sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 15: El Final



Dejé a Zac en el suelo y vi como los chicos intentaban apagar el fuego, intenté con el aire quitarle el oxígeno al fuego para que se mitigase, pero esas llamas no obedecían ni a la mismísima Deborah. Entonces, fue cuando lo oí. Era un grito desgarrador de un niño que se encontraba dentro, atrapado. Parecía que yo era la única en oírlo y lo atribuí a mi magnífico oído, no había sonido que escapase del aire.
Corrí lo más deprisa posible y aunque Zac intentó detenerme, yo ya estaba decidida a salvar a aquel pequeño. Aunque no podía apagar el fuego, lo que sí que podía era apartarlo de mi camino. Me abrí paso hasta el interior, y tanto el humo como el fuego me impedían la visión, así que cerré los ojos y seguí la dirección del grito. Seguí peleándome con unas llamas juguetonas cuando llegué al lugar donde juraría que provenía el llanto del niño, pero ahí no había nadie. Mierda.
El suelo empezó a resquebrajarse y yo alcé el vuelo, pero el elemento de Deborah me impedía ascender y respirar, vi como mis amigos llegaban a donde yo me encontraba y finalmente, el fuego nos empujó al agujero que se estaba formando en el suelo. Mis alas no respondían debido a la presión y pronto, todos acabamos deslizándonos por una especie de tobogán hasta que caímos a un suelo arenoso.
Estábamos Deborah, Brad, Ami, Zac, Trevor y yo. Miré a mi alrededor y vi grandes cascadas de arena resurgir de las paredes y como había estructuras semejantes a las de la escuela ahí abajo, solo que el suelo era como una gran playa. Me quedé en estado de shock cuando lo comprendí, la pesadilla me había venido como un flashback a la cabeza y el lugar donde sucedía era idéntico al que estábamos.
Grité que teníamos que salir de ahí ahora mismo, pero el agujero por el que habíamos caído se había cerrado tras nuestro paso.
Miré a Trevor preparada por si realizaba algún movimiento extraño… pero nada. Cada vez más, esa sensación de que podía ser él Dyaus se iba desvaneciendo.
Cerré los ojos para concentrarme mejor y llamé mentalmente tanto a Astor como a la diosa. En mi mente y mi corazón solo había un pensamiento: <<Que no suceda lo que creo>>.
Ya no era solo por mí, es que se lo había prometido a su madre, iba a proteger a Zac a toda costa. Me coloqué a su lado y expuse la situación en voz alta, que este lugar me daba muy pero que muy mala espina. Asintieron todos preparándose para atacar algo, sea lo que fuese. Incluso Trevor estaba en posición de protección rodeándonos a Zac y a mí. Entonces lo entendí, nos habíamos equivocado de enemigo, de la gente que había conocido en la escuela… solo dos me habían dado repelús: Dafne y…
Sacándome de mis pensamientos, una masa de tierra se abalanzó hacía nosotros. No le fue difícil a Brad cargársela. Yo me estaba temiendo lo peor, nuestra batalla final iba a ser bajo tierra donde mis reflejos, instintos y todo lo demás eran casi inútiles. ¡¿Tanto era pedir un pedacito de cielo?! Se veía que sí.
Los guié hasta unas columnas donde al otro lado se veía un nivel mucho más bajo, a unos cuantos metros debajo de nosotros, vi un pequeño escondrijo, una cueva que pasaba bastante desapercibida. No sin miedo, cogí a Zac de la mano y volé hasta abajo. Todos los demás, según sus medios, bajaron justo donde estábamos nosotros.

-         Lena, estamos bajo tierra y hay arena por todas partes, más que preocuparte por mí, deberías hacerlo por ti.

Zac tenía su razón, pero ya no me confiaba de nada. Les hice una señal para que todos entrasen en la cueva, una vez dentro empezó a oler a chamusquina en el exterior, y pensando que mis poderes no eran nada ahí abajo, me quité m pulsera y la convertí en arco. Ese olor me resultaba familiar, y no era porque se estuviese quemando algo. Un dragón había descendido hasta ahí abajo buscando a su presa, lamentablemente… era presa éramos nosotros. Me atreví a sacar un poco la cabeza de la cueva y mirarlo: Sus escamas brillaban como el más perfecto rubí pero eran del color de un diamante. Sus ojos ámbar resaltaban sobre los tatuajes zafiros de su cara, esos mismos tatuajes se dibujaban sobre todo su cuerpo. Sus pequeñas patas parecían elegantes y su cola la más fuerte roca.
Yo a ese dragón ya me había enfrentado y no con mucho éxito que digamos. Volví a dentro de la cueva, nunca pensé que un boquete en la tierra me pareciese lo más seguro del mundo, lo que habría dado por un combate con el dragón en el aire. Dyaus había preparado el sitio muy bien. Les dije a mis compañeros lo que había fuera, y muchos parecieron asustarse, aunque fuera solo un poquito. Trazamos un plan, Trevor y Deborah lanzarían un enorme rayo a la vez. Pillaríamos de sorpresa al dragón, tiempo suficiente para que ellos pudiesen esconderse tras unas rocas en el fondo del campo de combate. Después, Ami le nublaría la vista provocando una pequeña niebla alrededor de sus ojos, tiempo en el que el dragón intentaría quitársela de los ojos y eso le causaría arañazos por sus garras en su rostro. Brad y Zac moverían las arenas para crear una cuerdas que agarrarían al animal impidiéndole moverse. Finalmente, yo cogería mi arco y apuntaría justo al comienzo de sus alas, donde mis flechas se convertirían en ráfagas de aire que le desgarrarían las alas por completo, causándole tanto dolor que caería desmayado al suelo. Así lo hicimos, y así sucedió. Aunque pasó algo que no estaba en nuestros planes, cuando el dragón cayó moribundo empezó a desvanecerse hasta desaparecer.

-         Fantástico Lena, vas mejorando… ¿Pero qué ocurriría si te tuvieses que enfrentar a una serpiente?

Era una voz horripilante y me costaba muy poco deducir a quién pertenecía. La verdad es que les tenía un pánico a las serpientes horrible, tan escamosas y siempre deslizándose por el suelo sigilosas. Toda mi piel se volvió de gallina al ver como el dragón daba paso a una serpiente gigante. ¿Por qué los bichos a los que había que enfrentarse no podían ser lindos conejitos? Quién sabría en ese mundo loco lleno de magia.
Ahora estábamos separados en aquel lugar, a varios metros debajo del suelo y sin ningún plan, por no mencionar a la “preciosa” serpiente que me quería devorar. Nada mejor para pasar el fin de semana.
Tensé la cuerda de mi arco, intentando intimidar a la serpiente. Se echó un poco hacía atrás, debía de haber visto lo que mis flechas habían hecho al dragón. Disparé la primera, haciendo que mi flecha le atravesara la lengua bífida y la destruyera en cuestión de segundos. Eso le hizo gritar de dolor y enfadarse más de lo que estaba. Al instante, actuaron mis compañeros. ¿Qué era lo que menos podía gustarle a una serpiente? El calor. Por parte de Deborah empezaron a lanzarse cientos de bolas de fuego que quemaron toda la piel de la serpiente. Finalmente, un rayo le atravesó la boca recorriendo después todo su cuerpo y haciendo estallar a la serpiente en pedacitos. Zac creó un muro de arena sólida para que no nos cayera un trozo de escama gigante a la cabeza. ¡Pero qué asco!

