domingo, 19 de agosto de 2012


Capítulo 8: Astor y el Bosque de Eria.


¿Qué hora sería? Solo sabía que me dolía todo el cuerpo del sobreesfuerzo de ayer. Estaba terriblemente cansada, pero era incapaz de estar un minuto más en la cama. Necesitaba despejarme de alguna manera. Miré el reloj de la mesilla, eran las dos de la tarde. Genial, que tarde era. Me pasé la mano por el pelo intentando organizarlo un poco, hasta que la única manera de controlarlo fue colocarme los mechones rebeldes detrás de la oreja. Con un suspiro, me levanté y me coloqué en frente de la enorme ventana que daba a la terraza, dejé que los rayos del sol acariciaran mi piel y salí al exterior para airearme un poco, seguro que eso me sentaba maravillosamente bien. Ahora pude comprobar, mejor que días antes, el paisaje que se alzaba ante mí. Es verdad que se seguían viendo las pirámides, pero me habían pasado totalmente inadvertidos un jardincito justo al pie de la torre, por donde subían enredaderas juguetonas por la pared cubiertas de hermosas flores, y dos bosques que crecían a ambos extremos del camino que surgía desde el jardín hasta la lejanía. Me picaba muchísimo la curiosidad, sobre todo me llamaba la atención el bosque de mi izquierda, juraría que había visto antes esas hojas ligeras y danzarinas al son del viento. Quizás… No era hora de preocuparme por esas cosas, ya tendría tiempo después después de desayunar o casi comer. Me vestí rápidamente con una camiseta básica de color violeta a juego con las sandalias y unos pitillos oscuros. Esta vez, también me tentó ponerme como complemento el reloj de arena, así que decidí llevarlo conmigo.
Con un paso algo lento llegué por fin al salón. Había sido la primera en levantarme, siempre pasaba lo mismo. Retuve una sonrisita y me puse manos a la obra en la cocina. Por si acaso querían comer pronto solo tomé un café para despertarme del todo. Como de costumbre mi mente se fue a otro mundo y casi se derrama el café por el suelo cuando empezó a vibrar el busca, me lo había dejado olvidado en la mesita de café, y no había reparado en él. Terminé el café y lo cogí, había un mensaje nuevo, ese cacharro hacía de todo, un día de estos tenía que probar todo lo que podía realizar. Era un mensaje de Zac, requería nuestra presencia en su torre-despacho, tenía que contarnos algo urgente.
Vale. ¿Cómo hacía para despertar a los chicos? ¿Entraba en sus habitaciones y los sacaba a rastras de la cama? ¿Quedaría un poco descarado? Por toda respuesta, Brad salió de su dormitorio. Uno menos.

– ¡Brad! Acabo de recibir un mensaje de Zac, quiere que vayamos a verle.
– ¿No podría esperar hasta que estuviésemos en condiciones? Me duele un montón la cabeza.
– Ven aquí, quizás puedo aliviarte un poco.

Corrí hasta el final de su escalera, donde me esperaba. Coloqué mis manos sobre sus sienes, y deseé que mi don respondiera a mí y curara esos restos de fiesta. No pasó mucho hasta que un silbido de aire llegó a mis oídos y acariciaban a Brad.

– ¿Cómo has hecho eso?
– Hace tiempo que descubrí que podía curar.
– Alucinante… Ya puedo pensar con más claridad. ¿Te ha dicho de lo que nos quería hablar?

Negué con la cabeza. Brad dudó un momento y después nos encaminamos a las habitaciones restantes. El cuarto de Deborah era tan increíble como los demás. Las paredes estaban pintadas de colores rojos y granates, con ligeras pinceladas de negro. Tal cómo nos comentó, tenía una enorme chimenea donde el fuego crepitaba alegremente y dibujaba formas de animales, flores… Tenía vida. La cama era preciosa, como las típicas de las leyendas de la Edad Media, con un bonito dosel y bastante alta, tanto que se necesitaba dar un pequeño salto para subirse. La despertamos lo más suave que pudimos. Al principio mostraba una cara de desconcierto al vernos allí, pero cuando se despejó un poco, le contamos los planes y dijo que en seguida bajaba, en cuanto terminase de cambiarse.
El despertar de Ami fue mucho más divertido.

– ¡Lena! ¡Brad! ¡¿Qué demonios…?! Lena aún puede estar aquí, pero no me digas que tú has venido solo para despertarme, seguro que me estabas observando mientras dormía. Menudo descarado…
– ¿Perdona? Cómo si alguien quisiese mirarte, sería todo un suplicio sobre todo porque no parabas de roncar.
– ¡Eso te lo estás inventando! ¿Crees que una dulce dama como yo puede roncar?
– Tú no eres dulce, yo diría que eres más salada.
– Pues por lo menos tengo salero, no cómo otros…

Brad, algo mosqueado, tiró de las sábanas y las arrancó de la cama.

– ¡¿Pero qué haces?!
– Venga, levántate. Tenemos algo urgente que hacer y sólo faltaría que nos retrasáramos por tu culpa.
– Lena, dile a este pervertido que me deje en paz, que en seguida estoy lista.
– ¡¿Pervertido?! ¡Mira quién habla! La que me ponía ojitos dulces ayer…
– ¡¿Cuándo te he puesto ojitos?! ¡Lo quiero por escrito y firmado por un testigo!

Los dos emitieron un bufido y se marcharon cada uno por su lado. Brad bajó a la sala para tomar algo que le sirviese de desayuno, mientras Ami se arreglaba en su vestidor-armario y entablaba una conversación conmigo.

– ¿Pero tú ves normal las conversaciones que tenemos? Es idiota.
– No te preocupes. Yo creo que en el fondo le caes muy bien.
– ¿Y por qué no lo demuestra?
– Ya sabes… chicos.

No pudimos evitarlo, las dos nos echamos a reír como locas y tuvieron que pasar bastantes minutos hasta que se nos pasó la risa.
Luego, nos reunimos los cuatro abajo, y con paso decidido fuimos a la torre de Zac algo intrigado por tanto misterio y urgencia.

– Chicos, habéis venido muy rápido. Bueno, pasad dentro.

Seguimos a Zac hasta su despacho, y con la mano nos hizo ademán de que nos sentásemos en las diferentes sillas que estaban colocadas delante del escritorio. No me traía muy buenos recuerdos esa habitación pero cerré la boca y esperé a que empezase a hablar.

– Siento haberos llamado con tanta urgencia, pero el asunto lo requería. Nos ha llegado la información de movimientos extraños en los bosques que rodean la escuela. Empezaré desde un principio para que lo entendáis.
Hace mucho tiempo, cuando los primeros directores de esta escuela la dirigían, construyeron unos templos dedicados a su poder en el corazón de cada bosque. Es tradición que los miembros de cada escuela de elementos vayan a rendirles culto una vez al año. Pero no es época de hacer visitas a dichos lugares, y se están dando a sus alrededores sucesos jamás producidos; plantas exóticas y exuberantes, incendios en pleno bosque, inundaciones o tener que prohibir la entrada a uno de los bosques por el fuerte viento que lo azotaba, casi impidiendo permanecer de pie. Trevor y yo hemos llegado al siguiente acuerdo, iremos a cada bosque con todos vosotros, ya que sois los especiales podréis hacer algo más que nosotros.

Sacó un mapa de la estantería que situaba justo detrás de las sillas y lo desplegó delante de nosotros y nos invitó a mirar. Me sorprendió lo que vi. Era un mapa de la escuela dibujado desde el aire, era tal y cómo lo había visto con mis propios ojos la noche anterior. Conocí por fin los nombres de los cuatro bosques; Arrait, Oguef, Aqua y Eria. Nos dirigiríamos primero al bosque de Arrait, situado justo en la parte trasera de la escuela limitando con el bosque de Oguef.
Nos condujeron hasta el exterior y desde allí nos guiaron por el enorme patio con forma de reloj de arena. Abrieron una puerta doble cerca de la entrada principal dónde se situaba la recepción. Cuando vimos lo que había dentro de la nueva sala los chicos y yo no pudimos evitar reír, nos esperábamos otra cosa, algo diferente…

– ¿Un aparcamiento? – Preguntó Brad.
– Claro, sino… ¿Cómo creías que íbamos a llegar hasta nuestro destino?
– No sé, Trevor. Nos esperábamos algo más mágico que unos coches –. Le contestó Deborah.

Llegamos hasta un coche enorme, tanto, que cabíamos todos a la perfección. Brad se quedó algo embelesado mirándolo. Zac y Trevor parecían contentos con la reacción de él y le explicaron detenidamente el coche  todas las aplicaciones que había en su interior. Parecía realmente un coche muy caro y moderno, pero es que yo no sabía nada de coches y Brad parecía un niño en el día de reyes. Las tres pusimos los ojos en blanco porque estábamos perdiendo un tiempo precioso y todo por un coche.
Los chicos parecieron recuperarse de su entusiasmo y por fin, nos encaminamos al bosque de Arrait. Cuando llegamos, me quedé sin palabras. Las copas de los árboles eran increíblemente altas y si mirabas más allá de las tres filas de arbustos y plantas, no se veía absolutamente nada. Definitivamente, ese no era el bosque que se veía desde mi terraza. Nos bajamos del coche, y todos se disponían a entrar en la plantación. Cuando iba a cruzar el umbral del bosque, sentí un terrible miedo, una vocecita en mi cabeza me decía que no entrase, pero me mordí el labio y entré corriendo porque los demás ya estaban a una distancia considerable.

– ¿Qué te pasa, Lena?
– Nada, Brad… ¿Tú sientes algo así como un terror irracional?
– Qué va, me siento lleno de energía al estar rodeado de tanta tierra.

La verdad es que a mí nunca me han gustado los bosques, siempre me he sentido incómoda pero no cómo en aquel momento. Por cada paso que dábamos, había más y más plantas, y no se podía ver el cielo porque estaba tapado por esas enormes hojas que tendrían el mismo tamaño que un cuerpo humano. Me sentía cómo en una jaula, quería correr en dirección contraria y huir de aquel lugar.
Ya llevábamos caminando durante dos horas seguidas y yo ya no podía más. Brad parecía realmente entusiasmado y los otros no parecían estar exhaustos o cansados, como me pasaba a mí. Me empezaba a doler realmente la cabeza y no podía concentrarme en casi nada, de modo que si sumamos mi desconcentración y mi torpeza habitual, da de resultado un traspié con la rama de un árbol. Para evitar caerme me agarré fuertemente de una rama por ahí pasajera, pero realmente quién me salvo fue Zac, que se situó cerca de mí y me cogió entre sus brazos. Cuando entré en contacto con él, todas mis fuerzas y esperanzas de mantenerme en pie se esfumaron. Me encontraba en un estado entre el sueño y la vigilia, podía enterarme de todo lo que pasaba pero era incapaz de moverme.

