lunes, 3 de septiembre de 2012


CAPÍTULO 12: LA PRUEBA
                                                                                  
Esa noche volví a soñar el triste final de Zac, aunque después de habérselo contado, la visión se había vuelto borrosa y nada estaba claro menos el final, que siempre se repetía.
Me levanté terriblemente fatigada y ni siquiera observé si era antes o después del amanecer. Ya pocas cosas cobraban sentido ahora. Ya habían pasado unas semanas desde mi cumpleaños, y la prueba estaría al caer. Había entrenado como nunca y sentir progresos me animaba en todo este revuelo.
Bajé despacio por las escaleras y me tomé un simple té, últimamente mi estómago no admitía mucha comida. Esperé a que los demás bajaran, a que sonrieran como si no pasara nada, intentando que la sonrisa que me caracterizara volviera a mi cara. Sentía la tensión en el ambiente cuando surgía en la conversación el nombre de Zac. La realidad estaba clara: si estaba con él un desastre ocurriría, pero si me alejaba de su lado… se mantendría con vida. Y por supuesto, elegía la segunda opción.
Una vez todos reunidos y desayunados, entablando más o menos una conversación tuve un presentimiento y hablé en voz alta:
-          Chicos… la espera ha terminado… Llegó el gran día.
Todos me entendieron sin necesidad de palabras. La prueba había llegado. Nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones y nos pusimos el uniforme de batalla, ese que nos había ayudado en todos nuestros entrenamientos.
Justo cuando todos nos reunimos en el salón, notamos una vibración en el ambiente y a continuación Sara nos saludaba. Nos informaba de que ya lo tenían todo listo, y que le sorprendía que estuviésemos ya listos para ello, sin haber recibido ninguna notificación. Supongo que pensó en mí, porque no paraba de mirarme.
Fuimos al aparcamiento, y cogimos el mismo coche que la última vez para dirigirnos a ese sitio donde nuestro entrenamiento llegaría a un punto cumbre. Fue una media hora de viaje hasta que llegamos a una cueva, ahí había como una especie de tren que nos llevaría directamente al sitio donde todo empezaría. Nos subimos todos, incluso Sara, y pude notar a la gran velocidad que íbamos. Siempre me había gustado ésta, quizás por eso adoraba las atracciones, en las que la sentía cómo nunca, esperando ir más rápido cada vez más. El trayecto duró apenas unos minutos, mientras me preguntaba como de inmenso sería el territorio de la escuela.
Salimos ordenadamente y lo que vimos… Fue otro mundo. Nos encontrábamos al borde de un acantilado, y veíamos como el mar se extendía desde ahí. Había unas playas cercanas e incluso un bosque que limitaba con ellas. En el suelo que pisábamos, había una gran estrella de seis puntas y sobre ella, Zac y Trevor. Sentí ese escalofrío que me recorría toda la columna, y ese cosquilleo que me ponía nerviosa. No. No era un día para esas cosas.
Sara nos ordenó que cada participante se pusiese sobre una punta de la estrella, y que ésta haría el resto. Primero, se elegirían los buscadores, y sólo tres puntas brillaron: la de Brad, Zac y la mía. Me dieron la opción de elegir protector a mí primero, y elegí a Ami, tenía la sensación de que era la elección correcta. Los equipos acabaron así: Brad-Trevor, Zac-Deborah y por último nosotras dos.
-          Escuchadme bien -. Empezó a decir Sara-. Los superiores y yo estaremos vigilando cada uno de vuestros movimientos. Hay un solo refugio, quien lo encuentre primero se lo queda, hay una llave para ello, buscadla. Después los buscadores deberéis encontrar un medallón, quién lo encuentre primero, gana. A partir de ahora sois rivales. ¿Entendisteis?
Todos asentimos, y tras dar buena la explicación, Sara comenzó la cuenta atrás. Tres, dos, uno… ¡Ya!
Pronto vimos como el resto lanzaba sus mejores ataques unos contra otros, pero yo fui más rápida. Cogí a Ami de la muñeca y le hice saltar por el precipicio, para finalmente, chocar contra el mar. Estábamos sumergidas y Ami presentó una clara sorpresa cuando vio que estábamos protegidas por una burbuja de aire gigante, que nos permitía respirar. Le sonreí y le dije que tenía la sensación de que la llave del refugio se encontraba bajo el mar. Ella me contestó que si se encontraba en el agua no sería ningún problema, que la encontraría.
