lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 2

Capítulo 2: Recopilar información


Seguimos esa senda luminosa.  Nos llevó por pasillos interminables, que subían, que bajaban…
Llegamos a la recepción. La senda cruzaba toda la sala, dirigiéndose a la puerta opuesta a la principal. Abrí lentamente esa puerta y observé lo que me deparaba. Si yo creía que el patio de antes era grande, esto me dejaba sin palabras. Ocupaba la mayor parte del palacio, la senda no se veía acabar. Creo que me esperaba una larga caminata.
Mientras caminábamos, la gente nos miraba atentamente, con cara de sorpresa, más bien. Pero parecía que el hecho de que hubiese una senda luminosa cruzando el campus no era extraño. ¿Lo harían con todos los iniciados? Ya lo descubriré.
Ya estábamos al otro lado, había un enorme torreón. Como en todos los sitios del lugar, había bastantes jeroglíficos incrustados en las paredes, contaban historias, y me daba mucha rabia no saber que ponía.
Por dentro aún era más alucinante. Para entrar, teníamos que pasar por un muro casi invisible, que reconocía nuestros poderes. Porque al cruzar el muro una oleada de viento jugueteó alrededor de mí, lo mismo pasó con Ami, pero en vez de viento fue el agua quien le dio la bienvenida. Brad aún seguía atónito después de haber olido las muchas fragancias que nos sugiere la tierra. Y Deborah tenía una gran sonrisa en la cara, creo que le hacía feliz formar parte de algo tan increíble.
Voy a proseguir a describir el lugar. Era un gran recibidor, y una chimenea al fondo de la estancia daba un toque hogareño al lugar. Había varios sillones alrededor de la chimenea, y unas grandes lámparas colgadas del techo. En un lado de la sala, había como una pequeña cocina, la suficiente como para prepararte la cena.
Abrí los estantes, había diferentes alimentos; saludables, poco saludables… También había una gran cafetera y al lado todo tipo de cafés. La cocina poseía un horno que probablemente seria la envidia de cualquier cocinero. La nevera estaba llena, realmente me relamía viendo todo lo que teníamos para nuestro consumo; chocolate suizo, leche de una marca muy cara, galletas de trocitos de chocolate…Juro que me estaba entrando el hambre.
De la sala principal subían cuatro escaleras diferentes, con diversos tatuajes en sus barandillas, pero ninguno se repetía. Daban a unos balcones, con grandes puertas en la pared.

–Chicos, creo que cada uno tiene que ir a una habitación específica. –Todos me miraron con curiosidad y yo aclaré mi afirmación. – ¿Veis las insignias que hay encima de cada puerta?

Asintieron.

–Pues en la puerta norte hay olas en la insignia, esa sería la habitación de Ami. En la sur, hay llamas, esa es la de Deborah. Brad, la tuya sería la que está en el oeste, porque la insignia está adornada con árboles entrelazados entre sí. Y por último, la habitación este debe ser la mía, en la insignia hay un huracán plata.

Todos nos miramos, creo que estábamos de acuerdo. Había que ir a ver las habitaciones, a ver si yo no me había equivocado con mi deducción.
Subí las escaleras que estaban en la zona este, y llegué a la inmensa puerta. Aún era más bonita de cerca. La adornaban tiras de viento plateadas y entrelazadas, realmente si parecía mágica. El pomo era grande y consistente, adornado por unos dibujos similares a los de mi arco. Y la insignia estaba colocada en la parte superior de la puerta, el huracán me encantaba, me tranquilizaba…Aunque parezca imposible, aunque sea un simple dibujo…también me gustaban las alas que adornaban la insignia, creo que lo me espera después de la puerta también me gustaría.
Dentro de mí, la curiosidad ardía fuertemente. Coloqué la mano en el pomo, suspiré y abrí la inmensa puerta.