– ¿Qué le pasa? – Ami parecía casi histérica, mi aspecto no debía de ser nadabueno.
– ¡Debí de tenerlo en cuenta! ¡Mierda!
– ¡Zac! ¡¿Qué está pasando?! – Intentó averiguar Deborah.
– ¿Es que no os dais cuenta? Estamos en el bosque de Arrait, el bosque dedicado al culto a la tierra. Y Lena es todo lo contrario, su don es el Aire. Muchos alumnos pertenecientes a su casa, mostraban molestias al entrar aquí pero claro, ellos solo cuentan con una parte del poder de Lena, y su sola presencia aquí la está afectando mucho.

Noté como Zac ponía su mano en mi cabeza y cómo la retiraba rápidamente.

– Está ardiendo –. Le oí decir.
– ¿Suspendemos la misión?
– No, Trevor. Esto ha sido culpa mía, así que me la llevaré fuera de aquí y cuando se haya recuperado un poco, iremos al bosque de Eria, seguro que se sentirá mucho mejor. Vosotros seguir con lo que habéis empezado, nos volveremos a ver, llevamos los buscas.
– Está bien.

Lo próximo que sentí fue el contacto con las manos de Zac, que me impulsaban hacía su espalda. No sé muy bien cómo lo hizo para llevarme a en su espalda, pero quizás tenía algo que ver ese repentino olor a la arena de la playa. Poco a poco mi cabeza se iba despejando y aunque todavía me sentía terriblemente mareada esto ya era otra cosa.

– Lo siento… – Pude decir, y hasta que me respondió aún pasó un largo rato.
– Tú no debes pedirme disculpas.
– Si, Zac. Siempre me meto en líos, me desmayo o caigo enferma. Asúmelo, soy una completa carga. Déjame allí en el suelo, creo que podré caminar. Incluso para eso necesito ayuda…
– Ni hablar. Tú te vienes conmigo, yo te llevo y punto. Además, soy yo quién no pensó en las consecuencias.
– ¿Te das cuenta? Siempre que hablamos, discutimos de quién fue la culpa, y los dos somos increíblemente tozudos.

Noté como el cuerpo de Zac se agitaba ligeramente y como de su boca emanaba una dulce risa.

– No te rías… Hablo en serio…
– ¿Sabes? Eres diferente. Siempre ando liado y estresado por los asuntos de la escuela, e incluso a Trevor le cuesta hacerme reír y sacarme dos minutos de mi despacho. En cambio, tú, haces que pierda la noción del tiempo.
– ¿Me lo tendría que tomar como un cumplido?
– Deberías. Además, ahora no estás en condiciones para enfadarte conmigo.
– ¿A si? ¿Eso piensas?

Con más fuerzas de las que tenía, le di una patada en un costado. (No muy fuerte…)

– ¡Au! ¡Encima que te llevo!
– Eres tú el que ha querido, yo iba a ir andando.
– Es verdad, me has pillado.

Ahora fui yo la que me eché a reír.

– Deberías reírte más a menudo, es un sonido agradable. Siento que tengáis que pasar por todo esto, y que hayáis tenido tan poco tiempo para acomodaros, controlar vuestros poderes…
– Pero eso no puedes controlarlo. Ya sé que somos algo negados en cuanto a nuestros dones ahora mismo, pero mejoraremos, ya lo verás.
– Tú ya lo hiciste ayer, con lo de las alas.
– Pero aún me falta mucho camino, demasiado.
– No desistas y lo lograrás.

Nos pasamos el resto del camino de vuelta sin hablar, no nos hacía falta. Al contrario que con la ida, este viaje se me pasó muy deprisa y aun me resistía un poco a dejar de apoyar mi cabeza contra su espalda. Se estaba tan bien…
Por fin vi el coche a lo lejos, y no pude contener un leve suspiro. Tenía que separarme de Zac… otra vez, y creo que cada vez me costaba más. ¿Me estaría enamorando? Muchas veces se me había pasado por la cabeza esta idea, pero siempre la tachaba de loca e imposible, si no hace más que un par de semanas que lo conozco… ¿O tal vez fueran las suficientes?
Él se puso al volante y me hizo ademán para que entrara. Me coloqué a su lado, en el asiento del copiloto. Cómo otras tantas veces, no paraba de pensar en lo poco que conocía de él, y eso hacía que tuviera en torno así un aura de verdadero misterio. Aunque prefería no pensar en ello, era algo deprimente.
Me acurruqué en mi sitio y miré por la ventana. Nos encontrábamos muy cerca de la escuela, y se veía enorme, mucho más de lo que me llegué a imaginar en un principio, y seguía decorada por esos dibujos desconocidos para mí.
No hablamos en todo el trayecto, quizás fue porque me encontraba totalmente mareada aunque intentaba no mostrarlo, no esta vez. Odiaba parecer tan débil. Cuando llegamos, todos mis sentidos se despertaron, fue una sensación única.

– Este es el bosque de Eria, dentro de él se encuentra el templo del Aire.

Me quedé sin palabras, no era nada parecido al bosque claustrofóbico de antes. Los árboles también eran muy altos, pero no tapaban el cielo, sino que daba la sensación de que acariciaran el cielo.
Había un pequeño sendero que indicaba el camino. Otra diferencia más con el otro lugar, en este bosque no tenías que abrirte paso entre la maleza. Cuando pasamos la primera fila de árboles me sentí totalmente viva, no sabría explicarlo… era cómo una paz interior que hacía que viera todo con optimismo. Mis males se desvanecieron y me sentí otra vez ligera y fresca. Aceleramos un poco el paso, aunque me hubiera encantado observar cada planta, cada piedra del suelo... de aquel maravilloso lugar.
Aunque me encontraba al borde de la euforia, me dí cuenta de que Zac no parecía tan entusiasmado cómo yo.

– ¿Estás bien?

Antes de responder me lanzó una de sus típicas sonrisas que me derretían como un helado en pleno desierto.

– Creo que me pasa igual que a ti. Mi poder, aunque aquí es considerado cómo un quinto elemento o un don muy importante, estoy estrechamente relacionado con la línea de la tierra. Esto está empezando a ser verdaderamente molesto, no sé cómo has podido aguantar tanto tiempo en el bosque de Arrait, siendo tu poder directamente opuesto.

Ya sé que está mal, pero me hacía gracia pensar que no era tan debilucha como pensaba, aunque fuera a costa de Zac. Seguimos avanzando pero con un paso más lento, él me había ayudado antes y no me parecía bien forzarlo a ir deprisa encontrándose mal.
Oía el murmullo de las hojas entonando una dulce canción y la brisa veraniega me acariciaba la cara en señal de bienvenida. Y entonces lo vi, fue solo de refilón, pero supe exactamente que había allí o quién. Las flores del suelo iban tornándose doradas y desprendían una misteriosa luz. Poco a poco vi más de su figura y Zac se percató de que algo ocurría. En ese mismo momento, apareció Astor ante nosotros.

– Príncipe de las Arenas –. Dijo agachando la cabeza en dirección a Zac en modo de saludo, y luego, se dirigió a mí –. Reina del Aire. Os estaba esperando.
– ¿Astor? ¿De verdad eres tú?
– Claro que lo soy. Te lo dije en uno de nuestros encuentros en tus sueños.
– Es que… es tan irreal tenerte delante de mí… Siempre tuve la sensación de que solo eras parte de mi imaginación.

Astor me miraba con sus penetrantes ojos, y cualquiera se habría sentido molesto pero en mi caso me tenía totalmente enganchada. Solo me desconecté cuando retiró su mirada para dirigirla a mi acompañante, que estaba arrodillado a mi lado.

– ¡Zac! ¡¿Qué te ocurre?!

Tenía una mueca en la cara y los ojos entrecerrados. De todas las veces en que lo había  visto mal, ésta las superaba a todas. Puse mis manos en su cuello y le obligué a que me mirara. El aire aparecía en torno a mis manos y refrescaba el reciente rostro sudoroso de Zac. Consiguió abrir más los ojos ya más aliviado. Si me había enganchado a los ojos del grifo, sus ojos celestes me hipnotizaban. Y sin darnos demasiada cuenta nos quedamos así unos segundos, mirándonos. Mi corazón había alcanzado una velocidad vertiginosa y por más que lo intentase no se calmaba. Pensé que iba a estallar hasta que Astor pasó una de sus alas alrededor nuestro, y a continuación, nuestros cabellos empezaron a juguetear con el viento y su ala empezó a brillar, pero era una luz que no nos dañaba los ojos aunque fuera tan potente.
Volví a mirar a Zac, él parecía tan o incluso más sorprendido que yo. De repente, puso sus manos sobre las mías y tiró de ellas acercándome a él. Sus ojos habían cambiado, ya no estaban desconcertados, sino que miraban en todas direcciones intentando proteger algo.

– Tranquilo, solo he aliviado tu dolor, no pensaba hacerle nada a Lena.

Ahora la verdadera sorprendida era yo. ¿Por qué Astor querría hacerme algo malo? El grifo me miró y esbozó una leve sonrisa a la vez que escuché en mi cabeza: <<Ya te contaré>>. Era igual que en mis sueños.
Astor se alejaba y nos indicaba que le siguiéramos. Ayudé a Zac a levantarse y empezamos a caminar, de vez en cuando le miraba de reojo para asegurarme de que ya se encontraba bien.
Empecé a entablar una conversación con él para romper un poco el silencioso en incómodo momento. Literalmente, hablé de lo primero que se me ocurrió:

– Zac, ¿Eres un príncipe?
– Que yo sepa, no.
– ¿Entonces por qué te ha llamado así?
– No lo sé. Pero a ti también te ha llamado reina. ¿No deberíamos de ser los dos iguales?
– ¿Molesto por tener un cargo inferior al mío?
– Que vá.

Me reí para mis adentros. Menuda conversación más tonta, aunque me intrigaba un poco porque nos había llamado así. Y sobre lo de antes… debo ser una persona verdaderamente ingenua o no me doy cuenta de las cosas. Últimamente eso era una rutina, pero por lo menos esta vez algo me aclarará Astor.

– No entiendo muy bien lo que está pasando. ¿Tú conocías a Astor de antes? ¿Conocías la leyenda?

Y una vez más di un respingo al oírlo hablar, como siempre me pasa, había desconectado.

– Yo llevo sin saber bien lo que pasa desde que llegué aquí. Ahora solo me dejo llevar por las circunstancias. Espera… ¿Qué leyenda?

Y si era… ¿La leyenda del diario? ¡Es verdad! Tenía que preguntarle, pero los acontecimientos me lo impidieron. Un rayo de esperanza se iluminó dentro de mí.