Sacó lentamente las manos de la burbuja, y yo me concentré en que no se explotara. Una vez en contacto con su elemento, sus ojos se volvieron más claros y con el dedo me señalaba la dirección. Moví lentamente los brazos y la burbuja se fue desplazando por el fondo marino. Aún tardamos una hora en encontrarla, ya que estaba escondida dentro de una concha. Era una llave de oro, con piedras preciosas en la parte superior. Me la guardé en el bolsillo y le dije a Ami que me indicara el camino hasta la playa.
Me sentí aliviada una vez respiré el aire exterior, y al llegar en contacto con éste, la burbuja había desaparecido. Así que nadamos hasta la orilla.
-          Tenemos la llave… ¿Dónde puede estar el refugio?
-          Hum… -. Estaba pensando la respuesta que le daría a Ami-. No lo sé, pero si pude sentir que se encontraba la llave bajo el mar… Muy lejos no estará, quizás deberíamos buscar por las zonas de playa.
Ami asintió y nos pusimos en marcha en seguida. Sabíamos que caminábamos sobre arena… territorio de Zac. Pasaban las horas y no encontrábamos nada, ningún recoveco que pudiera darnos una pista. Nada. Un poco frustradas, nos apoyamos en una pared de rocas y saqué la llave del bolsillo, esperando que no nos hubiésemos dado cuenta de algo importante. Fue instantáneo, la llave empezó a brillar y a girar sobre la palma de mi mano. Ami y yo nos miramos sorprendidas sin saber muy bien qué hacer, pero no pasó mucho tiempo cuando nos caímos hacía atrás. Habíamos atravesado la pared de roca y ahora nos encontrábamos en una nueva estancia. El refugio. Qué rápido lo habíamos encontrado, en menos de un día.
Estaba decorado con un estilo de playa, redes por las paredes, flotadores… Había un pequeño hornillo y una mini nevera, todo vacío. Nuestras camas eran dos hamacas colgadas del techo, repletas de cojines y mantas. Pero lo mejor del refugio, eran sin ninguna duda,  que en una de las paredes había una valla de altura media y al otro lado, el mar.
Encontramos un mensaje de voz en el que hablaba Altair, nos daba la enhorabuena por haber encontrado el refugio y nos dio una pista de dónde encontraríamos el colgante:
<< Allá donde los pájaros cantan su dulce canción, sólo el más rápido podrá llegar. La noche se acerca, es testigo la luna de que sus elementos en contacto están. >>

-          Sus elementos… ¿A aqué se refiere? -. Preguntó Ami.
-          Quizás… Una vez Altair me comentó que agua y aire son más poderosos de noche, mientras fuego y tierra durante el día. Deberíamos buscar algún sitio donde haya aire y agua.
-          El aire será sencillo, pero el agua… ¿Crees que se refiere? ¿A la playa?
-          No lo sé, esta vez sí que no tengo ningún presentimiento. Aunque me parece que deberíamos buscar de noche, durante ese tiempo somos más poderosas y… tiene referencia con la pista. ¿No crees?
-          Pienso igual.
Decidimos ir a buscar algo de comida, Ami se encargaría de pescar y yo iría a por algún tipo de planta que encontrase. Brad me había enseñado de esto últimamente. Pero justo antes de salir, la brisa me trajo sonidos de voces, alguien había llegado a nuestra playa.
-          Ami… ssh… Hay alguien ahí fuera. Apaga las lámparas de aceite.
Me obedeció y me acompañó cuando salté por la terraza al mar, y nadé hasta una roca cercana donde nos escondíamos de la mirada de los recién llegados. Estábamos algo lejos de la playa, pero suficiente para verlo todo con claridad, y aunque ninguna persona normal hubiese podido escuchar la conversación, resulta que yo no lo era. Se trataba de Zac y Deborah.
-          Por más que busquemos… no encontramos ninguna llave -. Dijo Deborah.
-          A estas alturas lo más fácil que podemos hacer es encontrar algún lugar donde dormir, creo que Lena ya la habrá encontrado, su instinto y sensaciones especiales han mejorado mucho.
Parecía que cuando hablaba de mí… lo hacía con tristeza.
-          Quizás sea lo mejor. ¿Qué… te ocurre?
