Capítulo 7: Alas de Cristal.
– ¡¿Lena?!
– ¡¿Estás bien?! ¡Parece que se está despertando!
La imagen tomaba más nitidez y pronto empecé a tomar
conciencia de lo que ocurría a mi alrededor.
– Ami, Deborah… Hum…
Me volví a frotar los ojillos como hacia momentos antes en
mi sueño. Empezaron a acercarse más hasta casi taparme la luz que me llegaba.
Me agobiaban un poco.
Sino me hubieran sujetado esos brazos con fuerza me habría
vuelto a desmayar, me transmitían calidez y no me apetecía alejarme. Me giré y
me coloqué en frente del que me sostenía y enterré la cara en sus ropas. Se
estaba tan bien… El suelo era increíblemente cómodo…
Mi portador me dejó caer sobre un brazo, y con el otro
empezó a acariciarme el pelo recogido en un moño alto con varios mechones
sobresalientes.
– Lena, venga, cuéntanos que te ha pasado.
Fue como un subidón de adrenalina y doce cafés a la vez.
Dejé de tener sueño y mis ojos se abrieron rápidamente. Me senté como podía,
debido a que mis brazos no respondían muy bien a mis deseos. Aún así, Zac no me
llegó a soltar, y su mirada me transmitía verdadera preocupación.
– ¿Qué ha pasado?
– ¿No te acuerdas? Te derrumbaste en medio del baile. Nos
diste un buen susto a todos.
Altair se había colocado cerca de mí. No se que prefiero, si
a Deborah y Ami encima, pegadas como lapas, o la tensión que provocaban estos
dos. Me percaté de que ya no nos encontrábamos en el baile, sino en un
jardincito dentro del edificio. Estábamos todos sentados sobre la hierba cálida
y húmeda de verano. Acaricié dulcemente una flor que andaba cerca y capté todo
su olor. Vainilla. Siempre me ha gustado la fragancia, era como las canciones,
te gustan pero la mayoría no sabrías explicarlas.
Me relajaba y disipaba lentamente mis nervios, confusión y
desesperación. Me tumbé sobre la hierba cuan larga era y dediqué unos momentos
en mirar las estrellas. El cielo…
Me debieron de dar por imposible, o les agobiaban esos
minutos de silencio que compartíamos. No quería parecer maleducada ni nada por
el estilo, pero el sueño me había dejado exhausta, sin ganas de explicar mis
aventuras a nadie. En 2 semanas había contado historias imposibles que
casualmente solo me sucedían a mí. Al final, se fueron marchando, susurrando
palabras de cariño, la verdad es que quería ir con ellos. Pero mi cuerpo no
respondía.
Las lágrimas empezaron a surgir dócilmente de mis ojos
azulados como el cielo, hasta convertirse en un triste sollozo que no podía
retener.
Zac fue el único que se quedó conmigo hasta el final. Se
tumbó junto a mí y sin decir palabra, me agarró fuertemente la mano derecha.
Nos pasamos así un rato hasta que él decidió hablar.
–Sé que debe ser frustrante no poder volar, siendo tú una
criatura del cielo.
–Pero es que… está tan cerca, pero tan cerca…- dije mientras
extendía la mano que me quedaba intentando tocar las estrellas.
Aún apretó más su mano contra la mía.
–Lo conseguirás, estoy seguro de ello.
–Ojala.
–Por supuesto que lo harás. ¿Dónde está esa Lena que
consiguió dominar su arma, que luchó contra un dragón y me curó unas heridas
espantosas?
–Todo eso fue… instinto.
–No. Todo eso eres tú, y solamente tú. Puedes hacer cosas
maravillosas porque tú eres maravillosa.
Noté como ardían mis mejillas y cambiaban de color. Estaba
segura que si me incorporaba, Zac tendría una sonrisa radiante en la cara. Pero
no me lo iba a permitir, sobre todo ahora que parecía un tomate andante.
Me sentía a gusto con él, ya no era el sube y baja de antes.
Era como un mundo aparte. Tenía la sensación de que él realmente me comprendía.
