miércoles, 14 de diciembre de 2011

Capitulo 6: El baile

La semana transcurrió con normalidad. Bueno, más o menos. Dejamos los entrenamientos por un tiempo, todavía teníamos el mal sabor de boca de lo ocurrido con Deborah. Me sentí un poco sola esa semana. Había un ambiente muy cargado. Ami y Brad seguían enfadados y mira que fue una tontería… Y las comidas, eso fue lo peor. Deborah y yo dando conversaciones totalmente diferentes, cuando hablábamos con uno, el otro se empeñaba en decirnos otra cosa. O peor aún, cuando comíamos acompañados de un silencio sepulcral. Terminaban su plato y se marchaba cada uno a su habitación. Intenté conversar con cada uno de ellos para llegar a un acuerdo, pero eran demasiado tozudos, ninguno quería dar su brazo a torcer.
Apenas salimos de la torre, ellos dos incomunicados, y yo sin saber que hacer, pero me sentía segura dentro de ese lugar. Todo lo que me había pasado hasta ahora, había sucedido cuando cruzaba el umbral de la puerta. La que si salía y entraba continuamente era Deborah, me decía que tenía que hablar con Trevor de algo importante.
Lo único que me dolía era no haber visto a Zac en toda la semana. Podría haber venido a visitarnos… aunque quizás yo también tendría que haber ido a verlo… Un lío.
Me pasaba las horas sentada en el escritorio de mi habitación dibujando o escribiendo. La mayoría de las veces ilustraba escenas que representan la historia del diario. Me encantaba soñar con ella, soñaba que seguían vivos los dos, y pasaban el resto de sus días uno al lado del otro. Era tan bonito… ojala yo tenga una historia así…
En cambio hoy, me había dado por dibujar como me gustaría que fuese mi vestido para el baile. Deborah me decía que no me preocupase que ella ya se estaba encargando de todo, para que fuese perfecto.
Miré por la ventana, ya estaba amaneciendo. Hoy apenas había podido dormir. Hoy había vuelto a tener el sueño del otro día, el del hipogrifo, y en cuanto me desperté ya no pude volver a echarme a la cama, conque mataba un poco el tiempo.
Tenía tantas cosas que pensar… Aunque la que ocupaba mi cabeza la mayoría del tiempo era el baile. Iba a ir con Deborah y con Ami, pero me preguntaba muy a menudo si Zac ya tenía pareja. Solo de pensar que quizás podría ir con él, toda yo se ponía roja como un tomate, y quitaba ese pensamiento de mi cabeza pensando en las chicas. Por otro lado… no quería pasar un mal rato yendo con Brad, luego con Ami… Quería pasarlo bien en mi primer baile pero este era un problema muy importante.
Mi tripa rugió como un león. Era hora de bajar a desayunar. Dejé los folios garabateados y los lapiceros encima de la mesa, ya volvería en otro momento ha ordenarlos. Hoy había elegido una camiseta negra básica, debajo de una rosa palo algo holgada. De pantalón, unos vaqueros pitillos y de zapatos unas sandalias con tiras gruesas negras, con algo de tacón. Llevaba el pelo recogido en una coleta a un lado, y mi cuello estaba adornado con el pequeño reloj de arena que encontré en mi habitación, atado a un collar largo. Así serviría como algo más que un adorno, y la verdad es que quedaba bastante bien.
Bajé cuidadosamente las escaleras, pasando el dedo por la barandilla y dibujando las ondas ya impresas. Todavía no había nadie, ya me lo tomaba como una rutina, siempre era yo la primera en bajar. Solía pasarme siempre, incluso en la casa de mis padres…
Repetí todo lo que solía hacer a esa hora: desayunar, limpiar lo que había utilizado y por último acomodarme en el sofá.
Soplé fuertemente para apartarme unos cuantos pelos traviesos de la cara, pero para mi sorpresa hice algo más que moverlos. Había tirado todos los papeles que había encima de la mesa, solo con un pequeño soplido. Mis poderes estaban más indómitos que nunca, mira que lo intentaba, pero es que no había manera de controlarlos.
Me arrodillé en el suelo y empecé a apilar los papeles, cuando de repente la puerta se abrió detrás de mí. No me hizo falta girarme para saber quien era, mi corazón empezó a latir fuertemente sin ninguna explicación aparente. Pronto tenía a Zac a mi lado ayudándome a ordenar los folios. Cuando terminamos, el me dio lo que había recogido y nuestras miradas se cruzaron un solo instante. Fue algo instintivo, los dos apartamos la vista enseguida. Suspiré para mis adentros. Tonta, tonta, tonta, tonta… No podía dejar de repetírmelo.