-         Parece ser que ha llegado mi hora. Guardiana del Reloj, enfréntate a mí aquí y ahora.
-         ¡¿Y si no quiero?! -. Grité en todas direcciones.
-         Lo siento, pero no tienes otra opción.

Oí la risa malévola de Dyaus y como su figura iba apareciendo de entre las sombras. Primero el cuerpo y finalmente la cara. No pude evitar un grito ahogado, Dyaus era la persona que jamás me había venido a la cabeza como candidato, pero sí su flamante compañera.

-         Hola Dafne, hola Jeremy.
-         Veo que te acuerdas de mí, querida Lena.
-         Altair era vuestro amigo. ¿Dónde está?
-         Digamos que en un lugar seguro… si quieres volverle a ver, solo tendrás que luchar conmigo.

El odio con el que le derroté la primera vez resurgió en mí, tenía tantas ganas de darles una paliza que tuvo que detenerme Zac, diciéndome algo que quizás me ayudaría:

-         Verás ahí a gente que conocías, pero tienes que acordarte lo poderosos que se han vuelto, y que Jeremy se ha convertido en Dyaus.

Fue casi  un susurro, pero no me costó nada oírlo a la perfección. Ese momento de desconcierto fue cuando Jeremy-Dyaus y Dafne empezaron a atacar. Pronto todo se volvió oscuro y empecé a palpar las paredes de esa prisión de arena, lo único que Zac estaba dentro conmigo también.

-         ¡Zac! ¡Sácame de aquí ahora mismo!
-         Lo siento, pero no puedo hacer eso. Te matarán, estás muy débil bajo tierra.
-         ¡Y si no me dejas salir, también te matarán a ti!

Me abrazó en la oscuridad de esa especie de escudo y me dio un beso en los labios.

-         Prométeme que seguirás adelante sin mí, que llegarás a darle una patada en el culo bien fuerte a Dyaus. ¿Prometido?
-         ¡No! ¡No te puedes marchar a luchar!
-         ¡Prométemelo!
-         No, si eso quiere decir que no vas a salir de aquí.
-         Voy a salir de todas formas, Lena. ¿Prometido?
-         Prometido.
-         Te amaré siempre.

Me dio un último beso y mientras yo intentaba agarrarlo con fuerza para que no saliese, él aún puso más escudo a mí alrededor. Me agobiaba tanta tierra encima de mí, y mis lágrimas mostraban que no quería que Zac muriese. ¡Era todo tan injusto!
Saqué fuerzas que no tenía, y entre una mezcla de enfado, impotencia y dolor, el aire me sacó de esa prisión arenosa tras una explosión.
Todo era como si lo hubiese vivido con anterioridad, solo que mis amigos nunca habían aparecido en el sueño.
Zac mostró esa sorpresa, Jeremy abrió la tierra con su cetro y yo invoqué el poco aire que me quedaba para ayudar a Zac. Él, finalmente cayó pero yo le cogí de la mano antes de que una fatalidad sucediera.

-         ¡Debes soltarme! ¡No podrás conmigo! ¡Tienes que luchar y vencer a Dyaus!
-         ¡No sin ti!
-         ¡Hace un minuto me prometiste algo! ¿Recuerdas?

Mis lágrimas eran cada vez más abundantes, y ese aire que había invocado se había desvanecido por completo. Rebusqué cualquier fuerza que me quedaba, llamé al aire, a Astor y a la diosa mil y una vez. Mi corazón latía con fuerza, a punto de salirse. Pero ni Astor, ni la diosa, ni mi preciado aire acudieron a ayudarme.
Zac me miró con una gran sonrisa en la cara, y con lágrimas en los ojos me dedicó su último susurro:

-         Te amo.

Dejó de agarrar mi mano, y a mí se me empezaba a resbalar. Grite el nombre de mis amigos para que me ayudasen, pero no había contestación. Mi último recuerdo de aquella noche es ver a Zac caer mientras yo gritaba desesperada su nombre.

-         ¡¡ Zac!! ¡¡Zac!!
    



                                                                                    Continuará…?

Capítulo 14: Amar es para siempre



            
Ya empezaba a acostumbrarme a los viajes en el tiempo. Ahora, cada vez estábamos más cerca del presente, y por eso mi corazón no podía estarse quieto. Seguíamos en la escuela y ese instante iba a ser el más triste que jamás iba a vivir, Zac lloró y suplicó para que su madre no se alejase de él, que no se fuera… que él aún era muy pequeño para cuidar a Selene.
-         Cariño -. Le dijo acariciándole esos cabellos alborotados-. Nos volveremos a ver, eso no lo dudes. Ahora tienes que convertirte en un hombre grande y fuerte. ¿Me lo prometes?
El niño asintió indeciso y se limpió las lágrimas de su rostro para que su madre no lo viera llorar. Antes de volver a marcharnos y dejar que algunos de los encargados de la escuela cuidarán de esos niños hasta que un día de verano se topasen con unos jóvenes llenos de poder, Isis le borró parte de la memoria a Zac, solo quedó en su recuerdo esa escena que habíamos vivido antes, en la que yo me había declarado a un niño. Se me saltaban las lágrimas y me juré a mi misma que cuando viese a Zac le daría el abrazo más grande del mundo.
Volví a sacar el reloj de arena para nuestra última parada: el día que llegué a Egipto, a la escuela… y todo lo que ello suponía. Aterrizamos en mi habitación y la añoranza pudo conmigo, daría tantas cosas para volver a vivir eso… la inexperiencia… la magia… sin los problemas que ahora acarreaba. Dejé el Reloj que me había dado Cai en el mismo lugar donde yo me lo encontré, e Isis dejó el diario que ella había escrito en el pasado encima de mi escritorio. Y pensar que por este momento me pasé tres horribles meses encerrada… De repente me di cuenta de algo.
-         ¿Por qué no me lo contaste todo desde el principio en el diario?
-         Porque no podrías haber digerido tanta información en tan pocos días, tenías que hacerte más fuerte.
-         Y… Astor me contó que ellos habían sido los que habían creado el Reloj… pero tú creaste sus huevos después. También me dijeron que ellos habían visto el origen de todo y… no es cierto.
-         Querida Lena, vas a tener que calmar esa sed de respuestas. Es cierto que lo recuerdan, lo viven como yo lo viví porque al ser criaturas creadas por mí… conservan mis recuerdos como si fueran suyos. Sobre el amuleto… es cierto que lo crearon… pero de nuevo. Yo creé el primero junto con el tigre y la leona que has visto, digamos que yo soy la neutralidad… cuya función es el que el bien y el mal siempre estén en equilibrio. Pero Dyaus iba tras mi pista y su poder creció de sobremanera mientras yo me hacía cada vez más humana. Le di el Reloj a Cai porque… ¿Quién pensaría que el guardián era un simple mortal sin “Don”? Luego, el te lo dio a ti para que quedase a salvo en el futuro. Lo de los viajes en el tiempo es algo complicado.
Después, buscó algo entre sus ropas y sacó un Reloj idéntico al mío. Entonces comprendí, ella podía viajar en el tiempo gracias a él, pero ese era el que habían creado los guardianes y por eso era más frágil, no tenía la intensidad de poder que el mío… En la historia solo existió un único Reloj que es el que yo tenía en esos momentos. Entonces…
-         ¿Por qué Dyaus no me quitó el amuleto cuando aún podía?
-         Porque todavía estaba muy débil y no puede desaprovechar los viajes en el tiempo, decidió quitártelo en el presente.
Hice como una mueca, si que era complicado todo eso del tiempo. Aún sumida en mis pensamientos oí un ruido abajo, nuestros “yo” pasados habían llegado a la torre y por tanto, nosotras debíamos desaparecer de allí. Abrimos la puerta de la terraza y flotamos hasta la azotea de la torre donde nos sentamos. Me encantaba ese lugar.
-         ¿Ahora como vuelvo al presente? ¿De la misma forma en la que hemos estado viajando en el tiempo?
-         Sería demasiado peligroso. Debes ponerte en contacto con tus amigos desde tu cuerpo en el presente, solo todos los reunidos de “Don” a la vez pueden sacar tu cuerpo de esa oscuridad.