– Si. Existen cuatro guardianes que protegen a los portadores del “Don”: Aire, Fuego, Agua y Tierra. El protector del fuego es un fénix, se dice que sus plumas están hechas de llamas, y es un ser de lo más justiciero. Su nombre es Alcander.
En el caso de la tierra, es una gran osa de pelaje tan oscuro como la noche, pero que brilla como la luz del día. Se llama Valquiria y es la sabiduría personificada.
Para el agua, es una dragona elegante y alargada de un color celeste. Aunque este no escupe fuego sino agua. Es el más compasivo de los cuatro y adora todo lo vivo. Recibe el nombre de Oceana.
Y por último, está Astor. El grifo. Se dice que una sola pluma suya puede dar tanta luz cómo el sol. Es conocedor de pasado, presente y futuro.
Con ayuda de los otros tres, creó un amuleto para poder viajar en el tiempo, pero ese objeto es solo una leyenda, igual que ellos. Nunca pensé que eran de verdad.
– Veo que eres conocedor de la antigua historia –. Dijo Astor.
– Era una historia que me contaron cuando era niño.
– Perdonad… ¿Y esa leyenda dice algo de una diosa o un emperador?

Astor volvió a mirarme pero esta vez su mirada no parecía tan amigable.

– ¿Cómo sabes que la leyenda esta relacionada con ellos? ¿Te lo ha contado alguien?
– No, nadie.
– ¿No te referirás a los fundadores de la escuela? Pero no se sabe nada de ellos, tan sólo que existieron.

Astor se acercó más a mí y me dijo con ojos desafiantes.

– Entonces… ¿Cómo sabes que hay una historia sobre ellos?

Mi cuerpo temblaba. ¿Por qué de había puesto así? Si no había dicho nada malo… Y encontrando fuerzas que no tenía, intenté darle una respuesta verdadera, porque si de algo estaba segura era de que mi guardián sabría que mentía.

– Pues… cuándo llegué aquí… encontré un diario sobre el escritorio de mi habitación, y sólo pude abrirlo usando mis poderes y contaba un historia de amor sobre un emperador y una criada, que resultó ser una diosa. Ella, cómo prueba de su amor le regaló un Reloj de Arena, pero un señor malvado intentó quitárselo y al final, llegó a matar al emperador.

Tanto Zac cómo Astor me miraban con unos ojos muy grandes cargados de sorpresa.

– Pero… si nosotros al prepararte la habitación no te dejamos ningún diario –. Dijo Zac.
– ¿Eh? – Fue lo único que pude responder.
– Venid conmigo, ahora mismo éste ya no es un lugar seguro para hablar.

Le seguimos sin poder evitar dejar de mirarle. Mis sueños se habían hecho realidad y ante mí, caminaba un decidido Astor.
El grifo se detuvo y me miró con unos ojillos rebosantes de luz, y con una de sus alas nos señaló el árbol más grande de la zona. Al principio, no entendía lo que me quería decir pero Zac me dijo que mirase más arriba y me quedé muda varios instantes.
Justo en la copa, se alzaba un enorme palacio dividido en varias estancias situadas a lo largo de todo el árbol. Era increíblemente blanco y desprendía miles de rayos de luz que simulaban el arco iris. Era increíble, lo más bonito que había visto nunca.

– Bienvenidos al templo del Aire.
– ¿Y cómo subimos? – Preguntó un nervioso Zac.
– Lena puede subir volando y tú… ¿Te atreverías a subirte a mi lomo?

Zac tragó saliva y asintió, no las tenía todas consigo pero aún así se hizo el valiente. Yo, por el contrario tenía muchas ganas de volver a volar, así que me concentré y cerré los ojos. Las alas de cristal volvieron a salir de mi espalda y me elevé unos metros del suelo hasta volver a abrirlos. Astor ya estaba a mi lado y Zac se agarraba a su lomo como podía, no todos los días vuelas encima de un grifo de leyenda.
Aterrizamos sobre una de las plataformas más cercanas, realmente estaba más alto de lo que parecía. Plegué mis alas y ayudé a Zac a bajar, tenía mala cara. Astor movió una vez más una de sus alas y la puerta principal se abrió. Lo que antes me había parecido un montón de luces, pude ver lo que realmente eran, el palacio estaba formado por miles de cristalitos que reflejaban la luz del sol y daban lugar a toda esa combinación de colores. Ese lugar desprendía un aura mágica.
Entramos dentro y la puerta se cerró detrás de nosotros. Si el exterior era increíble imaginaros el interior. Algunos rayos de sol atravesaban los cristales y daban luz al lugar, además que desde el interior podías ver a través de la pared, cosa que desde fuera no sucedía. No había muebles pero si un pequeño santuario en mitad de la estancia.

– Ya estamos seguros –. Dijo Astor –. Si ellos no te pusieron el diario… Esto tiene muy mala pinta… Otra persona se lo dejó ahí, alguien que sabía que solo Lena podía abrirlo y leerlo. Jugamos con ventaja, la persona que te lo dejó no pudo saber lo que ponía dentro. ¿Había alguna anotación además de la historia?
– Si… Decía: “Ahora completo este diario porque será esencial para aquella persona que lo lea, ya que resolverá muchas preguntas. Pero le pido al que lea esto que se sepa que Tai no murió de una enfermedad sino que fue asesinado. Y también le de deseo suerte al lector porque su destino ya está escrito.
– Y últimamente están pasando cosas muy extrañas en la escuela, por eso desperté de mi letargo sueño, es la primera vez que estoy delante de un elegido del Aire, eso quiere decir que el poder de Lena es mucho mayor que el de resto de elegidos anteriormente. Además es muy inusual que los cuatro dones aparezcan a la vez, nunca se ha dado este caso.
– Entonces no es ninguna casualidad –. Dedució Zac –. Pero la escuela está siempre protegida por los leones. ¡Es imposible que alguien entrase y no nos diéramos cuenta! Además, en la torre sólo pueden entrar alumnos ya registrados.
– Entonces, es alguien del interior.

No me estaba dando cuenta de nada. ¿Pero qué decían? ¿Tan grave era un simple diario?

– ¿Crees que ese alguien quiere hacer daño a Lena?
– Creo que sí, Zac. Y eso es lo que más me preocupa.
– ¿Y por qué querrían hacerme algo? ¡Si yo no le he hecho nada a nadie!

Me miraron con cara de pena, pero estaba empezando a angustiarme, hasta ahora todo había ido más o menos bien, todo parecía un bonito cuento de hadas y nunca habría imaginado esta fabulosa aventura pudiese acabar mal. Cómo siempre, me había pasado de ingenua.
Zac se acercó a mí y puso una de sus manos en mi hombro derecho, el solo contacto con él hizo estremecerme aunque me mantuve tan firme cómo pude dadas las circunstancias.

– No siempre tienes que hacer algo para que te ocurra.
– Pero…
– Lo mejor será que pensemos una solución, sin dar demasiadas pistas de que sabemos que algo va mal –. Dijo Astor.
– ¿Y los otros tres? ¿Están en peligro también?

La pregunta de Zac me traumatizó, y si… ¿Ami estaba en peligro? ¡Ella conocía la historia del diario! No podría vivir con esa duda.
                                                             
– No, sólo Lena. Si ella se encontró el diario y sólo ella pudo abrirlo… eso significa que… bueno, da igual.
– ¿Qué significa? –. Pregunté desesperada.
– Absolutamente, nada. Pero hasta que encontremos una solución te quedarás en este palacio y no saldrás bajo ninguna circunstancia.

Apreté los puños con fuerza y suspiré varias veces antes de soltar todo lo que llevaba dentro:

– ¡Astor! ¡No puedes hacerme esto! Tú sabes lo mucho que odio estar encerrada, me siento cómo un pájaro en una jaula, no podré soportarlo. Es que… ¡Estoy harta! ¿Sólo soy un objeto o qué? Desde que vine aquí sólo me han hecho cumplir órdenes, y sé defenderme solita… ¿Os recuerdo el suceso del dragón o cuándo Deborah casi se ahoga en la piscina? ¡Quiero que me expliquéis la gravedad de la situación, qué ya soy mayorcita! Qué lo único que sé de este extraño lugar lo he averiguado por mi cuenta, ya sea por encuentros no afortunados o por sueños que se volvían reales.

Y dejándoles con la palabra en la boca, me marché por uno de los pasillos de palacio, no sabía dónde llegaría pero cualquier cosa sería mejor que estar en esa habitación. 

viernes, 17 de agosto de 2012


Capítulo 11: Querer y no poder.


No quise preocuparme demasiado, ni darle demasiadas vueltas, así que me preparé para otro día de escuela. Así fue igual durante toda la semana, tenía la pesadilla y me despertaba, sin poder volver a dormirme. Quizás sería una buena idea hablar con mi guardián, aunque no sé si él querrá hablar conmigo tras esas cosas horribles que le grité.
días se centraban en ir de la torre a clase, de clase a la torre… Así sucesivamente. Incluso buscaba planos de Egipto y sus principales monumentos, lugares… por si en alguna foto salían las ruinas de mi sueño. Esa pesadilla empezaba a atormentarme de verdad.
Hoy me había despertado de nuevo con esos sudores fríos que surcaban mi espalda, era como si quisieran avisarme de un peligro cercano. Había tenido clase de especialización con Zac, y mi corazón daba un vuelco cada vez lo veía. Normalmente mis pulsaciones se aumentaban cuando me acerco a él pero desde la pesadilla me cuesta relajarme.
Habían terminado las clases y yo había subido a la azotea de mi torre para probar una cosa. Miré al cielo y grité lo más fuerte que pude el nombre de Astor, y no tardó mucho tiempo en aparecer.

¿Me llamaste?
Parecía insensible a todo, y esos ojos que me mostraron compasión una vez ahora estaban fríos, muy fríos.

Sí, quiero hablar contigo.
Pues empieza.
Quiero hablar bien, primero tenemos que solucionar nuestros problemas, sino… nada me asegura que vayas a ser objetivo.
– Está bien. Tienes que saber que el poder que te estaba acechando es más fuerte que ninguno de nosotros, y que las rabietas de niña no solucionan nada.
– Y tú, como mi guardián tendrías que haber sabido que encerrarme era una pésima idea.
– Pero no teníamos ninguna mejor.
– Hagamos borrón y cuenta nueva. Finjamos que yo nunca te grité y tú nunca abusaste de mi libertad. Mantengámonos unidos, portadora y guardián.
– Acepto.
Entonces fue cuando el águila recobró su forma de grifo. Nos fundimos en un abrazo, y ahora que volvíamos a estar unidos nos sentíamos más fuertes que nunca.
Le conté mi sueño y lo muchísimo que me aterraba. Él escuchó cada palabra, observaba cada gesto que yo ofrecía, lo examinó todo.