-          Nada. Simplemente me rondan por la cabeza demasiadas cosas.
-          ¿Por lo del Reloj de Arena?
-          Si, y por lo de Dyaus. Sé con seguridad que quiere a Lena, y es algo frustrante no poder protegerla… porque si lo hago… -.Se le quebró la voz-. Ya sabes lo que pasará.
-          Pero como dijo ella, el futuro se puede cambiar.
-          Ojalá.
-          Y dime, ¿Por qué la rehuías tanto antes?
-          No lo sé. Digamos que me leyeron el futuro, y en el aparecía ella. Me negaba que pudiese ser cierto. Y ahora… me parece increíble, y soy incapaz de saber lo que le ronda por la cabeza aunque quiera ayudarla. Y me dolió cuando me gritó y se enfadó conmigo cuando la encerramos.
-          Si, es una chica con muchos recursos, pero no creo que fuese la mejor idea dejarla aislada de su elemento.
-          Si…
Después de eso, se pusieron en pie y fueron a buscar ramas, ahí dormirían por la seguridad de tener la arena cerca. Estaba un poco perpleja, nunca me había dado la impresión de que pudiese importarle algo a Zac, pero después del beso… no sé la cosa cambió. Aunque seguía matándome por saber que sentía por mí en realidad, no es la primera vez que me daba falsas esperanzas. Además, me parece que nunca lo sabría… porque si estaba con él… Bueno, ya lo sabéis.
Volvimos al refugio y decidimos alimentarnos con los peces que pescáramos desde allí. Le conté a Ami todo lo que había escuchado y ella me dijo que no me preocupara, que todo este lío llegaría a solucionarse. Tras haber cenado, nos tumbamos en nuestras hamacas y esperamos al nuevo día.
Volví a despertarme segundos antes del amanecer y con una sensación muy extraña. Esa noche no había tenido la pesadilla, ni ningún tipo de sueño, y mira que yo suelo soñar todas las noches. Decidí dar pausa a mis preocupaciones e ir a mirar si la playa ya estaba despejada. Esta vez decidí no ir nadando, porque si volvía a mojarme, pillaría un buen resfriado. Levité hasta la roca y vi como se desperezaban y se introducían en el bosque.
Aproveché para arrancar unas pocas plantas comestibles y curativas en su ausencia, pero justo cuando iba a irme, oí voces. Calculaba que estaban a pocos metros y volvían a ser Zac y Deborah que habían sentido la presencia de alguien en la playa. ¿Qué podía hacer? Si seguía allí me verían, escalar los árboles me llevaría tiempo y sería peligroso volar por si mis alas deciden volver a brillar. Me acurruqué detrás de un arbusto y esperé, rezando que no me viesen.
Oí las pisadas justo a mi lado, y cerré muy fuerte los ojos… quizás consiguiese teletransportarme… pero estaba muy nerviosa y en vez de teletransportarme a mí misma, se esfumó el arbusto que me protegía dejándome al descubierto.
-          ¡Zac! Ese arbusto… se esfumó de repente.
-          Quizás es un truco de los superiores para despistarnos. Si no tengo entendido mal, la chica nueva, Zoe, tiene el don de viajar a otro lugar o hacer desaparecer las cosas.
No lo conseguía entender, yo estaba delante suyo y ni siquiera me veían. ¿Qué había pasado? Me miré las palmas de las manos y casi descubro mi posición del bote que di. Me había vuelto… invisible, invisible como el aire. Me quedé paralizada hasta que los vi alejarse una vez más. Me relajé considerablemente y volví a ser visible de nuevo. Decidí marcharme lo más rápido posible, no era una buena idea quedarme ahí esperando que alguien me encontrara.
Entré en el refugio desde la terraza y le conté a Ami lo de mi nuevo poder. Me felicitó tras darme un gran abrazo, y a continuación, preparó unas cremas curativas con las plantas que yo había traído que quizás necesitáramos próximamente.
Nos hicimos una buena comida con lo que habíamos recogido entre las dos y aguardamos a la noche.
-          Ya casi será la hora de marchar -. Le dije a Ami.
-          Si, toma -. Dijo a la vez que me pasaba un botecito.
-          ¿Qué es?
-          La crema. Quizás la utilicemos.