                                                         Deborah

Seguí acariciándole el rostro un poco más, me resistía a separarme de aquella Lena dormida. Zac y Altair se habían marchado a descansar acompañados de Trevor, realmente mi actual pareja era un cielo, no hablaba mucho pero se preocupaba por los demás sobremanera.
Después, sentí un cosquilleo en los dedos que se fue extendiendo poco a poco al resto de mi cuerpo, cerré los ojos dejándome llevar por esa sensación, pero cuando los volví a abrir ya no me encontraba en el cuarto de Zac, sino que estaba de pie sobre una hierba de color negro, todo estaba oscuro y lo único que ofrecía luz eran las estrellas en el cielo. Casi pego un grito cuando vi a Lena delante de mí sonriéndome de oreja a oreja.
-         No te asustes, digamos que estamos en una dimensión paralela y lo único que no podemos es tocarnos, porque sino romperíamos el contacto.
-         ¿Cómo has hecho para traernos aquí? Si estás inconsciente.
-         Con la ayuda de una amiga, es cierto que mi cuerpo está ahí contigo pero mi alma ha estado viajado por el tiempo. Digamos que es… difícil de explicar.
-         ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no puedes despertarte?
-         Siendo sincera… ni yo misma estoy segura. Pero sé cómo hacer que mi cuerpo y mi alma vuelvan a ser uno solo.
-         ¿Cómo?
-         Primero, quería hablarte de una cosa… no podemos fiarnos de nadie. Solo tú, Ami, Brad y yo. Dyaus está entre nosotros… y bajo ningún concepto puede enterarse de nuestros planes. La única pista que tengo de él es que sabe invocar rayos.

                                                                Lena

Vi claramente como sus pupilas empequeñecían comprendiendo lo que yo decía. No me gustaba decírselo tan directamente, pero tenía mis sospechas de que Trevor podía ser Dyaus. La verdad es que no estaba segura del todo, pero habíamos llegado a un punto en el que no podíamos fiarnos ni de nuestra sombra. Era obvio que entre ellos había algo, desde la primera vez que los vi… se miraron de forma diferente, de la misma forma que Ami mira a Brad o viceversa. Eso era lo que me impedía decir oficialmente que Dyaus fuera Trevor, su corazón era oscuro y le impedía amar… ¿Y si estaba actuando? Nadie lo hacía tan bien…
-         ¿Tre- Trevor?
-         Todavía no es seguro, cariño… pero… es lo más probable.
-         ¡Es imposible! ¡Él es la persona más buena que he conocido jamás! ¡Es el mejor amigo de Zac, no le podría hacer daño!
-         Lo sé, Deborah, y por eso es por lo que no me termina de convencer la idea.
-         Si no estás segura desde el principio eso quiere decir que no es un presentimiento de las tuyas, sino una deducción.
-         Ya no lo sé, lo único que me preocupa ahora es que la vida de la persona que más quiero está en peligro, y mi única pista es un cetro que expulsaba rayos.

                                                     Deborah

Me parecía una idea absurda, totalmente descabellada… aunque Trevor había estado muy raro últimamente… ¡Imposible!
Miré de reojo a Lena, se la veía cansada y desmejorada, quizás podía tener razón… como tantas otras veces. Decidí quitarme esa idea de la cabeza, que Trevor era un antiguo mal reencarnado no me parecía la respuesta a la identidad de Dyaus. No, él no. Así que decidí cambiar de tema.
-         ¿Cómo podemos hacer que vuelvas?
-         Tenéis que reuniros a mi alrededor, sólo los portadores del “Don” completo. Ni Zac, ni Altair… ni Trevor.