Esa era la habitación que siempre hube deseado. Parecía que habían podido leer mi mente, coger todos mis gustos y ponerlos en aquella habitación.
En una de sus paredes había una gran ventana, la abrí, y me apoyé en la barandilla de la pequeña terraza. Las vistas eran espectaculares, podía observar las tres pirámides. ¿Cuántos misterios poseerían esas tumbas? ¿Cuántos tesoros sin descubrir? Aquella idea me fascinaba, además esa vista me atrapaba, no me dejaba parar de mirarlas…
Desperté de aquel paisaje y me decidí a examinar mejor mi habitación.
La cama se situaba en medio de la gran habitación. Era más bien grande, como de matrimonio. Las sábanas tenían un tacto suave, y eran de un color grisáceo. Tenían un estampado que no reconocí a primera vista pero era el mismo dibujo que adornaba mi arco. Una gran colcha roja se situaba encima, tenía bordados negros en su superficie. La almohada parecía bien mullida y muy cómoda. El cabecero de la cama era negro carbón, líneas sofisticadas de color plata decoraban el tablón.
Me tiré encima de la cama, era realmente cómoda, como me había imaginado. Me daba la impresión de estar sobre una nube. Era una sensación única.
Lo que más me llamaba la atención era la mesilla, estaba suspendida en el aire. Pasé la mano por debajo y por los laterales. Nada. Era a la vez extraño y fascinante. Sobre la mesilla, había una lámpara. Era de un color azul celeste, y su forma era ovalada. La encendí presionando el botón de su base, y se encendió, a pesar de no haber ningún cable que lo conectase a algún enchufe. Se me ocurrió que quizás llevaría pilas. Ni una sola abertura. ¡Cada vez este viaje era cada vez más mágico!
Puse los pies sobre la alfombra escarlata, y ojeé la habitación con más detenimiento.
Al otro lado de la cama se situaba una pared, en el centro había un espacio con baldas en forma de estantería. Libros muy antiguos, plumas y un reloj de arena se situaban en sus grandes baldas.
Decidí mirar detrás de la pared que abarcaba la cama. Había un gran escritorio de ébano ante mis ojos, realmente precioso. Me senté en la gran silla y cogí un libro situado en medio de la mesa. Su portada se movía, como si fuera un vídeo, corrientes de aire se alejaban, mientras otras adquirían un plano mayor. El cierre era antiguo, se necesitaba una llave, pero no encontraba ninguna por los cajones.
De repente oí un susurro decía “Tu eres la llave…”
Me asusté y el libro se me cayó de las manos. Las corrientes de aire cesaron su movimiento. Lo recogí del suelo, y al solo tocarlo, volvieron a moverse.
¿Qué yo era la llave? ¿Qué querría decir con eso? Más misterios, lo que me faltaba.
Dos puertas estaban detrás de mí, no creo que necesitase más emociones por hoy. Creo que ya he pasado con diferencia el límite de sensaciones por día. Pero la curiosidad me corría, me mordí el labio y me levanté. Me dirigí a una de las puertas y apoyé la mano sobre el pomo. Retrocedí unos pasos, era mejor no tentar a la suerte. Vete tú a saber que habría detrás de esas puertas. Pero mis ganas eran superiores a mí, dude unos momentos y…abrí la puerta a toda velocidad a la vez que cerraba los ojos. Me quedé quieta como esperando a que algo me atacara de pronto. Nada. Abrí los ojos lentamente, y me empecé a reír de mi misma. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Era un simple armario. Entré dentro, tengo que decir que me asombré al ver toda mi ropa colgada de las diferentes perchas. Pero había algo que no era mío; una camiseta de tirantes negra, una cazadora de cuero sin mangas de un color beige y con el cuello más o menos alto, unos vaqueros oscuros cortos y unas botas altas negras, también de cuero. El conjunto también incluía unos guantes a juego con la chaqueta. Estaban planchados y colgados de una percha, miré la talla y resultó ser la mía. ¿Quién la habría dejado allí? ¿Sería un uniforme? Entonces me acordé de todos los alumnos que había visto antes, ninguno llevaba uniforme. ¿Entonces? Revolví por los bolsillos buscando alguna pista. Se cayó un papel al suelo, lo cogí con cuidado y leí:
  
      Para Lena:
      Esta es la ropa que deberás llevar a las clases, es una ropa especial acomodada a tus
      poderes, con ella es mucho más difícil que resultes herida, debido a que aún eres inexperta
       en como usarlos.
                                                                                                     Zac

