lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 3

Capítulo 3: Un mundo nuevo


Abrí los ojos lentamente, un rayo de luz atravesaba la ventana. Me levanté poco a poco aún adormilada, y llegué al armario. Un pequeño bostezo antes de elegir lo que me pondría. ¿Qué hora sería?
Mi elección fue un vestido blanco, con un ajuste en forma de tiras por debajo del pecho. Me llegaba un poco por encima de las rodillas. Me ajusté el pequeño pañuelo azul que había atado a mi cuello. Y opté por unas bailarinas blancas con detalles grises. Algún complemento para las muñecas, como un reloj y una pulsera hecha a base de pequeñas tiras, los dos del mismo color grisáceo de las bailarinas. Y unas pequeñas perlas como pendientes. Miré la hora, eran casi las nueve. Normalmente no me despierto tan pronto, sobre todo en vacaciones, pero hoy no podía pasar ni un minuto más en la cama. Fui al baño, y me peiné los cabellos, aún alborotados. Decidí dejármelo suelto. Me encantaban esas ondas juguetonas de mi pelo, me coloqué el último pelo y tomé camino hacía el gran salón. Al salir del baño, mi vista se dirigió al escritorio, aún seguía allí ese libro extraño, donde lo había dejado el día anterior. Mis tripas rugieron. Decidido, lo bajaría al salón, y después de desayunar, intentaría abrirlo.

En la cocina todo me parecía delicioso, pero no podía comérmelo todo o acabaría con un dolor de tripa inmenso. Tras mucho pensar, cogí un café suave y unas galletas con trocitos de chocolate. Me senté en uno de los sillones que rodeaban la chimenea, aún encendida. Ayer la intentamos apagar, pero no hubo manera, y ahora, parecía recién encendida. Decidí no pensar en la chimenea mágica, y mientras desayunaba intentaba averiguar como abrir ese libro. Una vez que acabé dejé el paquete de galletas y la taza sobre la mesita de café que tenía enfrente. Así tendría más espacio para mis experimentos con el libro. Cuando casi iba a renunciar, la puerta norte se abrió y del susto se me cayó el libro al suelo. Era Ami, se había vestido con unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta de tirantes azul oscuro. En los pies llevaba unas victorias del mismo color, realmente era muy guapa.

– ¿Hace mucho que te has despertado? – me  preguntó.
– No, además no podía conciliar el sueño.
– Igual que a mí.

Se dirigió a la cocina y se preparó un tazón de leche con unos cereales rellenos de chocolate. Parecían deliciosos, mañana los probaría. Cogió una bandeja y se dirigió hacia donde estaba yo.

– ¿Qué es lo que tienes allí?

Me percaté que miraba al suelo y recogí el libro que se me había caído.

– Es un libro que encontré ayer en mi  habitación. Pero no hay manera de abrirlo.
– La portada se mueve.
– Si, pero solo cuando lo toco.
– A ver…déjamelo.

Se lo pasé y las corrientes de aire de la portada se pararon.
– Creo que ya lo sé. Según Zac, tú dominas el viento. Entonces, esto podría tener algo de relación.
– Claro…ayer, cuando lo cogí por primera vez oí una voz que me decía que yo era la llave.
– Intenta abrirlo con tus poderes.

La verdad es que no sabía como usarlos, pero se me ocurrió una idea. Soplé sobre el cierre y tras un breve chasquido, se abrió.
Yo diría que era un diario, y la letra era preciosa, escrita en oro y plata. Llegaban los escritos hasta la mitad del diario pero las demás páginas no tenían nada, estaban completamente en blanco.

–Léelo, quizás averiguamos algo más.

Cumplí las órdenes de Ami, y empezaba así:

15 de Julio del 100 D.c.

Hoy empezaremos la excavación para la nueva pirámide. Es raro y un poco siniestro construirte tu propia tumba mientras estas vivo. Pero muchos de mis antepasados lo hicieron y ahora me toca a mí.
Os seguiré informando.

Una vez por la tarde:
Ha sido muy extraño, hemos descubierto unas  pequeñas  ruinas en el subsuelo y esto hará tardanza en la excavación. Había dibujos desconocidos para mí y para mi gente. Solo sé que había una diosa, porque tal belleza no podía encarnarse en un cuerpo humano…Pero no la conocía nadie, porque hasta el momento solo adorábamos a los dioses del Cielo, como Ra o el Dios Osiris, sagrado seas.
Cuando mi cuerpo se envuelva cuidadosamente y con los aceites reales, mi alma expirará e irá a la tierra de estos dioses. Desearía con todo mi corazón verla, auque de solo una vez se tratase.
A mis 23 primaveras ya a llegado mi hora, incluso tarde me atrevería a decir, tener que casarme será un trabajo costoso ya que tengo que encontrar a mi elegida, no puedo confundirme. De momento no la eh encontrado, todas me parecen vulgares y arrogantes. ¿Cuál persona podría llenar de dulzura mi corazón? ¿A cual podría amar el resto de mis primaveras?
Me despido, el ocaso nos da su bienvenida y tengo la sensación de que me depara un largo día mañana.




16 de Julio del 100 D.c.

Hoy ha venido a visitarnos el gobernador de la región del Nilo. Y con él, ha venido todo su séquito. Hemos hecho las presentaciones oficiales y hemos debatido sobre las cosechas. Quiero ser un buen emperador, pero no es tarea fácil. Pero mientras cenábamos, una muchacha (sirvienta del gobernador) nos ha servido ese vino que tanto me gusta. La he mirado a los ojos un instante y me ha parecido ver todo un universo en su mirada. Sería de una estatura normal, pero sin duda estacaba de las demás. Su cabello, negro como el carbón pero con el brillo de la luna. Y sus ojos de color miel, la más deliciosa que hubiera visto. Su piel era fina como un lirio y su sonrisa era un tesoro por descubrir…
Estoy delirando…ella es una sirvienta y yo el emperador…pero…ha sido la única que me ha hecho sonreír al mirarla. Ojala los hijos de mis nietos puedan vivir en un mundo sin rangos, o que no importase la persona elegida por aquel de sangre real. Ni siquiera sé su nombre…
Me gustaría verla…una última vez.



17 de Julio del 100 D.c.

Creo que mis plegarias se hicieron reales. Hoy, mientras me arreglaba para desayunar, llamaron a mi puerta. Era ella. Se ve que había sido mandada por su amo para traerme un regalo que era demasiado valioso como para que alguien supiese de su existencia. Abrí despacio la caja de oro y dentro se encontraba un reloj de arena. Me sentía intrigado y le pregunté a la joven. Ella me respondió que aunque no pareciera gran cosa podía cambiar el mundo tal y como lo conocíamos, me agarró las manos junto con el reloj y se despidió de una manera sutil y elegante. Abrí las manos y encontré una palabra escrita en mi palma de mi mano: Isis. Bonito nombre para aquella pequeña diosa, y ahora cada vez que viene su recuerdo no puedo evitar un sonrisa.


18 de Julio del 100 D.c.

Creo que hoy soñaré con los ángeles. Si, hoy la volví a ver. Se qué está prohibido pero mi corazón me dicta todo lo contrario.
En la hora de la comida, ella me sonrió y esa sonrisa era solo para mí. Nos reunimos después en uno de los rincones secretos del palacio, y hablamos hasta el ocaso. Me dijo que nunca había conocido a alguien como yo, que no se dejara influenciar por los rangos, sino por lo que dictaba su corazón.
Los dos sentíamos que estábamos hechos uno para el otro, pero todavía no nos atrevíamos a decirlo en voz alta.
Creo que la quiero…si, la quiero… Mañana la llevaré a las desembocaduras del Nilo y le diré lo que siento, me da igual los rangos. Solo sé una cosa, que quiero estar con ella.
Os contaré como me ha ido mañana, os lo prometo.






19 de Julio del 100 D.c.

Hoy ha sido un día maravilloso. Mientras estábamos bajo la luna y sus estrellas, tumbados en la fresca hierba, Tai me ha dicho que me ha dicho que me quería, a mi, Isis. Le daban igual esas diferencias emperador-sirvienta, entonces supe que era el elegido, esa persona predestinada para mí. Entonces le dije quién era realmente, nos soy una simple sirvienta, solo me hice pasar por tal. Soy la Diosa de las antiguas ruinas, en las que él iba a construir su pirámide.
Le dí como regalo el reloj de arena, porqué sabía que el no se dejaría llevar por su influjo. Este objeto podría ser letal en manos equivocadas, por eso se o dí. Pero me equivoqué.
Mientras vivíamos nuestro momento de gloria alguien nos observaba. Alguien que debí tener en cuenta hacia ya mucho tiempo…él me descubrió en mi tapadera, y quería lo mismo que hacía años, el Reloj. Y no sé como descubrió que se lo había entregado.
La verdad es que se disfrazó de una persona ni de la que el ni yo habríamos sospechado. Era el gobernador de la región del Nilo. Dyaus…
Su corazón era frío como el hielo, como la última vez que intentó robarme el Reloj.

Le construí con mis poderes la gran Biblioteca, a la que llamarán Alejandría. Era mi último regalo, como amor que sentía hacia Tai… él la vio y me dijo que era realmente hermosa, de las cosas más bonitas que había visto, pero solo había una cosa más preciosa que la Biblioteca, yo.
Entonces él se acercó a mí y me dio su último beso. Porque en esos instantes Dyaus le lanzó un ataque a distancia fue como si hubiera un cuchillo en el aire que se abalanzó sobre mi amado. Al mismo tiempo Dyaus le arrancó el Reloj de Arena, y con él la vida de Tai.
Realmente no sospechaba la gran fuerza de mi poder, ya que de la ira lo envié a otro tiempo mucho más anterior que nosotros con ayuda del Reloj, pero se lo arrebaté antes de que se perdiera en el tiempo.
Fui corriendo hacia Tai pero ya era irreversible. Le observé mientras lloraba y lo decidí en ese mismo instante: Nadie sabría de la existencia de la Biblioteca, se hundiría bajo el mar junto con Tai, sería su tumba, mucho más bonita y hermosa que cualquier pirámide…

Ahora completo este diario porque será esencial para aquella persona que lo lea, ya que resolverá muchas preguntas. Pero le pido al que lea esto que Tai no murió de una enfermedad sino que fue asesinado. Y también le de deseo suerte al lector porque su destino ya está escrito.