                                                          Lena

Intentaba escoger las mejores palabras y decirlo todo despacio, la información que le había dado a Deborah no era algo fácil de digerir. Lo peor será si yo acabo estando errada… pero en este plan… no me puedo fiar ni de Altair.
-         Luego, debéis concentrar todo vuestro poder y desear romper el sello que hay en mi cuerpo, el que me impide volver. Tendréis que daros prisa porque si no me convertiré en un alma para siempre… Yo estaré ahí con vosotros, también ofreciendo todo mi “Don”.
-         Está bien, ahora voy a buscarles… Lo mantendré todo en secreto.
Asentí mostrando mi aprobación y rompí el contacto. Volví a encontrarme en la azotea con la diosa, me sentía fatal después de haber hecho una acusación tan grave.
-         ¿Le dijiste a Deborah mis sospechas?
-         Si, aunque le dije que eran mías, sino nunca me habría creído.
-         Pero a ti todavía no te convence la idea… ¿No?
-         No mucho.
-         No todo es lo que parece.
-         Lo sé.
Y ese hecho era el que menos me gustaba. Saqué el colgante en el que llevaba el Reloj de mi cuello y volví a cambiar de tiempo junto con la diosa. Destino: presente.
Cuando paró el cosquilleo en los pies, me encontré a mis antiguos amigos alrededor de mi cuerpo inerte. Verme desde fuera y medio muerta no era la visión más bonita del mundo, así que intentaba no mirar en esa dirección. Minutos después empezó esa especie de ritual. El primero en hablar fue Brad:
-         Desde el Oeste, yo invocó a la tierra, mi elemento… mi compañera… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Los guardianes también se encontraban con ellos en su forma animal, incluso estaba Astor. Seguramente intensificarían el poder de sus protegidos. Cuando Ami siguió hablando la luz que nos había unido cuando descubrimos todas las armas volvió a nosotros, uniendo nuestras fuerzas.
-         Desde el Norte, yo invocó al agua, mi elemento, mi compañera… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Después hicieron una pausa, esperando que ocurriera algo por mi parte y así fue. Aunque yo no era visible, cuando hablé supe que todos me oyeron.
-         Desde el Este, yo invocó al aire, mi elemento, mi compañero… ayúdame a volver con los míos.
-         Desde el Sur, yo invocó al fuego, mi elemento, mi compañero… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Pude ver la mirada perdida de Deborah antes de que todos los elementos rodearan mi cuerpo y lo hicieran brillar, sentí como mi cuerpo me obligaba a volver y noté como algo oscuro se rompía y se desvanecía. La próxima vez que abrí los ojos estaba tumbada en la cama.
-         ¡Chicos!
Me vi embutida en una marea de abrazos que no cesaban. Miré a Deborah directamente a los ojos inquieta. Ella me hizo un ademán como que no pasaba nada, que lo que pasara ya pasaría, y si era lo peor, lo aceptaría. Su abrazo fue el más cálido y con el que rompí en lágrimas. Deborah se había convertido como en mi hermana mayor. Ojalá la diosa estuviese errada… ¡Ojalá!
Pronto abrieron la puerta para seguir vigilando mi cuerpo, pero Zac se pegó un susto de muerte cuando me vio allí, despierta. Yo le miré con la sonrisa más grande del mundo, me faltaron segundos para tirarme encima suyo y darle un beso en los labios que fue correspondido. En ese instante, parecía que sólo existiésemos él y yo.
-         Recordé algo que había quedado en el olvido en mi mente. ¿Siempre juntos?
-         Para siempre.
Nos volvimos a dar otro beso y nos abrazamos como si nos fuéramos a desvanecer en esos instantes. Miré a mis amigos algo avergonzada, recordando que lo habían visto todo.
-         Ya era hora -. Empezó a decir Brad.
-         Era muy obvio que Zac sentía algo por ti… Tú eras más despistada y nos dimos todos cuenta menos tú -. Me dijo Ami haciendo como que me robaba la nariz.
-         ¿De verdad? -. Pregunté mirando a Zac, y él se limitó a encogerse de hombros.
-         Me costó mucho convencerlo de sus verdaderos sentimientos.
Entonces mi cuerpo y el de Deborah se tensaron. El que había hablado era Trevor. Menos mal que no pertenecía a la rama del Aire y así no podía leer mentes ajenas, sino habríamos tenido un grave problema ahí mismo. ¡Menos mal que Dyaus no tenía ese poder! Si no estaríamos perdidos.
Me di cuenta en ese momento que la diosa ya no estaba conmigo. Conociéndola, ahora estaría en otro lugar, otro tiempo… tras haber comprobado que yo había vuelto en mí sin problemas. Isis era un auténtico misterio.
Me llevaron abajo para que comiese algo, mi cuerpo llevaba varios días sin probar bocado, era como si hubiese estado en shock. Mi apetito tan grande que me comí un maravilloso plato de pasta preparado por Brad, el mejor de mi vida. Cuando mi estómago ya se había calmado, recibí visitas nuevas. Altair y Zoe vinieron corriendo en cuánto Trevor les dijo que yo había despertado. Trevor…
Me comporté como siempre, y si vieron algo diferente en mí lo atribuyeron al mal rato que había pasado. La verdad es que lo que más quería en esos momentos era estar tranquila, con menos gente y con Trevor algo lejos de mí y Zac.
Tras un par de horas decidieron dejarme descansar al fin, pasé de volver a mi torre y me quedé dormida acurrucada entre los brazos de Zac. Estaba totalmente agotada mentalmente como físicamente.
El amanecer del día siguiente lo observé desde la cama, me sentía más protegida al lado de Zac. Como las últimas semanas… la misma pesadilla… el mismo despertar. Pensé que después de haber viajado al pasado la pesadilla habría cambiado, que el destino de Zac fuera estar conmigo para siempre, pero el destino se había empeñado en hacer lo imposible para que eso no ocurriera.
-         ¿Ya estás despierta?
-         No podía dormir.
-         ¿La pesadilla?
-         Si-si -. Dije titubeante.
Entonces me abrazó con máxima delicadeza, como si me fuera a romper.
-         Me da igual si tengo que morir si esa es la consecuencia de pasar lo que me queda de vida contigo.
Me puse a llorar tan pronto como terminó la frase. Era lo más bonito que alguien me había dicho nunca.
-         No lo decía para que llorases -. Me dijo asustado mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos.
-         Es que nunca me han dicho algo tan bonito.
-         Pues ya iba siendo hora -. Me dijo con su sonrisa pícara.
-         Calla, que seguro que a ti te han llovido los piropos.
-         Es cierto…
-         Qué modesto.
-         Pero los únicos a los que les hago caso son los que salen de ti.
Le di tal abrazo que acabamos rodando y cayendo de la cama, me sentí normal, hacía mucho tiempo que no tenía esta sensación. Solo éramos dos jóvenes enamorados, que tenían toda su vida por delante.
Acabamos riéndonos tanto que nos dolía el estomago, compartimos secretos y aventuras que tuvimos antes de conocernos. Nos habíamos propuesto estar juntos para siempre, aprovechando cada minuto que nos ofrecía la vida y afrontaríamos los obstáculos juntos. Quizás todavía no sabíamos mucho del otro, pero nuestros corazones latían tan rápido cuando se encontraban… que nos daba igual todo lo demás.