– ¿Qué tal están?

Como solía pasarme, Zac me despertó de mi mundo de nubes y por poco se me volvieron a caer otra vez los papeles. Le miré algo desconcertada, supongo que por eso volvió a hablar.

– Ami y Brad.
– ¡Ah! Si, si. Pues como toda la semana… sin dirigirse la palabra.

Debió de notar mi voz de un tono algo triste cuando hablé sobre el tema. Pero no me importaba mucho. La verdad es que si no hubiese desaparecido ellos no habrían discutido…

– No es culpa tuya.

Ahora Zac me miraba muy serio. Parecía muy seguro de lo que estaba hablando.

– Pero…
– Lena, deja de atormentarte. Si no hubiesen discutido en ese momento habría sido en otro. Tú no tienes nada que ver con lo que ha pasado.

Iba a responderle cuando noté un dolor muy fuerte en el pecho. Tenía unas ganas terribles de ponerme a llorar. No podía controlarme, era involuntario.

– ¡Lena! ¡¿Qué te ocurre?!

Sentí sus brazos alrededor de mí. Me había sentado en el suelo y cerraba muy fuertemente los ojos, pero cualquier cosa que hiciese parecía no importar. En ese momento sentí ese mismo instinto que me había llevado a correr hacía Deborah sin saber que era lo que ocurría. Me despojé de los brazos de él y eché a correr en dirección a la habitación de Ami. No dudé en abrir la puerta y entrar precipitadamente en la habitación.
Encontré a Ami acurrucada en la cama sollozando. No pude evitar suspirar aliviada. Subí las escaleras que conducían a su cama y me senté en ella. Abracé fuertemente a Ami y le susurré cosas bonitas al oído.

– Lena… ¿Qué haces aquí?
– Shh… tranquila… es largo de explicar –. Le dije mientras le limpiaba delicadamente las lágrimas de la cara –. Tengo todo el tiempo que necesites.
– Verás… es que ya no sé si podré aguantarlo mucho tiempo… siempre que estoy con Brad… a ver, vuelvo a empezar. Muchas veces pienso que fui una tonta y cuando quiero ir a solucionarlo con él… siento un profundo odio que emane de él, y sé que va dirigido a mí. No sabría explicarlo…
– Eso se debe a que has desarrollado un nuevo don, Ami. Se llama empatía, puedes llegar a sentir los sentimientos de los demás.

Nos sobresaltamos a la vez. Ya ni me acordaba de Zac, que ahora estaba apoyado en el marco de la puerta. Volví a mirar a Ami y asentí. Ella nos miró alternativamente a él y a mí, y al final pudo decir con un hilo de voz:

– Pero eso quiere decir que… ¿Siempre va ha ser así?
– No, estoy segurísima de que si te concentras podrás controlarlo.

Ami cerró los ojos y se relajó. Al cabo del rato ya sonreía.

– ¿Lo ves? Sabía que lo conseguirías.

Le dediqué una sonrisa repleta de cariño, y ella me respondió con un fuerte abrazo que luego le correspondí.

– ¿Cómo sabias que estaba mal?

Esta vez fue Zac quien respondió, porque yo no tenía ni la más remota idea.

– Es la otra cara de tu poder. Tú puedes captar los sentimientos de los demás pero los demás también pueden captar lo que tú sientes. Por eso Lena se ha sentido tan mal en el salón. Pero solo lo ha captado ella porque vuestros poderes se parecen, estáis en un mismo nivel. En cambio yo, no he sentido nada.