Asentí y me puse la chaqueta del uniforme, me coloqué el botecito en el bolsillo derecho del pantalón y determiné que ya estaba lista. Esperé a Ami unos minutos y después, salimos sigilosamente por la puerta principal del refugio, habiéndonos asegurado antes de que no hubiera nadie en la playa.
La brisa acariciaba nuestros rostros y nos incitaba a entrar en el frondoso bosque, Yo no las tenía todas conmigo, ya que solo había estado ahí una vez y no me alejé mucho de la playa. Mi compañera, al verme con las dudas me dijo que hiciera una vista aérea, que quizás sacábamos más información. Lo di por bueno, pero antes, desplegué mis alas de cristal y me aseguré de que no brillaban.
-          Lena, son increíbles…
-          Muchas gracias -. Dije ruborizándome -.  ¿Desprenden luz o he conseguido apagarlas del todo?
-           Nada de luz, aunque me encantaría verlas brillar.
Me despedí de Ami y le dije que tuviese cuidado. Nos reuniríamos dentro de 3 horas en la roca donde espiamos a Zac y a Deborah, nuestro propósito de esa noche era buscar cualquier lago, manantial… cualquier sitio que tuviese agua, nos aferraríamos a la pista de Altair.
Doblé ligeramente las rodillas y me impulsé hacía el cielo estrellado. Cuando surqué los cielos volví a sentirme renovada y fresca, era la mejor sensación del mundo. Miré hacia abajo y me sorprendió la inmensidad del bosque. Era increíble, no como el bosque de Eria, pero tampoco tan agobiante como el bosque de Arrait. El territorio de búsqueda se dividía en tres zonas: la playa, el bosque y las montañas de roca que surgían después del gigante verde. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sonido y el olfato, me traicionarían menos que la vista. Olí agua en dirección este, y oí una cascada hacía el norte. Primero… el Este. Volé hasta el lugar de destino y en un par de segundos ya estaba ahí, gracias a la gran velocidad a la que mis alas viajaban. Aterricé suavemente en un claro del bosque y observé el gran lago que se extendía ante mí. Ahora dudaba la manera de como buscar en su interior el medallón. Podría crear una burbuja como la de ayer, pero no podría ver ahí abajo, sería casi imposible. Pasé casi una hora pensando en la solución hasta que di con una que me parecía genialmente perfecta.
Respiré hondo llenándome de nuevas energías, y di gracias a la luna por incrementar mis poderes de esa manera. Creé la burbuja y entré en ella, y cuando me aseguré de que no tendría fugas, desplegué mis alas pero esta vez haciéndolas brillar como nunca. Yo seguía solo viendo unos hilos de oro, pero parecía que los animales del bosque huían sorprendidos por la luz. Me di prisa y moví la burbuja hasta caer dentro del lago. Lo que me extrañó fue de que no había ningún tipo de vida ahí abajo, ni peces ni plantas. Nada. Me desplacé por todo el lago y no encontré nada, así que decidí que era hora de probar con la cascada.
Se repitió el mismo procedimiento, volé rápidamente hasta ahí e inspeccioné el lugar de cabo a rabo sin encontrar nada. Se me estaba haciendo tarde y debía ir al lugar de encuentro.
No pasaron muchos minutos hasta que vi emerger una cabeza de cabellos marrones que yo no conocía muy bien.
-          ¿Encontraste algo, Ami?
-          Un manantial y una cascada, pero nada, no había ningún medallón. ¿Tú has sentido algo… bueno ya sabes?
-          Nada, ni un solo presentimiento, y mira que me esfuerzo.
-          Debe ser que este lugar impide que tu poder adivinatorio funcione, sería demasiado fácil si lo hiciese.
-          No sería descabellado pensar en ello. ¿Había más zonas de agua cerca?
-          Solo sentí un lago al Este.
-          Ahí estuve yo y nada. ¿Y en las montañas?
-          Tampoco, están secas.
Tras un suspiro de resigno, volvimos a dormir al refugio. Atravesamos la puerta principal y nos acomodamos en nuestras hamacas. Esa noche, el equipo de arena y fuego no habían dormido en la playa. Seguramente habrían encontrado un lugar más protegido. No tardé mucho en dormirme, y esa vez fue igual que la noche anterior, nada de sueños.