-         Cásate conmigo.
-         ¡¿Qué?! -. Dije con los ojos como platos.
-         No ahora, cuando todo esto se haya solucionado y lo único que nos quede por hacer es estar juntos. Espera, te lo pediré como es debido.
Me miró a los ojos y mientras se ponía de rodillas a mí lado me pidió amor eterno. Le abracé, le besé… Me había enamorado del hombre más dulce de la faz de la tierra.
-         ¡Por supuesto que quiero!
Sus ojos se iluminaron y me dio un beso tímido.
-         Jamás pensé que una chica tan hermosa y tan especial como tú se fijara en alguien… como yo.
-         ¿Cómo puedes decir eso? Eres increíble. ¿Zac…?
-         Tsergas. Zac Tsergas.
-         Es algo extraño, eres de Egipto pero tienes rasgos europeos.
-         Nací aquí pero me contaron que mi madre era la mujer más bella de la tierra y que venía de Europa, y que mi padre nació en Grecia pero a mi abuelo lo destinaron a Egipto, y trajo con él al resto de la familia.  Por eso mi apellido es griego. ¿Y tú cómo te apellidas?
-         Lena Swan.
-         ¿Cisne?
-         Mi padre es inglés y mi madre española.
-         Tiene su gracia, llegaste aquí siendo pequeña pero te convertirás en el más preciado y hermoso cisne. Además, según la mitología el cisne es un animal muy mágico.
-         Hay cosas aquí que me siguen extrañando…
-         ¿Cómo qué?
-         ¿Cómo es que venimos de todas de todas las partes del mundo… y conseguimos entendernos?
-         Eso es magia, Lena Swan. Todos los que vienen del “Don” se entenderán entre ellos, ya hablen chino, japonés o francés. Si te alivia, yo siempre te hablo en español, no preguntes cómo pero cuando vine aquí ya sabía hablarlo. Déjame preguntarte yo otra cosa.
-         Dime.
-         ¿Cómo eran mis padres? ¿Te dijeron algo de porqué ya no nos querían a Selene y a mí?
Sentí tristeza. No podía contarle quién era su verdadera madre o su padre, lo pondría en peligro. Así que decidí decir la verdad pero ocultando parte.
-         Zac, tus padres te querían más que nada en el mundo. La razón de porqué no te acuerdas de ellos no te la puedo contar, te pondría más en peligro de lo que estás.
Asintió con mirada triste y continúo hablando:
-         Prométeme que algún día me lo contarás.
-         Te lo prometo.
Entrelazamos los meñiques en señal de promesa. Era irónico pensar en el futuro cuando tantos peligros se avecinaban en el presente. Me hubiese gustado tanto que se parase el tiempo en esos momentos…
Zac vio como empezaba a sumirme en mis pensamientos, así que decidió sacarme de ellos. Me levantó en volandas y mientras yo me reía, me bajó al salón para desayunar. Me dejó en el suelo e intentó mostrarme sus dotes culinarias, primero un chocolate caliente, después unas tortitas y finalmente, me exprimió un zumo.
-         Delicioso. ¿No?
-         La verdad es que después de probar la comida de Brad, esto sabe a agua tibia -. Dije bromeando.
Actuó como si se sintiese ofendido y se acercó lentamente a mí, para en el momento que yo bajé la guardia hacerme las cosquillas más dolorosas y con las que más me reí en la vida. Finalmente, paró y yo por fin pude descansar las mejillas. Esto no quedaría así. “Casualmente” las tortitas fueron volando una a una y se estampaban en su cara.
-         Zac, la verdad es que te favorece mucho ese color.
-         Serás…
Lo que comenzó con un bonito desayuno acabó siendo la guerra de comida más bestial de la historia, platos volando por arte de magia, lanzamientos de metros de distancia… Digamos que acabamos muy manchados. Yo era una mezcla entre salsa rosa y chocolate, y él una mezcla entre tortitas y zumo de naranja. Nos reímos muchísimo y finalmente optamos por ducharnos.
-         ¿Te duchas conmigo? -. Dijo con su tradicional sonrisa pícara.
-         Ni lo sueñes -. Le contesté mientras le lanzaba otra tortita a la cara -. Espérame aquí abajo, ahora bajaré.
-         ¡A sus órdenes, capitán!
Le lancé una mirada de desaprobación y resignación mientras él se partía de risa en el sofá. Mi cara sería un auténtico poema. Entré de nuevo en la habitación de Zac y me di una ducha fría, limpié como pude las manchas del vestido, las medias y las botas. Ayudándome de mi elemento, al final todo quedó impecable. Con una mirada de orgullo por mi nuevo y mejorado aspecto, sin manchas de comida… volví a bajar al salón. No me gustó lo que vi, porque Zac no estaba por ningún lado. Me asusté muchísimo recordando que esa también era la torre de Trevor, y que no debería de haberlo dejado solo ni un instante.
-         ¡Zac! ¡Zac! ¡¿Dónde estás?!
No obtuve respuesta y corrí lo más rápido que pude para entrar en su despacho pero ahí no estaba, tampoco en el despacho de Trevor…
-         ¡Zac!
Cuando ya estaba en pleno ataque de ansiedad y mis lágrimas jugueteaban por mis mejillas, preparada para entrar en la habitación de Trevor, Zac salió de ella. Me abrazó fuertemente y me tranquilizó hasta que yo pude hablar.
-         ¿Por qué esos gritos, Lena?
-         Tuve miedo al no verte, pensé que había pasado algo.
-         Tranquila, solo me di una ducha en la habitación de Trevor, es sólo eso.
-         No me gusta que estés cerca de él.
Fue entonces cuando me obligó a mirarle a los ojos, y me obligó a repetir lo último que yo había dicho.
-         ¿Cómo que no te gusta que esté cerca de él?
-         No me preguntes razones, tenemos nuestras sospechas de que él sea el traidor… Dyaus.
-         Lena… ¡Es mi amigo! ¡Siempre ha estado a mi lado!
Ahora Zac caminaba de un lado para otro, mirándome con un interrogante en la cara. Nunca se me debió de escapar eso, ahora puede que lo haya puesto en peligro sin querer.
- Ya lo sé, Zac. Pero no todo es lo que parece siempre.
-Se me ocurren un montón de candidatos para ser Dyaus antes que Trevor. Por ejemplo… ¡Altair! Espera… ¿Tenéis vuestras sospechas? ¿Tú y quién?
- ¡¿Por qué metes a Altair en esto?! ¡Él no es Dyaus!
-¡Ni Trevor tampoco! Ahora no me cambies de tema… ¿Tú y quién?
- Yo y una amiga…
- ¿Crees antes a una amiga que a mí?
- No…
- ¡¿Quién es esa amiga que ha dicho semejante idiotez?!
- ¡Yo y tú madre!
Tampoco debería haber dicho eso. Tenía la lengua demasiado larga y se me escapó. Por eso me odio. Miré al suelo apartando la mirada, alicaída… De pronto sentí unos brazos a mi alrededor y como me abrazaban.
- No peleemos más. ¿Vale? Es lo que Dyaus quiere.
- Si…
Nos quedamos un rato más así hasta que sonó con fuerza una especie de alarma. Le miré interrogante sin comprender, a lo que él me agarró de la mano y corrimos hasta  atravesar la puerta y acabar en el patio. Se veía humo de lejos. Desplegué mis alas y agarré a Zac de las manos, así iríamos más rápido. En cuestión de segundos acabamos justo en frente de mi torre y vimos con claridad cómo el edificio en el que se celebró el baile en verano… ardía en llamas.