No digo que Deborah y Ami no lo hicieran. ¿Por supuesto que lo hacían! Era
increíble como podía querer a esas dos personitas en tan pocos días. Ami era
vitalidad e inocencia, y Deborah, risa asegurada. Inspiré un poco de aire y me
sentí con un poco más de energía. Demasiadas emociones, muy poco tiempo. Me giré
lentamente en dirección a él una vez que ya se me calmaron los nervios. Zac ya
me estaba mirando, y acerté de pleno, me dirigía una sonrisa cálida,
proveniente del desierto. Él también giró su cuerpo, así quedamos cara a cara
pero tumbados en el suelo. Yo ya había retirado la mano que buscaba con
desesperación agarrar el cielo, y la había depositado delicadamente en mi
torso, como si creyera que su simple contacto conmigo me heriría.
La brisa de la noche nos envolvía en un aura mágica. Mis
lloros se habían calmado pero aún podía notar la humedad en mis ojos. Zac
estiró su mano derecha y me limpió de la cara las lágrimas sobrantes. Bebí
tanto como pude de aquel momento. Le miré con tristeza, y se notaba como se
rompía algo en su mirada. Con su repentino movimiento se incorporó, y con la
unión que formaban nuestras manos aún cogidas, me ayudó a levantarme de la
hierba. Como todavía me sentía débil, él me sujeto de la cintura, para impedir
que me cayera.
Ahora mis sentidos estaban mucho más receptivos. Capté como
emanaba una dulce melodía del salón que teníamos cerca de nosotros, creo que
esa música había cambiado de estado todo el rato mientras duraba la noche.
– ¿Me concedes este baile?
Volví de mis ensoñaciones personales para volver a esa
realidad que me azotaba fuertemente. Nunca cambiaría, mi mente iría a su bola
mientras mi cuerpo se quedaba atado a la tierra. Pero aun así, logré
ruborizarme un poco y tuve la osadía de preguntarle a que se refería, aunque
quedaba bastante claro.
– ¿Bailar?
– Claro, de momento solo has visto los espectáculos pero los
mejores momentos son a lo largo de las danzas.
– Ah… Pero es que yo no sé bailar muy bien…
Si hubiese sido otra persona, que estuviese ahora mismo a mi
lado, me habría dado una paliza por tonta. Pero tampoco sabía muy bien cómo
responderle, ya que aún sentía ese mareo intermitente.
Zac parecía mucho más confiado que yo, me miró fijamente y
después me susurró que no pasaba nada que cerrase los ojos y me dejase llevar.
Y eso fue lo que hice. Mientras mis ojos parpados caían suavemente sobre mis
ojos, noté como Zac me cogía la mano con la que todavía no estábamos agarrados
y la depositaba lo más delicadamente que podía sobre su hombro, y cuando
terminó colocó su mano en mi cintura. Me palpitaba fuertemente el corazón, pero
decidí calmarme un poco, aunque me costó horrores. Lentamente nos deslizábamos
sobre la hierba al son de la música y yo me sentía como una muñeca, ya que todo
lo que hacía era dejarle hacer. Zac bailaba realmente bien y siempre tenía cuidado
en que no me tropezase con algunas elevaciones del terreno pero debido a mi
extrema torpeza no consiguió realmente su objetivo. Cada vez me sentía más a
gusto, hasta el momento que la música y mi corazón fue uno solo, y nuestros
cuerpos unidos por un grupo de hilos invisibles que hacían que nos moviésemos a
la vez, y con la misma gracia y soltura.
Quizás por eso no me di cuenta de que estaba pasando, yo
solo empezaba a sentir un cosquilleo en mi espalda al que luego inundó una
sensación muy cálida y reconfortante.
– ¿Lena?
Noté en sus palabras sorpresa y admiración. Me sentí algo
confundida, así que decidí abrir los ojos de nuevo y observar el suceso que
había dejado así a Zac. Pero cuando realmente lo vi, mi cara solo podía mostrar
sorpresa y alegría. Unas alas habían crecido en mi espalda, pero no las típicas
de los pájaros o las de los ángeles, sino que estaban hechas de cristal. Eran
preciosas. Unos hilos de oro formaban sobre su superficie dibujos parecidos a
los de mi arco, pero estos eran diferentes, desprendían una tenue luz. Intenté
moverlas, y para más desconcierto aún me obedecían igual que si fuera un brazo
o una pierna. Al elevarlas un poco pude ver como el cristal reflejaba a la luna
en mil pedacitos diferentes que hacían parecer que mis alas brillaban por toda
su superficie, pero no hacía daño a la vista, como hacía el sol, sino que era
agradable mirarlas.