¿Crees que se puede tratar de un sueño premonitorio? ¿Cómo el que tuve contigo? -. Le pregunté.
 – No lo sé, incluso yo que he visto el pasado, presente y futuro, no he tenido visiones de nada parecido, pero tú tienes ese don más desarrollado que yo, porque los guardianes somos un reflejo de lo que sois vosotros, somos cómo una extensión de un brazo, igual de poderosos… Estamos para que vuestro poder sea más fuerte, ya que es cómo si vuestro “Don” se multiplicará por dos.
        ¿Soluciones?
        Ninguna.
        ¿Deberíamos contárselo a Zac?
        No, hasta que no estemos seguros es mejor no decirle nada, podría obsesionarse.
        Está bien.
        Por cierto el pájaro te está buscando.
        ¿El pájaro?
        Altair significa “pájaro”. Le queda bien a alguien que sabe volar.
Me despedí de Astor con esa curiosidad en mi cabeza, tenía que preguntarle a Altair si lo sabía. Bajé volando de la azotea hasta el suelo, y enseguida lo vi.

        ¡Llevo horas buscándote! ¡Ya era hora que aparecieras!
        Lo siento… Estaba investigando un poco…
        Bueno, da igual. Tengo el campo de entrenamiento para ti, Zoe y yo. ¿Te vienes?
        Claro.
Llegamos pronto, y me daba la impresión de que sabría llegar hasta allí sin problemas, iba conociendo un poco mejor la escuela por dentro.
Altair, como siempre, quiso hacer una demostración de vuelo para intentar impresionar a Zoe, seguía teniendo esa pinta de creído como cuándo lo conocí, este chico no cambia. Zoe y yo nos reíamos cuando se giraba para vernos y presumir y al final se daba contra el muro. Tenía que perfeccionarlo. Nos enseñó a relajarnos y a sentirnos una con el aire, teníamos que visualizar el lugar dónde queríamos llegar y desearlo con mucha intensidad. Lo malo del teletransporte es que tenías que haber visto antes el lugar de llegada con tus propios ojos.
Cuando ya acabamos agotados decidimos charlar un poco, y hablamos de el nombre de él, si él sabía que significaba “pájaro”, y nos dijo que sí y que estaba muy orgulloso de ello. Sus padres sí que habían tenido ojo para elegirle el nombre, parecía que el destino lo había querido así.
Ese día conseguí dormirme temprano aunque me podían los nervios por el acontecimiento que se cernía mañana, no sé si después de todo lo que había pasado estaba lista para celebraciones. Volví a despertarme minutos antes del amanecer y repetí mi rutina diaria, mi baño, mi vestuario… Ese día vestí una camiseta sencilla de tirantes y unos vaqueros con sandalias.
Bajé al salón para seguir con mi rutina, mi cuenco de cereales ahora con una tila, pero antes de poder hacer nada mis amigos me dieron un susto mortal.

¡¡Felicidades!! . Me dijeron los tres al unísono.
Pero… ¿Cómo sabéis que mi cumpleaños es hoy?
Un pajarillo nos lo contó.
Altair. ¿No?
No es justo jugar a las adivinanzas con una adivina . Me dijo Brad.
Tendréis que acostumbraros . Dije entre risas tras el enorme abrazo que recibí de cada uno.
Me regalaron entre los tres una cajita de música. Era preciosa, de ébano y flores de plata intrincadas en el cierre y la tapa. La abrí con cuidado y le di vueltas con una pequeña llave que me dieron la cual coloqué como adorno en mi pulsera-arma. El sonido que emanaba de la cajita me embriagaba y me relajaba, era lo que más necesitaba en estos momentos.

– Muchísimas gracias, me encanta –. Les dije tras una gran sonrisa.

Ese día no había clase y tenía todo el día para mí, pero no me apetecía pasarme el día investigando… Hoy tendría un merecido descanso.
Mis amigos me taparon los ojos con una venda y me guiaron a tientas vete a saber dónde. Notaba como la hierba del patio escolar me rozaba los pies y cómo olía el ambiente, ese olor empezó a ser cada vez más fuerte, olía maravillosamente bien. Me dejaron los ojos al descubierto y me permitieron abrirlos. Me encontraba en la sala del principio, la que dio origen a esa aventura. Los tapices en las paredes, la luz de las ventanas, el retrato de una mujer hermosa estaba ante mí, era lo primero que había visto en mi llegada a Egipto. Tenía la sensación que la chica del cuadro era Isis, la diosa que tantos problemas me había causado últimamente.
Por lo demás, había un puñado de gente en la habitación en el que se encontraban caras conocidas: Altair, que me dio un beso en la mejilla, Zoe, Sylvain, Kevin, Lan, Sara, Trevor, Judith, Savannah, John… Y por último, Zac.
Recibí una felicitación por parte de cada uno de ellos y me dijeron que tenían una sorpresa para mí. Pronto habría un montón de luces en el techo que formarían palabras de felicitación de cada uno de ellos, eran cómo dedicatorias pero de forma muy mágica. Me ofrecieron regalos a los que yo me puse empeñada en no recibir porque no tendrían que haberse molestado, pero al final vencieron ellos y al final, acabé abordada por los regalos. Incluso me emocioné por haberme montado esa fiesta, pero aun quedaban dos regalos que eran los que más ilusión me hacían. Altair me regaló una bola de cristal, me dijo que si pensaba en una pregunta la bola me respondería sí o no, podía preguntarle sobre todo, también sobre el futuro. Me iba a servir de maravilla para ordenar mis ideas y averiguar muchas cosas más. El último regalo fue el más esperado, el de Zac, pero él quería dármelo en privado. Les dijo a las personas de la sala que ahora volvíamos, salvo los refunfuños de Altair nadie puso objeción.
Zac me cogió de la mano y me llevó por ese interminable pasillo, se paró en frente de la pared y abrió una cerradura secreta con su poder de arena. Era una sala pequeña pero la más increíble que había visto, era pura magia. Era una especie de invernadero, de altos techos acristalados y acariciados por las plantas que trepaban buscando la luz. En el centro de la sala había una pequeña fuente sobre una especie de escalón. Nos sentamos ahí y me dijo que ese era su lugar favorito para pensar y que quería compartirlo conmigo cómo regalo de cumpleaños, nunca nadie había estado allí aparte de él. Me encantó que fuera la primera, y que él hubiese confiado en mí para llevarme a ese lugar tan maravilloso.

Puedes venir siempre que quieras, es un buen sitio para recapacitar.
Muchas gracias, Zac. Me encanta.
Pero tengo otro regalo. Date la vuelta.
Me di la vuelta cómo me pidió y pronto noté en mi cuello como Zac me ponía un colgante. Era la clave de sol que simbolizaba a mi rama con un pequeño diamante incrustado en el centro. Me giré abrumada y mirándole con ojos como platos.

Te ha debido de costar un dineral… No sé si debo aceptarlo…
Acéptalo por favor . Me dijo con una gran sonrisa . Te pido algo a cambio por quedártelo.
Dime.
Que no le cuentes a nadie dónde está este lugar ni lo que ha pasado en él. ¿Prometido?
Prometido.
Entonces fue cuando se acercó a mí y me besó. Mi corazón casi sale de mi cuerpo y toda yo temblaba. Si me había quedado perpleja por lo que me había regalado ahora estaba totalmente alucinada, le miraba pidiendo explicación pero Zac solo se limitó a sonreír y a marcharse. ¿Qué narices había pasado? ¿No lo habría soñado? Me pellizqué por si las dudas, ya ahora tenía una marca de pellizco y unos mofletes sonrojados.
Intenté volver lo más serena posible a la fiesta, aunque se debía de notar demasiado que me había pasado algo.

Lena… ¿Estás bien?. Me preguntó Altair.
Si… Perfectamente.
Las horas fueron pasando y yo estaba despistadísima. Me sentía cómo en una nube o con los nervios previos que se tienen antes de subirse a un avión. Trajeron un banquete a la hora de comer con mis platos favoritos y todo estaba riquísimo aunque no me estaba enterando muy bien de lo que masticaba. Cuando acabó la comida empezó la música y con ello los bailes, los juegos… No sé si siempre ganaba por mi tremenda suerte (siempre he tenido mucha aunque últimamente me lo replanteo), o porque me dejaban ganar por ser mi cumpleaños.
Después Altair quería llevarme fuera de la sala un momento para contarme algo que había descubierto hace poco.
Bien… ¿Qué es lo que me quieres contar, Altair?
Bueno, lo del descubrimiento era una excusa para sacarte de allí, pero si que quiero decirte algo.
Pues dime.
Me gustas.
A tomar por saco mi suerte. ¡¿Pero qué pasaba hoy?! ¿Se habían puesto todos de acuerdo para volverme loca? ¿Habría oído bien? Por si las moscas pregunté.

¿Perdón?
Que me gustas, Lena. Me encanta cuando te ríes o cuando me miras con tus ojos azules… te quiero en todo momento.
Em… a ver… ¿Cómo decir esto?
Me puse seria y tomé aire. Ya tenía claras las palabras que le iba a decir, y sabía que no me equivocaba.

Altair, yo también te quiero… pero cómo un amigo, mi mejor amigo. Contigo me siento muy cómoda y todo es mucho más fácil, pero… tengo un presentimiento contigo, soy algo pasajero, la persona a la que realmente amarás está en esa sala y no soy yo. Lo siento.
Entonces hizo como Zac unas horas antes, se acercó a mí y me plantó un beso en los labios.
–Por lo menos lo he intentado… Gracias, Lena, quería llevarme por lo menos este recuerdo de ti. Odio cuando tienes esos presentimientos porque siempre se acaban cumpliendo.

Me dejé caer en el suelo, me costaba mantenerme de pie, aunque Altair ya se había marchado. Mi cabeza un completo lío y estaba dudando incluso de mi nombre. ¿Por qué me trataban así? No soy ningún muñeco que besar… a lo tonto me habían robado el primer beso, ese que esperaba con tanta ilusión y romanticismo.
Me levanté poco a poco, sin poder evitar un pequeño mareo. Me puse erguida y llamé a mi elemento para que me diera fuerzas de alguna forma. La brisa que se había generado en el pasillo ayudaba, pero no del todo.
Tanteé la pared hasta chocar con el pomo de la puerta, tomé aire y cerré los ojos para abrirla. Volvía a estar en la fiesta de cumpleaños más rara de toda mi vida, y no me encontraba muy bien. Me senté en una silla, en un rincón, mientras veía cómo los demás disfrutaban de la velada. No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que Brad se acurrucó a mi lado y me pusiera la mano en la rodilla en señal de apoyo. Él no sabía lo que me pasaba pero si sabía que algo no iba bien. Me cogió de la mano y me sacó a la pista de baile, según él así se me pasarían las penas a mayor velocidad.
Fue al contrario, vi una especie de sombras salir de las paredes pero parecía que nadie se daba cuenta, esas sombras se acercaban más a mí, cada vez las tenía más cerca, hasta que no pude más y grité. Caí de bruces al suelo y un fuerte dolor se adueñó de mi cabeza, ya no veía lo que pasaba a mi alrededor todo se volvía negro y no podía parar de gritar. De repente mi pesadilla se convirtió en una especie de realidad, yo me veía gritar hacía Zac e intentar cogerlo sin resultados, hasta que él caía gritando mi nombre. Me centré en el rostro de Dyaus, estaba segura de que era él pero su rostro era joven, las sombras le tapaban media cara y yo no podía distinguir más.
Después, volví a la realidad. Mis amigos estaban en torno a mí preocupados y yo no podía parar de llorar. La situación me superaba. Entonces vi a Zac y lo único que pude hacer fue agarrarle con fuerza y abrazarlo cómo nunca, me daba la impresión de que se desvanecería en cualquier momento, me daba igual lo que habían pasado unas horas atrás, solo sabía que Zac no podía irse de mi lado. Él me cogió en brazos y me llevó a uno de los sillones. Altair hizo que la gente saliese de la sala excepto los más allegados, y pronto tuve a mi guardián a mi lado.