Pasaron los días y empezaba a agobiarme por no encontrar nada. Nos habíamos pateado todo el bosque y no había nada. Incluso un día lo pasamos entero en las montañas de roca. Nada. Habíamos tanteado la opción del mar, pero ni Ami ni yo, sentíamos nada en esa dirección. Era frustrante. Ya no se nos ocurrían más ideas. Por no decir que todas las noches que habíamos pasado fuera, no habíamos oído ni un solo pájaro cantar. Algo se nos escapaba y no sabíamos el qué.
Tomé el último bocado a ese plato de verdura, y tras pensar en lo mucho que me apetecía probar de nuevo la pasta, me dirigí a la salida del refugio. Ami apagó las lámparas de aceite y fue adonde me encontraba yo. Nos agarramos de la mano y atravesamos la puerta. Esa era la noche de la verdad. Todo o nada. Esa era la última sensación especial que había tenido.
Cuando íbamos a atravesar la primera hilera de árboles, sentí algo. Miré a todas direcciones y donde mi vista se quedaba más rato observando era hacía el interior del bosque.
-          ¡Debemos de darnos prisa! ¡Hay alguien cerca del medallón!
Ami me miró comprendiendo y corrimos todo lo que podíamos hacía la dirección que me guiaban los pies.
-          ¡Imposible! ¡No llegaremos a tiempo!
-          ¿Y qué podemos hacer? -. Ami parecía realmente cansada por el esfuerzo.
-          Quizás… ¿Te atreverías a volar conmigo?
-          ¿Cómo haríamos eso?
-          Te agarras y confías en mí.
Ella tragó saliva, y con la mano temblorosa, agarró la mía. Desplegué las alas, ahora sin importarme su visibilidad, ascendí unos cuantos metros por encima de los árboles controlando que Ami flotase a mí lado. Era un truco que había aprendido hace poco, constaba en hacer levitar a mi compañero y yo llevar el rumbo. Sin más demora, agité fuertemente las alas y atravesé los cielos. Oía voces debajo de nosotras, Trevor y Brad que acaban de habernos visto. A los segundos, volábamos esquivando rayos que caían desde nubes pasajeras. Ese era el poder de Trevor: la electricidad, el rayo… todo lo que englobaba. No pude esquivarlos durante mucho tiempo ya que cada vez se hacían más numerosos y más próximos, así que uno me rozó el brazo y caímos precipitadamente contra la copa de un árbol, donde nos quedamos enganchadas entre las ramas. El siguiente en actuar fue Brad, que hizo que esas ramas empezarán a rodearnos atrapándonos como si de una cuerda se tratase. Pero mi guardián no iba a dejar que eso pasase. Ami, sacó todo el agua que la planta pudiera tener, secándola y dejándola débil, de modo que pudimos escapar. El próximo movimiento era el mío.
-           Señores, prepárense para volar por los aires.
Y eso hice, un fuerte viento brotó de mis brazos, haciéndose más fuerte cuando llegaba a las palmas de mis manos extendidas, los empujaba hacía atrás y finalmente, los elevaba por los aires tirándolos lejos del lugar donde nos encontrábamos.
Respiré profundamente y me coloqué los pelos descolocados tras la oreja. Miré a Ami y le hice señas de que este no sería nuestro último encuentro, las presencias cercanas al amuleto no eran Brad y Trevor, y solo quedaba un equipo… Le invité a que me siguiera con disimulo, caminé unos pasos y me detuve. Tenía la sensación de que no conseguiría el amuleto así, derribando a los demás equipos. Entonces… ¿Cómo ganar?
La oscuridad de la noche nos rodeaba, y la luna llena estaba en su pleno apogeo, cerré los ojos y me concentré, todo a mi alrededor empezó a dar vueltas y solo sentía energías. A mi lado había un aura fresca y vital que adjudiqué a mi guardiana, pero… también existía como una estela que nos guiaba hasta un sonido: Era una cascada. Ahí era a donde debíamos dirigirnos.
-          Ami, ya tengo localizado el lugar. Yo me adelantaré, asegúrate de que nadie nos sigue.
-          Está bien.
