siempre fue real. Ahora ya tenemos muchísima información más, ya sabemos a quién nos enfrentamos y el por qué. Podrás salir pronto de aquí pero habrá que buscarte una seguridad. Ya puedes respirar tranquila, está todo bajo control. Ahora sal y ve a ver a Zac, el pobre se ha quedado esperando en las escaleras agarrándose como podía a la barandilla. Si te tienes que enfadar con alguien que sea conmigo, dale un respiro, no siempre se está a la altura de una portadora del “Don”.
Sin muchas más opciones y sin entender muy bien lo que me había dicho, salí de la habitación y bajé cuidadosamente por las escaleras. Pronto lo vi, medio mareado y apoyado en la cuerda que hacía de barandilla. Me paré a su lado y los dos fijamos la vista en el paisaje que se cernía debajo de nosotros.

– Siento haberos gritado antes.
– No, la culpa es mía. Soy el director de la escuela… y tuve que pensar que no era nada bueno que os juntaseis los cuatro, pero me pudo la emoción y la euforia.
– ¿Nos perdonamos mutuamente o seguimos debatiendo quién tiene más culpa de los dos, como hacemos siempre?

Zac me miró con los ojos muy abiertos, pero después se relajó y empezó a reírse.

– Lena… Eres única.
– Ya sé que soy un poquito simplona, pero es que es verdad, creo que desde que llegué aquí lo único que hemos hecho ambos es discutir por la culpa que teníamos.
– ¿Amigos? – Dijo extendiéndome su mano.
– Amigos –. Le respondí a la vez que la agarraba y cerrábamos esa especie de acuerdo.

Volvimos a fijarnos en  los ojos del otro, y volví a quedarme hipnotizada. Aunque esta vez él tuvo la fuerza para apartar la mirada.

– Zac… ¿Por qué eres el director de todo esto? Eres demasiado joven para tanta responsabilidad, tendrías que divertirte cómo cualquier chico de tu edad.
– Lena, ¿Tú crees en el destino?
– Supongo que sí.
– Pues he aquí la solución, tú estás destinada ha hacer grandes cosas, mientras que mi futuro dictó que yo sería quién os ayudase en esta aventura. Solo soy un eslabón más dentro de un gran juego.
– No digas eso. Tú eres y serás mucho mejor que yo, tú destino será mucho más grande de lo que piensas. Yo soy muy despistada, me cuesta darme cuenta de lo que sucede a mi alrededor y tardo mucho en controlar mis poderes. Así que mi futuro no puede ser tan genial… como dices.
– Te equivocas, nuestras imperfecciones son las que nos hacen perfectos, solo tienes que buscar a las personas adecuadas, personas que verán lo grande que puedes llegar a ser. Además, sobre lo de divertirme… últimamente lo estoy consiguiendo gracias a ti.
– ¿A mí? ¿No crees que es un poco feo reírse de los demás? – Dije entre risas.
– ¿Cuántas veces te lo tendré que decir? Eres perfecta tal y como eres, y no me río de ti… sino contigo.
– Ya… Me lo firmas que ya lo recibirá mi abogado.
– Le llegará pronto el documento –. Me respondió con la sonrisa más bonita del mundo.

Unos instantes después apareció Astor, diciéndonos que nos esperaban en la salida del bosque. No sabía a quienes se refería hasta que vi a mis amigos, compañeros de don, con los tres guardianes restantes. Eran idénticos a la descripción de Zac, o incluso más majestuosos de lo que había imaginado. Los protectores del Fuego, Agua y Tierra me observaban desde un aire de misterio hasta que Ami se decidió a bajarse de los lomos de su dragona para acercarse a mí.

– ¡Lena! ¿No te parece que esto es realmente increíble? ¡Guardianes!
– Si, un poco extraño al principio. ¿No? ¿Cómo los encontrasteis?
– Más bien ellos nos encontraron a nosotros. Cuándo Zac y tú os marchasteis, nos encontramos con Valquiria, la osa guardiana de Brad. Nos comentó que algo malo estaba sucediendo y por eso se había despertado de su sueño en el bosque y que necesitaban reunirse los cuatro protectores. Así que nos dividimos, Deborah y Trevor fueron al bosque de Oguef, y Brad, Valquiria y yo al bosque de Aqua. Y en pocas horas encontramos a Oceana y a Alcander. Luego, recibimos una llamada de Astor y vinimos aquí. Se ve que tu grifo es más increíble de lo que me han descrito.

