viernes, 17 de agosto de 2012


Capítulo 11: Querer y no poder.


No quise preocuparme demasiado, ni darle demasiadas vueltas, así que me preparé para otro día de escuela. Así fue igual durante toda la semana, tenía la pesadilla y me despertaba, sin poder volver a dormirme. Quizás sería una buena idea hablar con mi guardián, aunque no sé si él querrá hablar conmigo tras esas cosas horribles que le grité.
días se centraban en ir de la torre a clase, de clase a la torre… Así sucesivamente. Incluso buscaba planos de Egipto y sus principales monumentos, lugares… por si en alguna foto salían las ruinas de mi sueño. Esa pesadilla empezaba a atormentarme de verdad.
Hoy me había despertado de nuevo con esos sudores fríos que surcaban mi espalda, era como si quisieran avisarme de un peligro cercano. Había tenido clase de especialización con Zac, y mi corazón daba un vuelco cada vez lo veía. Normalmente mis pulsaciones se aumentaban cuando me acerco a él pero desde la pesadilla me cuesta relajarme.
Habían terminado las clases y yo había subido a la azotea de mi torre para probar una cosa. Miré al cielo y grité lo más fuerte que pude el nombre de Astor, y no tardó mucho tiempo en aparecer.

¿Me llamaste?
Parecía insensible a todo, y esos ojos que me mostraron compasión una vez ahora estaban fríos, muy fríos.

Sí, quiero hablar contigo.
Pues empieza.
Quiero hablar bien, primero tenemos que solucionar nuestros problemas, sino… nada me asegura que vayas a ser objetivo.
– Está bien. Tienes que saber que el poder que te estaba acechando es más fuerte que ninguno de nosotros, y que las rabietas de niña no solucionan nada.
– Y tú, como mi guardián tendrías que haber sabido que encerrarme era una pésima idea.
– Pero no teníamos ninguna mejor.
– Hagamos borrón y cuenta nueva. Finjamos que yo nunca te grité y tú nunca abusaste de mi libertad. Mantengámonos unidos, portadora y guardián.
– Acepto.
Entonces fue cuando el águila recobró su forma de grifo. Nos fundimos en un abrazo, y ahora que volvíamos a estar unidos nos sentíamos más fuertes que nunca.
Le conté mi sueño y lo muchísimo que me aterraba. Él escuchó cada palabra, observaba cada gesto que yo ofrecía, lo examinó todo.

¿Crees que se puede tratar de un sueño premonitorio? ¿Cómo el que tuve contigo? -. Le pregunté.
 – No lo sé, incluso yo que he visto el pasado, presente y futuro, no he tenido visiones de nada parecido, pero tú tienes ese don más desarrollado que yo, porque los guardianes somos un reflejo de lo que sois vosotros, somos cómo una extensión de un brazo, igual de poderosos… Estamos para que vuestro poder sea más fuerte, ya que es cómo si vuestro “Don” se multiplicará por dos.
        ¿Soluciones?
        Ninguna.
        ¿Deberíamos contárselo a Zac?
        No, hasta que no estemos seguros es mejor no decirle nada, podría obsesionarse.
        Está bien.
        Por cierto el pájaro te está buscando.
        ¿El pájaro?
        Altair significa “pájaro”. Le queda bien a alguien que sabe volar.
Me despedí de Astor con esa curiosidad en mi cabeza, tenía que preguntarle a Altair si lo sabía. Bajé volando de la azotea hasta el suelo, y enseguida lo vi.

        ¡Llevo horas buscándote! ¡Ya era hora que aparecieras!
        Lo siento… Estaba investigando un poco…
        Bueno, da igual. Tengo el campo de entrenamiento para ti, Zoe y yo. ¿Te vienes?
        Claro.
Llegamos pronto, y me daba la impresión de que sabría llegar hasta allí sin problemas, iba conociendo un poco mejor la escuela por dentro.
Altair, como siempre, quiso hacer una demostración de vuelo para intentar impresionar a Zoe, seguía teniendo esa pinta de creído como cuándo lo conocí, este chico no cambia. Zoe y yo nos reíamos cuando se giraba para vernos y presumir y al final se daba contra el muro. Tenía que perfeccionarlo. Nos enseñó a relajarnos y a sentirnos una con el aire, teníamos que visualizar el lugar dónde queríamos llegar y desearlo con mucha intensidad. Lo malo del teletransporte es que tenías que haber visto antes el lugar de llegada con tus propios ojos.
Cuando ya acabamos agotados decidimos charlar un poco, y hablamos de el nombre de él, si él sabía que significaba “pájaro”, y nos dijo que sí y que estaba muy orgulloso de ello. Sus padres sí que habían tenido ojo para elegirle el nombre, parecía que el destino lo había querido así.
Ese día conseguí dormirme temprano aunque me podían los nervios por el acontecimiento que se cernía mañana, no sé si después de todo lo que había pasado estaba lista para celebraciones. Volví a despertarme minutos antes del amanecer y repetí mi rutina diaria, mi baño, mi vestuario… Ese día vestí una camiseta sencilla de tirantes y unos vaqueros con sandalias.
Bajé al salón para seguir con mi rutina, mi cuenco de cereales ahora con una tila, pero antes de poder hacer nada mis amigos me dieron un susto mortal.