Solo leyendo la nota una sonrisa se dibujó en mi cara, a la vez que mis mejillas se coloreaban. Me la guardé en el bolsillo de mi pantalón, y no se porqué me parecía un pequeño tesoro. Me levanté y me dirigí a la habitación, miré la otra puerta. Me quedé un rato allí, sin decidirme a que hacer. Seguramente no tendría que preocuparme a lo que habría detrás, no me iba a pasar como antes, que me pensaba que habría cualquier cosa terrorífica y al final era un simple armario…
Me coloqué delante de la puerta, y con bastante menos miedo que antes, abrí la puerta.
¡Guauuu! ¡Qué chulada! ¡Era el baño más  impresionante que había visto nunca! Las paredes del baño eran de mármol caro, y los muebles de madera de ébano. La bañera era bastante grande y había una balda encima con todo productos para el pelo, burbujas para el baño, jabones con fragancias… ¡Hummm.....! ¡Qué bien huelen!
La ducha se situaba en la derecha del baño, separada de la bañera. Tenía toda clase de chorros diferentes; grueso, fino, para espaldas doloridas…Seguro que sería la ducha con hidromasaje más cara de la tienda.
Me dirigí al lavabo, un jabón olor vainilla complementaba toda la estancia. Levanté la vista y me miré.
El pelo marrón oscuro se deslizaba suavemente por mi cara, más o menos me llegaba un poco más abajo del pecho, las ondas se enredaban, dándome un toque desaliñado, llevaba el pelo fatal, enseguida busqué un peine con el que controlar mis ondulaciones. Cogí el primero que vi, bastante bonito, por cierto, de colores marinos. Y empecé a peinarme la cabellera.
Aún me duraba la raya que me había puesto hace unas horas antes. Intacta. La verdad es que me gustaba mucho ese tono oscuro, resalta mis ojos azules cielo. Mis labios seguían con un brillo de sabor manzana, mi preferido. La verdad es que no me gustaba maquillarme en exceso, realmente no quería parecer una de esas chicas que parecen que van a una fiesta de disfraces.  Las uñas seguían perfectas, de una manicura francesa que me hice para la boda de mi tía unos cuantos días atrás. Sinceramente, no parecía que hubiese sido tragada por un huracán. Seguí examinándome.
Soy de una estatura media. No. Un poco más alta de la estatura media. Pero eso nunca había sido un problema.

Llevaba un peto de color marrón y un cinturón oscuro que realzaba mi figura. La camiseta que llevaba debajo era de un rosa pastel y alguna que otra pulsera en las muñecas. Me miré los pies, si, realmente me gustaban esas sandalias romanas, a juego con mi conjunto. Realmente hoy iba guapa.
¿Verdad que es extraño? Acabo de entrar en un mundo de fantasía que solo aparece en los sueños de los niños y yo preocupándome por mi aspecto…quizás tuviera algo que ver Zac…realmente no quería que me viera hecha un desastre. Zac… ¿Pero que me pasa? Pufff....., hoy estoy en otra parte. Sacudí la cabeza eliminando cada pensamiento que me venía sobre él. Si lo acababa de conocer… ¿Y ya pensando en él?
Salí del baño, con cada pelo colocado perfectamente en su sitio. Y decidí dirigirme a la sala principal haber que tal les había ido a los demás con sus respectivas habitaciones. Me dí cuenta de algo que no había visto al entrar, al lado de la puerta había un rincón con mogollón de puffs y una televisión de las que ves y te tiras para atrás, de estas que solo los ricos tienen. Realmente ese sería mi rincón favorito.
Salí por la puerta, allí estaban mis compañeros y quizás mis futuros amigos. Estaban teniendo una conversación fluida pero se habían dado cuenta de una cuarta presencia. Les sonreí y me devolvieron la sonrisa, cada cual más cálida.