En ese instante dos figuras más aparecieron detrás de Zac, él se hizo a un lado y dejó pasar a Brad. Me miró fijamente intentando descubrir algo en mí que le diera alguna señal de lo que había sucedido. Yo me limité a asentirle y darle un último abrazo a Ami antes de separarme de ella.
Los dejamos en la habitación para que hablaran de sus cosas, yo al principio me mostraba un poco reacia a marcharme pero Zac me cogió de la mano y me guió hasta el salón. Deborah ya nos esperaba abajo y me sonreía desde uno de los grandes sillones, luego me dijo que era mejor dejarles, que poco podríamos hacer por ellos. Suspiré algo apenada pero al final me dejé llevar y cambié de tema para olvidarme un poco del asunto.

– ¿Qué tal llevas los preparativos para el baile?
– Pues bastante bien, ya casi lo he acabado todo. Mañana será el mejor día de tu vida.

Me guiñó el ojo y descubrí un brillo de emoción en su mirada. Pero… ¿Mañana? ¿Tan pronto? Mi cabeza no había parado de darle vueltas a este tema durante toda la semana pero faltaban tantos cabos que ajustar…

– ¿Con quién iréis?

Fue Deborah quien le respondió a Zac, le contó que era mi primer baile y que ella se estaba ocupando de que todo fuese perfecto. El rostro de él era inexpresivo y no pude evitar hacerme la pregunta de si yo le era indiferente, supongo que nadie lo sabía. Era tan misterioso todo lo que le rodeaba… ojalá algún día pudiese conocerlo un poquito mejor.

– Hum… Con que juntas…

Zac se marchó al poco rato. Se me rompió un poco el corazón al que no nos dedicara un poco más de tiempo… pero era comprensible… tendría que organizar cosas. Pasaron unas horas y Deborah también decidió marcharse porque tenía que terminar lo que estaba planeando. En realidad no quería dejarme sola pero yo la convencí de que estaría bien. La verdad es que me sentía muy sola… pero siempre he tenido por costumbre a cerrarme un poco, para no molestar a los demás. No me gustaba la idea de poder molestar a alguien… simplemente por un beneficio personal.
El día pasó con normalidad, bueno, más o menos. Me pareció un día larguísimo, me aburría de tal manera que decidí explorar el patio, quizás me despejaba un poco el aire pero fue al contrario, a los cinco minutos de salir de la torre me vi acosada por diferentes grupos de chicos que me preguntaban si quería acompañarlos al baile. Fue una mezcla entre estresante y agobiante. Al final tuve que tomar la decisión de volver… siempre era igual, todos los problemas suceden cuando salgo al exterior del pequeño refugio que tenía en aquel (por el momento) desconocido lugar.
Ya eran las doce de la noche… y no tenía noticias de nadie. Ese fue mi último pensamiento antes de quedarme dormida sobre la cama.


Volvía a encontrarme en aquel bosque… y el viento me regala susurros… no lo comprendí al principio, parecían un barullo de palabras sin sentido pero luego empezaron a tomar forma.

<< Lena…>>

Era lo único que captaba. Mi nombre…



– ¡Au!

Me froté la cabeza, en el lugar donde me había dado el golpe. Me había caído de la cama. Me acurruqué a los pies de la cama aun con un fuerte dolor de la cabeza cuando los primeros rayos de sol amanecieron por la ventana. No pude reprimir una sonrisa, siempre era igual, era imposible quedarme a dormir un rato más, por más que lo intentara no volvería a conciliar el sueño.
Transcurrieron las horas como habitualmente lo hacían. La primera en levantarme, los mismos cereales, los demás me acompañaron una hora después…
Lo único que había cambiado es que ya no había esa tensión Brad-Ami. Me aliviaba mucho la nueva situación, ya volvíamos a ser piña de hace unos días. Al acabar las discusiones solo podíamos hablar del baile de esa noche. Deborah fue la que acaparó casi toda la conversación.