Terminé de leerlo, y Ami y yo suspiramos. Era preciosa la historia aunque su final fuese tan terrible.

– ¿No hay más? – Preguntó Ami con la esperanza de que la historia siguiese, de que aquel emperador volviese a vivir.

Recorrí las siguientes páginas. Nada. Completamente blanco.

 –No. ¿Qué querrá decir que al que lea el diario su destino ya está escrito?
 –Ni idea. Quizás deberías preguntarle a Zac, si alguien sabe algo, seguro que es él.

Ami tenía razón, tenía que hablar con él, lo que había leído era realmente un misterio, y sentía la necesidad de saber más. Me despedí de Ami y le dije que les contara lo que habíamos descubierto en el diario, que yo iba a buscar a Zac.
Salí de la torre, traspasar la barrera protectora me había hecho sentir insegura unos momentos pero tenía que reaccionar. La verdad es que no sabía como iba a encontrar a Zac. Tal vez… cogí el teléfono móvil que nos había regalado Zac, quizás había puesto su teléfono o algo. Pero lo único que aparecía en pantalla eran unos puntitos de colores. Uno rojo, otro azul, verde, gris y por último naranja.  Le dí vueltas y se me ocurrió la idea de que quizás era un busca. Yo era el gris; Ami, azul; Deborah, rojo; Brad, verde. Lo que supondría que Zac era el punto naranja.
Caminé en dirección al punto y recorrí casi todo el patio central, lo que me dejo un poco exhausta. Llegué a una torre parecida a la nuestra pero un poco más pequeña. También estaba adornada por esos jeroglíficos que caracterizaban toda la escuela. Puse mi mano sobre el pomo y la puerta se abrió sin problemas.
Una vez dentro, me pareció un sala común como la que teníamos nosotros en nuestra torre, pero bastante diferente aunque si que había una chimenea en el mismo lugar. También había cuatro escaleras, pero no sabía por cuál subir. Volví a coger el busca y el puntito naranja se encontraba en la escalera norte, así que me dispuse a subir.
Oí unas voces, lo que hizo que me pusiera alerta, y algo me decía que no entrase.  Me concentré en entender lo que decían aunque no me costó mucho, es más, lo oía con claridad. (Ya sé que está mal escuchar conversaciones ajenas, pero me moría de curiosidad de con quién estaba Zac).  Eran dos voces, una la identifiqué como la de Zac y la otra juraría que era Trevor.

– ¿Estás seguro, Zac?
– Completamente. Se predijo que Lena era la persona predestinada para mí pero creo que se equivocaron. Si que le encuentro algo diferente pero sigue siendo una cría perdida, como el resto de sus compañeros. Me es indiferente, aunque me divierte ver como se sonroja con mis palabras.
–No estoy seguro de que digas lo que piensas, Zac.

Después ya no oí nada más. Las lágrimas mojaban mi cara, no lo podía evitar. Me temblaban las piernas y solo quería meterme en mi casa y despertarme de esta pesadilla. Quería volver a casa. En un descuido se me cayó el busca de las manos, lo que produjo que se enteraran de mi presencia. Lo cogí rápidamente y corrí lo más rápido que podía, no iba a permitir que Zac me viera así, no le iba a dar el gusto. Y mientras yo salía de la torre, oí a Zac gritar mi nombre.
Seguí corriendo con todas mis fuerzas, fue extraño casi no sentía mis pies tocando el suelo.  Llegué a una puerta de madera de arce, estaba adornada por enredaderas, tenía que enseñársela a Brad pero en otro momento, ahora solo quería encontrar un sitio en el que refugiarme y en el que nadie me viera.
Entre rápidamente y cerré la puerta tras de mí. Debía de ser una sala de entretenimiento, estaba repleta de máquinas de recreativos, billares, máquinas para jugar a los dardos…
Encontré un pequeño sillón en un rincón de la habitación y me acurruqué en él. No podía volver a nuestra torre, no podían verme así y además lo más seguro es que Zac estuviese allí. Mi cabeza ya no podía pensar más e hice lo único que en esos momentos podía hacer, llorar.
Los segundos se transformaban en minutos y los minutos en segundos. Parecía que mi angustia se había desvanecido junto con mis lágrimas, ahora ya respiraba con normalidad y ya no me encontraba como si un camión me hubiese atropellado. Iba a ponerme de pie cuando se abrió la puerta. Lo primero que pensé fue “¡Zac!” y me escondí detrás de una de esas grandes máquinas. Pero no era su voz sino la de una chica.

– ¡Sé que estás aquí! ¡Noto tu olor!

¿Olor? Que yo sepa no olía mal, instintivamente dirigí mi nariz hacia mi sobaco, desde luego que no era yo.

– ¡Puedo olerte! ¡Mi poder está basado en el tuyo!

Se cayó de repente y dejé de sentir la máquina a mi espalda, no notaba nada. Entonces fue cuando me dí la vuelta y la vi, y como su brazo se levantaba como señalando algo. Miré hacia arriba, ¡La máquina estaba volando encima de mí! No pude retener un grito.

– Puedo mover cosas con la mente. ¡Qué rabia me das! Yo tardé años en conseguir mi quinta estrella y ¡Tú ha sido llegar y besar el santo! Encima Zac solo tiene ojos para ti, os vi en la cafetería ayer. Que te quede muy claro, Zac es mío.
– No tengo ningún interés en Zac, créeme.
– No me hagas reír…encima todos los chicos desde que llegasteis solo se fijan en ti. Y no paran de hablar de tus ojos azules. ¡Cómo me gustaría arrancártelos!

Decidido: esta chica estaba loca o al extremo de un ataque de celos que según ella yo provoqué.  Ahora tenía que descubrir como iba a salir de allí ilesa. Me puse de pie y busqué algo que me ayudase.

–Veo que has decidido luchar, muy bien.

En sus ojos verdes veía claramente odio e ira, y no me hacía mucha gracia que fueran dedicados a mí. Su pelo rubio empezó a ondearse, como si hubiera brisa y su piel parecía aun más blanca. En menos de un segundo la mesa de billar se abalanzaba sobre mí. Y como cualquier persona normal eché a correr.

– ¡No huyas!
– ¡Cómo que te voy a hacer caso!

Pero en cualquier lugar que me escondía a ella le bastaba levantar la mano para mover mi escondite. Hasta que todo estaba esparcido por el suelo e incluso había cosas rotas y ya no me quedaba ningún lugar donde resguardarme. Ella levantó el brazo por una última vez y con él, yo deje de sentir el suelo bajo mis pies. Estaba más o menos a dos metros del suelo y ella me zarandeaba de un lugar a otro como si fuera un juguete, eso me recordó a mi enfrentamiento con Sara. A pesar del dolor que sentía recorrer mi cuerpo me concentré en invocar al viento y cuando abrí los ojos veía como la chica-loca me lanzaba una última máquina que resultaba ilesa de la pelea. Cerré los ojos con todas mis fuerzas y deseé que no me hiciera ningún daño. Oí una explosión y entrecerré los ojos, el aire se movía alrededor de la máquina que la hizo explotar así como la chica caía sin conocimiento por un fuerte golpe contra la pared debido a la explosión. Yo sentía como mis piernas flaqueaban y como yo también perdía el conocimiento mientras caía al suelo.

Mientras estaba dormida sentía como me apoyaban sobre una nube, realmente me sentía cómoda, sospeché que sería mi cama. Sentí cosquillas mientras alguien me susurraba.

–Lo siento.

¡Era su voz! Me desperté en ese mismo instante y sentándome sobre la cama buscaba con la mirada a Zac, pero él no estaba allí. El pomo de la puerta giró y yo cogí fuerzas para enfrentarme a él pero no apareció Zac, sino Ami, Deborah y Brad.

– ¡Ya te has despertado! ¡Estábamos muy preocupados por ti!
– Ami, estoy bien.

Me levanté con dificultad de la cama, mientras todo me parecía dar vueltas. Mientras caminaba me mareé aun más de lo que estaba y estuve a punto de caerme al suelo si Brad no me hubiera sujetado.

– Pues no lo pareces – me respondió Deborah.
– ¿Qué ha ocurrido? – Brad parecía preocupado aunque intentaba no mostrarlo demasiado.
– ¿Está Zac aquí? –No podía evitarlo pero no quería que estuviese cerca de mí, porque tenía el miedo de que si lo volvía ver me echaría a llorar otra vez.
– Él te ha traído pero ya se marchó. Dijo que habías tenido un conflicto con una alumna. – Yo no lo llamaría conflicto, Ami. Esa chica estaba loca.

Les conté todo lo que me había pasado en la sala de recreativos aunque me guardé el detalle ocurrido con Zac.

– Desde luego que estaba loca. ¿En serio que te tiró encima una mesa de billar?

Brad parecía desconcertado pero no era el único. Hasta yo, al oírme, me parecía una locura.

– Pero… ¿No fuiste a ver a Zac por lo del diario? – Deborah fue directa al grano aunque me hubiese gustado saltarme esa parte.
– Si…

No sabía si contárselo, pero algo en mi interior me dijo que lo hiciera que me ayudarían y desde ese momento se convertirían en mis mejores amigos.

–Le encontré gracias al teléfono móvil, se ve que es un busca. Él estaba en una torre muy similar a la nuestra, aunque ligeramente más pequeña. Estaba con Trevor.  –Hice una pausa y observe como Deborah prestaba aún más atención. – Pero no entré en lo que parecía un despacho, me quedé en la puerta esperando y escuchando en silencio. Y le oí decir que yo solo era un juguete para él, que era simplemente una cría perdida en este lugar.

Mientras hablaba me iba acurrucando más y más encima de la cama. Pero esta vez ya no lloraba, lo que hizo alegrarme. Veía caras de asombro y como intercambiaban miradas.
Deborah fue la primera en hablar.

– Y Trevor, ¿Qué le respondió?
– Qué no creía que dijese lo que realmente sentía.

Deborah suspiró y se sentó junto a mí. Y buscando las palabras exactas me miró y siguió hablando.