– ¿Qué tal tu habitación? –me dijo Ami con una gran sonrisa, esa chica empezaba a caerme bien.
– Alucinante. ¿Y las vuestras?
– ¡La mía tiene un acuario! –dijo antes de que les dieran tiempo a responder a Deborah o a Brad.
– Pues la mía tiene un balcón con jardín. – A Brad le daba vergüenza decir eso, porque no suele ser un hobby muy común entre los adolescentes, pero se notaba que le debía encantar.
–La mía tiene una lámpara que echa fuego.
– ¿Fuego? ¿No es peligroso? –Pensaba igual que Ami, eso debía ser muy peligroso.
–No, no. Es increíble porque ese fuego no quema. Lo he tocado antes y no ha hecho nada.
–Pues en mi habitación…–ahora lo recordaba, había otra cosa muy peculiar. –Hay un sillón que vuela.
– ¿Vuela? –dijeron los tres a la vez, y no pude retener una pequeña sonrisa.
– Si.
– ¡Qué guay! Acuarios gigantes, jardines, lámparas que echan fuego, sillones que vuelan… ¡Parece un sueño!
Ami volvía a tener razón, era como un sueño del que no querías despertar jamás.
En este momento me rugieron las tripas, y no pude evitar ponerme roja como un tomate.
–Si, yo también tengo hambre. – Y con esas palabras Deborah me guiñó un ojo.
– ¿Queréis que prepare algo? – No podía parar de sentirme culpable de ese rugido, así que mejor preparase algo y ya no me pusieran mis tripas en evidencia.
– ¡Yo te ayudo! – Ami realmente parecía como una niña, siempre dispuesta a ayudar a los demás.
Mientras preparábamos el plato favorito de Ami, tortilla de patata. Brad no paraba de meterse con Ami por lo mal que cocinaba, y Deborah no podía aguantar su risa.
– ¿Pero se puede ser tan negada para cocinar? ¡Has dejado toda la cáscara en la yema!
– ¡Pues intenta hacerlo tu mejor! ¡Tanto que sabes!
– Por favor, deja a un maestro. – Y ante nuestras narices partió dos huevos con una sola mano. Ni rastro de cáscara.
– Suerte.
–Seguro…

Realmente esa escena era divertida, y aunque por mucho que dijeran los dos, se lo pasaban en grande. Quizás llegaran a acabar juntos…
La puerta principal de la torre se abrió. Al verlo me quedé inmóvil. ¿Cómo podía sucederme? ¡Si no lo conocía!
Pero ahí estaba Zac, delante de mí, observándome. Empecé a ponerme roja y desvié la vista y el se decidió a hablar.

– ¿Qué tal vuestras habitaciones?
– ¡Increíbles! ¡Es la que siempre desee tener!
– Es un halago, Ami. La verdad es que investigamos vuestros gustos, y creo que esa ha sido la clave.
– ¡Venga tío! ¡No hables tan formal! –Lo que dijo Brad nos sorprendió, incluso a Zac. Era algo que habíamos pensado todos pero no creíamos que fuera educado decírselo.
– Esta bien, es que estoy acostumbrado.
– ¿A qué?

Realmente se me había escapado la pregunta, la había pensado en voz alta y me empezaba a arrepentir. Todos me miraban, pero luego dirigieron su mirada a Zac.

– Si. ¿Por qué? –Deborah me estaba ayudando, se había percatado de que la había soltado sin pensar y que empezaba a ponerme nerviosa. Y yo le di las gracias con una gran sonrisa que me fue devuelta.

–Soy el director de esta escuela, aunque soy muy joven. Y siempre tengo que ser formal por las reuniones, las clases…creo que se me ha quedado.
– ¿Das clases? –Realmente no sé porqué se me iluminaron los ojos. Realmente con Zac me comportaba de una forma muy diferente a la mía. Nunca habría sido tan directa.
–Si. Ayudo a desarrollar vuestros poderes de formas que nunca habrías imaginado.
– ¡Qué guay! ¿Nos vas a dar clase ahora?

Todos miramos a Ami, nos preguntábamos lo mismo. ¿Quería ir a clases en verano? Ami se había dado cuenta de que todos la mirábamos, se empezaba a poner nerviosa, se estaba dando cuenta de lo que había dicho (aunque no era nada malo). Entonces miré a Zac, que pareció comprender mi mirada.

–No os voy a dar clase ahora, pero si que llegaré a ser vuestro tutor. La semana que viene empezaremos como os dije hace más o menos una hora.