Capítulo 13: El Despertar




Ya hace un mes de mi cumpleaños, quizás es el suficiente tiempo como para haberme relajado de todas las novedades pero sigo más alerta que nunca. Una vez cogí el amuleto, unas cápsulas futuristas fueron a buscarnos y nos llevaron a la entrada del túnel en el que llegamos. Entonces fue cuando empecé a sentirme mal, no a nivel físico, sino a sentimental. Pude observar las heridas que había provocado en mis rivales, y esa quemadura del brazo que no tenía muy buena pinta no me parecía nada en comparación, aunque solo tuviesen un par de rasguños.
Cuando llegamos a la escuela, nos llevaron a la enfermería y nos curaron las heridas a todos. Y cuando vi que no les pasaba nada a mis amigos les pedí disculpas por herirles, digamos que me pudo la emoción del momento de que todos mis esfuerzos para aprender a manejar el aire daban sus frutos.
-         Pero que mona es nuestra Lena, siempre preocupándose por los demás en vez de por ella misma -. Dijo Deborah dándome un gran abrazo que le correspondí.
-         Siento haberte hecho eso del brazo.
-         No pasa nada, Trevor. No me duele ni nada.
Ahora escribo todo lo que me ha estado pasando desde principios de verano en las páginas en blanco del diario, si yo soy la única que puede abrirlo… también la única que podrá leerlo. Escribir toda esta locura me ayuda, puedo ver las cosas con más claridad y mi cabeza descansa bastante al no tener que almacenar toda la información sin la preocupación de que me olvide de algo.
Seguíamos asistiendo a las clases, y haciendo exámenes de los que siempre sacábamos las mejores notas. Se avecinaba el cumpleaños de Ami y sinceramente, no me encontraba para celebraciones. Pero me comía mi cansancio y me dedicaba a organizarle una fiesta sorpresa, gracias a mi “Don” le había creado un brazalete de cristal irrompible con miles de filigranas, pero lo mejor de él era que si la persona que lo llevase puesto deseaba hacerse invisible, el brazalete reaccionaba y camuflaba a su portador, ¿Quién no ha deseado alguna vez desaparecer por arte de magia?
Dejé el diario sobre la mesa del escritorio tras asegurarme de que estaba bien cerrado, y me dirigí a clase.
Fue un día duro de escuela y estaba deseando tumbarme un poco en la cama. Por el camino a la torre me encontré a mis amigos, y tuvimos una agradable charla sobre lo cansadas que eran las lecciones, ya que casi todas eran prácticas. Giré el pomo de la puerta y los dejé pasar, me encantaba la sensación de la barrera de la puerta, me recordaba tanto al cielo, el aire…
-         Chicos, creo que voy a irme a echarme. ¿Me despertaréis en una hora?
-         Claro -. Respondió Ami.
Tarareando una canción subí las escaleras, mientras le decía adiós con la mano. Cuando llegué a mi puerta me quedé quieta, muy quieta. Estaba abierta, y yo siempre, pero siempre la cerraba… Alguien estaba dentro. Me entró un miedo irracional en el cuerpo, y tuve el tiempo suficiente para gritar. Después, todas las luces del salón se apagaron, e incluso también el fuego inacabable de la hoguera. Nos quedamos a oscuras. Oí los gritos de mis amigos e instintivamente despegué el vuelo a la zona más alta de la habitación, huyendo del suelo. Mis alas iluminaron la habitación, al igual que las numerosas llamas que rodeaban a Deborah. Había sombras, sombras como las que vi en mi fiesta de cumpleaños, sombras como las que vi en el baile. Tenían vida propia. Se acercaron a mis amigos, sobre todo a Deborah, iban a por la luz que emanaba de sus llamas. También se acercaban a mí, intentaban tocar mis alas… me encontraba asustada.
Todo pasó rápido, la sola idea de que hiciesen daño a Deborah me enfadaba y atemorizaba, entonces el Reloj de Arena que llevaba colgado en mi cuello comenzó a brillar y a lanzar una especie de rayos de luz a las sombras. Intentaba protegerme. La luminosidad iba en aumento y pronto fue como si explotara mi Reloj y toda la luz que contenía fuera a salvar a Deborah. Me quedé desprotegida unos instantes y entonces las sombras que me acechaban se tiraron encima de mí, no veía nada, solo oscuridad y oía como mis alas de cristal empezaban a crujir y resquebrajarse. Antes de chocar con el suelo y perder la consciencia, resonó en el salón una voz grave:
<< Lena, sabes lo que quiero, así que si no me lo das por las buenas… Habrá terribles consecuencias. >>

                                                               Deborah

Todos estábamos consternados, y no pasó mucho tiempo para que las luces se encendieran de nuevo y Zac, Trevor y todos los superiores llegaran a la torre. Notaba como las lágrimas caían por mi rostro y como Trevor me abrazaba. Esas cosas oscuras que nos intimidaban habían desaparecido tras que Lena empezase a brillar. Ahora no podía mirar en su dirección porque me temía lo peor. Lena estaba pálida, y sus alas estaban rotas, y ese brillo especial que tenían, ahora solo eran unos hilillos de oro oxidado. Sus párpados estaban cerrados, y tenía una especie de marca oscura en la mano izquierda. El Reloj de Arena que colgaba en su cuello era lo único intacto.
Zac y Altair habían ido junto a ella, y se habían quedado en completo silencio. Todavía me estremecía esa voz horripilante que habíamos escuchado. Nos llevaron a la torre de Trevor y Zac y llevaron a Lena a una de las habitaciones, los seguí esquivando un poco la vista, encima que ella había quedado indefensa para protegerme… no la iba a dejar sola.
 Zac tenía los ojos vidriosos pero intentaba aparentarse fuerte, y Altair… otro tanto.
-         ¿Qué le ocurre? ¿Qué ha pasado? -. Me atreví a preguntar.
-         Era lo que sospechamos, nosotros vamos a tientas… mientras Dyaus pega pasos agigantados -. Me contestó Trevor dulcemente.
-         ¿Y eso quiere decir que Lena no se pondrá bien?-. Seguí diciendo.
-         No lo sabemos, una vez más, todo depende de la fortaleza de Lena.
Zac parecía tan frágil… aunque estar con ella supusiese la peor de las condenas, jamás soltaría esa mano izquierda hasta que Lena viese la luz de nuevo. Nos dijeron que volviésemos a nuestros cuartos a descansar un poco, pero yo me negué a salir de aquella torre. Así que con resignación, Trevor me llevó a su habitación y me obligó a descansar un poco.
-         Me siento incapaz de dormir ahora.
-         Siempre tan tozuda, deja de preocuparte por ello, dándole vueltas no conseguirás nada.
-         Lo sé, pero hay algo en mí que me impide cerrar los ojos, esa voz sigue en mi cabeza repitiendo lo mismo una y otra vez.
Entonces fue cuando Trevor me abrazó con fuerza, sino hubiese pasado lo de Lena, esa misma noche habríamos contado lo nuestro, de cómo me enamoré de aquel cabello oscuro, de esa serenidad… y viceversa. Trevor y yo llevábamos saliendo en secreto cosa de un mes. Aunque tampoco me sorprendería de que Lena ya lo supiese, aunque la pobre había soportado más cosas de las que debería en muy poco tiempo. Me imagino cómo podría haber sido, que todo lo que ella había visto… me pasase a mí… me replanteo seriamente mi cordura.
Ahora, todo era impotencia, solo deseaba un final feliz para Lena y Zac. Ese fue mi último pensamiento antes de quedarme dormida en los brazos de Trevor.
                                               