– Chicos… os tengo una sorpresa.

Después de citar esa frase me dio unos paquete enorme (y aún me quedaba corta) envuelto con papel de regalo. Lo apoyé sobre la mesa y empecé a desenvolverlo cuidadosamente. Era una caja. La abrí y descubrí una serie de trajes.

– Este es de chico, Brad supongo que será el tuyo… – Me quedé sin habla unos segundos, miré fijamente los siguientes trajes y… ¡Eran los que había diseñado ayer! – ¡Deborah! ¡¿Cómo..?!
– Verás… estuve planeándolo todo, ya estaba casi acabado pero faltaban los vestidos y fui a tu habitación a mirar tu talla de ropa cuando encontré esos maravillosos diseños. Espero que no te importase.
– ¡Claro que no! ¡Muchísimas gracias Deborah! Es el vestido de mis sueños y tú lo has convertido en algo real.

Intercambiamos una sonrisa sincera y terminamos de repartir los correspondientes trajes. El de Deborah era un rojo fuerte, estaba fruncido por debajo de la altura del pecho, caía hasta la cintura y desde allí, formaba varios pliegues ajustados que al final de cada terminación estaban bordados por una fina cinta dorada y para rematar, los pliegues terminaban por debajo de la rodilla y desde otra cinta de color oro el vestido terminaba de forma lisa hasta el suelo.
El de Ami era bastante más sencillo pero igual de increíble. Un cuello en uve, unos tirante finos, fruncido en la parte superior del torso, y terminaba con una caída de tela desde el pecho. Todo el vestido de un color azul pálido precioso.
Por último solo faltaba el mío… era de color gris pero también tenía tonos negros y plateados. Era un palabra de honor. Este se ceñía en la cintura y caía como capas superpuestas. El torso estaba adornado con piedrecitas negras que lo convertían en el mejor vestido del mundo.
Eran los tres increíbles, a cada cual mejor. Y a las tres, nos encantaron nuestros nuevos vestidos.

– ¿Y los has diseñado tú, Lena?
– Bueno… Ami… Se podría decir que si… Pero sin la ayuda de Deborah nunca habríamos tenido estos trajes.

Deborah, Ami y yo nos fundimos en un tierno abrazo. Luego, Ami le hizo señas a Brad para que se nos uniera. Me encanta esta sensación de pertenecer a algo y que ese algo ya no tuviese disputas. Ojala todo fuera así para siempre.
Nos pasamos la mañana y un rato de la tarde peinándonos, vistiéndonos, conversando como creíamos que sería el baile…
Brad se cansó a la hora y se fue a no se donde, con que fue un día de chicas. Nos sentó bien hablar de nuestras cosas, así matábamos un poco los nervios.
Y cuando llegó la hora de ir al gran esperado evento, nada de lo que hiciese podía relajarme. El corazón me latía a mil por hora y solo podía pensar que había sido mala idea decidir ir al baile, que no conocía a casi nadie, que mi vestido ya no me parecía tan increíble y por no decir que había un pelo travieso que se negaba a ponerse en su lugar.

– ¡Lena! ¡Tranquilízate!
– Lo siento, Deborah, sinceramente no puedo.
– Todo va a ir bien, ya lo verás.
–Ami tiene razón, estáis todas preciosas y el baile no será para tanto. – Respondió Brad.

Me cogieron de los brazos y casi me arrastraron hacia la salida. En cuanto pasamos el umbral de la puerta, volvió mi sensación de inseguridad, pero pronto me distraje contemplando la luna llena que brillaba con todo su esplendor aquella noche. Pudimos ver a un montón de parejas yendo al recinto. Por cierto… ¿Dónde estaba el lugar donde se celebraba el baile? Deborah caminaba segura hacia una dirección, con que me deje llevar y preocuparme en otras cosas más banales. Los vestidos que llevaban las demás chicas que nos encontrábamos también eran increíbles, Con que mi preocupación de que quizás íbamos demasiado arreglados se esfumó rápidamente.
No tuvimos que andar demasiado. Llegamos a aquel edificio en mitad del patio que tanta fascinación me creaba. Se oía claramente una música que emanaba de él a través de la puerta principal, abierta de par en par esperando a más estudiantes.
Cogí aire y apreté los puños. Les hice una seña para que supieran que ya estaba preparada para entrar y ellos me devolvieron como respuesta un asentimiento.
La puerta estaba decorada con un gran cartel en diferentes lenguas, busqué el título en español y ponía:

<< Baile de Verano >>

Muy original, si señor. Después de todo lo que había visto en aquel sitio esperaba un poquito más de imaginación, pero supongo que no se puede tener de todo.
Sigamos con la descripción del lugar. Una gran alfombra roja se alzaba ante nosotros y nos guiaba por un ancho pasillo iluminado con velas aromáticas, todo el conjunto daba una sensación de calidez y bienestar, casi sin darme cuenta ya habíamos llegado al final, hasta otra puerta igual de impresionante.
Al pasar el umbral de la puerta abierta de par en par, mis ojos se bañaron de miles de colores, la sala estaba decorada con miles de cortinas granates que cubrían las paredes adornadas con rosas blancas ceñidas a ellas. Había grandes sillones color crema donde los alumnos descansaban de una intensa sesión de baile. La pista de baile era enorme, aproximada del tamaño de un campo de fútbol, y al final de ella, habían colocado un escenario desde donde provenía una música inexplicable.
Cerré los ojos para concentrarme, me envolvía, la sensación era como la de un cálido abrazo, me transmitía tantas cosas… Me engatusé durante varios minutos, no había nada más alrededor de mi, era como estar en un dulce sueño…

– ¿Chicos?

Otra vez la misma voz, la que me despertaba siempre de mi misma. Con cada palabra mi corazón empezaba a latir más deprisa y a arder por dentro. Mis mejillas empezaron a ruborizarse y yo entera empecé a temblar. Abrí lentamente los ojos y centré toda mi atención en mantenerme en pie y a relajarme. Él me miraba directamente a los ojos, me daba la impresión de que el podía leerme el pensamiento como tantas veces antes. Aunque por primera vez parecía que el también se ruborizaba cuando lo miraba directamente.

– Ola, Zac. ¿Qué tal estas?
– Bien… ¿Os está gustando la decoración del baile?
– Está todo precioso.

Acabé la mini conversación con una sonrisa y su grado de color rojo empezó a subir considerablemente. Que monada… (Jeje)
Notaba los ojos curiosos de mis amigos mirándome directamente, probablemente luego me someterían a un montón de preguntas pero me sentía feliz en ese momento. Son pequeñas cosas las que forman la felicidad aunque parecía que alguien me la quería quitar a pulso.

– ¡Cuánto tiempo chicos! ¿Qué tal estáis todos?
– Hola, Sara. – Respondí rápidamente aunque no pude resistir el impulso de dar un paso hacia atrás rememorando nuestro último encuentro.
– Estás preciosa, Lena. ¿Quién es tu pareja?

Antes de poder contestar alguien me agarró del brazo y me atrajo hacía sí. Me quedé perpleja al levantar la cabeza y comprobar que Altair ya había vuelto a hacer de las suyas.

– Soy yo su pareja.
– Altair. ¿Pero que…?

Literalmente me arrastró hasta otro lugar mientras yo me debatía en soltarme. Al final nos paramos cerca del buffet pero yo ya estaba histérica.

– ¡Altair! ¡¿Qué demonios te pasa?! ¡¿Por qué has dicho eso?!
– ¡Porque Zac ya tiene pareja! ¡Además, tú ibas de pareja con tus amigas y no le iba a dar ese beneficio personal!
– ¿Zac tiene pareja de baile?
– ¡Exacto! Mira, ese tío es un total misterio y hay una leyenda… da igual… Hazme caso por favor.
– ¿Y a quién se lo pidió?
– A Sara.

En ese instante la música me transmitía tristeza, dolor… sensaciones desagradables... El mundo se me iba cayendo a pedazos, incluso el aire de mi alrededor se había vuelto frío.