Finalizó la frase con una enorme sonrisa, que enseguida tranquilizó a Ami, que suspiró aliviada. Luego Zac dirigió la sonrisa hacia mí. ¡Dios! ¡Me iba a derretir! Lena…tranquila…me repetía a mí misma. ¿Por qué sentía esto? Bufff… mejor no pensar más en ello. Haber, concéntrate en la conversación…

– ¿Habéis comido ya?
– No, y creo que seguiremos sin hacerlo…yo no me como esa tortilla…
– ¡Brad!

Realmente Brad se divertía haciendo rabiar a Ami, aunque en sus ojos yo notaba que la miraba de forma especial. Aunque quizás solo eran imaginaciones mías.

– ¿Os parece bien ir a la cafetería de la escuela? –dijo Zac.
– ¡Bien! ¡Cómo deseo una bolsa de patatas fritas! –Deborah se relamía solo con pensar en esa suculenta bolsa llamada comida basura.
– Decidido ¿No? – pregunté al grupo.
– ¡Claro! –Respondieron todos al unísono, aunque Ami parecía un poco molesta por el rechazo de su comida, pero no le desagradaba la idea de comer en la cafetería.

Salimos de la torre, nos dirigimos por el gran patio, esta vez lo miré con un poco más detenimiento. Había varios árboles que daban sombra a jóvenes estudiantes que o bien estudiaban o se besaban con su novio o novia. Dentro del patio había un edificio más pequeño, me figuro que sería la cafetería. Mesas redondas y acogedoras se desplegaban alrededor del establecimiento. En las paredes seguían dibujados esos extraños dibujos.
Nos decidimos a entrar. La verdad es que anteriormente no me había fijado que nos miraban pero en esa cafetería me parecía más que obvio. ¿Por qué me tendría que importar lo que la gente cuchicheaba o pensaba sobre mí? Miles de veces me había formulado la pregunta, todavía sin respuesta.
La cafetería estaba adornada con buen gusto. Cuadros caros en las paredes, un salón gigante, una barra de una forma abstracta pero que le daba un toque chic… ¡El camarero incluso llevaba smoking!
Zac le hizo una seña y fuimos a un salón continuo incluso aun más grande. Ahí debía ser donde se realizaban las comidas importantes, algún que otro alumno cenaba y como no, nos miraban atentamente. Había una zona un poco más elevada, adornada por una preciosa barandilla de madera de arce. En medio del pequeño recinto elevado unos centímetros había una mesa preparada con mucho cuidado. ¡La mesa tenía cubiertos que no había visto nunca! ¡Vete tú a saber para que servirían!
Zac nos hizo un ademán para que nos sentásemos en esa mesa. Justo en esa. ¡Genial! ¡Y yo que no quería llamar la atención y nos habíamos sentado en la mesa más llamativa de la sala!

– ¿A ti también te da la sensación de que todo el mundo nos observa?

No pude evitar dar un salto de susto. Estaba tan concentrada en mis problemas de timidez que no me había dado cuenta de que Deborah estaba a mi lado.

–Si, y es incómodo. – Me decidí a contestar.
– Bastante.

Sonreí. Por fin había conocido a una persona que tampoco le gustase ser el centro de atención. Quizá ese viaje me ayudará a encontrar a una buena amiga. Una vez sentados Zac nos preguntó que queríamos para cenar, claro, con esa mesa, nos daba vergüenza decir que queríamos pizza, aunque creo que Zac empezaba a verlo en nuestras caras.

– ¿Qué queréis tomar?
–Bueno…cualquier cosa me parecería bien…–empecé a formular hasta que me interrumpió.
– Pizza. ¿No?
–Si.
Me sentía un poco ruborizada, aunque mis compañeros de mesa parecían contentos de que alguno se hubiera expresado con el deseo colectivo.
Lo que pasó después, creo que no se me olvidará nunca. Zac pronunció lo que íbamos a comer y en ese mismo instante, de una mesa circular situada en el centro, repleta de platos de diferentes sabores, se elevaron unos platos que contenían unas pizzas en su interior. Si, levitaban, y se acercaban a nosotros. Y no, no estoy loca, aunque empezaba a dudarlo. Finalmente, cada uno tenía su plato, y todos menos Zac teníamos los ojos abiertos de par en par.