Corrí lo más rápido que pude, sorteando árboles y ramas improvistas, me dirigía al lugar de donde oía el murmullo del agua. Mientras lo hacía recodaba una y otra vez la pista que nos dio Altair:
<< Allá donde los pájaros cantan su dulce canción, sólo el más rápido podrá llegar. La noche se acerca, es testigo la luna de que sus elementos en contacto están. >>
Y de repente casi tropiezo. Había oído un silbido que surgía desde las altas copas que crecían junto a mí. El silbido fue aumentando de intensidad y a él, se le unieron nuevas voces. Fueron entonando una bonita canción que hacía que me estremeciera, me embriagaba y me tenía hipnotizada. Mis pies comenzaron a moverse solos y la brisa me acompañaba en mi camino. Solo sentía la melodía, aunque me enteraba de lo que sucedía todo el tiempo.
Los árboles cada vez se encontraban más separados, y se veía un pequeño claro a unos metros. Yo seguía caminando por la magia del viento, y lamentablemente, no era la única que se encontraba ahí.
Finalmente, un pequeño estanque se alzaba ante mí y jugaba armoniosamente con la cascada de agua que salí desde la roca. Era un agua clara y cristalina, y parecía que brillaba con la luz de la luna.
Zac estaba en la otra orilla pero no parecía en un estado somnoliento como yo. Me miró fijamente y esperó. Pero mi cuerpo estaba quieto.
-¡No encontrarás nada! ¡Ya he mirado dentro del lago y detrás de la cascada!
Yo seguía sin inmutarme, esa zona ya la habíamos investigado con Ami y corroboraba lo que decía él. Entonces… ¿Por qué me encontraba ahí? Todo era misterio y adivinanzas, algún día ya podría tener algo claro.
Lo siguiente fue extraño, desplegué mis alas y deslumbraron el lugar con la luz de la luna atravesada por el cristal, haciéndola multiplicarse. Mis pies dieron un pasos hacia atrás tomando carrerilla y se impulsaron cuando mis alas empezaron a batirse. Cada vez a más velocidad, más y más, pero se dirigían directamente hasta la cascada. Intentaba pararme pero mis alas no me obedecían, solo pude gritar y protegerme con los brazos antes de chocar contra la piedra. Sentí el agua fría empapándome y acabé en la cueva que se encontraba detrás, pero antes de tocar con la mano la pared, aún sin parame, todo se iluminó.
Me encontraba totalmente quieta y con las manos en la cara, solo podía apreciar luz a través de ellos, que poco a poco fue descendiendo la intensidad para que mis ojos pudieran ver un poco más. Retiré las manos y desde luego, no me encontraba en aquella cueva, sino en un lugar diferente. Me encontraba en el interior de una estancia del palacio del bosque de Eria. Pero todo poseía un brillo especial, no como cuando estuve allí. Esa sala era desconocida para mí, pero era realmente hermosa, digna de admirar por todo arquitecto. Había unos sillones en el centro y muchísimas telas colgando del techo que llegaban hasta el suelo, dándole como intimidad a ese pequeño lugar. Las ventanas eran inmensas, sin cristal que impidiese que aire jugara en la estancia. Pude apreciar una silueta tras las cortinas traslúcidas y después de que una especie de polvo de hada saliese de mi espalada tras hacer desaparecer mis alas, me dirigí allí. Retiré con cuidado las telas y miré directamente a los ojos a la persona que me acompañaba.
-          Toma asiento, Lena.
Su cabello oscuro como la noche era inconfundible y su elegancia y majestuosidad hacían que yo me sintiese como una mota de polvo.
-          Hola, Isis -. Me senté justo en frente y esperé a que comenzase a hablar.
-          Por fin puedo hablar contigo, cara a cara. Tengo tantas cosas que explicarte querida Lena -. Y mientras lo decía me cogía de la mano y la acariciaba, el solo contacto con la diosa hacía que un escalofrío recorriese mi espalda -. Ya sé que leíste el diario que escribí expresamente para ti y un mar de dudas inunda tu cabeza. Por dónde empezar… El Reloj de Arena. Es el regalo que le ofrecí a mi prometido, Cai, que fue arrebatado fuertemente de sus manos, al igual que su vida. ¿Sabes? Lo amaba, nunca me había sentido así con un mortal, pero él era diferente. Aunque en el diario no te conté toda la verdad.
-          No entiendo…
-          La muerte de mi amado no fue exactamente así, transcurrió mucho tiempo después hasta que apareciera Dyaus. Incluso tuvimos hijos -. Mostró una dulce sonrisa cuando los mencionó-. Y quiero que tú los protejas, sobre todo al mayor.