                                                          Lena

Las primeras luces aparecían en el horizonte cuando me desperté. Me encontraba en la playa, y la arena se pegaba a mi piel. Todo era muy extraño, me encontraba sola quién sabe dónde y todo era más tétrico, más oscuro… el amanecer no me parecía increíble, hermoso… como tantas otras veces, ahora era siniestro y desconocido. No auguraba  nada bueno.
Cogí un puñado de granos de arena, para comprobar que todo eso era real, y lentamente esos granos fueron cayendo de nuevo al suelo. Me levanté y rocé el agua del mar con los dedos, estaba fría. Todo eso era muy real.
Me di la vuelta y lo único que vi fue un bosque al acabar la playa, me recordaba al lugar de la prueba, quizás había sido llevaba al mismo lugar.
Me concentré en abrir mis alas y echar a volar, pero mi sorpresa fue que estaban rotas y sin luz alguna, y eso hizo que me pusiera a llorar. Los recuerdos azotaban mi cabeza con brusquedad y pronto empecé a unir piezas: << Lena, sabes lo que quiero, así que si no me lo das por las buenas… Habrá terribles consecuencias. >>
Haber oído la voz de Dyaus me consternaba, lo hacían real, no solo una vieja leyenda para asustar a los niños. Recordaba como esas sombras habían intentado herir a Deborah y como todo se volvía oscuro a mí alrededor. Entonces… ¿Ahora donde estaba?
-         Querida Lena, aún me sorprende que te lo plantees todo, deberías confiar más en la magia. 
-         ¡Isis!
Su voz fue alivio puro y duro, y cuando la vislumbré entre la primera fila de árboles, no pude evitar un grito ahogado.
-         Mi apariencia te resulta extraña. ¿No?
-         Pareces… pareces…
-         ¿Tan humana?
-         Si.
Ella ya no vestía esos ropajes encantadores hechos de luz que la caracterizaban, sino que llevaba los harapos propios de una sirvienta, aunque su rostro seguía siendo propio de un ser divino. Me explicó que no estábamos en el mundo que yo solía conocer, que habíamos viajado en el tiempo gracias al reloj que seguía colgando de mi cuello, que me había salvado antes de que la oscuridad me engullera, pero que todo era algo diferente. Dyaus había conseguido que mi cuerpo permaneciese en el presente, pero mi mente estaba milenios atrás. Por eso lo que iba a ver se quedaría en mí, nadie podría hablar conmigo excepto la diosa por el sencillo hecho que al no estar mi cuerpo allí, no podían verme. Me había convertido en un alma.
También me dijo que me iba a ayudar a ir un paso por delante de Dyaus, para evitar muertes innecesarias. Eso hizo que el hijo de la diosa apareciese en mis recuerdos.

                                                 
                                                     Deborah

Me desperté bien entrada la mañana, tenía todo el cuerpo en tensión y la cabeza me iba a mil vueltas por hora. Trevor ya no se encontraba conmigo, y sentirme sola en aquella habitación me desagradaba considerablemente.
Miré por la ventana y los rayos de sol me acariciaron el rostro, haciendo que el fuego que estaba latente en mí resurgiera de nuevo. La noche había sido movida y lo que menos me apetecía era recordarlo. Encontré en la silla del baño ropa nueva para cambiarme, así que me di la ducha más fría que pude y tras ponérmela, respiré muy hondo y salí de la habitación. El salón estaba vacío, y mi apetito no era muy grande, así que encontrando todo el valor que mi elemento podía ofrecerme, subí hasta la habitación donde supuestamente estaba Lena y compañía.
Al abrir la puerta de la habitación, me encontré la misma escena que ayer, solo que ahora me parecía mucho más terrible. Las ojeras delataban a Altair y a Zac, y Trevor estaba a su lado intentándoles convencer que se acostaran un rato, que si pasaba algo nuevo, él mismo les iría a avisar. Ellos se mostraban indiferentes, no iban a dejar a Lena por nada del mundo, así que intentando ordenar en mi mente las mejores palabras… empecé a hablar:
-         Chicos, porque estéis aquí no conseguiréis nada nuevo, Trevor y yo nos quedamos para cuidar a Lena, no os preocupéis. Marchar un rato a descansar, porque si pasa algo importante no podréis hacer nada con esas caras.
El último argumento pareció ser la clave para despacharlos de allí un rato, y cuando Zac soltó la mano de Lena, algo extraño sucedió.