– Es increíble…están hechas de luz.
– ¿De luz? ¿No ves el cristal, Zac?
– ¿Cristal? Solo veo una luz radiante.
– Entonces no las ves de igual manera que yo… ¿Ves los hilos
de oro?
– Por desgracia, no. Quizás a ti no te afecte la luz, yo me
siento como si quisiera acariciarlas o no poder hacer otra cosa más que
contemplarlas.
No, la verdad es que yo no me sentía así para nada. Eran
increíbles, hermosas…pero no tanto como parecía que las observaba Zac. Yo las
veía brillar muy tenuemente pero él las veía como dos rayos de sol aunque sin
esa molestia insoportable de querer apartar la vista. Decidí dejar el misterio
para más tarde, había una cosa que me importaba más en ese momento.
– Y esto quiere decir… ¿Qué por fin voy a lograr volar?
– Seguramente.
Mis ojos desprendían una alegría incontrolable, y mi corazón
corría excitado con la sola esperanza de poder lograr mi propósito de estos
días. No estaba muy segura de lo que debía hacer, pero fue casi como si las
palabras me las susurrara el viento. Cerré los ojos fuertemente y me concentré
en alzar el vuelo. Pensé en los días de primavera observando las nubes, en los
días de otoño disfrutando el viento frío que daría paso al invierno, y la
ligera brisa que te acariciaba el rostro en verano. Noté las alas desplegarse
obedeciendo mis órdenes, y pronto dejé de sentir el suelo bajo mis pies.
Abrí los ojos y me encontré solo a varios metros de la tierra,
y a Zac mirándome con fascinación. Es verdad que quería elevarme pero no quería
dejarlo allí plantado.
– Venga, yo te espero aquí –. Dijo pareciendo leer mis
pensamientos.
Así que doblé las rodillas y me di un pequeño impulso en el
aire. Volé muy alto, y mis manos por fin tocaban el cielo y se agitaban
henchidas de entusiasmo. Desde allí pude observar todo un mundo nuevo. La
escuela era incluso más inmensa de lo que me pareció en un principio, cuando
llegamos. Era una sorpresa tras otra, ya que descubrí que ese patio tan inmenso
que conectaba todo era el centro del lugar, y tenía la forma de un reloj de
arena. Divisé varias torres, y podía apreciar claramente la nuestra. También
averigüé que varios bosques rodeaban el recinto cada cual más enorme y maravilloso.
Y hasta pude apreciar unas casitas entre dos bosques, ya le preguntaría a Zac
que era ese lugar. También vi las vistas desde mi ventana, y no me expliqué
como no había visto antes esos bosques además de las pirámides que se alzaban
desde la lejanía.
Di un rodeo a la escuela desde las alturas, me sentía libre
e increíblemente viva. Decidí poner fin a ese vuelo aunque me resistí a dejar
mi nuevo poder tan pronto. Aterricé cerca de Zac pero no demasiado porque
quería tener tiempo para arreglarme un poco el pelo y plisarme el vestido. Sin
ni siquiera pensar demasiado en mis alas, se plegaron en mi espalda y
desaparecieron dejando un destello brillante que caía como si fueran libélulas
sobre la hierba.
– ¿Qué tal el paseo?
– Maravilloso, me habría gustado poder llevarte y ver el
mundo desde allí arriba.
– Quizás algún día puedas llevarme.
– Si, quizás.
– ¿Volvemos al baile? Seguro que están preocupados por lo
mucho que tardamos.
– Será lo mejor.
Volvimos al salón, pero esta vez no íbamos de la mano…ni
nada parecido. Eso me dolió un poco, tras haber pasado un momento tan
confidencial ahora parecía que habíamos vuelto al mismo punto del que partimos.
Sacudí la cabeza y no hice caso a esos pensamientos que llovían en mi cabeza,
iba a pasármelo bien el resto de la noche. Forcé una sonrisa y pronto me sentí
mejor. Vi a Deborah y Ami conversando alegremente, casi sin dudar me dirigí
hacía allí, no sin antes de lanzarle de soslayo una mirada a Zac, pero parecía
que me seguía.