– Altair, gracias por preocuparte por mí pero no tiene sentido que me moleste por eso, él solo es un amigo o algo por el estilo. Tiene total libertad de hacer lo que quiera.

Lo miré fijamente a los ojos y me extrañó su reacción, apartó bruscamente la mirada y se podían percibir ligeros escalofríos que le recorrían.

– ¿Estas bien?
– Tu mirada es impenetrable. Es un fuerte huracán que no cesa.

Me quedé aun más perpleja de lo que podía llegar a estar. Le miraba con los ojos bien abiertos sin saber que decir.

– Nuestra Lena se ha quedado sin palabras, increíble.

No pudimos resistirnos más y acabamos en risas. Era una sensación agradable, era la primera vez que me sentía a gusto con Altair.

– ¿Firmamos una tregua de paz? ¿Amigos?
– Claro, Altair.

Nos apretamos las manos y sonreímos. Mira, quizás no fuera tan mal chico después de todo.

– Por cierto… estás muy guapa.
– Shh, me vas a poner roja. Además mi vestido no es el más bonito ni mucho menos.
– Da igual que no te guste, tú lo haces bonito al llevarlo. Estoy seguro que cualquier chica que se lo pusiese no le quedaría ni la mitad de bien que a ti.
– Gracias…

Me cogió de la mano y me arrastró otra vez hasta la pista de baile y me dijo que prestara atención. Empezaron a llover flores que chocaban dulcemente contra mi pelo, al cabo del rato estaba cubierta por flores de colores. Pequeñas lucecitas las acompañaban, dando luz a la sala ya que habían apagado las lámparas. Hubo gran expectación y busqué con la mirada a mis amigos. Ahí estaban mirándome y sonriéndome con cara de picardía. ¿Por qué sonreían de esa manera?
Las lucecitas se dirigían ahora hacia el escenario haciéndome saber que estábamos casi a primera fila, cosa de la que no me había percatado antes. Lo dejé por imposible, siempre sería terriblemente despistada.
Zac apareció subido a él e iluminado por esos miles de pequeños focos. Con el micrófono en mano empezó a decir:

– Bienvenidos a todos. Celebramos otro año más este baile, en memoria de nuestros fundadores, y del misterio que los albergaba. Sin ellos esta escuela nunca hubiese nacido y muchos de nosotros estaríamos sin poder controlar estos dones que nos han sido entregados. Este año es diferente, ha sucedido algo mágico, los cuatro superiores de cada elemento se han reunido en el mismo tiempo, acontecimiento nunca dado. Así que hoy es un día especial de celebración, espero que los paséis bien.