– No te preocupes, seguramente a Zac le sea difícil eso de mostrarse por dentro. Él solo, tiene que dirigir una escuela tan grande como esta, y solo tiene diecisiete años. Lo más seguro es que Trevor tuviese razón, porque me da la impresión que han sido amigos desde hace ya mucho tiempo.  No le des más vueltas. Además nosotros estamos contigo y creo que este es el principio de una gran amistad.

Y acabó sonriéndome calidamente. Yo apoyé la cabeza en su hombro, y suspiré largo y tendidamente.

– Además no le tienes nada que envidiar a nadie. Eres guapísima y sino mira tus ojos, son realmente bonitos.

No pude evitar sonreír al intento de animarme de Ami, realmente era una ricura de chica. Luego Ami se sentó al otro lado y me cogió de la mano. Y por último Brad habló:

– Déjale, a veces los chicos podemos ser un poco insoportables. 
– ¿Solo un poco? –Le respondió Ami.
– Lena, tú no le hagas caso a esta. Pero en serio te lo digo, pasa de él. –El rostro de Brad se volvió serio, parecía más maduro.
–Gracias, chicos.

De repente un hilo de plata rodeó cada una de nuestras muñecas que dibujó una cadena con el símbolo de cada uno. Aire, Fuego, Agua y Tierra. Estaban fuertemente unidos como sino se fueran a separar jamás. Después el hilo de plata despareció.

– Increíble. – Pude llegar a formular.
–La magia si que existe de verdad. – dijo Deborah. Yo ya sabía lo que ocurriría después.

La habitación se llenó de llamas de colores que giraban alrededor de Deborah hasta juntarse en la palma de sus manos y formar lo que parecía el arco iris. Las llamas se fueron disipando y dejaron ver un anillo de plata con un rubí incrustado que estaba adornado por hilos de plata. Todos le sonreímos, Deborah ya sabía lo que tenía que hacer. Cerró los ojos, suspiró y el anillo ardió y dio a una forma mucho más grande, las llamas volvieron al rubí incrustado en la parte superior de la espada. Era una espada firme aunque su hoja era fina. Ahora los hilos de plata se mezclaban con rojos, tanto en la empuñadura como en la hoja. Era preciosa.
Deborah abrió los ojos y se le escapó un grito de asombro. Acarició la espada como si se fuera a desvanecer en cualquier momento. Volvió a cerrar los ojos y la magnifica espada se volvió a convertir en un anillo.

– Cada momento que paso aquí ocurren cosas increíbles. Dignas de magia. –Ami pensó en voz alta sin darse cuenta. Deborah, Brad y yo nos miramos. Ami sería la siguiente, y ella lo sabía.

El agua caía de las paredes, como cascadas, tal como había hecho cuando llegó Ami. Al tocar el suelo se convertía en burbujas, y una burbuja mucho más grande que las demás se colocó en frente de Ami y ella la explotó, de la burbuja cayó un collar. Esta vez la gema era un zafiro, que brillaba con fuerza. La cadena era fina y se enredaba con los hilos que caracterizaban todas nuestras armas. Ami miró el collar con inseguridad y yo le apreté aún más la mano como signo de confianza. Ella me miró y asintió. Soltó mi mano y cogió el collar que flotaba delante suyo. Cerró los ojos como anteriormente hicimos Deborah y yo. El collar cambió de forma, parecía que el agua se iba a caer pero se mostraba firme en las manos de Ami.  Dio lugar a una especie de bastón azul. Parecía hecho como de hielo. Y la gema se sostenía en la cabeza del bastón. El bastón tenía dibujos parecidos a los de mi arco. Era magnifico. El bastón empezó a cambiar de nuevo, pero esta vez no volvió a ser un collar, sino que el bastón se convertía en una espada, luego en un arco, hasta en un bumerán. El arma podía cambiar a la forma que quería Ami, como podía hacer el agua.
Ami ya tenía los ojos abiertos y miraba lo que pasaba serenamente hasta que el bastón volvió a la forma del collar.
Ahora las tres mirábamos a Brad. Esperando a que diera el paso.

– ¿Ahora? No sé yo…no es que no crea en la magia pero es cosa de niños…

Ami le miró seriamente y Brad entendió que no había relación en lo que había dicho.

– Esta bien, lo admito. Creo en la magia.


El suelo se movía con brusquedad, instintivamente pusimos los pies encima de la cama y nos agarramos Ami, Deborah y yo. Brad se quedó a nuestro lado pero él estaba sobre el suelo y no temía a que se derrumbase el edificio en cualquier momento.
Un árbol creció del suelo de mi habitación, yo esperaba a que no fuera permanente, porque no me haría ninguna gracias dormir con árbol que salía del suelo. Pero el árbol floreció y un capullo de una flor, que se resistía a abrirse, al entrar en contacto con Brad se abrió lentamente dejando ver una cadena, como las que llevan últimamente los chicos. Lo único que la de él era negra con hilos verdes aunque brillaban tanto como los de plata. Brad no cerró los ojos, al contrario que nosotras, sino que la cadena se transformó delante de sus ojos. Era una espada, pero muy diferente a la de Deborah. La de Brad era ancha, y transmitía fuerza. La esmeralda se encontraba en el mango superior de la empuñadura. Y la hoja de plata ligeramente se curvaba. La empuñadura era de un color negro y al igual que la cadena estaba envuelta por finos hilos verdes.
Realmente estaba hecha para Brad. Le devolvió su forma original, y al instante, todos sonreíamos, era un momento único, que lamentablemente fue interrumpido por un sonoro rugido proveniente de mi tripa. ¿Por qué siempre me tenía que rugir la tripa a mí? Era penoso.
                            
– Ya son las cuatro, y no has tomado nada desde el desayuno. Ya verás, te prepararé un delicioso plato de pasta a mi especialidad. Luego, ya tendremos tiempo para debatir sobre el diario. –Dijo Brad, y a continuación me sonrió.
– ¡Yo te ayudo!
– ¿Tú? ¡Pero si seguro que quemas la cocina!

Era divertido ver a Brad y a Ami discutir mientras se alejaban por la puerta. Deborah y yo no pudimos evitar reírnos durante un rato, parecía que se odiaban pero seguramente acabarían juntos.

–Voy a darme una ducha para despejarme un poco.
–Y yo bajaré para comprobar que no se matan.

Otra vez nos reímos. Era un momento cómplice. Yo entré en el baño mientras Deborah bajaba. El agua fría de la ducha me vino bien, aclaré los muchos pensamientos que rondaban por mi cabeza. Lo de Zac ya lo vería, era una tontería preocuparme ahora. Los chicos ya habían conseguido sus armas, (que eran realmente increíbles). Y en lo único que  me concentraría ahora sería en degustar un plato de pasta delicioso, porque Brad tenía pinta de buen cocinero, por mucho que se quejase Ami. Lo del diario era otra historia. ¿Sería verdad la historia? Realmente era muy triste. Una última jabonada en el pelo. El agua fría volvía a discurrir por mi cabeza, realmente me sentaba bien. Salí del baño una vez ya vestida. Llevaba el pelo mojado, pero se me ocurrió una idea. Me concentré y convoqué al viento, ahora mi pelo se ondeaba por el aire, y en menos de dos minutos se me había secado el pelo. Cada vez se me daba mejor eso de controlar el aire. Cogí ese peine tan bonito que había en el baño y me lo pase delicadamente por el pelo. Me miré en el espejo del baño, cuando pasé para dejar el peine. Tenía algunos arañazos en la cara, supuestamente debidos a los golpes producidos por la chica-loca. Pero no había más daños superficiales. El viento vino a mi sin que yo lo llamase, y jugueteo por mi cara, pasó por mis heridas y entonces desaparecieron. Si que tenía utilidades dominar el viento, ahora podía sanar. Me sonreí a mi misma y bajé por la extensa escalera hasta la zona común.
Veía a Ami y a Brad discutir y a Deborah tomándoles el pelo. Esa imagen me transmitió familiaridad. Me sentía como en casa.
Ami me vio y se olvidó de sus disputas con Brad y corrió a mi encuentro.

–Tus heridas…
–Se ve que el viento también puede sanar.
–Ven. Ya casi hemos terminado de preparar la comida.
– ¿Hemos? –dijo Brad. –¡Si tu no has hecho nada!
– ¡Eso lo dirás  tú!
–Tranquilos chicos…–intervino Deborah.

Miré hacia donde estaba preparada la comida. Olía maravillosamente bien, me recordó a la cafetería y también a que me había estado viendo allí la chica-loca.

–Chicos, la chica-loca me dijo que me vio en la cafetería.
–No te preocupes, si la volvemos a ver le daremos una buena patada en el culo. Seremos tus guardaespaldas. –Dijo Deborah guiñándome el ojo.

El día transcurrió rápidamente. Entre risas ya anécdotas de nuestras antiguas vidas. Cuando ya se hizo muy tarde todos nos despedimos hasta el día siguiente. Yo me acurruqué en mi cama y debido al cansancio, me quedé enseguida profundamente dormida.


Capítulo 2

Capítulo 2: Recopilar información


Seguimos esa senda luminosa.  Nos llevó por pasillos interminables, que subían, que bajaban…
Llegamos a la recepción. La senda cruzaba toda la sala, dirigiéndose a la puerta opuesta a la principal. Abrí lentamente esa puerta y observé lo que me deparaba. Si yo creía que el patio de antes era grande, esto me dejaba sin palabras. Ocupaba la mayor parte del palacio, la senda no se veía acabar. Creo que me esperaba una larga caminata.
Mientras caminábamos, la gente nos miraba atentamente, con cara de sorpresa, más bien. Pero parecía que el hecho de que hubiese una senda luminosa cruzando el campus no era extraño. ¿Lo harían con todos los iniciados? Ya lo descubriré.
Ya estábamos al otro lado, había un enorme torreón. Como en todos los sitios del lugar, había bastantes jeroglíficos incrustados en las paredes, contaban historias, y me daba mucha rabia no saber que ponía.
Por dentro aún era más alucinante. Para entrar, teníamos que pasar por un muro casi invisible, que reconocía nuestros poderes. Porque al cruzar el muro una oleada de viento jugueteó alrededor de mí, lo mismo pasó con Ami, pero en vez de viento fue el agua quien le dio la bienvenida. Brad aún seguía atónito después de haber olido las muchas fragancias que nos sugiere la tierra. Y Deborah tenía una gran sonrisa en la cara, creo que le hacía feliz formar parte de algo tan increíble.
Voy a proseguir a describir el lugar. Era un gran recibidor, y una chimenea al fondo de la estancia daba un toque hogareño al lugar. Había varios sillones alrededor de la chimenea, y unas grandes lámparas colgadas del techo. En un lado de la sala, había como una pequeña cocina, la suficiente como para prepararte la cena.
Abrí los estantes, había diferentes alimentos; saludables, poco saludables… También había una gran cafetera y al lado todo tipo de cafés. La cocina poseía un horno que probablemente seria la envidia de cualquier cocinero. La nevera estaba llena, realmente me relamía viendo todo lo que teníamos para nuestro consumo; chocolate suizo, leche de una marca muy cara, galletas de trocitos de chocolate…Juro que me estaba entrando el hambre.
De la sala principal subían cuatro escaleras diferentes, con diversos tatuajes en sus barandillas, pero ninguno se repetía. Daban a unos balcones, con grandes puertas en la pared.