– Hola chicas.
– ¡Lena! ¿Estás mejor?
– Tranquila Ami, estoy estupendamente. He conseguido volar,
por fin.
– ¿Y cómo ha pasado? – Dijo Deborah.
– No sé muy bien lo que ha pasado pero solo me dejé llevar,
y aparecieron unas alas en mi espalda y me permitieron volar. Es algo
abstracto, no sabría describirlo. Pero lo que sí sé es que ha sido algo mágico.
– ¡No sabes cómo nos alegramos por ti! – Corearon las dos.
Nos fundimos en un fuerte abrazo. Se palpaba claramente el
cariño que empezábamos a tener unas con otras. Quizás fue un presentimiento,
pero esa amistad iba a durar eternamente.
– ¿Dónde están Altair, Brad o Trevor?
Cuando realicé la pregunta Zac y yo pudimos comprobamos
claramente como las dos se sonrojaban levemente. No pudimos evitar una risita y
una mirada cómplice, entendiendo quizás mejor que ellas lo que pasaba.
– Creo que esos tres se han hecho muy amigos. Nos dijeron
que se iban a asaltar el buffet, que estaban terriblemente hambrientos.
– Pues yo creo que se han ido a otro sitio, Deborah –.
Respondió Ami.
– Me parece que tengo la respuesta.
Todas miramos a Zac sin comprender muy bien pero él solo nos
respondió con una sonrisa pícara. No tardamos mucho en ver la intención de los
muchachos. Se habían subido al escenario y estaban preparando el equipo de
música. Pronto, ya estaban preparados para empezar y no pudimos hacer otra cosa
que quedarnos maravilladas ante las melodiosas voces que tenían. Habían hecho
que todo el mundo, literalmente, se pusiera a bailar. Zac se unió a la fiesta
allí arriba, y se complementaron realmente bien, todos cantaban aunque era
Altair el que llevaba la voz líder. Descubrimos el talento de Brad con la
batería o el de Trevor y Zac con la guitarra. Me sentí intensamente feliz, cada
nota, cada palabra cantada me transmitía muy buen humor y realmente ganas de
fiesta. Así que al final nos unimos a la euforia de grupo, creo que nunca había
bailado tanto como aquella noche. Luego, hicieron algo que me sentó bastante
mal, pretendían que yo subiese al escenario con ellos pero me resistía con
todas mis fuerzas, incluso Deborah y Ami me empujaban por las escaleras.
– ¡He dicho que no! ¡Qué me soltéis!
– Venga Lena, únete a la fiesta.
– ¡Qué no, Altair! ¡Qué me puedo unir a la fiesta desde aquí
abajo!
No me dejó otra opción porque me cogió como el que coge un
saco de patatas, y seguí pataleando desde su hombro hasta donde me había
depositado. Cuando llegamos a la superficie me dejó cerca de la batería. Le
fulminé con la mirada de más odio que había echado nunca.
– Venga, me lo agradecerás y todo.
– Tócame las narices.
Empezó a reírse y no paró en varios minutos, pero no apartó
la vista de mí porque yo intenté escaparme pero sin éxito.
– ¡¿Y por qué Ami y Deborah no suben conmigo?!
– Porque tiene más gracia sacarte a ti. Tú don es el aire.
¿Por dónde va el sonido? Exacto. Lo tienes en las venas.
No pude replicarle porque me quedé en mis pensamientos. Por
eso sentía con tanta fuerza las canciones… hasta el punto de pasarlo realmente
mal en las canciones tristes o empezar a saltar con la música dance.
– ¿Ya te has calmado?
– Eso nunca.
Pensé que seguiríamos con nuestra disputa pero pasó de mí y
empezó a cantar de nuevo. Empecé a sentirlo, cantaba en otro idioma pero lo
entendí perfectamente, me lo chivaba el sonido, si se podía explicarlo así.
Empecé a cantar bajito y con los ojos cerrados, no había escuchado la canción
antes pero ya me sabía la siguiente frase antes de que Altair la cantase. Por
eso no lo vi venir. Se había acercado a mí sigilosamente y me había colocado el
micrófono en la boca, y mi voz se elevó por todo el salón. Cerré la boca de
inmediato y temblaba de ira.