Antes de poder contestarle, Astor me interrumpió y se dirigió a sus antiguos amigos.

– Amigos… Cuánto tiempo ha pasado desde que nos vimos los cuatro reunidos, me temo que volvemos a estar juntos por la misma razón que la última vez. Solo necesitamos un nombre y creo saber cual: Dyaus.

Se hizo una gran expectación, y si mi memoria no me fallaba, Dyaus era quién había matado a Cai en la leyenda.

– Pero es imposible, desapareció hace miles de años y el objeto que quería ya no está con nosotros. Isis se lo llevó muy lejos –. Dijo el fénix.
– Tan lejos como el futuro –. Prosiguió Astor –. Lena, por favor, enséñales lo que me has mostrado antes.

Saqué de nuevo el colgante y lo extendí en alto para que todos lo vieran. Y alguien que instantes atrás, sus rostros tomaron el mismo aspecto que el de Astor cuando le enseñé el Reloj.

– No puede ser –. Contestó Valquiria –. ¿Y cómo es que tu protegida lo tiene?
– Porque la diosa dictó que ella fuera la guardiana de la importante reliquia.
– Pobre criatura, que destino más atroz –. Comentó Oceana lastimándose de mí.

Astor retomó la palabra de nuevo:

– Y por eso os he llamado, para que me ayudéis a salvaguardarla, ya sabéis lo que hizo con su antiguo guardián. Pase lo que pase el Reloj de Arena no puede parar a manos de Dyaus.
– Te apoyamos viejo amigo. ¿Algún plan? – Dijo Alcander.

Ahora tomó la palabra Zac, aunque se le notaban los nervios al dirigirse a esos seres legendarios:

– Se nos ocurrió la idea de llevarla de vuelta a la escuela, pero hasta que se nos ocurra un plan mejor, Lena se instalará en mi torre donde la seguridad es mayor. Hay que actuar con normalidad, no podemos dar demasiadas pistas de que sabemos la existencia del Reloj.
– Pero eso será difícil, sino te has dado cuenta han aparecido los guardianes y no pueden entrar a la escuela sin despertar la curiosidad –. Comentó Trevor.
– Eso no será problema, podemos adoptar otra forma menos llamativa.

Todos miramos a Oceana y nos preguntamos que quería decir hasta que la vimos convertida en un lirón de profundos ojos azules y mirada serena, que se enredaba en el cuello de Ami, o Alcander convertido en un Golden Retriever, un perro de ojos rojos como llamas, Valquiria se convirtió en una gata de pelaje negro que ronroneaba en torno a Brad y por último, Astor se convirtió en un águila imperial.
Estaban irreconocibles, hace un momento eran enormes y ahora podíamos cogerlos en brazos, solo que no habían perdido su capacidad de hablar.
Nos metimos en el coche y Zac condució camino a la escuela, a diferencia de antes el viaje se me hizo eterno, me sentía como un muñeco del que decidían que hacer por él, siempre he sido muy independiente y eso de que me trataran como si me iba a romper me empezaba a agobiar un poco.
Una vez llegamos, pasamos el umbral de los leones y salimos al gran patio hasta llegar a la torre donde pensaban encerrarme, no lo habían dicho así pero tenía toda la pinta. Zac me acompañó a su habitación y me dijo que descansara porque hoy había sido un día muy ajetreado. Tras replicarle y bufar un poco de que a mis amigos no les decía nada, pasó de mí (literalmente), y cerró con llave la puerta por si quería salir. Sus últimas palabras fueron:

– Tenemos que pensar un plan todos juntos, pero es mejor que tú te quedes aquí arriba descansando.