                                                           Lena

La sensación fue muy extraña, tras haber recordado a Zac, sentí su mano agarrando la mía. Minutos después, ese contacto que me sabía a gloria… desapareció. Solo entonces, uno de los hilillos de oro de mis alas volvió a brillar tenuemente.
Miré de forma interrogante a la diosa, y ella se limitó a sonreír y contestar de forma retórica:
-         El viaje que vamos a realizar te ayudará a salvarte.
Decidí no darle más vueltas y dejarme llevar, sino mi alma quedaría perdida allí… Tenía que dejar de pensar de forma corporal…de forma humana. Ese pensamiento por muy abstracto que pareciese, se me clavó como un puñal y me provocó una terrible ansiedad. Mi instinto me decía que si me salvaba a mí misma, perdería a Zac para siempre.
-         Debes comprender que vuestra unión solo os va a provocar más dolor.
-         ¿Y por qué no podemos vivir, simplemente, felices juntos?
-         Porque el destino parece quererlo así, y eso es algo que incluso se nos escapa a los dioses. Venga, se nos hace tarde.
La seguí con desgana y replanteándome muchas cosas. Después, dejé mi mente volar y así es como sobrevolamos los cielos hasta acabar en una pequeña casa entre la arboleda. Las luces del amanecer se colaron por la ventana mientras la oscuridad de la noche se negaba a dejar aquella casa. Una lucha entre luz y oscuridad, bien y mal. Esa oscuridad se convirtió en un hermoso tigre blanco que me resultaba familiar, mientras la luz se volvía una leona de cabello oscuro. Aterrorizaban a simple vista, y peleaban por la custodia de esa casa.
De repente, se oyeron unos gritos de una mujer y el llanto de un niño. Los chillidos ahogados de la madre desaparecieron, mientras que el niño cada vez hacía más ruido.
-         Tarde, demasiado tarde.
Los animales se resignaron, y agachando la cabeza… se desvanecieron como si nunca hubiesen estado ahí.
-         Querida Lena, este es el nacimiento de Dyaus, un ser que nació de entre lo desconocido, sin que el bien o el mal dictase su futuro. Por eso siempre, vivirá en una lucha interna.
Tienes que saber que cuando un nacido de “don” nace, además de necesitar que los astros estén alineados… se desempeña antes de su nacimiento una lucha entre los grandes dirigentes del universo y el destino. Cuando tú y tus amigos nacisteis, ganó el tigre blanco, que aunque proviene de la oscuridad… significa el bien y puede brillar más que incluso la luz. No todo es lo que parece.
Después,  puse en marcha el reloj y la diosa me dictó cuál era nuestro siguiente destino. Una vez sentido el cosquilleo en los pies y mariposas en el estómago, nos encontramos en un lugar totalmente diferente, un lugar que yo conocía muy bien.
Estábamos en la escuela aunque había una gran diferencia, no había alumnos caminando por el patio, sino cientos de esclavos y sirvientes, de ropajes similares a los de las películas del viejo Egipto. Íbamos a presenciar el comienzo de todo, cuando la diosa y el emperador se enamoraron.
Me convertí en la sombra de la diosa mientras todo sucedía igual que como estaba explicado en el diario. La primera vez que sus miradas se cruzaron, esos encuentros secretos y finalmente, cuando le presentó la gran biblioteca de Alejandría a Cai. Esta última parte cambió, es cierto que la diosa le regaló el Reloj de Arena y que apareció un anciano Dyaus. Ver su rostro me hizo estremecer desde los pies hasta la última terminación nerviosa de mi cuerpo. Me resultaba muy familiar, juraría conocerlo de antes y esa mirada que me hacía sentir incómoda la había visto en algún lugar, pero mi mente se negaba a relacionar ese rostro cansado con alguien en el presente.
Vi como Dyaus lanzaba un ataque de electricidad con una especie de cetro y al sentirlo todo tan real, no pude evitar empujar a Cai para que no le alcanzara el ataque. Para mi sorpresa, lo había conseguido mover y el rayo había caído a pocos centímetros de mí. Entonces, un nuevo hilo de mis alas empezó a relucir. Fue en ese instante cuando me hice un poco visible, y por eso, Cai y Dyaus vieron mi rostro durante unos segundos. Los suficientes para que Dyaus ya supiera a quién tendría que enfrentarse en un futuro. Verlo allí desconcertado y sonriendo al verme, me hizo sentir furia, furia porque él era el culpable de todos mis problemas, furia por el destino de Zac. Estaba realmente cabreada.
Después actúe sin pensar, sumida en el más profundo odio. Aunque tan solo era un alma, lancé mis ataques más poderosos y el aire me obedeció. Miles de ráfagas se abalanzaron hacía él recorriendo el aire a la vez que yo corría en su dirección. Cuando todos mis ataques lo atravesaron, me miró dándose cuenta de que me había subestimado, y la leona que había visto el día de su nacimiento apareció de repente y lo engulló entre sus fauces.
Todo explotó en una luz, y de pronto me vi agarrada por la diosa y surcando el aire. La explosión hizo que la biblioteca que con tanto cariño había construido la diosa desapareciera bajo las aguas del Nilo.
Pocos minutos después, tras dejar a Cai a salvo en el suelo. La diosa me obligó a cambiar de nuevo el tiempo.
En nuestro nuevo destino, ya era de día y volvíamos a estar en la escuela, pero esta vez en la torre de Zac.
-         ¿Esto quiere decir que Dyaus ha desaparecido para siempre?
-         No cariño, esto significa que venderá su alma a esa leona para vengarse -. Me dijo mientras me acariciaba el pelo.
-         ¿He cambiado el destino?
-         No, esto mismo lo viví hace miles de años, solo que me pilló por sorpresa la llegada de una joven que le salvó la vida al amor de mi vida. Y ahora la historia se repite.
-         Y todo esto… ¿Es solo por venganza?
-         En esto también estás errada, él quería la inmortalidad… convertirse en un ser supremo. Para eso necesitaba el amuleto del que tú eres guardiana ahora, para venderlo al destino y conseguir lo que quería, pero tú le cambiaste los planes y por eso necesita hacerse inmortal antes de que la leona reclame a Dyaus para ella. Se le acaba el tiempo.
Él es así por la naturaleza de su nacimiento, porque su padre lo miraba con desprecio y odio, porque ese hijo había matado a su esposa, lo que más quería en el mundo.
-         Es una historia tan triste…
-         Pero aún así es imposible de cambiar. Tú lo venciste una vez, acabas de hacerlo. Es cierto que en el presente él es mucho más fuerte… pero cuando te enfrentes a él de nuevo tienes que luchar con el amor que te han ofrecido todos los que quieres, no puedes actuar con el odio con el que le acabas de derrotar… porque si no te perderás tu también. ¿Entiendes?
-         Creo que si…
Me pidió que guardase silencio y entonces, la puerta que daba al exterior se abrió de pronto. De ella salieron un hombre fuerte, rubio y al que yo le había salvado la vida una vez y un niño de cabellos semejantes a los de su padre. Verlo así me hizo llorar, me agaché a su lado y lo observé con el mayor cariño y amor que yo nunca podría ofrecer a otra persona. Era Zac.

                                                      Deborah

Unos hilillos de oro de las alas de Lena empezaron a brillar y pudimos ver como ella se revolvía en la cama y cambiaba de postura, y como su color de cara natural volvía. Todo eso sin abrir los ojos de nuevo. No todo eran buenas noticias, la marca de su mano izquierda se había extendido más por su brazo.
Todos los que estábamos en la sala nos miramos inquietos, esto significaría… ¿Qué Lena iba a despertarse o que estaba más lejos de nosotros que nunca? Antes de darnos tiempo a preguntar nuestras dudas en voz alta, Zac se estremeció en su sitio y tembló de arriba a abajo.
-         ¡Zac! ¡¿Qué te ocurre?!
Parecía que no me oía, así que lo zarandeé lo más fuerte que pude hasta que lo hice volver en sí. Sus ojos mostraban una mirada totalmente perdida y desorientada.
-         Es Lena… -. Alcanzó a balbucear.
-         ¿Cómo que es Lena? -. Preguntó Altair.
-         En mis recuerdos… sólo conservo uno con mi padre y mi madre, pero ahora también está Lena, acariciándome el cabello cuando yo aún era niño.
Nuestras caras eran un auténtico poema. ¿Cómo podía ser eso? Si Lena estaba a nuestro lado ahora mismo. Definitivamente esta chica era única. Me acerqué lentamente a la cama, temiendo que mi sola presencia allí alterase el estado de Lena, aún con miedo empecé a acariciarle el rostro…
-         Despierta pronto. ¿Vale? Te echamos de menos.

                                                          Lena

¿Deborah? Me había parecido oírla. Me concentré un poco más y sentí como sus manos cálidas me acariciaban la cara.
-         Estás sintiendo lo que está pasando con tu cuerpo en el presente. Tenemos que darnos prisa en juntar tu alma y tu cuerpo, te estás haciendo visible en una época que no es la tuya.
Asentí y me preparé mentalmente para nuestra nueva aventura, pero antes hay algo que debíamos hacer la diosa y yo. Mientras ella concentraba su poder a su alrededor y creaba cuatro preciosos huevos de oro de los cuáles nacerían nuestros guardianes, yo le di el mayor abrazo que pude al pequeño Zac y le dije:
-         Acuérdate siempre de esto. ¿Vale? Te amo y me da igual quién se interponga entre nosotros. Siempre juntos.
Lo que hizo después el niño me pilló totalmente por sorpresa.
-         Prometido.
Incluso de niño, podía ver en sus ojos esa entereza y firmeza que lo caracterizaban.
-         Zac, es hora de irnos -. Le dijo la diosa.
Antes de marcharnos, Isis cogió en brazos a un pequeño bebé que sospecho que sería la pequeña Selene. Le dio un beso que contenía un profundo amor a Cai y se despidió.
-         Sabes que siempre te esperaré -. Dijo el emperador y después se acercó a mí -. Te deseo toda la suerte del mundo, Lena. Toma este Reloj -. Y me dio su amuleto-. Déjalo en el futuro para que tú puedas encontrarlo después.
-         Te lo prometo, y también te prometo traerte de nuevo a tus hijos algún día.
-         Nada me haría más feliz.