– ¡¿Cómo has…?!
– Observa.
Me vitoreaban desde abajo, para que me decidiera a cantar.
Pensé que se habían vuelto todos majaretas y mis últimas fuerzas fueron para
intentar echar a correr pero otra vez me pillaron las intenciones. Solo me
quedaba una opción, cantar delante de cientos o tal vez miles de personas. Iba
a matar a Altair. Pronto el sentimiento de ira pasó al de nervios y vergüenza,
muchísima vergüenza. Cogí el micrófono con la cabeza gacha y miré a mis
espectadores.
<<No puedo hacerlo. No me siento capaz. >> Me
repetía una y otra vez hasta que noté la mano de Zac en mi hombro, ofreciéndome
apoyo, y empezó a hace un solo de guitarra, no pude evitarlo, las palabras
salían de mi boca sin quererlo, al final me encontraba cantando delante de un
montón de gente hasta que al final empecé a alegrarme al ver como reaccionaba
el público, no eran abucheos ni mucho menos, me observaban con mucho interés y
sintiendo la canción dentro de sus corazones. Era una balada de amor,
apasionada e imposible. Una bonita canción. Cuando acabé, me fusioné con los
vítores y me enrojecí un poco.
– ¿Lo ves? Tenía razón.
– Lo que tú digas, Altair.
Cantamos a dúo algunas canciones más hasta que me dejaron
marcharme. Había tristeza entre el público pero… ¿Qué iba a hacer? Estaba
exhausta.
Deborah y Ami me acogieron otra vez, no sin antes alabarme
por mi supuesta maravillosa voz, cosa que no me lo parecía mucho. Nos sentamos
en los grandes sillones que se situaban cerca del buffet. Probé platos
rarísimos pero estaban todos deliciosos hasta que casi nos chupamos los dedos
pero no nos parecía muy apropiado.
Después, Zac anunció otro acontecimiento de la noche. Era
tradición escribir en un papel tus deseos para el curso académico, ya sea a
nivel de estudios, amistad o amor. Me quedé dubitativa durante unos momentos
sin saber que escribir, hasta que al final puse:
·
Entablar
vínculos fuertes con todos los que he conocido en estas dos semanas.
·
Comprenderlo.
·
Llegar
al misterio de mis sueños.
Con lo de entenderlo me refería a Zac, pero tenía el miedo
de que alguien pudiese leer mi papel así que lo escribí un poco en clave. Nos
indicaron que había que tirarlos en medio de la sala, donde unos maestros del
fuego invocaron una hoguera. Vimos como lentamente los papeles se consumían
entre las llamas y nos preguntamos si realmente se cumplirían, supongo que aún
estaba por ver.
Se estaba haciendo tarde, lo cual significaba que estaba
cercano el fin del baile. Y llegábamos al momento clímax de la noche, el baile
de máscaras. Deborah vino corriendo con las nuestras, se ve que las había
dejado en otro lugar para que no se perdieran. Eran tan increíbles como
nuestros vestidos, la de Deborah era roja y llevaba motivos decorativos que
recordaban a los incas o los mayas, con unas plumas granates en un lateral. La
de Ami era de un azul potente, casi eléctrico, y sus dibujos eran olas que
chocaban fuertemente contra las piedrecitas zafiro que adornaban un extremo de
la máscara. Mi máscara era gris con motivos de plata, y al igual que Deborah
tenía unas plumas negras como el carbón en la parte de arriba donde terminaban
los agujeros para los ojos.
Bajaron un poco la luz de la sala, intentando dar un poco
más de intimidad. Las chicas nos situamos en un extremo del salón y los chicos
en otro. Allí la gente creía en el destino y la magia con que para nuestra
sorpresa apagaron definitivamente la luz y nos quedamos a oscuras. Ya no sentía
a las chicas a mí lado y me inundó el miedo, nunca me había gustado mucho la
oscuridad. Caminé temblando e intentando tocar algo con las manos, no pasó
mucho tiempo hasta que me choqué con alguien. Nos ayudamos a levantarnos
mutuamente y no nos atrevimos a soltarnos, quizás pensábamos que el destino
había decidido que bailásemos juntos.