En resumidas cuentas, mi opinión sobre mi reciente estado les daba igual. Intenté abrir las ventanas y no pude, y fue entonces cuando empecé a agobiarme. No soy claustrofóbica, pero me dan repelús los espacios cerrados, como en el que me encontraba ahora mismo. Mi única solución fue invocar un poco de viento que girase en torno a mí y cerrar los ojos y pensar en un lugar abierto, muy abierto. Tras relajarme un poco me tiré encima de la cama, y tras arroparme con esas sábanas que me recordaban al desierto me quedé dormida.

<<Está todo oscuro, no veo ninguna luz. Traslado mis manos a las paredes intentando tocar algo y chocó contra una pared, las muevo en todas direcciones pero sigo chocando con ella, hasta que de pura rabia por quedarme encerrada la tiró con un soplido. Lo que me rodea no es mejor que aquella caja en la que estaba, me encuentro en una especie de ruinas subterráneas de altos techos y decoración antigua, los pilares y muros son blancos y relatan historias lejanas, y en vez de cortinas hay grandes cascadas de arena que caen del techo que al llegar al suelo los granos de arena se desvanecen.
Veo un combate delante de mí, un hombre joven al que no le distingo bien la cara ya que está en la penumbra y a Zac. Los dos luchan con todo su poder, pero no se decide un vencedor hasta que los dos fijan su mirada en mí y mientras el ser miserioso se ríe a carcajadas, Zac corre hasta mí gritándome que huya, pero yo me siento paralizada porque cuando llega a unos metros de mí, el suelo se abre a sus pies, y el cae dentro. Se ve su mano izquierda sujetándose al bordillo y entonces sin pensar, corro hasta él y le agarro del antebrazo, intento subirlo pero pesa demasiado y mis poderes ya no funcionan. Él me sonríe y su mano cae al vacío, no consigo agarrarla a tiempo y Zac cae… gritando mi nombre. >>

– ¡Aahh!

Lo primero que siento es el sudor frío recorriéndome la espalda, y lo segundo son las lágrimas que resbalan por mis mejillas. Estoy en la habitación de Zac entre unas sábanas revueltas y entonces le veo sentado a mi lado preocupado.
Después fue como un reflejo, me acurruqué entre sus brazos y lo agarré con fuerzas, sin poder dejar de llorar.

– Tranquila… Solo fue un sueño –. Decía mientras me acariciaba el pelo –. Solo un mal sueño.

No sé cuánto tiempo estuve abrazada a Zac pero me daba igual, solo tenía en mente mi sueño frustrante y lo real que parecía. Cuando pude calmarme un poco, él intentó levantarse, pero le agarré del borde de la camiseta pidiéndole que no me dejara sola. Entonces me besó en la frente y me dijo que jamás me dejaría sola, que solo iba a abrir las ventanas para que me encontrara mejor. Y si que conseguí sentirme mejor con la brisa nocturna.
Luego, volvió a mi lado y se tumbó conmigo. Mientras me tenía entre sus brazos me dijo que durmiese un poco, que él no se alejaría y que mañana si me sentía mejor, ya hablaríamos de mi pesadilla. Y eso fue lo que hice.
Cuando volví a despertarme, vi uno de los primeros rayos de sol amanecer por mi ventana, pero descubrí que no era la única despierta. Zac estaba a mi lado sonriéndome, y yo ya no estaba entre sus brazos.

– ¿Dormiste bien?
– Si, gracias… por lo de esta noche.
– Tranquila, no debes agradecerme nada.

 Cuando me dí la vuelta me pegué un susto tremendo cuando descubrí a una niña de unos ocho años a mi lado. Su pelo era rubio cómo el sol, y sus bucles le colgaban alegremente, mientras que sus ojos eran de un color dorado. Tenía cierto parecido con alguien que conocía…

– Hola. ¿Eres la novia de Zac?
– ¿Qué?
– Selene… Preséntate como es debido.

La niña dudaba mientras miraba a Zac, y yo me quedaba cada vez más perpleja.

– Me llamo Selene… y soy la hermana pequeña de Zac.

Mi sorpresa fue mayúscula, no sólo porque había a mi lado una niña que desconocía sino también porque había resultado ser la hermana de Zac.