-        -  Lena… -. Me decía Astor mientras soplaba un fresco aire sobre mi cara entumecida -. ¿Te acuerdas que te dije que no estaba seguro de si tu pesadilla era real? Pues puedo decirte que lo es, acabas de tener tu primera visión.
Me dieron un vaso de agua que rechacé, sólo podía esconder la cabeza entre las piernas mientras sollozaba, no podía más. Astor les contó toda la historia a los que no la sabían y yo notaba que cada palabra eran puñales clavados a mi espalda, desde la diosa hasta que se habían reunido los guardianes. También dijo que si alguno de los presentes era culpable de trabajar con Dyaus o con cualquier persona de la que se podía desconfiar yo lo habría notado y no me habría producido buenas sensaciones, porque yo tenía una especie de instinto natural. Se esperaba demasiado de mí.
Ya no podía montar ni siquiera una frase con sentido en mi cabeza y todo me daba vueltas. Solo sé que no me encontraba bien y necesitaba algo con urgencia donde poder vomitar. Al final me dieron una bolsa.
 Se ve que los poderes curativos se tienen en dos dones, agua y aire, el agua curaba heridas más profundas mientras que el aire curaba más superficialmente, así que Ami movió gotitas de agua sobre mi cuerpo haciendo que mis músculos se relajasen. Mientras notaba que mi cuerpo se relajaba, mi mente no podía estar más confusa, me sentía desorientada y la situación me podía. Que la muerte de Zac fuese algo tan palpable me asustaba y provocaba las lágrimas que caían de forma desmesurada por mi rostro.
Astor tomó su verdadera forma y me iluminó con una de sus alas. Los sentimientos y sensaciones que sentía fueron ordenándose lentamente en mi cerebro, mientras mi cuerpo iba llenándose de nueva energía. No podía comportarme de esta manera. ¿Qué pasaría con Zac? Él tenía más motivos para llorar que yo, pero… ¿Cómo contarle que su destino ya estaba escrito? Era un tema un algo difícil de tratar.
Aunque intentaba aparentar firmeza y seguridad, me sentía tan asustada que si tuviese la opción saldría ahora mismo de ese lugar corriendo.
Con una voz algo temblorosa pedí salir a tomar un poco de aire. Tras dudar unos instantes me permitieron salir, pero acompañada. Justo la persona que primero se había ofrecido fue un rubio de ojos celestes. Mis pies dudaban al caminar, y a mi cuerpo le costaba mantenerse en equilibrio, así que sin muchos ánimos opté en apoyarme en Zac y que el que dirigiera el rumbo fuera él. Caminábamos por el pasillo en absoluto silencio, ya me era bastante complicado mantenerme en pie como para intentar llevar a cabo una conversación normal.
Cuando Zac abrió la puerta y me permitió salir al exterior me relajé considerablemente. El viento que hacía se comportó como un fiel amigo y acudió hasta mí para darme fuerza. Sonreí cuando sentí el aire jugar con mis cabellos, y me senté lentamente sobre la hierba.
-         ¿Estás mejor? -. Dijo Zac cogiéndome la mano izquierda con delicadeza.
-         Si… Es que hoy me han pasado demasiadas cosas.
Esperaba algún tipo de reacción por su lado pero se limitó a mirarme con esos ojos que hacían que toda yo me estremeciera.
-         ¿Qué viste que te atormentara de esta manera?
Se acabó. Ni el viento podría darme todas las fuerzas necesarias para afrontar ese momento. Empecé a derrumbarme y estallé en nuevas lágrimas.
Siempre había querido ser más fuerte, pero siempre acaba siendo una sensiblona. Había intentado ser independiente pero me daba cuenta que no podía estar más de dos días sin las personas que aprecio, y soy tan simple que siempre necesito contarle mis problemas a alguien.
No quería que Zac me viese así, pero no podía huir… ya no.
-         Eh… no llores. Si no quieres no estás obligada a contármelo.
-         Sí que lo estoy, sí que lo es… -. Me quebró la voz, ya no podía con la presión.
Se limitó a abrazarme y a darme ánimos.
-Lo siento… Fue egoísta por mi parte pedirte el favor de antes.
Hablaba del beso… Cierto. Zac me había besado. En mi cabeza sonaba muy ilógico y solo hacía que mi dolor en la sien aumentara. Después del beso había sentido un cosquilleo en el estómago que había ascendido hasta estancarse en mi garganta. Finalmente, me había enamorado de Zac. Me había enamorado de un chico del que había visto su propia muerte… Ay… El dolor en la sien seguía allí.
-         Venga, cuéntamelo todo pausadamente y si en algún momento no puedes continuar, aférrate a mí y llora todo lo que quieras.
Lo miré directamente a los ojos y encontré sinceridad. Así que iba a contárselo, casi hubiera preferido una visita al dentista antes de enfrentarme a eso. Le cogí de las manos y tragué saliva. <<Venga Lena>>, me repetía a mi misma una vez tras otra.
-         Verás…Zac -. Me limpié las últimas lágrimas -. Al principio me encontraba en una especie de cápsula oscura, la cual conseguí destruir y ante mí apareciste tú y Dyaus. Ambos luchabais uno contra otro. Luego… -. Tragué saliva y me apoyé un poco en él -. Tú te percatabas de mi presencia y corrías hacía mí, para protegerme, pero tu contrincante abrió unas grietas en el suelo y tu caíste en su interior, aunque conseguí agarrarte la mano antes de que ocurriera una fatalidad. No sé por qué no puedo utilizar mis poderes y no tengo la suficiente fuerza para subirte, así que me dices adiós, te desprendes de mi mano y caes al vacío gritando mi nombre.
Observé su mirada perdida, sus manos nerviosas y su tez pálida. ¿Por qué tuve que tener esa visión fatal? ¡No había manera de evitarlo! Menudo regalo de cumpleaños, mejor imposible.
Me peiné nerviosa mis cabellos, el silencio cada vez era más opresor y mi corazón latía con tanta fuerza que iba a salirse de mi pecho. Las lágrimas volvían y me impulsaban a llorar cada vez más. Yo quería a Zac, lo tenía claro en esos momentos pero el destino me decía que lo nuestro era imposible, si estaba con él se produciría una muerte pero si lo dejaba escapar, jamás podría disfrutar del amor intenso que sentía.
Me atreví a mirarle de nuevo y el alma se me cayó a los pies. Ahora, él estaba sentado en la hierba arrancando todas las hojas que podía. Estaba de espaldas a mí, y podría casi asegurar que estaba llorando. Lo que pasó después fue un impulso, me levanté y fui hacía donde estaba él, y mirándolo firmemente a los ojos lo abracé y le di un beso en los labios. Él se aferró a mí y me devolvió el beso, nos transmitíamos tantas cosas en esos momentos… furia por no poder hacer nada, tristeza porque nos iban a arrebatar algo importante para los dos… lo sentíamos todo.
Nos quedamos abrazados un rato, mientras yo lo oía llorar y hasta que vino Ami asustada a buscarnos, supongo que habría notado la cantidad de emociones que estábamos viviendo ambos. La veía llorar disimuladamente y pronto nuestra comitiva de amigos también nos observaba. Ellos no sabían nada de los besos, ni de que Zac moriría, pero notaban con claridad algo tétrico.
Muy a mi pesar, Zac se desprendió de mis brazos y decidió contarles mi visión al resto. Imitó mis palabras y mis dudas. Al oír la historia de su propia boca me alarmó más y mis nervios cada vez se hacían más notables. Sin darme mucha cuenta de lo que ocurría a mi alrededor, sentí a Deborah y Ami abrazarme y llorar como descosidas, a Trevor abrazando a su mejor amigo y susurrándole cosas que sólo ellos dos sabrían.
Me dolía toda la escena que estábamos montando, y decidí ponerle fin. Me sequé mis lágrimas y me mostré serena, borré cualquier tipo de emoción en mi mirada y anuncié:
-         Da igual lo que yo haya visto, porque si de algo me siento segura es que podemos cambiar el futuro por muy real que éste me parezca. Siempre hay una nueva historia que vivir y esta vez la vamos a escribir nosotros. Salimos Zac y yo en la visión, así que hasta que no vea algo diferente no estaremos juntos ni solos. Además, nuestras clases deberán aumentar de nivel y nos tendréis que enseñar a luchar. Sobre todo a mí bajo tierra.
Mis palabras fuertes y seguras parecieron calmar el ambiente. A Sara se le ocurrió una idea que podría sernos bastante útil. Se trataba de una especie de prueba, jugaríamos Ami, Brad, Deborah, Trevor, Zac y yo. Nos dividiríamos en buscador y protector, el primero se encargaría de encontrar un medallón que los superiores esconderían, y el protector de cuidar a su buscador de cualquier ataque. Sara y superiores se encargarían de montar el lugar de búsqueda, y el lugar contaría de un solo refugio, el primer grupo que lo encontrase se lo quedaba. Tardarían un par de semanas en montarlo todo, y sería un buen lugar donde probar nuestras habilidades.
Decreté que me parecía buena idea, y que la fiesta había terminado, no me apetecía celebrar nada en esos momentos.


Capítulo 10: En busca de respuestas.