-          Pero eso pasó hace mucho tiempo, ya deben estar muertos…
-          No, con ayuda del Reloj los trasladé al futuro, exactamente a este tiempo. Querida, piénsalo.
-          Me fijé en sus ojos, de un celeste increíblemente bello, y me preguntaba quién sería hijo de esta diosa proveniente del desierto. De repente abrí los ojos como platos. No era posible, eso sí que no. Imposible.
-          No, Lena. Todo es posible en este mundo repleto de magia.
-          Entonces… tus hijos… ¿Zac y Selene?
-          Exacto, tu intuición es buena.
-          No puede ser, si… espera, Zac no recuerda nada de su pasado, a Selene… ¿Le pasa igual?
-          Ella todavía era muy pequeña cuando la traje, era un bebé, pero Zac estaba un poco más crecido así que le tuve que borrar sus recuerdos antes de la escuela para que no me buscase, pero le di instrucciones de lo que debía hacer. Es lo único que recuerda de su pasado. Tienes que protegerlo, a él y al Reloj. Si Dyaus supiese de su verdadera identidad… lo mataría al instante.
-          Eso es horrible. Pero hay algo que no me concuerda, tú eres la única que poseía el Reloj, entonces Dyaus no puede hacernos daño.
-          Ojalá fuera así, pequeña. La verdad es que él vendió su alma al diablo y se le ha permitido viajar en el tiempo un número contado de veces, y cuando estas se consuman… el diablo se llevará el resto de él. Por eso quiere el Reloj, para viajar a su gusto por el tiempo y si alguna vez el diablo le reclama, ofrecerle el amuleto a cambio de su vida. Es un hombre lleno de avaricia y maldad. Solo busca riqueza y poder. Niña, te elegí como guardiana del Reloj de Arena porque sabía que tu destino estaría ligado al de mi hijo, y serías una portadora del “Don” completo. La verdad es que el Aire es mi elemento favorito, tan libre e indómito…
No podía creer lo que me estaba diciendo, tan solo tenía 17 años, no eran suficientes para enfrentarme a un antiguo mal y defender algo que me habían otorgado. Era mejor acabar con esa farsa ya.
-          Verás, Isis. Yo no puedo vencer a Dyaus, soy una chica que recién acaba de descubrir sus poderes y no tengo experiencia. Tú podrías acabar con él, yo no duraría ni medio segundo.
-          Yo confío en ti, pequeña. Es algo que ha decidido el destino, no yo. No está en mi poder. Tenemos poco tiempo, y debo contarte muchas más cosas. Te voy a enseñar a utilizar el Reloj.
Me dijo que lo cogiese con ambas manos, y que lo acariciara dibujando sus formas y que susurrara las siguientes palabras:
<< Yo te invoco, Dios del tiempo, rey de las arenas y los desiertos. Permíteme viajar en el tiempo. Te habla tu guardiana. >>
Y tras repetir los pasos que me había dictado, el Reloj empezó a crecer hasta que tuvo el tamaño de una pelota de baloncesto. Ahora apreciaba los detalles con mucha más claridad y la arena parecía viva. Lo siguiente que debería hacer era girar las roscas del lateral y darle la vuelta al Reloj, deseando fervientemente a que tiempo y lugar dirigirme. Y para que volviese a tomar su forma original, debía decir:
<< Gracias, tu trabajo ya ha acabado>>.
Y eso hice. Todo me parecía una completa locura y me costaba reaccionar, pero tenía que ser fuerte en esos momentos. ¿Qué impresión le daría a la diosa si empezaba a llorar como una descosida? Esto se me escapaba de las manos, y me daba mucho miedo.
-          Tranquila, lo conseguirás -. Dijo como si me hubiese leído el pensamiento -. No sé en qué apariencia se esconde Dyaus esta vez, se oculta bien y esa es la única información que no puedo darte. Solo sé que se encuentra más cerca de ti de lo que crees. Se acabó nuestro tiempo, no le cuentes a nadie esta conversación, confía en Astor, él ya se sabía la historia, pero esperó a que yo fuese la que te lo contara todo. Volveremos a vernos pronto. Suerte, pequeña. Cuida de mis niños.
-          Te lo prometo.
Y tras decir eso, desaparecí de aquel lugar para encontrarme de nuevo en la cueva. Se había formado una estalactita de hielo en el techo donde se encontraba el colgante en su interior. La arranqué y todo acabó. Habíamos ganado la prueba.