– Eres muy guapa. ¿Sabes? Deberías dejar a mi hermano y salir con ese chico tan guapo que vuela.
– Selene… – Le llamó la atención su hermano.
– Es cierto. Tú te pasas el día trabajando y no prestas atenciones a nadie, como sigas así, Lena se irá con otro.

Zac se marchó de la habitación bufando lo atrevida que era su hermana pequeña con él. Nunca le había visto dejar así un lugar y por alguna razón me hizo gracia que por una vez él fuese el vencido. Me caía bien esa niña.

– Selena 1- Zac 0 –. Dijo la niña entre risas.

Definitivamente me caía bien. Luego me guió hasta abajo para que desayunase y me invitó a sentarme con ella en los sofás cerca de la televisión para ver con ella sus dibujos animados favoritos con la condición que estuviese callada mientras se emitían. Luego, cuando acabaron, me pudo la curiosidad y le pregunté si tenía alguna habilidad especial, alo que me contestó:

– Si, tengo afinidad con los animales, puedo llegar a controlarlos o hacer que me obedezcan.
– Vaya…
– ¿Quieres venir conmigo a mi clase práctica? Cómo es verano, hay pocos alumnos en la escuela, y la mayoría de las clases son prácticas.
– Estaría bien salir un rato –. Dije con una sonrisa.

Al cabo del rato, nuestra alegría se esfumó cuando volvimos a hablar con Zac, que me prohibió salir de la torre. Su hermana estaba encolerizada porque no podía tratarme con un pájaro en una jaula, a los “pajaritos” no les gustaba.
Así que tuve que volver a esa habitación donde pasé la noche, y mi nueva amiga de ocho años tuvo que marcharse a clase. Se me había ocurrido que podía salir por la ventana, ya que seguía abierta, y antes de intentar salir, Altair estaba mirándome desde el otro lado de la ventana.

– Por fin te encuentro, había rumores que te habían encerrado aquí.
– No es ningún rumor… no puedo salir…
– ¿Y por qué ese rubiales te ha encerrado? Yo me pongo de los nervios cuando me encierran, no quiero pensar cómo te sientes siendo tu poder mayor que el mío. Venga, voy a sacarte de aquí.

Justo cuando acabó de decirlo un águila que yo conocía muy bien se interpuso entre nosotros. Astor miró fijamente a Altair y después me miró a mí. Fue la primera vez que vi a Astor con rabia, él volaba tan libremente y yo tenía que estar encerrada entre esas cuatro malditas paredes.

– Lena… ¿Y este águila?
– Pregúntaselo tú mismo.
– ¡Lena! –. Gritó el águila –. ¿No entiendes que tu vida está en peligro? ¡Si sales estarás expuesta a todo! ¡No puedes confiar en nadie, no se lo puedes decir a nadie más!

Mientras Astor me gritaba, salían lágrimas de mis ojos, y mi furia iba en aumento. Apreté los puños para no intentar delirar, intentando aferrarme a algo.

– ¡Y tú que sabes! ¡Hace más de dos semanas estaba en mi casa! ¡Mi vida ha cambiado por completo, me obligáis a quedarme aquí sin hacer nada y me duele cada fibra de mi ser al estar atrapada! ¡No podéis pedirme tanto!

Las lágrimas empezaron a ser cada vez más abundantes y quería huir… ¿Pero a dónde? Antes de poder reaccionar si quiera, sentí una mano agarrarme la muñeca que tiraba de mí hasta la sala que servía cómo armario en esa habitación. Me di cuenta que había sido Altair, que había entrado por  otra de las ventanas abiertas y me había llevado hasta ahí. Después, lo único que hice fue acurrucarme en el suelo, e intentar calmar ese dolor que me estaba quemando por dentro.

– Lena, escúchame bien, no sé lo que está pasando pero tienes que relajarte, seguro que encontramos la manera de sacarte de aquí.
– Pero…
– Venga, concéntrate, tú puedes.

Aspiré y suspiré aire varias veces e intentaba imaginarme cualquier cosa a cielo abierto. Al cabo de los minutos dejé de temblar y aunque seguían los dolores, eran menores que antes.