Me dirigió una mirada de soslayo y a continuación bajó hasta la pista de baile. Toda la sala se dividió en cuatro grupos que se alejaron hasta las paredes del salón. Sonó una música impregnada de tambores y fuerza, de alegría y celebración. Del grupo situado en dirección norte salieron un total de 5 personas, vestidos con trajes azulados y holgados. De sus dedos salieron pequeños copos de nieve que se hicieron cada vez más grandes hasta convertirse en cristales y el suelo que pisábamos parecía haberse convertido en un gran lago en el que no podíamos hundirnos, crearon un gran dragón de agua que poco tiempo después se desharía en millones de gotas de lluvia que evaporarían antes de colisionar con los espectadores.
Se retiraron hasta sus lugares iniciales y les dieron paso a los integrantes del grupo sur, otros 5 alumnos. La estancia se volvió cálida y de sus movimientos de baile iban surgiendo llamas de colores, un movimiento brusco de manos y grandes fénix volaron a su alrededor creando un maravilloso espectáculo para la vista. Acabaron su número con grandes columnas de fuego que surgieron del suelo y que se apagaron dejando un delicado olor a incienso.
Fuego y Agua. Tan diferentes como semejantes… Dejé mis pensamientos para centrarme en el próximo grupo formado por el mismo número de miembros. Sus ropas eran semejantes a las del número anterior, ceñidas y de colores cálidos aunque estas estaban predominadas en su mayor medida por un verde esmeralda.
Chocaron las manos formando formas intrincadas y grandes enredaderas envolvieron las cortinas. Sacaron de unos saquitos que llevaban atados semillas, las tiraron al aire y grandes flores se abrieron, formando un arco iris de colores formado por estas. De pronto el suelo empezó a temblar y enormes rocas salían disparadas hacia el arco iris, rompiéndolo en pedazos. Todo se mezcló cuando tanto rocas como flores chocaron contra el suelo y en un hada se convirtió. Al final todo desapareció sin dejar rastro como por arte de magia.
Altair abandonó su sitio a mi lado y salió al centro de la pista. Me miró y me dirigió un guiñó con ojo derecho. Lo que pasó a continuación me impresionó mucho más que los espectáculos anteriores.
Poderosas corrientes de aire azotaron los cabellos de los presentes, y un sonido embriagador sonó en nuestros oídos. Las chicas que componían el quinteto lucían vestidos vaporosos y ligeros, parecían realmente cómodas con ellos. Altair echó a volar y esparcía en el aire lucecitas que recogían los demás y convertían en un hipogrifo hecho de luz. Me dio la impresión de que me miraba, era algo que no sabría describir. Era entre mágico y un poco tenebroso…
Cuando me quise dar cuenta ya estaban todos en el aire volando en diferentes direcciones y cuando cayeron al suelo el hipogrifo desapareció, junto con el sonido y el viento.
Y bajo la tenue luz sobre la que habían brillado los 4 elementos, apareció Zac de nuevo. Sus brazos estaban bañados en pequeños granos de arena que se iban desprendiendo de él mientras bailaba, ascendieron para volver a caer con fuerza y disiparse, a la vez que se encendían de nuevo las lámparas de araña que colgaban de la bóveda que generaba el tejado.
Siendo sincera, me había quedado hipnotizada después de ver todo el conjunto, con los ojos bien abiertos. Estaba segura de que yo no podría hacer lo que habían realizado, y si algún día lo consiguiese, habrían pasado muchos pero que muchos años. Si ni siquiera conseguía alzar el vuelo y supuestamente era lo más fácil.
Instantes después mi cabeza empezaba a dar vueltas (así, de repente) y sentía una fuerte punzada en la sien. La música se volvió terrorífica y cada nota expulsaba ira y oscuridad. Las piernas me flaqueaban y me sentí terriblemente débil. Notaba como la bilis lentamente subía por mi garganta. Lo último que recuerdo fue el techo y en él, una gran sombra.
Volví a soñar con aquel hipogrifo, solo que ahora desprendía luz. Cuando iba a alcanzarlo se volvía a escapar, y si extendía el brazo, mis dedos cosquilleaban y se veían obligados a retirarse. Poco a poco, fuimos alejándonos de la arboleda hasta llegar a un claro. Las flores predominaban, pero lo que más llamaba la atención, era el gran cielo abierto que se alzaba sobre nosotros. Me sentía como una niña encaprichada de un juguete que jamás conseguiría.
Una sensación agradable recorrió mi cuerpo mientras el pelaje del hipogrifo me acariciaba la piel. Lo tenía junto a mí, en una especie de abrazo.

–Pero no puedo volar contigo… no se…

En su mirada de ojos grisáceos se fueron pasando una serie de imágenes que transmitian palabras que formaban frases con sentido en mi cabeza.
<<Cuando estés con la persona a la que se liga tu destino, las Alas de Cristal aparecerán. >>

-          ¿Qué quieres decir?

Pero en vez de responderme, extendió sus grandes alas de águila y echó a volar y desapareció de mi vista fundiéndose con el sol.
Todo a mi alrededor empezó a verse borroso. Me froté los ojos e incluso agucé la vista, pero iba desapareciendo cada árbol, cada flor, cada roca…
Mi cuerpo iba alejándose por si solo, quería volver al claro otra vez pero otra imagen igual de borrosa apareció ante mi vista.