Pasaron los meses hasta llegar Septiembre. Mis amigos se habían pasado el verano entrenando, y yo… ¡Encerrada en esa dichosa torre! Bueno, en nuestra torre, porque aumentaron la seguridad y pude salir de la torre de Zac y Trevor. Esos instantes de camino de un lugar a otro por el patio, fueron mis últimos instantes en el exterior. Digamos, que después de un verano de calor insoportable en pleno desierto, estaba de los nervios. Explotaba por todo, yo creo que lo que me habían hecho era antinatural. Además, había que sumarle el aburrimiento brutal que había padecido. Ahora, me pasaba las horas en la habitación de Brad, cuyas ventanas daban al patio, y observaba cómo se iba llenando cada vez más de nuevos alumnos preparados para el nuevo curso. Envidiaba su libertad… Seguro que Zac había ignorado varios de los Derechos Humanos conmigo. Incluso Ami me preparó varios de sus baños mágicos para que se me pasaran las penas.
Tuve esos encuentros secretos con Altair, y aprendí muchos trucos nuevos, ahora podía mandar a la gente por los aires, y me costaba mucho no mandar a alguien de vez en cuando. Sobre nuestra investigación, poca cosa, porque estábamos esperando el inicio del curso para poder acceder a la gran biblioteca, ya que en verano permanecía cerrada. Los alumnos que habían estado en la escuela en verano, era porque no dominaban todavía bien su don o porque no les había apetecido volver a sus casas. Incluso hicieron un día de padres, en el que se eliminó todo rastro de magia e incluso parecía una escuela normal. A mí me dejaron llamar a casa todos los días y me di cuenta lo muchísimo que echaba de menos a mi familia y amigos de España. Habían estado en lugares increíbles durante las vacaciones, mientras a mí me tenían en una maldita torre que volaría en cualquier momento. ¿Veis cómo estoy de los nervios?
En esos momentos y desviando mis terribles pensamientos en cómo hacer que explotara la dichosa escuela, entró Altair en la habitación de Brad.

– Lena, no te puedes pasar la vida aquí. Vas a tener una profunda depresión si sigues así.
– Yo creo que ya la tengo.
– Lo que te han hecho es inhumano –. Dijo mientras se apoyaba en el alféizar junto a mí.
– Díselo al director de la escuela, a mi no me hace falta que me lo jures.
– Ya se lo he dicho, gritado, escrito… No sé cómo hacer para que me haga caso de una vez. Ese rubiales no tiene remedio.

Y cómo si el mero hecho de haberlo nombrado lo hubiese invocado, al instante entró Zac en la habitación junto con mis amigos. Porque Altair se interpuso entre nosotros porque sino si que hubiese volado por los aires cierta persona.

– ¿Qué quieres? –. Preguntó mi mejor amigo con ceño fruncido.
– Decirle a Lena que ya hemos retirado las barreras en las ventanas y la puerta principal que le impedían salir. Hemos asegurado toda la escuela con extrema vigilancia, es imposible que intenten hacerte daño, pero tendrás que darnos el Reloj para que lo guardemos a buen recaudo.
– ¡No!

Fue instintivo, ni lo pensé, ese “no” salió directo de mi boca. Tenía la sensación de que si ese Reloj desapareciese de mi vista, se armaría una buena. Lo sentía ya cómo algo mío, y no me gustaba la idea de que pudiese estar en otras manos.

–Es imposible –. Dijo Astor volando fuera de la ventana, por cierto, me pegó un susto horrible –.
Ella es la guardiana, y si el amuleto no está en su poder, estará desprotegido, así lo decidió la diosa.

Cierto lirón apareció por detrás de Ami y se acercó hasta mí. Mis temblores se hicieron un poquito más fuertes y Oceana lo notó. Se acurrucó a mi lado y me acarició el brazo con su suave cola, segundos más tardes me encontraba muchísimo mejor.

– ¿Pero que le habéis hecho? Me opuse desde el principio ha tenerla encerrada –. Dijo el lirón –. Su interior está horrible. Hay que sacarla cuanto antes.
– ¿Qué narices…? –Empezó a especular Altair –. Lo del águila que hablaba ya era raro… ¿Pero ese lirón? Me vas a contar lo que pasa ahora mismo.
– Lo siento, pero esa información no te incumbe –. Dijo Zac con aire de superioridad.

Fue un efecto inmediato, Altair se abalanzó sobre él y le dio unos cuantos puñetazos aunque Zac tampoco se quedaba corto. Con las pocas fuerzas que me quedaban, los lancé a los dos por los aires (Ya tenía ganas de probar ese truco). Entonces hablé yo:

– Zac, esa información “SI” le incumbe a Altair, por lo menos él ha estado conmigo este pésimo verano. Tú, en cambio, me has tenido encerrada fuera de mi elemento. ¿No te das cuenta que estoy hecha una mierda por dentro? Imagínate que te llevan a un lugar sin arena durante tres meses infernales. ¿Cómo te sentirías? Seguro que te repugna la idea sólo de pensarla. Así que ahora no me vengas con consejos morales o con aires de superioridad. Recuerda esto, enciérrame una vez más y te juro que te mandaré muy lejos, serás el director de esta escuela pero yo soy muchísimo más poderosa que tú.

Y tras decir esto, ayudé a levantar a Altair de un rincón de la habitación dónde había caído y los dos salimos de la mano de la habitación, y después de la torre. Estaba segura de querer compartir ese instante con él.
Cuando crucé el umbral de la puerta principal y salí al exterior, nunca me había sentido tan viva. De la emoción, mis pies despegaron del suelo y empecé a surcar los aires, con Altair siguiéndome unos metros por detrás.

– Venga, una carrera –. Le dije en plena euforia.

Aunque no había volado en todo el verano, era mucho más rápida que él y en unos minutos ya nos habíamos recorrido todo el perímetro escolar. Tan bien oía claramente las conversaciones de los alumnos en el patio, muchos hablaban de nosotros, de lo rápido que volábamos, y que mis alas a plena luz del día se veían de cristal, con pequeñitos rayos de luz. Quizás sólo brillaban durante la noche. Acabamos agotados sobre la azotea de nuestra torre, ahí se estaba muchísimo mejor que dentro, y lo mejor, nadie podía subir allí para molestarme o arrepentirse de haberme sacado de esa prisión. Después, fuimos a la oficina principal, la que se encuentra cerca de la entrada de los leones, y nos dieron un nuevo horario para el curso. Mis clases me encantaban, casi todas las clases de la rama del aire eran en el exterior y muchas coincidían con las de Altair. Me encantaba que por fin me tratasen cómo a una alumna normal. Las demás clases eran de especialización con mis compañeros de torre. Ahora que ya estaba de mejor humor, debía pedirles perdón a mis amigos por estar tan arisca en estos últimos tiempos, lo único que querían hacer ellos era ayudarme. Pero me esperaría a verlos, no quería desaprovechar mi nueva libertad ni un segundo. Las clases empezarían mañana, un 15 de Septiembre, y yo todavía tenía un día entero que disfrutar.
Fuimos a comer en la terraza de la cafetería y esa comida me supo a gloria junto con la brisa que avecinaba el inicio del otoño.

– Se te nota muy alegre –. Me dijo Altair entre risas.
– Me siento viva, por fin. Quizás esta noche duerma en la azotea y todo –. Comenté riéndome.
– Me alegro de que te encuentre bien, irradias vitalidad, y no sólo lo pienso yo, sino también todos los chicos que están también comiendo aquí, que no paran de mirarte.
– Bobadas, y tú… ¿Qué me dices de esas chicas que cuchichean alegremente dirigiendo su mirada hacía aquí?
– Bobadas.

Más risas.

– He tenido mucho tiempo que pensar… Dime, los poderes se dan si naces en eclipse ¿no? Pero sólo se suelen dar un par de eclipses por año… ¿Cómo es que mis amigos o tú tenéis mi misma edad?
– En realidad yo tengo un año más, y hay eclipses que no se ven.
– Explica eso.
– Es magia, los nacidos bajo un eclipse que se ve en la tierra son los más poderosos, porque son menos abundantes, pero hay otros eclipses que se dan antes de un eclipse lunar o solar, se dan en las estrellas, las constelaciones…
– Eso me suena muy raro.
– Ya lo estudiarás en clase de astrología conmigo. ¿Ves? –. Dijo señalando mi
horario –. A las once tenemos esa clase.
– Entonces debe de haber mucha gente con poderes. ¿No?
– Hombre, también hay otras causas, por ejemplo; puedes nacer durante un eclipse lunar, que solo dura unos minutos y tiene que ser el momento justo cuándo sales del útero materno, además si naces en ese tipo de eclipse y resultas ser leo, no tienes poderes, tendrías que a ver nacido libra, acuario, géminis, piscis, cáncer o escorpio.
– Hum… ¿Y tú cuándo naciste?
– Un once de febrero, bajo un eclipse lunar.
– ¿Con que eres de los poderosos?
– Claro, en eso se trata ser un superior.
– ¿Y yo? ¿En qué debí nacer?
– Los portadores del “Don” completo nacen cuando se produce un eclipse lunar y a la vez un eclipse entre estrellas de la constelación en la que han nacido. Me explico, si yo fuera un portador completo habría nacido durante un eclipse lunar y un eclipse entre estrellas de la constelación de Acuario, porque es mi signo del zodiaco.
– ¿Entonces yo nací cuando se produjo eso en las constelación de libra?
– Si, y tus amigos también. Pero es tan raro que suceda, y aún más que sucedan justo los cuatro el mismo año, que es normal todo el revuelo que generasteis.
– Increíble… Me encanta hablar contigo, he averiguado más contigo que con los demás, y también vas al grano, que es de agradecer –. Dije tras una gran sonrisa.
– ¿Ves cómo no soy tan malo? Cuando nos conocimos me dirigías unas miradas que mataban.
– Es que asúmelo, tenías pinta de ser una persona muy poco amable.
– Tú, siendo maestra del aire, deberías apreciar más a las personas por su interior.
– Lo siento, pero es que no lo pude evitar.
– No pasa nada, lo importante es que ahora somos amigos. ¿No?
– Los mejores si me dejas decirlo. Tengo que darte las gracias por haber estado conmigo todo este verano, sino creo que hubiese perdido la cabeza –. Dije mirándole directamente a los ojos.
– Bah, no fue para tanto –. Contestó algo nervioso a la vez que apartaba la mirada, estoy segura de que no estaba acostumbrado a que le diesen las gracias –. ¿De qué te ríes?
– De nada. Venga, vayamos a la gran biblioteca, no creo que pueda esperar más tiempo.

Altair me guió volando hasta una puerta cercana al gran árbol de los deseos (el que había visto antes de mi encuentro con el dragón). Cuando entré fue mágico, los libros estaban perfectamente colocados en interminables estanterías que se elevaban hasta el techo de unos diez metros, y en las paredes había grandes vidrieras cómo las que se apreciaban en las catedrales góticas. Había diversas mesas colocadas a lo largo del pasillo central, aunque también estaban colocadas en unos salientes de la pared que parecían terrazas. Altair me guió hasta una mesa vacía en uno de los salientes, y puso su mano sobre la mesa a la vez que se accionaba algún mecanismo, porque se había formado un agujero en el lugar donde había puesto la mano y desde la parte inferior de la mesa había subido un ordenador.

– Yo busco en las estanterías, tú busca en Internet alguna información que nos pueda valer –. Me dijo.
– Vale.

Pero antes de que Altair saliese volando del saliente, yo me escondí detrás de la mesa. Había sido instintivo y tras unos segundos, supe porque me había escondido.