– Creo… que ya… estoy bien –. Dije entrecortadamente.
– Menos mal, ahora tienes que contarme porqué te tienen aquí y cómo narices esa águila ha hablado.
– No sé si puedo contártelo, cuánta más gente lo sepa será peor.
– Es verdad que no soy tan poderoso como vosotros pero debe de haber algo que yo pueda hacer.
– Necesito respuestas a… todo.
– Estamos en la torre del director de la escuela supongo que no será muy difícil, seguro que tiene montones de libros con respuestas.

Asentí, y lentamente con su ayuda me fui levantando, salimos del armario y bajamos a la sala que había abajo. Me costaba mucho tener la mente despejada, pero hice unos últimos esfuerzos. Entramos en el despacho de Zac, no sin antes asegurarnos que no había nadie. Cogimos todos los libros que pudimos que según su título podían aportarnos algo.
Los bajamos muy deprisa, yo con mis poderes los elevaba por el aire y Altair ni tenía que bajar las escaleras, solamente volaba. Cuando ya nos encontramos abajo, cada uno se repartió una pila interminable de libros y empezamos a ojear su interior.
Altair se había convertido en mi mejor amigo, de una forma u otra, sabía que me entendía.
Tras mucho buscar, encontramos numerosos planos de la escuela y los templos. Tal como vi la primera vez que volé, el patio escolar tenía forma de un gran reloj de arena.

– Mira –. Le dije –. Se parece a un reloj.
– Hum… Según mi clase de historia del año pasado, los cuatro guardianes crearon un amuleto semejante, y que por eso la escuela tiene esa forma.
– Y ese amuleto… ¿Para qué servía?
– Eso no nos lo dijeron.

Al instante, los dos supimos que era lo que había que buscar: la utilidad de ese objeto al que habían dado tanta importancia.

– ¿Y sobre los fundadores de la escuela? ¿Se mencionó algo en clase de historia?
– Nos hablaron sobre una diosa y un emperador que se casaron y tuvieron hijos… lo típico. ¿No? Pero antes de morir crearon esta escuela para gente especial cómo tú o cómo yo.
– ¿Y lo de los poderes se ha dado siempre? ¿O pudo ocurrir algo para que se formaran?
– No, eso está basado en la magia, a veces lunar o solar, todo depende de los astros. Por ejemplo, los niños que nacen durante un eclipse de sol tendrán poderes de tierra o fuego, pero si nacen en un eclipse lunar, sus dones estarán relacionados con agua y aire. Aunque no es una ciencia exacta.
– Quizás eso tiene que ver con el hecho de que me siento más poderosa durante la noche, o me despierto con el alba.
– Digamos que el elemento aire es algo especial, durante siglos se lo ha relacionado con la luz, aunque parezca ligada con el fuego. El aire es pensamiento. Es movimiento, sentimientos, comunicación, y los impulsos de la mente. En resumen, lo que no se puede ver ni tocar. Mira lee este fragmento:


<< El Aire es primavera, la inocencia y la vibración del principio de una nueva estación, el brote de las hojas desde las semillas de la mente, y la fe en uno mismo, y la creencia en el propio destino. El aire toca el color del Sol, y capta el pensamiento de la vida. Es la respiración del ser vivo. Si pudiese llegarse a  ver sería de color amarillo o gris.
El Aire es pariente de la sabiduría, lo nuevo en esta vida, la intuición, lo expectante y apresurándose  a la luz. Puede llegar a rugir, encolerizar y atormentar.
Es el toque de la inspiración, tiene la energía de la inocencia infantil y el estallido de luz sobre la oscuridad.
Es protección y crece continuamente, mueve las olas del mar, los árboles en la tierra y aviva el fuego de la hoguera. Es el elemento más indómito, porque no puede llegar a tocarse, ni controlar. >>