–Chicos, creo que cada uno tiene que ir a una habitación específica. –Todos me miraron con curiosidad y yo aclaré mi afirmación. – ¿Veis las insignias que hay encima de cada puerta?

Asintieron.

–Pues en la puerta norte hay olas en la insignia, esa sería la habitación de Ami. En la sur, hay llamas, esa es la de Deborah. Brad, la tuya sería la que está en el oeste, porque la insignia está adornada con árboles entrelazados entre sí. Y por último, la habitación este debe ser la mía, en la insignia hay un huracán plata.

Todos nos miramos, creo que estábamos de acuerdo. Había que ir a ver las habitaciones, a ver si yo no me había equivocado con mi deducción.
Subí las escaleras que estaban en la zona este, y llegué a la inmensa puerta. Aún era más bonita de cerca. La adornaban tiras de viento plateadas y entrelazadas, realmente si parecía mágica. El pomo era grande y consistente, adornado por unos dibujos similares a los de mi arco. Y la insignia estaba colocada en la parte superior de la puerta, el huracán me encantaba, me tranquilizaba…Aunque parezca imposible, aunque sea un simple dibujo…también me gustaban las alas que adornaban la insignia, creo que lo me espera después de la puerta también me gustaría.
Dentro de mí, la curiosidad ardía fuertemente. Coloqué la mano en el pomo, suspiré y abrí la inmensa puerta.

Esa era la habitación que siempre hube deseado. Parecía que habían podido leer mi mente, coger todos mis gustos y ponerlos en aquella habitación.
En una de sus paredes había una gran ventana, la abrí, y me apoyé en la barandilla de la pequeña terraza. Las vistas eran espectaculares, podía observar las tres pirámides. ¿Cuántos misterios poseerían esas tumbas? ¿Cuántos tesoros sin descubrir? Aquella idea me fascinaba, además esa vista me atrapaba, no me dejaba parar de mirarlas…
Desperté de aquel paisaje y me decidí a examinar mejor mi habitación.
La cama se situaba en medio de la gran habitación. Era más bien grande, como de matrimonio. Las sábanas tenían un tacto suave, y eran de un color grisáceo. Tenían un estampado que no reconocí a primera vista pero era el mismo dibujo que adornaba mi arco. Una gran colcha roja se situaba encima, tenía bordados negros en su superficie. La almohada parecía bien mullida y muy cómoda. El cabecero de la cama era negro carbón, líneas sofisticadas de color plata decoraban el tablón.
Me tiré encima de la cama, era realmente cómoda, como me había imaginado. Me daba la impresión de estar sobre una nube. Era una sensación única.
Lo que más me llamaba la atención era la mesilla, estaba suspendida en el aire. Pasé la mano por debajo y por los laterales. Nada. Era a la vez extraño y fascinante. Sobre la mesilla, había una lámpara. Era de un color azul celeste, y su forma era ovalada. La encendí presionando el botón de su base, y se encendió, a pesar de no haber ningún cable que lo conectase a algún enchufe. Se me ocurrió que quizás llevaría pilas. Ni una sola abertura. ¡Cada vez este viaje era cada vez más mágico!
Puse los pies sobre la alfombra escarlata, y ojeé la habitación con más detenimiento.
Al otro lado de la cama se situaba una pared, en el centro había un espacio con baldas en forma de estantería. Libros muy antiguos, plumas y un reloj de arena se situaban en sus grandes baldas.
Decidí mirar detrás de la pared que abarcaba la cama. Había un gran escritorio de ébano ante mis ojos, realmente precioso. Me senté en la gran silla y cogí un libro situado en medio de la mesa. Su portada se movía, como si fuera un vídeo, corrientes de aire se alejaban, mientras otras adquirían un plano mayor. El cierre era antiguo, se necesitaba una llave, pero no encontraba ninguna por los cajones.
De repente oí un susurro decía “Tu eres la llave…”
Me asusté y el libro se me cayó de las manos. Las corrientes de aire cesaron su movimiento. Lo recogí del suelo, y al solo tocarlo, volvieron a moverse.
¿Qué yo era la llave? ¿Qué querría decir con eso? Más misterios, lo que me faltaba.
Dos puertas estaban detrás de mí, no creo que necesitase más emociones por hoy. Creo que ya he pasado con diferencia el límite de sensaciones por día. Pero la curiosidad me corría, me mordí el labio y me levanté. Me dirigí a una de las puertas y apoyé la mano sobre el pomo. Retrocedí unos pasos, era mejor no tentar a la suerte. Vete tú a saber que habría detrás de esas puertas. Pero mis ganas eran superiores a mí, dude unos momentos y…abrí la puerta a toda velocidad a la vez que cerraba los ojos. Me quedé quieta como esperando a que algo me atacara de pronto. Nada. Abrí los ojos lentamente, y me empecé a reír de mi misma. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Era un simple armario. Entré dentro, tengo que decir que me asombré al ver toda mi ropa colgada de las diferentes perchas. Pero había algo que no era mío; una camiseta de tirantes negra, una cazadora de cuero sin mangas de un color beige y con el cuello más o menos alto, unos vaqueros oscuros cortos y unas botas altas negras, también de cuero. El conjunto también incluía unos guantes a juego con la chaqueta. Estaban planchados y colgados de una percha, miré la talla y resultó ser la mía. ¿Quién la habría dejado allí? ¿Sería un uniforme? Entonces me acordé de todos los alumnos que había visto antes, ninguno llevaba uniforme. ¿Entonces? Revolví por los bolsillos buscando alguna pista. Se cayó un papel al suelo, lo cogí con cuidado y leí:
  
      Para Lena:
      Esta es la ropa que deberás llevar a las clases, es una ropa especial acomodada a tus
      poderes, con ella es mucho más difícil que resultes herida, debido a que aún eres inexperta
       en como usarlos.
                                                                                                     Zac

Solo leyendo la nota una sonrisa se dibujó en mi cara, a la vez que mis mejillas se coloreaban. Me la guardé en el bolsillo de mi pantalón, y no se porqué me parecía un pequeño tesoro. Me levanté y me dirigí a la habitación, miré la otra puerta. Me quedé un rato allí, sin decidirme a que hacer. Seguramente no tendría que preocuparme a lo que habría detrás, no me iba a pasar como antes, que me pensaba que habría cualquier cosa terrorífica y al final era un simple armario…
Me coloqué delante de la puerta, y con bastante menos miedo que antes, abrí la puerta.
¡Guauuu! ¡Qué chulada! ¡Era el baño más  impresionante que había visto nunca! Las paredes del baño eran de mármol caro, y los muebles de madera de ébano. La bañera era bastante grande y había una balda encima con todo productos para el pelo, burbujas para el baño, jabones con fragancias… ¡Hummm.....! ¡Qué bien huelen!
La ducha se situaba en la derecha del baño, separada de la bañera. Tenía toda clase de chorros diferentes; grueso, fino, para espaldas doloridas…Seguro que sería la ducha con hidromasaje más cara de la tienda.
Me dirigí al lavabo, un jabón olor vainilla complementaba toda la estancia. Levanté la vista y me miré.
El pelo marrón oscuro se deslizaba suavemente por mi cara, más o menos me llegaba un poco más abajo del pecho, las ondas se enredaban, dándome un toque desaliñado, llevaba el pelo fatal, enseguida busqué un peine con el que controlar mis ondulaciones. Cogí el primero que vi, bastante bonito, por cierto, de colores marinos. Y empecé a peinarme la cabellera.
Aún me duraba la raya que me había puesto hace unas horas antes. Intacta. La verdad es que me gustaba mucho ese tono oscuro, resalta mis ojos azules cielo. Mis labios seguían con un brillo de sabor manzana, mi preferido. La verdad es que no me gustaba maquillarme en exceso, realmente no quería parecer una de esas chicas que parecen que van a una fiesta de disfraces.  Las uñas seguían perfectas, de una manicura francesa que me hice para la boda de mi tía unos cuantos días atrás. Sinceramente, no parecía que hubiese sido tragada por un huracán. Seguí examinándome.
Soy de una estatura media. No. Un poco más alta de la estatura media. Pero eso nunca había sido un problema.

Llevaba un peto de color marrón y un cinturón oscuro que realzaba mi figura. La camiseta que llevaba debajo era de un rosa pastel y alguna que otra pulsera en las muñecas. Me miré los pies, si, realmente me gustaban esas sandalias romanas, a juego con mi conjunto. Realmente hoy iba guapa.
¿Verdad que es extraño? Acabo de entrar en un mundo de fantasía que solo aparece en los sueños de los niños y yo preocupándome por mi aspecto…quizás tuviera algo que ver Zac…realmente no quería que me viera hecha un desastre. Zac… ¿Pero que me pasa? Pufff....., hoy estoy en otra parte. Sacudí la cabeza eliminando cada pensamiento que me venía sobre él. Si lo acababa de conocer… ¿Y ya pensando en él?
Salí del baño, con cada pelo colocado perfectamente en su sitio. Y decidí dirigirme a la sala principal haber que tal les había ido a los demás con sus respectivas habitaciones. Me dí cuenta de algo que no había visto al entrar, al lado de la puerta había un rincón con mogollón de puffs y una televisión de las que ves y te tiras para atrás, de estas que solo los ricos tienen. Realmente ese sería mi rincón favorito.
Salí por la puerta, allí estaban mis compañeros y quizás mis futuros amigos. Estaban teniendo una conversación fluida pero se habían dado cuenta de una cuarta presencia. Les sonreí y me devolvieron la sonrisa, cada cual más cálida.