De repente el suelo empezó a emitir una luz, y se ve que
bailaríamos sobre las baldosas brillantes. Nos miramos a los ojos, con esa poca
luz no podía distinguirle mucho los rasgos de la cara, ni el color de su
cabello. Supongo que a él le pasaría lo mismo conmigo. Sonó la música desde la
lejanía y todas las parejas empezaron su baile particular. Los movimientos eran
dulces y sencillos, en toda la canción no dejamos de mirarnos, y se notaba el
misterio en el ambiente. Terminó cuando mi compañero y yo hicimos una pirueta y
acabé en sus brazos, medio tumbada. Nuestros rostros estaban muy cerca y
respirábamos entrecortadamente, y no sé si fue por la vergüenza que pasamos en
ese momento o porque ya había acabado, los dos nos pusimos de pie de nuevo.
La luz volvió y era el momento de quitarnos las caretas. Con
las manos aun temblando me deshice de la mía, igual que hacía él. No pudimos
evitar un grito de sorpresa al contemplarnos los rostros. Era Zac. Miles de
sentimientos y pensamientos me inundaban por completo. Si la gente de aquí
creía en el destino, ¿Eso significaría que quizás podría pasar algo entre
nosotros? Recordé de pronto el sueño que tuve cuando me desmayé horas antes:
<<Cuando estés con la persona a la que se liga tu destino,
las Alas de Cristal aparecerán. >>
Las Alas de Cristal ya habían aparecido y justo en ese
momento estaba con Zac. ¿Qué significaría eso? O por ejemplo cuando los oí a él
y a Trevor decir que nuestros futuros estaban ligados… Me iba a explotar la cabeza,
cogí una bocanada de aire y me sentí mejor pero aún seguí con la duda y con el
temor de lo que acababa de pasar.
El baile había terminado y todo el mundo mostraba tristeza,
todo el mundo se agolpaba contra la puerta principal, intentando salir. Busqué
desesperadamente a mis amigas, y nos estaban demasiado lejos, me despedí lo más
rápido que pude de Zac y corrí hacía ellas, me había dado la impresión de que
él notaba mi tensión, pero me daba un poco igual, solo quería desaparecer o
aclararme la cabeza.
Nos marchamos rápido y yo no pude aguantar más. Cuando
cruzamos la puerta de nuestro nuevo hogar se lo conté todo, con pelos y
señales. Y me sentí profundamente conmovida al ver como escuchaban todas mis
palabras y no me interrumpían hasta el final.
– ¿Tuviste un sueño con un grifo?
– Si, Brad. Ya sé que es solo un sueño pero acertó con lo de
las alas.
– Yo tuve un sueño parecido, pero no aparecía un hipogrifo
sino un fénix.
– Deborah… yo también lo soñé… pero con un dragón de agua –.
Dijo Ami.
– Igual, yo tuve un sueño con un oso… –. Corroboró Brad.
– Entonces todos… ¿Hemos tenido el mismo sueño?
Me miraron y asintieron. Ahora lo de Zac ya no me pareció
tan importante sino el hecho de ser cuatro personas totalmente diferentes y
soñar lo mismo, o bueno, parecido. Debatimos sobre el hecho, y llegamos a la
conclusión de que quizás nos los encontraríamos en un futuro, que habíamos
tenido un sueño premonitorio o que era algo en nuestro interior que todavía
tenía que manifestarse. Estábamos un poco perdidos, siendo sinceros. De modo
que volvimos al tema de mis extrañas coincidencias.
– ¿Vosotras creéis que realmente Lena puede estar ya unida
al destino de alguien?
– No lo sé Brad pero si lo piensas… aunque solo sea un
momento… no me parece tan descabellado…
– Ami, ¿Qué dices? Yo lo veo todo fuera de su sitio –.
Exploté yo, no me hacía nada de gracia que mi futuro pudiese estar ya escrito,
siempre había pensado que yo controlaba mi destino..
– Es muy extraño… Por ejemplo, en el baile de máscaras yo
baile con Trevor –. Decía Deborah poniéndose colorada – Vosotros dos bailasteis
juntos –. Dijo señalando a Ami y a Brad, pero ya sabíamos de sobras que ellos
nunca reconocerían lo evidente.