–Vaya…
– ¿Entiendes? Tú recoges todos esos aspectos, eres la más indómita de tu grupo. No se te puede mandar, ni controlar. Te revelas contra toda atadura.
– Eso quiere decir… ¿Qué no puedo estar atada tampoco a la gente?
– No me refería a esas ataduras, sino las que te impiden hacer lo que te gusta, o te impiden cosas, cómo salir al exterior. Ese rubiales debería saberlo. Nuestro elemento puede estar por encima de los demás, somos el movimiento del resto.
– ¿Dice algo más de esos guardianes?
– Bueno… si. Se dice que hay cuatro grandes guardianes de cada elemento: Astor, Alcander, Oceana y Valquiria. A su vez, sirven cada uno a uno de los cuatro grandes arcángeles.
– Todo está unido.
–Si, se va formando cómo una red entre todo lo místico y mágico. Por eso es tan divertido estudiar esto.
– ¿Has visto a mis amigos?
– Si, se han ido con Sara y los demás superiores para entrenar, por eso te estaba buscando, tu eres mi alumna.
– Pues me parece que se han acabado nuestras clases durante mucho tiempo.
– Bueno, podría enseñarte a escondidas. Ellos se van a pasar todos los días entrenando, y no habrá nadie por aquí, si no destrozamos el lugar… quizás pueda enseñarte cosas sobre tu don.
– Me parece una magnífica idea.

Se sacó un papelito del bolsillo de su pantalón y un bolígrafo de la camisa y empezó a escribir una especie de programa para el verano:

               -Buscar la utilidad del Reloj de Arena (Amuleto)
               -Buscar más información sobre los 4 guardianes.
               -Enseñar a Lena cómo controlar su don.

– ¿Algo más? –. Me dijo preparado para seguir escribiendo.
– No se me ocurre nada más… Espera. Pon en esa lista el nombre de Dyaus.
– Ya está. Este nombre si que no me suena de nada.
– A mí me parece que la historia no fue igual cómo la escribieron en tus libros de historia.
– No sería descabellado que fuese así.

Seguimos mirando más libros hasta bien entrada la tarde. Ni siquiera nos habíamos molestado en comer, nos podía la curiosidad. No encontramos mucho más, la historia escrita era siempre la misma pero no coincidía con mi diario, y yo tenía el presentimiento que la correcta era la que yo leí la primera. Aunque tampoco sabía cuánto podía llegar a contarle a Altair, tras todo lo que había pasado, me costaba confiar en la gente.
Todavía rondaba por mi cabeza mi noche abrazada a Zac, lo que hacía que me despistara más de lo normal. Había estado tan amable conmigo… pero luego me había dejado prisionera aquí. Lo que me recuerda el sueño que tuve… ¿Sería un sueño cómo los de Astor o habría sido mi propia imaginación? Quizás estaría bien tener mi propio papelito para ordenar mis ideas cómo Altair.
Recogimos todos los libros antes de que viniera mi séquito de secuestradores personales, para contarme el maravilloso progreso de sus habilidades en un campo de entrenamiento (al aire libre). Me alegraba por ellos, pero también sabía que sólo me entretenían y que de alguna forma se sentían culpables de que yo no entrenase con ellos. ¿Dónde había quedado eso de unidos hasta el final? Maldito reloj…
Brad me preparó mi plato favorito y las chicas intentaban hablar de cosas banales, sin importancia. Me daba la impresión de que antes de venir habían tenido cierta charla con Zac. Genial, ahora mis amigos incluso sabían más de este asunto que yo, y mira que soy la principal implicada.
Astor me miraba de soslayo, con cara de tristeza y pena, aunque sinceramente, no me arrepentía de nada de lo que le había dicho. Quizás también debería gritarle cuatro cosas a Zac.
Altair se quedó a mi lado hasta el final, y no hicieron preguntas de porqué estaba ahí conmigo. Me daban por imposible. Se rebeló un poco cuándo todos debían abandonar ya la estancia para irse a dormir, y las miradas asesinas que le lanzaba a Zac valían su peso en oro. Estaba muy agradecida con él, la próxima vez se lo diría, en nuestros nuevos encuentros secretos para buscar información o mejorar mis habilidades.
Esa noche volví a tener pesadillas, pero esta vez, no tuve a nadie que me abrazara.

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