– ¿Qué tal tu habitación? –me dijo Ami con una gran sonrisa, esa chica empezaba a caerme bien.
– Alucinante. ¿Y las vuestras?
– ¡La mía tiene un acuario! –dijo antes de que les dieran tiempo a responder a Deborah o a Brad.
– Pues la mía tiene un balcón con jardín. – A Brad le daba vergüenza decir eso, porque no suele ser un hobby muy común entre los adolescentes, pero se notaba que le debía encantar.
–La mía tiene una lámpara que echa fuego.
– ¿Fuego? ¿No es peligroso? –Pensaba igual que Ami, eso debía ser muy peligroso.
–No, no. Es increíble porque ese fuego no quema. Lo he tocado antes y no ha hecho nada.
–Pues en mi habitación…–ahora lo recordaba, había otra cosa muy peculiar. –Hay un sillón que vuela.
– ¿Vuela? –dijeron los tres a la vez, y no pude retener una pequeña sonrisa.
– Si.
– ¡Qué guay! Acuarios gigantes, jardines, lámparas que echan fuego, sillones que vuelan… ¡Parece un sueño!
Ami volvía a tener razón, era como un sueño del que no querías despertar jamás.
En este momento me rugieron las tripas, y no pude evitar ponerme roja como un tomate.
–Si, yo también tengo hambre. – Y con esas palabras Deborah me guiñó un ojo.
– ¿Queréis que prepare algo? – No podía parar de sentirme culpable de ese rugido, así que mejor preparase algo y ya no me pusieran mis tripas en evidencia.
– ¡Yo te ayudo! – Ami realmente parecía como una niña, siempre dispuesta a ayudar a los demás.
Mientras preparábamos el plato favorito de Ami, tortilla de patata. Brad no paraba de meterse con Ami por lo mal que cocinaba, y Deborah no podía aguantar su risa.
– ¿Pero se puede ser tan negada para cocinar? ¡Has dejado toda la cáscara en la yema!
– ¡Pues intenta hacerlo tu mejor! ¡Tanto que sabes!
– Por favor, deja a un maestro. – Y ante nuestras narices partió dos huevos con una sola mano. Ni rastro de cáscara.
– Suerte.
–Seguro…

Realmente esa escena era divertida, y aunque por mucho que dijeran los dos, se lo pasaban en grande. Quizás llegaran a acabar juntos…
La puerta principal de la torre se abrió. Al verlo me quedé inmóvil. ¿Cómo podía sucederme? ¡Si no lo conocía!
Pero ahí estaba Zac, delante de mí, observándome. Empecé a ponerme roja y desvié la vista y el se decidió a hablar.

– ¿Qué tal vuestras habitaciones?
– ¡Increíbles! ¡Es la que siempre desee tener!
– Es un halago, Ami. La verdad es que investigamos vuestros gustos, y creo que esa ha sido la clave.
– ¡Venga tío! ¡No hables tan formal! –Lo que dijo Brad nos sorprendió, incluso a Zac. Era algo que habíamos pensado todos pero no creíamos que fuera educado decírselo.
– Esta bien, es que estoy acostumbrado.
– ¿A qué?

Realmente se me había escapado la pregunta, la había pensado en voz alta y me empezaba a arrepentir. Todos me miraban, pero luego dirigieron su mirada a Zac.

– Si. ¿Por qué? –Deborah me estaba ayudando, se había percatado de que la había soltado sin pensar y que empezaba a ponerme nerviosa. Y yo le di las gracias con una gran sonrisa que me fue devuelta.

–Soy el director de esta escuela, aunque soy muy joven. Y siempre tengo que ser formal por las reuniones, las clases…creo que se me ha quedado.
– ¿Das clases? –Realmente no sé porqué se me iluminaron los ojos. Realmente con Zac me comportaba de una forma muy diferente a la mía. Nunca habría sido tan directa.
–Si. Ayudo a desarrollar vuestros poderes de formas que nunca habrías imaginado.
– ¡Qué guay! ¿Nos vas a dar clase ahora?

Todos miramos a Ami, nos preguntábamos lo mismo. ¿Quería ir a clases en verano? Ami se había dado cuenta de que todos la mirábamos, se empezaba a poner nerviosa, se estaba dando cuenta de lo que había dicho (aunque no era nada malo). Entonces miré a Zac, que pareció comprender mi mirada.

–No os voy a dar clase ahora, pero si que llegaré a ser vuestro tutor. La semana que viene empezaremos como os dije hace más o menos una hora.

Finalizó la frase con una enorme sonrisa, que enseguida tranquilizó a Ami, que suspiró aliviada. Luego Zac dirigió la sonrisa hacia mí. ¡Dios! ¡Me iba a derretir! Lena…tranquila…me repetía a mí misma. ¿Por qué sentía esto? Bufff… mejor no pensar más en ello. Haber, concéntrate en la conversación…

– ¿Habéis comido ya?
– No, y creo que seguiremos sin hacerlo…yo no me como esa tortilla…
– ¡Brad!

Realmente Brad se divertía haciendo rabiar a Ami, aunque en sus ojos yo notaba que la miraba de forma especial. Aunque quizás solo eran imaginaciones mías.

– ¿Os parece bien ir a la cafetería de la escuela? –dijo Zac.
– ¡Bien! ¡Cómo deseo una bolsa de patatas fritas! –Deborah se relamía solo con pensar en esa suculenta bolsa llamada comida basura.
– Decidido ¿No? – pregunté al grupo.
– ¡Claro! –Respondieron todos al unísono, aunque Ami parecía un poco molesta por el rechazo de su comida, pero no le desagradaba la idea de comer en la cafetería.

Salimos de la torre, nos dirigimos por el gran patio, esta vez lo miré con un poco más detenimiento. Había varios árboles que daban sombra a jóvenes estudiantes que o bien estudiaban o se besaban con su novio o novia. Dentro del patio había un edificio más pequeño, me figuro que sería la cafetería. Mesas redondas y acogedoras se desplegaban alrededor del establecimiento. En las paredes seguían dibujados esos extraños dibujos.
Nos decidimos a entrar. La verdad es que anteriormente no me había fijado que nos miraban pero en esa cafetería me parecía más que obvio. ¿Por qué me tendría que importar lo que la gente cuchicheaba o pensaba sobre mí? Miles de veces me había formulado la pregunta, todavía sin respuesta.
La cafetería estaba adornada con buen gusto. Cuadros caros en las paredes, un salón gigante, una barra de una forma abstracta pero que le daba un toque chic… ¡El camarero incluso llevaba smoking!
Zac le hizo una seña y fuimos a un salón continuo incluso aun más grande. Ahí debía ser donde se realizaban las comidas importantes, algún que otro alumno cenaba y como no, nos miraban atentamente. Había una zona un poco más elevada, adornada por una preciosa barandilla de madera de arce. En medio del pequeño recinto elevado unos centímetros había una mesa preparada con mucho cuidado. ¡La mesa tenía cubiertos que no había visto nunca! ¡Vete tú a saber para que servirían!
Zac nos hizo un ademán para que nos sentásemos en esa mesa. Justo en esa. ¡Genial! ¡Y yo que no quería llamar la atención y nos habíamos sentado en la mesa más llamativa de la sala!

– ¿A ti también te da la sensación de que todo el mundo nos observa?

No pude evitar dar un salto de susto. Estaba tan concentrada en mis problemas de timidez que no me había dado cuenta de que Deborah estaba a mi lado.

–Si, y es incómodo. – Me decidí a contestar.
– Bastante.

Sonreí. Por fin había conocido a una persona que tampoco le gustase ser el centro de atención. Quizá ese viaje me ayudará a encontrar a una buena amiga. Una vez sentados Zac nos preguntó que queríamos para cenar, claro, con esa mesa, nos daba vergüenza decir que queríamos pizza, aunque creo que Zac empezaba a verlo en nuestras caras.

– ¿Qué queréis tomar?
–Bueno…cualquier cosa me parecería bien…–empecé a formular hasta que me interrumpió.
– Pizza. ¿No?
–Si.
Me sentía un poco ruborizada, aunque mis compañeros de mesa parecían contentos de que alguno se hubiera expresado con el deseo colectivo.
Lo que pasó después, creo que no se me olvidará nunca. Zac pronunció lo que íbamos a comer y en ese mismo instante, de una mesa circular situada en el centro, repleta de platos de diferentes sabores, se elevaron unos platos que contenían unas pizzas en su interior. Si, levitaban, y se acercaban a nosotros. Y no, no estoy loca, aunque empezaba a dudarlo. Finalmente, cada uno tenía su plato, y todos menos Zac teníamos los ojos abiertos de par en par.

–La mayoría de alumnos tienen la misma expresión en sus caras que vosotros.
– ¿Cómo diablos ha pasado eso? –Brad realmente parecía atónito.
– ¿Y si te dijera que es magia?

Y otra vez, esa sonrisa. Ya podría sonreír a los demás, pero no, precisamente, me tenía que sonreír a mí. No sabía que hacer, así que tomé el camino más fácil, intentar hablar con alguien y apartar la mirada. Ya sé que no está bien, pero, ¿Qué queréis que haga?

–Deborah…
– ¡Ah! ¡Casi se me olvida! –Era Zac el que hablaba, parecía que intentaba no dejarme tener una conversación tranquila, y otra vez, mi travieso corazón, empezó a palpitar.
– ¿El qué?

Ami mostraba una gran curiosidad y se le abrieron los ojos como platos al ver unos paquetillos envueltos con papel de regalo.

–Este para Ami, este otro para Brad, para Deborah este…y toma, este para ti.

Todos nos lo quedamos mirando, nos había dejado un poco perplejos, otra vez.

– ¿Los podemos abrir? – dijo Brad.
–Claro, todo vuestro.