– ¡Altair! – Dijo una rubia que yo conocía muy bien, y se le agarró al brazo como una lapa.
– Dafne… ¿Cuántas veces te he dicho que no me cojas el brazo? Me haces daño.
– Me parece que nunca lograrás cambiarla –. Comentó Jeremy –. ¿Sabes? Han encontrado ha una chica nacida bajo eclipse. Tendrá más o menos nuestra edad.
– ¿Y de qué rama es? – Dijo una Dafne algo celosa.
– Aire.
– ¿Y le han asignado ya un superior? – Preguntó Altair un poco molesto.
– Si, a ti.
– ¡Jeremy! ¡¿Cómo puede ser eso?! ¡Cómo si nuestro maravilloso pájaro no tuviese demasiadas cosas que hacer! Encima que pronto empezarán las clases y te tocará enseñar a esa chusma de Lena, no la he visto en todo el verano con sus demás compañeros, esa se da aires de grandeza que no tiene.

Cuando acabó Dafne de hablar, Altair le agarró del antebrazo y le gritó que lo retirara, a los minutos apareció una encargada de la biblioteca mandando silencio y Dafne se fue indignada del saliente junto con Jeremy.

– No te creas media palabra de lo que ha dicho –. Me dijo Altair a la vez que me ayudaba a salir de mi escondite.
– Siento haber desaparecido… pero es que no me gusta demasiado esa chica.
– Ya me contó vuestro altercado. No le hagas ni caso. Pero ahora tenemos un problema, si me mandan entrenar a otro superior… ¿Cómo voy a enseñarte a ti o buscar información? Ese rubiales lo ha hecho aposta. Me pregunto quién será.
– Esa. Se llama Zoe.

Mi dedo señalaba a una chica de cabellos lisos y morenos, y de ojos grandes color avellana. Altair me miró con incredulidad, pero luego debió de caer en algo de lo que yo no me enteraba. ¿Cómo había sabido su nombre y que era ella?

– Se están desarrollando tus poderes cómo adivinadora.
– ¿Me estás diciendo que he acertado?
– Comprobémoslo, tengo una idea.

Bajamos las escaleras y nos dirigimos directamente donde se encontraba la chica. Creo que se asustó un poco cuando empezamos a entablar una conversación con ella. Le explicamos que Altair era su nuevo mentor, y ella nos contó que llevaba años teletransportándose y que finalmente la habían traído aquí para perfeccionar su técnica porque había tenido ligeros problemillas. Y lo más increíble fue que nos dijo que se llamaba Zoe.
Nos despedimos de ella hasta mañana, y Altair ya estaba planeando cosas.

– Lena, creo que quizás el rubiales no nos va a fastidiar del todo.
– ¿A qué te refieres?
– Podemos pedir el centro de entrenamiento con la escusa de que voy a enseñarle a ella, pero también puedo entrenarte a ti, y será mucho mejor que entrenar en el salón de vuestra torre.

No discutí su idea con él, aunque me daba respeto que una desconocida viese mi poder. Después seguimos ojeando libros y documentos en Internet, pero todo se cernía a lo mismo. Estábamos en un callejón sin salida.
Nos despedimos hasta el día siguiente y volví a mi torre. Al principio, tuve algo de aprensión por entrar, pero después me armé de valor y abrí lentamente el picaporte de la puerta y sentí esa sensación de bienvenida por mi elemento. Encontré a mis amigos en torno al hogar y empecé a hacer movimientos nerviosos con las manos. ¿Cómo empezar?

– Chicos…

Al oír mi voz se percataron de mi presencia y se dieron la vuelta para verme. Su mirada me transmitía una mezcla entre tristeza y profunda pena.

– Lo siento… –. Empecé a emocionarme y las lágrimas ya salían solas aunque intentaba limpiarlas como podía –. Siento haberme portado tan mal con vosotros estos meses, no tengo excusa pero esa situación me podía… Nos hemos alejado y un día prometimos no hacerlo jamás. ¿Podréis perdonarme?

Ami fue corriendo hacía mí y me dio un abrazo tan grande que casi caemos al suelo. Después se unió Deborah y finalmente, Brad. Yo los miraba con perplejidad sin entender demasiado bien. ¿No se suponía que le iba a costar siglos perdonarme?

– Nuestra Lena siempre tan buena cómo siempre –. Dijo Deborah llorando conmigo –. Perdónanos tú a nosotros por haberte dejado encerrada aquí durante todo el verano.
– Pensábamos que ya te habías hartado de nosotros.
– Eso nunca, Brad –. Le contesté.
– ¡Tenemos que contarte tantas cosas!

Ami parecía entusiasmada y me obligaron a sentarme en mi sillón habitual, lo giraron y empezó la magia. Ami me enseñó su nuevo don, empezó a transformarse en otras personas, al igual que hace el agua, toma la forma del recipiente que lo contiene. También mejoró mucho con su poder sobre las emociones, podía captar lo que sentían los demás y que los demás captaran lo que ella sentía. Deborah hizo que la temperatura de la habitación subiera hasta casi morirnos del calor y a la vez pudo absorber el calor de la estancia y sentir muchísimo frío.
Estuvimos hablando sobre los acontecimientos más recientes, aunque no nombré nada de mi propia investigación. Después nos retiramos a dormir, cansados de todas las emociones vividas en un día como este.
Dormí en la terraza de mi habitación, con ayuda de mis poderes había traslado mi colchón  hasta ahí, la verdad es que había mejorado mucho dominando el aire. Me sentí muy relajada y tranquila durmiendo en el exterior, más protegida que si hubiese dormido dentro.
Me desperté cómo siempre, con la primera luz del alba y muy descansada, me sentía totalmente renovada. Devolví el colchón ha su sitio y me preparé para el nuevo día. Me di un buen baño en mi baño con toda clase de espumas y jabones, me lo merecía después de todo el estrés que había acumulado últimamente. Salí de la bañera con una toalla atada y fui al armario, hacía un poco de fresco fuera así que mi vestuario de hoy serían unos vaqueros pitillo oscuros, junto con una camiseta básica marrón debajo de un jersey blanco y marrón a rayas con el que enseñaba un hombro. Me puse unas bailarinas también marrones y me miré al enorme espejo. Mi aspecto había desmejorado mucho pero tras la noche durmiendo bajo las estrellas no había rastro de esas ojeras que habían caracterizado mi cara estos meses. En el baño, intenté domar mi pelo en una trenza a un lado y un poco de maquillaje para sentirme completa.
Salí radiante de mi habitación nerviosa por el inicio de las clases, ese día quería que mi aspecto fuera perfecto. Bajé las escaleras deslizándome por la barandilla, siempre quise probarlo. Me preparé una taza de té para relajar los nervios y volví a mi habitación a por los últimos retoques, ahora siempre llevaba el Reloj de Arena colgado al cuello, aunque en esta ocasión lo llevaba escondido bajo la ropa.
Esperé en el salón hasta que bajaran mis amigos algo adormilados y pronto estuvieron todos listos. Ellos también tenían un horario, coincidíamos a las doce para clase de especialización. Yo no sabía a dónde tenía que ir para la primera clase: “Historia del arte”, pero no tuve que pensar mucho porque Altair vino a buscarme, nos dijo que no hiciéramos caso de nuestros horarios hoy, que cómo era el primer día, las primeras dos horas se dedicaban a la bienvenida del nuevo curso en el “Santorum” (Se ve que así se llama el lugar dónde se dio el baile de verano).
El interior del lugar había cambiado muchísimo, ahora parecía más bien un teatro. Había un gran escenario al fondo con cortinas y en cada pared había un símbolo diferente representando las cuatro ramas, (una especie de clave de sol para el aire, algo parecido a un remolino para el agua, para el fuego una llama con una bola en su interior, y finalmente la tierra, una flor un tanto extraña). Los asientos ascendían hacía arriba, y en esta ocasión, los alumnos se sentaban cómo querían, sin distinción entre poderes.
Zac estuvo espléndido en su discurso de inauguración, incluso me buscó con la mirada varias veces aunque yo se la apartaba o le miraba directamente esperando que él tuviera remordimientos de alguna clase. Después presentaron a los nuevos alumnos, dándoles la bienvenida personalmente, algunas de sus caras me sonaban pero la única que reconocí fue a Zoe, que le saludé en cuanto dirigió su mirada a nosotros. Luego, para deleite de Zac, hizo que bajáramos al escenario para que él pudiera presentar a los cuatro portadores del don completo. Hubo miradas de todo tipo, desde envidiosas hasta admiradoras. Me sentía cómo una pequeñita muñeca de porcelana, sin poder moverme y todas las personas mirando. Lo bueno de cualquier momento incómodo es que se en algún momento se acaba. Volvimos a nuestros sitios, y Zac se despidió de la multitud dando las gracias por este nuevo curso, y que esperaba que todos nos encontráramos a gusto en la escuela de poderes.
Tal cómo predijo mi mejor amigo, la gala había durado unas dos horas, y ya eran las diez y media. Esa media hora nos la daban de descanso y luego tendría mi clase de astronomía con Altair. Conversamos un poco los cinco, y miramos el reloj con disgusto cuándo el timbre sonó. Tocaba separarse. Nos dimos un último abrazo y Altair y yo fuimos a nuestra clase. Él me llevó al noreste del patio y me hizo entrar por una puerta semitransparente. Los pasillos estaban repletos de taquillas muy originales, supongo que estarían pintadas por los propios alumnos, y el techo debía estar bajo algún tipo de hechizo, porque parecía que encima nuestro estaba el cielo, no el suelo del piso de arriba. Caminamos por los pasillos llenos de gente hasta subir a la azotea. Allí había un montón de pupitres y una mesa para el profesor, incluso una pizarra, pero en este caso no había ningún hechizo, solo el amplio cielo encima de nuestras cabezas. Me encantaba esa clase y ni siquiera había empezado. Para mi consuelo, entre mis compañeros no se encontraba Dafne pero si Altair y Zoe. Mi mejor amigo me había contado que en todas las clases estaríamos con personas de la rama aire excepto en las de especialización. Nos sentamos cerca y esperamos al profesor o… profesora.
Entró abriendo la puerta de golpe, y caminó con pasó decidido hasta su mesa. Me había quedado perpleja. Era guapísima y parecía muy sabía. Su pelo rubio estaba bien sujeto en una coleta alta, y ni siquiera un solo pelo estaba fuera de su sitio. Sus ojos eran grises y era más bien alta. Llevaba un vestido sencillo pero floreado que le sentaba como un guante en su cuerpo de modelo. Parecía de unos treinta años o menos, me dio un buen presentimiento hacía ella, una profesora en la que se podía confiar. Se llamaba Nadia. Su poder era al igual que Dafne, el control psíquico. Podía mover cualquier cosa solo usando su mente. Así fue cómo nos repartió los libros de su asignatura. Las clases no pintaban tan aburridas cómo en mi antiguo instituto. ¡Si me llegarían a gustar y todo!
Nos explicó que nuestra clase se impartiría tanto en la mañana cómo en la noche, para poder estudiar el cielo en sus dos formas. Nos invitó a abrir los libros, eran de tapa dura y la portada mostraba un cielo nocturno, su interior nos hablaba de adivinación, de mitología…
Nos contó numerosas historias sobre el cielo, cómo a lo largo de la historia se ha estudiado para saber lo que nos puede deparar el futuro, o cómo los antiguos les dieron nombre a los astros basándose en los dioses y los poderes. También nos preguntó por nuestras fechas de cumpleaños y nos explicó la historia de nuestros signos. Cuando sonó el timbre me sentí apenada, me había gustado mucho esa clase. Nadia me llamó antes de que me marchara y me enseñó un libro bastante más gordo que el que tenía yo para estudiar.