– Y yo baile con Zac.
– Hay algo que se nos escapa de las manos, una pieza clave y
muy importante.
– Brad –. Respondí retomando la conversación –. No se nos escapa una sola pieza sino varias.
Todo esto es un auténtico misterio, lo del diario, lo del dragón, lo de la
gente cono poderes… Absolutamente todo.
– Nos faltan respuestas.
– Muchas, Ami –. Corroboró Deborah.
Por más que pensábamos no encontrábamos ninguna respuesta ya
fuese lógica o mágica. Nos entró un fuerte dolor de cabeza, debido al cansancio
y la tensión de descubrir aún más misterios. Eran casi las seis de la mañana,
pronto saldría el sol, tenía que aprovechar aunque fuese una hora en dormir.
Nos despedimos y regresamos a nuestras habitaciones, habíamos acordado dejar el
tema para más tarde.
Subí las escaleras lentamente y abrí la puerta. Fui
directamente hacía el ropero, y con un poco de pena, me despojé de mi
maravilloso vestido. Cogí un albornoz de un color rosa suave y me abrigué con
él. Me di un largo baño con toda clase de burbujas y jabones, y un poco del
estrés pareció haber desaparecido. Cuando terminé con mi terapia personal me
puse el pijama de verano y me miré detenidamente en el espejo. Me deshice el
peinado e intenté dominar mis ondulaciones, sin mucho resultado. Parecía
realmente agotada, se podía llegar a apreciar unas ligeras ojeras que adornaban
mis ojos.
Cuando casi se hacía de día me arropé con las maravillosas
sábanas de mi maravillosa cama, ese día ni siquiera la llegada del solo me
despertó.
Soñé con el grifo de nuevo. Seguíamos en el mismo bosque de
nuestro primer encuentro.
– Estoy muy orgulloso de ti, Lena. Ya estás un paso más
cerca de nuestro encuentro.
– ¿Eso quiere decir que nos veremos en un futuro?
– Quizás sí, quizás no.
– Te voy a ser franca, estoy cansada de tanto misterio, de
tener demasiadas preguntas y ni siquiera una sola respuesta.
– Sé paciente, reina mía. Todo llega, como el otoño después
del largo verano, o la primavera, después del frío invierno.
– Pues dame solo algunas de esas respuestas. Estoy segura de
que por lo menos de algunas ya hay una respuesta de la que me pueda enterar.
– ¿Sabes mi nombre, joven reina?
– La verdad es que no, ni siquiera me había dado cuenta de
que desconocía tu nombre.
– Mi nombre es Astor.
– Astor…
– He vivido desde el principio de los tiempos esperando a
alguien merecedor de mi poder y compañía. Y creo que por fin he encontrado a
esa persona.
– ¿Y quién es?
– Querida Lena, eres tú.
– ¿Yo? No creo que tenga ese honor.
– Te equivocas, tu alma y tú corazón son grandes y parece
que todo el mundo lo sabe menos tú.
– Si, realmente no creo que yo pueda ser algo más que los
demás… Soy tímida, siempre estoy en las nubes, soy tozuda y muy torpe.
– Todos tus defectos serán tus atributos, a la vez que tus
atributos serán tus defectos.
– No creo que mi torpeza pueda ser algo bueno.
Astor se rió sinceramente y después, me miró con profundo
cariño.
– Todo a su tiempo, Lena.
– Lo sé, lo sé.
– Tienes que ser fuerte para el futuro.
– Todo parece girar en torno a él, pensaba que yo podía
cambiarlo, pero ya está escrito.
– Claro que está escrito, pero el de todos, incluso el mío,
pero ese futuro puede cambiar porque todo tiene una segunda forma. ¿Entiendes?
Tus decisiones lo escribirán y borrarán, todo depende de ti.
– Gracias, Astor. Hay tantas cosas que quiero preguntarte…
– Y lamentablemente, se ha acabado el tiempo. Tienes que
despertar, pero pronto nos veremos en la realidad, te lo prometo.
– ¡Espera!
Pero una vez más se desvaneció y mi sueño con él. Abrí los
ojos y me encontré de nuevo en mi habitación, deseando que mi encuentro con
Astor se produjera pronto.