Lo abrí con cuidado, para no romper demasiado ese papel tan bonito con el que estaba envuelto. Abrí la caja que había estado envuelta un segundo antes. Era… ¿Un teléfono móvil? Era una pantalla táctil con unos bordes de color azul con adornos plateados. Más tarde descubrí que había un teclado escondido debajo de la pantalla, que se desplegaba horizontalmente.
Miré los regalos de mis compañeros (o en algún tiempo, quizás amigos), eran los mismos móviles pero con diferentes colores y dibujos. El de Deborah era rojo, el de Ami, azul, y por último el de Brad verde.

– Este será vuestro comunicador, tiene apariencia de teléfono móvil pero tiene otras muchas funciones. Os pueden salvar en un momento crítico.

¿Salvarnos un móvil? O no había escuchado bien o Zac estaba loco…pero viendo todo lo que había pasado la loca parecía yo.
La velada transcurrió con normalidad, sin más sorpresas ni trucos de magia. A medianoche nos dirigimos a nuestros nuevos dormitorios. Cada vez que veía la torre, más me parecía un sueño, realmente era impresionante.
Una vez dentro, cada uno subimos a los dormitorios, aunque antes nos despedimos para la jornada siguiente.
Abrí otra vez la inmensa puerta, y cuando estuve dentro, la cerré con cuidado para evitar cualquier ruido.
Me dirigí al baño, lo mejor que podía hacer era darme un buen baño para quitarme el estrés de encima. Saqué todo tipo de recipientes con sales, cremas, y hasta uno que proporcionaba burbujas al baño. Abrí el grifo mientras me desvestía, realmente, el sonido del agua me tranquilizaba. Cuando me metí en la bañera, me sentía totalmente relajada y notaba como ese estrés se desvanecía a cada minuto. Pensaba en todo lo sucedido, parecía todo una locura pero en realidad era real, ya no podía fingir que todo esto era un sueño, tenía que afrontarlo de frente. Ya tenía todas mis ideas en orden. Salí lentamente de la bañera, para prolongar lo máximo posible ese estado de relajamiento, del que sabía que no duraría mucho. Me pasé una toalla y vacié la bañera. Recogí un poco el baño y me encaminé al armario, seguro que habría algún pijama que pudiera servirme. Tal como me imagina había un pijama de dos piezas en un estante de la habitación-armario. Era realmente bonito ese pijama de verano, de un color rosa palo. Me iba perfecto. Fui a la cama y me recosté. Parecía estar en una nube, y, en cuestión de segundos me quedé dormida.


Capítulo 1

PRÓLOGO




Os voy a contar mi maravillosa historia, llena de locura, magia y amor. La viví en mi piel,  muchas veces no supe por donde tirar pero ahora estoy aquí, para contaros la más increíble de las historias.
Todo empezó el primer día de verano. Las vacaciones, la playa, el sonido de la brisa… De momento, todo es normal, pero mi vida va a dar un vuelco de 180º.

                                                                                                                                                 
































Capítulo 1
El comienzo de todo.


Lo primero será presentarme, me llamo Lena, encantada. Estoy en un acantilado, siempre me han gustado los lugares altos, sentir el viento en la cara, oír el choque de las olas sin cesar, ese es mi pequeño paraíso. Respiré hondo, y miré al horizonte.
El viento soplaba más fuerte que de costumbre, es más, me empujaba. Yo me quedaba quieta, lo más lógico hubiese sido haberme metido en casa, a ver películas y a comer palomitas. Es decir, esperar a que pasase el mal tiempo. Pero yo, no quería, había un impulso que no me dejaba irme, decidí llevarme por el viento, ya pararía.
En ese mismo instante una corriente de aire llegó a mi espalda, me empujó hasta la punta del barranco y me tiró. Miraba el mar, adonde iba a caer, pensé que había sido el final, que todo se había acabado. Yo no quería, aún me faltaban muchas cosas que vivir. No quería acabar así.
Me paré en el aire, vale, eso no es normal. Una capa de viento me protegía. Ante mis ojos apareció un huracán, empezaba a tener miedo, mucho miedo. Casi no lo sentí cuando me atrapó, me parecía una sensación familiar, eso es de locos.
Mientras yo vivía ese acontemiento,  en otros lugares del país lo estaban pasando mucho peor.
En las costas del sur, había una joven alegre, haciendo lo que más le gustaba, estaba en el mar, surfeando. Le pasó igual que a mí, vivía su momento de gloria, un  momento de tranquilidad, controlando todos sus movimientos. Era una muchacha de cabellos castaños, algún destello rubio adornaba su largo pelo. Sus ojos eran similares al mar, azules, eran unos ojos preciosos, debo admitirlo. Su piel era morena, de haber estado tanto tiempo al sol. Le gustaba mucho la playa. 
Una ola creció detrás de ella, sin explicación, solo podemos fiarnos de la magia. Ya os podéis imaginar que pasó. La ola, sin piedad, la arrastró hasta mar adentro, y en ese instante despareció.

 Todavía no he acabado, la historia sigue. Cada vez más siniestra.
En un parque de mi querida Barcelona había un chico, pelo moreno, ojos marrones... lo típico, ¿no?
Pues le pasó algo que se podía haber escrito en una novela de terror. La tierra se abrió, formando grandes grietas en el suelo, todo el parque temblaba. Las grietas rodeaban al muchacho, dejándolo atrapado. Un segundo y el cayó tierra adentro. Al terminar la tierra su tarea, las grietas se desvanecieron, se volvieron a juntar. Como si lo que hubiese pasado fuese un mal sueño.
Los misterios continúan, el miedo vuelve a aparecer pero de una forma muy suculenta.
En un supermercado de Salamanca, una chica estaba haciendo la compra con sus amigos, era un día aburrido. Ella deseaba abarcar una aventura, aunque fuera pequeña, lo deseaba con todo su corazón, no quería vivir su aburrida vida de siempre, prevista en todo momento. Su vista se dirigió hacia un lugar, una gran torre en medio del largo pasillo, anunciaba un chocolate. La dependienta que pasaba por allí le dio a probar, con tal de hacer un poco de propaganda.
Le pareció suculento y delicioso al mismo tiempo, se estaba planteando comprarlo o no. Era un sabor nuevo, excitante... En un descuido se le cayó al suelo la barrita de chocolate. Fue a cogerla y...se prendió fuego, el fuego estaba vivo, se extendía más rápido que la luz, no le dio tiempo a reaccionar y el fuego la envolvió. Era muy extraño, ¡Ella no se quemaba! Intentó salir del supermercado a tientas, el humo le impedía la visibilidad. ¡Pero ocurrió algo mágico! El fuego que la rodeaba creció aun más, cuando apagaron el fuego, la chica había desaparecido…

Volviendo al principio, a ese huracán que me tragó sin compasión…empezó a desvanecerse. Yo no veía claramente, el viento hacia un muro que me impedía ver. Algo se movió, yo no sabía que era y empecé a temblar. No quería ni pensar que me esperaba detrás de ese viento. Últimamente he visto muchas películas de miedo, de lo cual me arrepiento.
Ya podía ver con un poco más de claridad, esa sombra tomó forma humana. En un segundo pasó de darme miedo a simple curiosidad. ¿Quién sería? ¿Por qué no se marchaba de allí? ¡Estaba a punto de tragarlo un huracán!
Ya casi había desaparecido la cortina de viento que me rodeaba, podía observar una sala. Las paredes estaban adornadas con millones de retratos, por sus formas de vestir y de posar, deducí que eran de la realeza. Había un cuadro más grande que todos los demás, casi llenaba una pared entera. Se podía contemplar a una joven, era realmente hermosa. Sus cabellos eran negros, pero con un brillo especial. Su pelo se enredaba con unas flores, hacían que el cuadro pareciese más bello aún. Sobre su cabeza llevaba una tiara, los adornos de esta eran finos y extravagantes, no los había visto nunca.  Tenía la piel tersa y muy clarita. Sus ojos eran verdes, las pestañas los adornaban. Llevaba puesto una tunica, muy parecida a las que yo había visto en películas del lejano Egipto.
Unos diamantes adornaban la túnica. En las manos llevaba algo que realmente me llamó la atención. En la mano derecha tenía una luna, y en la izquierda un sol. Los dos se complementaban, era algo precioso y mágico.
Debajo del gran cuadro algo se movía, supongo que sería la sombra de antes. Miré al suelo y me llevé una gran sorpresa para mí. ¡Estaba flotando en el aire! Del susto me caí al suelo, pero algo paró mi caída. Era la sombra de antes, se había acercado hasta mí y me había cogido en brazos. Decidí mirar quien era mi salvador.
Era un muchacho. Su pelo se enredaba alegremente, y sus ojos eran bonitos…muy bonitos…eran de un azul celeste. Además, era esbelto y parecía estar fuerte.
El me sonreía con una sonrisa traviesa, y me parecía la sonrisa más cálida que había visto nunca. Hubiese jurado que en ese instante solo existíamos él y yo, sólo él y yo…
Mi momento había acabado. Me dí cuenta porque el suelo se estaba encharcando, salía agua de las paredes y en medio de la estancia, una gran catarata rompía con fuerza. La escena daba terror, no sé porque pero no podía moverme. Estaba paralizada.
El muchacho rubio, acercó sus labios a mi oído, y me dijo que me tranquilizara, que no iba a pasarme nada. Sólo sus palabras me hacían estar segura…no se explicarlo.
La cascada se estaba trasformando en una burbuja. Para mi sorpresa, de ella salió una chica. Cabellos castaños, ojos azules…iba con un bikini probablemente de una maraca cara.
Me iba a levantar para ayudarla, pero el muchacho me paró en seco y me dijo que esperase.
Creo que el tenía razón, porque lo que sucedió después si que era raro y tenebroso de verdad. El suelo se abría, las grietas iban creciendo más y más. Me eché para atrás, apartándome del siniestro panorama. Me tropecé con algo, no sabría decir que era. Pensé que me iba a caer, que era el fin. Lo cual en este día había sido una sensación  muy repetitiva. Y otra vez él estaba allí, para agarrarme con sus grandes brazos, y salvarme de una muerte segura…no se como lo hacia pero parecía que podía leer todos mis movimientos.
En un lado de la sala, se estaba acumulando tierra sin cesar, hasta llegar a formar una silueta humana. Apareció un rostro mientras la tierra iba desvaneciendo de su cuerpo, a la vez que las grietas se cerraban.
La chica del agua fue en su ayuda, para consolarle y preguntarle que le había pasado.
Yo decidí que todo había acabado, me fui a levantar pero…
-Todavía no, espera.
Sus palabras trajeron consigo una llama de fuego, que se fue agrandando cada vez más. Yo me dejé caer al suelo, a su lado. Ya no me parecía extraño, después de lo que había vivido ese día…
Pero en este caso el fuego parecía vivo, el fuego se extendió por la sala, quemando las cortinas e intentando llegar a los cuadros para destruirlos. El fuego rodeaba ese inmenso cuadro de la bella mujer, pero no se atrevía a dar un paso adelante. Parecía que el fuego había detectado donde nos encontrábamos,  y no dudó ni un segundo en saltar hacia nosotros. Pero lo hizo mágicamente, el fuego tomó forma de dragón. Se podía observar claramente sus dientes, y como su mirada penetraba en nosotros. Nos echó un último vistazo y se lanzó sobre mí. Está vez si que el miedo me invadía, esa sensación cercana a la muerte que había sentido tantas veces no me gustaba nada.
Antes de ser quemada, el chico hizo un gesto brusco con la mano, en unos segundos tenía ante mí una muralla hecha de arena, que había parado al fuego de su intención.
Él bajó la mano, y la arena fue desapareciendo lentamente.
Me percaté de algo que no había visto antes, la gran columna de fuego echaba chispas, y el fuego extendido por la sala volvió a su lugar de origen, como queriendo proteger algo.
El fuego se empequeñecía, mientras tanto, el fuego dejaba ver una silueta, cada vez más visible. Cuando el fuego hubo desaparecido por completo, una chica jadeaba allí, en el lugar donde todo había empezado.
Sus ojos eran rojos, pensé que llevaría lentillas, porque no es color que suelen tener las personas en los ojos. Mirando más detenidamente, no me daba la impresión, tenían un brillo, como el fuego, parecían estar vivos. La muchacha era morena, con varias mechas escarlatas en su pelo. Parecía segura de sí misma, pero a la vez algo en su mirada me decía que no era tan fuerte.