Lena, coge este libro, te dará tantas respuestas cómo quieras. Normalmente, no se lo presto a nadie pero tú tienes todo el poder del aire posible, así que si alguien puede darle una utilidad serás tú.
Gracias…
Ahora me lamentaba no haber llevado mochila esa mañana, porque esos dos libros pesaban bastante. Altair y Zoe me acompañaron hasta el campo de entrenamiento dónde vimos a Sara por primera vez. Por fin vi a mis amigos y les di un gran abrazo a cada uno. Me despedí de Zoe y Altair y me quedé hablando con mis amigos de la escuela. Se ve que ha cada uno nos habían llevado a una parte diferente de la escuela y cada una estaba ambientada según su elemento. Estábamos esperando a nuestro profesor curioso de quién podría ser, y cuándo le vi mi actual alegría cayó un poco por los suelos.

Hola, Zac . Le dije no muy amable.
Buenos días, Lena… Bueno, yo soy vuestro profesor de especialización. Aquí aprenderéis a manejar mejor vuestros poderes. Sacad vuestras armas por favor.
Cerré los ojos y soñé con mi magnífico arco, al instante mi pulsera ya se había transformado. Nos hizo disparar a diversos objetivos que aparecían y desaparecían continuamente. Yo tenía mucha agilidad con el arco, con razón estuve varios años entrenando en el club de mi antiguo colegio. En cambio, Brad o Deborah tenían que acercarse para atacar y Ami no se atrevía a disparar por si les daba. En todas las veces que yo lancé las flechas de viento, no les di a ninguno, por muy cerca que estuvieran de mi objetivo.
A la media hora ya nos habíamos cargado todos los objetivos, y a Zac se le ocurrió una maravillosa idea:

Ya podéis devolver la forma de joyas a vuestras armas, ahora probaremos algo diferente. Vamos a hacer un combate cuerpo a cuerpo. Lena, ¿Te apetece empezar con la actividad conmigo?
Encantada.
Mis amigos se retiraron y yo me moría de ganas de darle a Zac su propio merecido. Relajé mis músculos y aspiré y suspiré varias veces llenándome de mi elemento. Zac me dijo que empezase a atacar yo, y claro, yo encantada. Moví el aire de mi alrededor y lo lancé hasta dónde se encontraba él, se defendió creando una muralla de arena pero no vió el golpe de aire que le llegaba por detrás, empujándolo contra su propia muralla. Cayó al suelo cubierto de arena, aunque se puso de pie en seguida. Lanzó la arena por debajo del suelo para que yo no supiese por dónde me iba a atacar, pero yo había potenciado mi adivinación y justo cuando salió una especie de serpiente de arena a mi izquierda yo ya estaba preparada para cortarle la cabeza con una ráfaga de aire tan afilada cómo una espada. Me lancé a volar a gran velocidad en su dirección y lancé a Zac por los aires. Se volvió a recuperar con velocidad y creó una gran masa sólida de arena y se subió a ella mientras le transportaba hacía dónde me encontraba yo en el cielo. Yo hice que se parara en el aire y el viento lo tiró hacía el suelo deshaciendo su medio de transporte. Esta vez, él no se levantó. Y movida por la preocupación por si le había podido hacer daño, la verdad es que me había emocionado demasiado, corrí hacía él y me acurruqué a su lado mientras le zarandeaba preguntándole si estaba bien. Entonces Zac me cogió de la muñeca y me tiró al suelo posicionándose encima de mí.

Jamás subestimes al enemigo.
¡Eso es trampa! ¡Suéltame!
No hasta que me escuches. Te encerré en aquel lugar por tu bien, sabía perfectamente que empezarías a encontrarte mal pero… ¡No tenía otra opción! ¡Todavía no hemos encontrado a Dyaus! Y… ¿Qué hubiese hecho yo si él te hubiera encontrado y te hubiese hecho daño?
Lo último fue casi un susurro pero lo oí claramente, por algo el sonido va por el aire, y ese es mi poder. Las lágrimas empezaron a surcar mi rostro y le miré a los ojos para decirle:

¡Pero podrías haber confiado en mí! ¡Haberme contado que pasaba o haberme dejado salir de vez en cuando!
¡Y eso hice! Por las noches iba a tu terraza desde el exterior con maestros del aire que abrían tus ventanas y hacían que surcasen las corrientes por tu habitación, sino ya te hubieses puesto enferma. ¿Crees que no me enteré que Altair y tú buscasteis información entre mis libros? ¡Incluso le facilité volúmenes enteros a Altair por medio de otros!
¿Y por qué no me lo dijiste desde un principio en vez de llevarlo en secreto?
Porque temía a tu reacción, siempre era más fácil que me odiases a tener que enfrentarme a ti.
Mis lágrimas caían y caían sin cesar, ya no sabía que pensar. Zac se apartó de mí haciendo que yo me sintiera cada vez más estúpida, me llevaba por mis emociones y nunca pensaba demasiado las cosas. Era una completa idiota. Así que cómo idiota que soy, me quedé en un rincón durante el resto de la clase, limpiándome las lágrimas, sin prestar mucha atención. Cuando acabó, yo sabía que me tocaba descanso, perfecto para matarme la cabeza y sentirme más miserable aún.

Espera.
Me di la vuelta asustada, era su voz.

Creo que me pasé antes -. Me dijo Zac.
Y yo me pasé gritándote esas cosas ayer. Lo siento, pensé que… me sentí cómo… no es fácil de expresar.
Te entiendo, te debías encontrar fatal y estarías de los nervios. Siento haberte hecho pasar ese mal trago.
Y como siempre, mis impulsos actuaron sin pedir consentimiento a mi cabeza y lo abracé. Se quedó algo perplejo pero yo ya sabía que quería decirle.

Gracias por cuidar de mí todo este tiempo. Sé que no es nada fácil con alguien tan impulsivo como yo. Siento todo lo ocurrido, y espero saltarme la parte en la que discutimos por la culpa hasta que nos reconciliamos -. Entonces me aparté un poco -. Aunque claro, quizás tú no quieras perdonarme.
Zac ni me respondió, se abalanzó sobre mí cómo yo había hecho instantes antes para abrazarme.

Claro que te perdono, si tú me perdonas a mí. Y que sepas que es un placer cuidar de ti.
Los dos sonreímos y nos reímos, creo que los dos nos sentíamos como completos idiotas. Mis amigos me miraban con picardía y cuando nos despedimos de Zac empezaron las preguntas.

Le gustas . Dijo Deborah.
Claro que sí . Respondí sarcásticamente.
Es cierto, cómo cuándo te lo dijimos en la piscina, te mira de forma especial . Decía Ami.
Muy especial . Corroboró Brad.
Entonces por esa regla de tres vosotros dos también os gustáis, os miráis… ¿Cómo me decís? De forma especial.
Pamplinas . Respondieron los dos a la vez y sonrojándose un poco.
Ya… seguro.
Decidimos no tocar más el tema y volvimos al patio principal. Pronto se acabó nuestro amado descanso de media hora cuando sonó el timbre a la una y media. Me tocaba… adivinación. No sé cómo lo hice pero encontré la clase a tiempo, esta vez no había nadie conocido entre mis compañeros, todos poseían el don de la adivinación. No me gustó tanto cómo Astronomía pero estuvo bien, adivinamos los nombres de los compañeros, aunque el mío ya se lo sabían. Así conocí a Savannah, una morena de armas tomar, a Judith, una pelirroja de ojos verdes muy dulces o a John, un rubio de ojos azulados. Eran unos chicos muy majos.
Ahora, tocaba la última clase, Vuelo. Por fin vi a Altair, se ve que cómo mi poder puede hacer de todo me habían metido en todas las clases posibles. Para estudiar sería un horror. Cómo era el primer día, nos dieron la clase libre, pero con la condición de que surcáramos los cielos, excepto los nuevos que ya empezaron a practicar el despegue. Me vino bien esa clase para poder relajar la cabeza y pasar un buen rato.
Después, nos encontramos a mis amigos, a los superiores y a Zac y a Trevor en la cafetería. Y nos sentamos todos juntos, ya os podéis imaginar la cantidad de mesas que ocupábamos. Pedimos la comida con la voz y pasamos una sobremesa muy entretenida entre anécdotas.
Había sido un día muy largo y lo único que nos apetecía era descansar un poco. Así que nos retiramos a nuestra torre para aprovechar nuestro tiempo libre.
Brad me enseñó a cocinar mientras Ami y Deborah practicaban con sus dones. Después, Ami quiso unirse a nuestras clases de cocina improvisada y la armó. Quemó el flan que había preparado en el horno y con ayuda de Deborah y mía conseguimos apagar el fuego y el humo antes de achicharrarnos. Cenamos en la torre, no nos apetecía volver a la cafetería, Brad volvió a sorprendernos con sus artes culinarias y hablamos con nuestras familias con el busca (también servía cómo teléfono internacional). Mi familia estaba muy contenta porque me había ido muy bien el día, aunque no pude decirles que tipo de clases tenía, porque quizás me tomaban por loca.
Nos despedimos y volvimos a nuestras habitaciones, me puse el pijama y antes de echarme, estudié el libro que me había dado la profesora. Decía que según la alineación de las estrellas se averiguan hechos importantes que nos ocurrirán. Así que tomé un poco de práctica ensayando en mi terraza, me tumbé en la hamaca que tenía y empecé a estudiar el cielo.
Si se alineaban las estrellas de la constelación de aries mientras se veía el cielo significaba felicidad pero cuando se acercaba las estrellas de tauro, decían que luego habría peligro. También vi que tenía que tener cuidado y que pronto encontraría las respuestas que tanto ansiaba.
Acabé agotada, y ya era bien entrada la noche, así que me acurruqué en mi cama (esta vez dormí dentro). Volví a soñar que estaba en una especie de jaula y que me conseguía escapar, pero cuando me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor no me gustaba, porque veía caer y caer a Zac hacía el profundo abismo, mientras gritaba mi nombre una y otra vez. Me desperté minutos antes del alba, y eso no me dio muy buena sensación, porque siempre había tenido las pesadillas en torno a medianoche, nunca cercanas al amanecer, además, nunca me había despertado minutos antes, jamás.