–La mayoría de alumnos tienen la misma expresión en sus caras que vosotros.
– ¿Cómo diablos ha pasado eso? –Brad realmente parecía atónito.
– ¿Y si te dijera que es magia?

Y otra vez, esa sonrisa. Ya podría sonreír a los demás, pero no, precisamente, me tenía que sonreír a mí. No sabía que hacer, así que tomé el camino más fácil, intentar hablar con alguien y apartar la mirada. Ya sé que no está bien, pero, ¿Qué queréis que haga?

–Deborah…
– ¡Ah! ¡Casi se me olvida! –Era Zac el que hablaba, parecía que intentaba no dejarme tener una conversación tranquila, y otra vez, mi travieso corazón, empezó a palpitar.
– ¿El qué?

Ami mostraba una gran curiosidad y se le abrieron los ojos como platos al ver unos paquetillos envueltos con papel de regalo.

–Este para Ami, este otro para Brad, para Deborah este…y toma, este para ti.

Todos nos lo quedamos mirando, nos había dejado un poco perplejos, otra vez.

– ¿Los podemos abrir? – dijo Brad.
–Claro, todo vuestro.

Lo abrí con cuidado, para no romper demasiado ese papel tan bonito con el que estaba envuelto. Abrí la caja que había estado envuelta un segundo antes. Era… ¿Un teléfono móvil? Era una pantalla táctil con unos bordes de color azul con adornos plateados. Más tarde descubrí que había un teclado escondido debajo de la pantalla, que se desplegaba horizontalmente.
Miré los regalos de mis compañeros (o en algún tiempo, quizás amigos), eran los mismos móviles pero con diferentes colores y dibujos. El de Deborah era rojo, el de Ami, azul, y por último el de Brad verde.

– Este será vuestro comunicador, tiene apariencia de teléfono móvil pero tiene otras muchas funciones. Os pueden salvar en un momento crítico.

¿Salvarnos un móvil? O no había escuchado bien o Zac estaba loco…pero viendo todo lo que había pasado la loca parecía yo.
La velada transcurrió con normalidad, sin más sorpresas ni trucos de magia. A medianoche nos dirigimos a nuestros nuevos dormitorios. Cada vez que veía la torre, más me parecía un sueño, realmente era impresionante.
Una vez dentro, cada uno subimos a los dormitorios, aunque antes nos despedimos para la jornada siguiente.
Abrí otra vez la inmensa puerta, y cuando estuve dentro, la cerré con cuidado para evitar cualquier ruido.
Me dirigí al baño, lo mejor que podía hacer era darme un buen baño para quitarme el estrés de encima. Saqué todo tipo de recipientes con sales, cremas, y hasta uno que proporcionaba burbujas al baño. Abrí el grifo mientras me desvestía, realmente, el sonido del agua me tranquilizaba. Cuando me metí en la bañera, me sentía totalmente relajada y notaba como ese estrés se desvanecía a cada minuto. Pensaba en todo lo sucedido, parecía todo una locura pero en realidad era real, ya no podía fingir que todo esto era un sueño, tenía que afrontarlo de frente. Ya tenía todas mis ideas en orden. Salí lentamente de la bañera, para prolongar lo máximo posible ese estado de relajamiento, del que sabía que no duraría mucho. Me pasé una toalla y vacié la bañera. Recogí un poco el baño y me encaminé al armario, seguro que habría algún pijama que pudiera servirme. Tal como me imagina había un pijama de dos piezas en un estante de la habitación-armario. Era realmente bonito ese pijama de verano, de un color rosa palo. Me iba perfecto. Fui a la cama y me recosté. Parecía estar en una nube, y, en cuestión de segundos me quedé dormida.


1 comentario:

  1. Me encanta la trama que le pones a todas tus historias. La verdad, no es que el capítulo me enganchara mucho, me pareció muy largo. Pero eso es simple cuestión de gustos.
    La historia en sí parece interesante. Tendré que seguir leyendo para saberlo con certeza.
    Mientras, no dejes de escribir. Si yo no lo he hecho, fue por ti.
    Un besazo enorme.

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