-Bien, creo que ya estamos todos.

Me sobresalté, estaba sumida en mis pensamientos, y al oír una voz me desconcentré. Era aquel muchacho que me había salvado en tantas ocasiones, con su dulce voz, todo parecía sencillo, aunque lo que nos contaba fuera una auténtica locura.

-Bienvenidos, me llamo Zac. Os acaban de pasar cosas extrañas, con el tiempo lo entenderéis. Por eso estáis aquí, para entrenaros y encontrar respuestas a todas vuestras preguntas. Que mejor lugar que el paraíso de la magia, Egipto.

-¡¿Egipto?!- Creo que todos nos sobresaltamos al oírlo, no es muy normal estar al otro lado del mar y teletransportarte a Egipto.

Las dudas surgieron, creo que nos pasamos haciendo preguntas demasiado obvias, pero nunca nos respondía con total claridad. Decidí echarle una mano. Yo creo que tengo como un sexto sentido, puedo ver la mirada de la gente y saber si mienten o no. Pero su mirada era pura, por eso tomé esta decisión.

-Es lógico, todo lo que nos ha pasado no ha sido normal, no se puede responder con la ciencia, más bien tenemos que creer en la magia. -Cada vez que hablaba, empezaba a creer más en lo que estaba diciendo. –Es imposible científicamente trasladarnos a Egipto en más o menos unos minutos. Sino es magia, ¿Qué creéis que es?

Al acabar la frase, corrió el viento. No podía ser posible, nos encontrábamos entre cuatro paredes y con las ventanas cerradas. Me llevé más sorpresa aún cuando el viento se acumulaba delante de mí. Ese viento se fue transformando poquito a poco en una pulsera. Que se posó tranquilamente sobre mis manos. Parecía increíble, mágico, no sé como me pude sorprender después de todo lo sucedido. Pero el que se hubiese posado en mis manos me decía que era mío, un tesoro que debía guardar en un cajoncito que yo solo pudiese abrir. Era una sensación única.
-Es tuya, -me dijo Zac, para hacer de mis sospechas una realidad- ahora, concéntrate, cierra los ojos y déjate llevar por su aura…
Mis ojos obedecieron, todos se quedaron callados, lo que me supuso un gran alivio. Noté una presencia en mi mano, irradiaba seguridad y un gran deseo de pasar a otra forma. Me concentré y suspiré, como queriendo echar por ese soplido todos mis pensamientos. Noté como la fuerza crecía, al igual que un gran grito de sorpresa que soltó aquella chica del agua. Los ojos se posaron en mí, mirándome con asombro.
Decidí unirme a esa mirada colectiva. A mi también se me escapó un pequeño grito de sorpresa. La pulsera que había estado en mi mano hace unos segundos se había convertido en un arco.
Era precioso, en medio del arco, había una gema preciosa, era de un color gris, como el que solía coger la luna a veces. Pero la gema brillaba más fuerte que esa luna. De la gema salían unos tatuajes realmente misteriosos y antiguos, parecían grabados con plata, lo que hacía resaltar aún más esa gema. El arco parecía hecho de ébano. Y la cuerda también era de plata, realmente era precioso.
Quise preguntar pero se me adelantaron.
-¿Cómo a sucedido todo esto? No es posible que una pulsera se haya convertido en un arco, ni que nos hayamos trasladado a Egipto en solo unos minutos, o que el supermercado en el que estaba se convirtiera en llamas por una simple barrita de chocolate, ¡No puede ser!
La chica de mechas pelirrojas parecía asustada realmente, quería mostrar una barrera, que era una chica dura, pero lo sucedido podía con ella. Pensé que se iba a desmoronar, que ya no aguantaba en pie, pero como siempre, Zac consiguió leerme la mente de algún modo y se adelantó a hablar.
-Deborah, tranquila, pronto lo entenderás todo, no intentes correr como el fuego.
Ella se asustó y creo saber por qué. Miré a Zac a los ojos y me lacé a preguntar, como si mi vida pendiera de ello.
-¿Cómo sabes su nombre?
­-Os hemos estado vigilando, Lena.
-¿Vigilándonos? ¿Por qué?
-Para saber si erais los elegidos.
-Cada vez entiendo menos, elegidos…observándonos…
-Ya sé que es difícil de creer. Pero sino no, no os hubieran pasado esas cosas. Por ejemplo, Lena, lo de la caída en picado y que hubieras parado en el aire… sólo significa una cosa, se te a concedido el Don del Aire.
A ti, Ami, estabas  tranquilamente en surfeando y una ola te derribó y te trajo hasta aquí. Has sido bendecida con el Don del Agua.
Brad, lo tuyo fue mucho más terrorífico, normalmente la tierra suele hacer las cosas más a lo grande, le gusta dar la nota. Tú tienes el Don de la Tierra.
Débora, lo de incendio…está relacionado con el último elemento y no el más subestimado…
-El fuego…
-Sí, Deborah el fuego.
Pero parecía que Deborah ya no le prestaba atención. Se había percatado de otra presencia en la sala. Ella miraba fijamente  al rincón oscuro. Zac acabó dándose cuenta de que su discurso ya no tenía ninguna atención. Él hizo un gesto con la mano, como diciéndole a alguien que viniera. Efectivamente, como se había percatado Deborah había alguien más en la sala. Era un muchacho alto, robusto, e incluso fuerte. Aunque tampoco era cuadrado. Sus ojos eran grises y miraban fijamente a Deborah. Su pelo era oscuro, una mecha gris como sus ojos le caía por el flequillo.
-Este es Trevor. Es mi ayudante y mi consejero, aunque también es mi mejor amigo.
Una sonrisa adornaba la cara de Zac, Trevor debía de ser alguien muy importante para él. Y su mirada brillaba al contemplar a su amigo.
Luego, Zac me dirigió la mirada a mí, sus ojos mostraban alegría y fascinación, también un poco de timidez. Yo le devolví la mirada y le sonreí. Y el me sonrió con su calida sonrisa. Después continuó con su discurso.

-Bien, sobre lo del arco… es el arma de Lena y vosotros también tendréis una en cuanto estéis preparados. También tendréis que saber que Trevor y yo gestionamos una escuela. En la que entrenamos a chicos también con dones especiales como vosotros. Aunque nunca se habían reunido los cinco elementos juntos.
-¿Cinco?-Yo me sorprendí con que eran cinco. ¿Acaso no eran el Agua, el Aire, el Fuego y la Tierra?
-Sí, Lena, cinco. Viento, Fuego, Agua, Tierra y Arena.
-¿Arena?
-Sí. Aquí en Egipto es considerado un quinto elemento, cosa que muchas personas no saben. Como estamos rodeados de desiertos es normal que lo consideren un don importante.

Tenía su lógica. Era un don importante para sobrevivir, en todos aquellos desiertos, de los que había oído hablar en esos cuentos infantiles, como Aladín, Alibabá y los cuarenta ladrones…

-Y… ¿Esos chicos que clase de dones tienen?-Preguntó Ami.
-Como levitar objetos, ver visiones, súper fuerza…
-¿Y por qué los reunís?- Ami parecía muy intrigada por esos otros chicos que como nosotros tenían poderes o dones especiales.
-Por si algún día el mal se despliega. Eso ya ocurrió una vez y no permitiré que vuelva a pasar.



La mirada de Zac había cambiado, ya no era la dulce sonrisa de antes sino que se había vuelto oscura, con odio y temor.

-¿Y qué pasó?- Preguntó Brad.
-Tranquilos, ya lo sabréis en su momento.

¡Genial! Ya empezamos con los enigmas, ¿Por qué la gente no puede soltar las cosas sin más? ¿Es que les gusta ver sufrir a la gente de curiosidad? Seguro que sería una buena historia, pero tenemos que aguantarnos y que pase el tiempo y cuando lo sepamos ya será tarde, habremos perdido toda esa curiosidad.

-Está bien. Es hora de que veáis la escuela.

Zac nos hizo un gesto para que lo siguiéramos. Había un largo pasillo, alumbrado por antorchas, parecía realmente un palacio. Quizás el establecimiento hubiese permanecido a algún emperador. Por fin se veía un poco de luz natural, provenía de una puerta grande y ancha que se encontraba al final del pasillo. Zac la abrió y nos invitó a tomar algo de aire puro. En cuanto pasé por esa puerta y quedé fuera del palacio me sentí viva, no recuerdo  la última vez que me sentía tan bien.
La cara de mis compañeros se llenaron de asombro y yo decidí darme la vuelta y contemplar aquel lugar. Si que me llevé una sorpresa. ¡Era enorme! No me lo había imaginado tan grande. Sin duda era estilo egipcio, la puerta principal estaba a unos quinientos metros de nosotros. La puerta estaba forjada de oro, y había imágenes grabadas, aunque las pude ver debido a la lejanía. Bajo la puerta de tres metros había unas grandes escaleras, al terminar la inmensas barandillas, en cada lado había un león, pero… ¡No podía creerlo! ¡Las estatuas se movían! Los leones se mostraban receptores ante cualquier peligro, seguramente querían proteger lo que había dentro de la escuela. Esos fueron sin dudas unos de los primeros inicios de que la magia existía.
Había unas columnas e frente de la puerta, sostenían un enorme capitel, no se muy bien que ponía, estaba en una lengua extraña para mí.
La verdad es que la escuela era enorme, sin duda habría sido el palacio de un emperador. Los muros eran de color blanco, igual que el capitel, los leones y las escaleras. Había grabados en las paredes jeroglíficos, grabados en oro y plata. El dibujo que más se repetía era el de una joven preciosa y un joven mirándola dulcemente, solían estar juntos en todos los dibujos. Quizás contarán una historia de amor…tendré que acordarme de preguntarle a Zac.
El edificio, creo yo, que tendría como unas seis plantas o más, no sabría decirlo con seguridad.
Me dí la vuelta y contemplé que unos árboles nos rodeaban, pero al fondo de la espesura se veía la arena del desierto y algunas pirámides. No dudo ni un momento que le lugar era precioso.

-Venid por aquí.

Una nueva indicación de Zac, seguida de un gesto con el que nos quería decir que no nos distrajéramos ni nos quedásemos atrás. Si que pasamos un poco de miedo al pasar entre medio de aquellos leones. De cerca aún parecían más grandes, y nos miraban fijamente. Yo preferí mirar al suelo. Su mirada me incomodaba.

-Tranquilos, son los guardianes de la escuela. Sólo se encargan de que nadie intruso entre.

Pues la verdad es eso me tranquilizaba un poco, no tendríamos que preocuparnos de curiosos, ni de ladrones dispuestos a robar las reliquias del palacio.
Por dentro, aún parecía más grande. Un gran holl se mostraba ante nosotros. El techo era muy alto y las paredes también estaban pintadas de blanco, y con montones de retratos colgados.  También parecían de la realeza. Quizás todos los  cuadros fueran solo un gran árbol genealógico.  Había un mostrador que salía de la pared, detrás de él se veía una gran sala, con personas buscando informes, hablando o tomándose un poco de té. Deduzco que serían los profesores.

-Chicos, en está escuela sois los especiales.
-¿Especiales?- dijo Deborah, creo que no le gustaba mucho la idea de ser diferentes a los demás.
-Sí. Ya que poseéis un poder más grande que el resto de alumnos. Iréis a clases avanzadas y estaréis solo vosotros en vuestra clase. Aquí os enseñaremos a manejar vuestros poderes.
-¡Pero yo no quiero cambiarme de escuela! ¡Mis padres no saben nada de esto!- exclamó Brad.
-Tranquilos, eso lo hemos solucionado, ellos creen que estáis en un intercambio. Teniendo poderes es muy fácil convencer a alguien. Y sobre lo que no quieres cambiarte de escuela…no puedo hacer nada. Pero tus poderes se están mostrando y sería muy fácil que mostrases tu don a los humanos, aún está sin controlar.
En la cara de Brad hubo un signo de aprobación aunque no le hacía mucha gracia la idea.
Zac nos repartió un horario y nos guió a lo que dijo que sería nuestra clase básica sobre concentración.
Nos guió pos unos extremos de la entrada, esta vez el pasillo era bastante grande e iluminado por unas ventanas que ocupaban bastante superficie de la pared. Había una gran escalera a nuestra derecha. En la que se podía observar como unos estudiantes nos miraban con asombro. Cuando ya estábamos a varios metros de ellos, empezaron a cuchichear. ¡Cómo odio cuando la gente hable de mí! ¡No me gusta llamar la atención! Suspiré hondo y me volví a concentrar en la arquitectura.  Salimos al exterior después de un rato caminando, (lo que prueba que esta escuela es grande de verdad). Nos encontrábamos en un patio. Era enorme, como todo lo que había visto hasta entonces. Había unos establos a un extremo del lugar. Se podían ver varios útiles, aunque muchos de ellos no me sonaban.
En una esquina, había una joven, más o menos diría que tenía mi edad. Estaba concentrada mirando al suelo, tarareando una canción. La verdad es que me llamó la atención de lo que cantaba. Era una famosa canción de Metallica, pero, exactamente, no me acuerdo del nombre, pero seguro que era del grupo.
Sus cabellos eran juguetones y se rizaban alegremente en su corto cabello. Eran negros, pero con un brillo singular. Su piel era blanca, lo que enmarcaba sus ojos, de un negro carbón.
-¡Sara!
-¡Zac! ¡Ya pensaba que no vendrías! ¿Estos son…?
-Exacto.
-Déjalos en mis manos.
Zac le sonrió y se marchó por una de las cien puertas que había allí. Como me quede sola un instante en este lugar, juro que me perderé. ¡Es enorme!
La chica hizo un gesto con las manos, y suspiró.
Fue repentino y muy rápido, un fuerte dolor azotó mi cuello. Me quería arrancar algo que tenía allí. ¡Era insoportable!
Pronto, empecé a escupir sangre y yo me notaba mareada por el dolor. Pero antes de morirme desangrada pensé en lo que me había sucedido antes, en lo que Zac nos había dicho. ¿No decía que teníamos poderes? Pues…si yo tenía el Don del viento, algo podría hacer… ¿No?
Me concentré, a pesar del horrible dolor. Respiré hondamente, y sentí como el viento giraba a mí alrededor, y me respondía a mi llamada.

– Tírala – susurre.

No quería hacerle daño, ni mucho menos. Solo quería desconcentrarla, y esperaba que realmente funcionase.
Como yo pensaba. Una fuerte ráfaga de viento llegó hasta ella, y la tiró al verde césped. Ella se había desconcentrado por completo. Y yo aliviada, tragué para comprobar que no había nada en mi garganta, el dolor había secado. Y mi cuello se sentía tranquilo por fin.

–Tranquila.
– ¡Pero casi me matas!
–Esta era la primera lección. Estate atenta a todos los movimientos de tu enemigo. Que nada te coja por sorpresa.

Estaba un poco enfadada, pero fascinada al mismo tiempo. Me lo parece o ¿Me estoy volviendo loca? Era probable, quizás todo lo ocurrido era un sueño, solo un mal sueño. Me pellizqué y comprobé que me dolía. Y esa esperanza se fue tan rápido como el viento que había invocado instantes antes.
¿Por qué a mí? Siempre deseamos que nos pasen cosas fabulosas, tener poderes o cosas por el estilo…pero… ¿Y si nos pasa de verdad? No queremos estar en ese lugar, y deseamos los típicos problemas adolescentes, que me parece que se han acabado hoy mismo para mí.
Sara nos estaba comentando que era tener poderes, decía que era algo mágico pero que a la vez había que tener mucho cuidado, que ella nos ayudaría a controlarlos.

–Lena, ¿Tu ya has conseguido tu arma? ¿No? – No me miraba a mí, sino a mi pulsera.
–Si.
–Bien, invócala.

Volví a hacer lo mismo que en aquella sala, concentrarme y desear ese cambio de forma. Y una vez más tenía ante mí, el magnífico arco de plata.

–Bien, ¿Ves esa diana de la pared? – Asentí  – Pues enfoca la flecha ahí.
–Pero…no tengo flecha…
–Usa tu imaginación.

Y me sonrió muy dulcemente con un toque de picardía. Pensé de nuevo…el arco tenía que ver con la magia. ¿No? Y yo poseía un don mágico…probemos entonces. Enfoqué mi mano como si fuera a tirar una flecha, respiré y disparé. De mi arco salió una flecha plateada hecha de viento, que fue a parar justo al medio de la diana. Me quedé con los ojos abiertos, creo que eran demasiadas sorpresas en un día.

– ¿Hay alguien más que tenga ya su arma?
–Lamentablemente, no. –respondió Ami.
– ¿Aún no creéis en la magia? ¡Mirad a vuestro alrededor! Todo es magia en este lugar, al que pronto llamaréis hogar.

Ella volvió a sonreír de oreja a oreja, y mirándonos a cada uno de nosotros fijamente hasta que su mirada se posó en mí. Creo que su mirada intentaba decirme algo, como advertirme de un peligro o quizás solo fueran imaginaciones mías. Luego, ordenó que los demás hicieran unos ejercicios relacionados con su elemento, pero nadie podía dominarlo. Al final, Sara dijo:

– Está bien. Ya sé cuales son vuestras capacidades, pero no os agobiéis. Pronto creeréis en la magia y tendréis vuestras armas. Hasta entonces tenéis que aprender a controlar vuestros poderes. Os podéis marchar.

Lo que hizo después si que era imposible, tocó el suelo y una línea salió de donde ella había colocado su mano. Era como un camino, como para guiarnos.

–Esta senda mágica os guiará a vuestra torre, solo estaréis vosotros en ese lugar. Debido a que sois los especiales. Zac os irá a buscar para vuestra siguiente clase, pero tranquilos, ya os hemos evaluado. Ahora tendréis una semana para acomodaros, pensar en lo que ha sucedido hoy y en disfrutar de Egipto. Hasta la semana que viene.

Una vez más nos sonrió, y se fue por una de esas puertas gigantescas que daban al palacio.