¡¡Felicidades!! . Me dijeron los tres al unísono.
Pero… ¿Cómo sabéis que mi cumpleaños es hoy?
Un pajarillo nos lo contó.
Altair. ¿No?
No es justo jugar a las adivinanzas con una adivina . Me dijo Brad.
Tendréis que acostumbraros . Dije entre risas tras el enorme abrazo que recibí de cada uno.
Me regalaron entre los tres una cajita de música. Era preciosa, de ébano y flores de plata intrincadas en el cierre y la tapa. La abrí con cuidado y le di vueltas con una pequeña llave que me dieron la cual coloqué como adorno en mi pulsera-arma. El sonido que emanaba de la cajita me embriagaba y me relajaba, era lo que más necesitaba en estos momentos.

– Muchísimas gracias, me encanta –. Les dije tras una gran sonrisa.

Ese día no había clase y tenía todo el día para mí, pero no me apetecía pasarme el día investigando… Hoy tendría un merecido descanso.
Mis amigos me taparon los ojos con una venda y me guiaron a tientas vete a saber dónde. Notaba como la hierba del patio escolar me rozaba los pies y cómo olía el ambiente, ese olor empezó a ser cada vez más fuerte, olía maravillosamente bien. Me dejaron los ojos al descubierto y me permitieron abrirlos. Me encontraba en la sala del principio, la que dio origen a esa aventura. Los tapices en las paredes, la luz de las ventanas, el retrato de una mujer hermosa estaba ante mí, era lo primero que había visto en mi llegada a Egipto. Tenía la sensación que la chica del cuadro era Isis, la diosa que tantos problemas me había causado últimamente.
Por lo demás, había un puñado de gente en la habitación en el que se encontraban caras conocidas: Altair, que me dio un beso en la mejilla, Zoe, Sylvain, Kevin, Lan, Sara, Trevor, Judith, Savannah, John… Y por último, Zac.
Recibí una felicitación por parte de cada uno de ellos y me dijeron que tenían una sorpresa para mí. Pronto habría un montón de luces en el techo que formarían palabras de felicitación de cada uno de ellos, eran cómo dedicatorias pero de forma muy mágica. Me ofrecieron regalos a los que yo me puse empeñada en no recibir porque no tendrían que haberse molestado, pero al final vencieron ellos y al final, acabé abordada por los regalos. Incluso me emocioné por haberme montado esa fiesta, pero aun quedaban dos regalos que eran los que más ilusión me hacían. Altair me regaló una bola de cristal, me dijo que si pensaba en una pregunta la bola me respondería sí o no, podía preguntarle sobre todo, también sobre el futuro. Me iba a servir de maravilla para ordenar mis ideas y averiguar muchas cosas más. El último regalo fue el más esperado, el de Zac, pero él quería dármelo en privado. Les dijo a las personas de la sala que ahora volvíamos, salvo los refunfuños de Altair nadie puso objeción.
Zac me cogió de la mano y me llevó por ese interminable pasillo, se paró en frente de la pared y abrió una cerradura secreta con su poder de arena. Era una sala pequeña pero la más increíble que había visto, era pura magia. Era una especie de invernadero, de altos techos acristalados y acariciados por las plantas que trepaban buscando la luz. En el centro de la sala había una pequeña fuente sobre una especie de escalón. Nos sentamos ahí y me dijo que ese era su lugar favorito para pensar y que quería compartirlo conmigo cómo regalo de cumpleaños, nunca nadie había estado allí aparte de él. Me encantó que fuera la primera, y que él hubiese confiado en mí para llevarme a ese lugar tan maravilloso.

Puedes venir siempre que quieras, es un buen sitio para recapacitar.
Muchas gracias, Zac. Me encanta.
Pero tengo otro regalo. Date la vuelta.
Me di la vuelta cómo me pidió y pronto noté en mi cuello como Zac me ponía un colgante. Era la clave de sol que simbolizaba a mi rama con un pequeño diamante incrustado en el centro. Me giré abrumada y mirándole con ojos como platos.

Te ha debido de costar un dineral… No sé si debo aceptarlo…
Acéptalo por favor . Me dijo con una gran sonrisa . Te pido algo a cambio por quedártelo.
Dime.
Que no le cuentes a nadie dónde está este lugar ni lo que ha pasado en él. ¿Prometido?
Prometido.
Entonces fue cuando se acercó a mí y me besó. Mi corazón casi sale de mi cuerpo y toda yo temblaba. Si me había quedado perpleja por lo que me había regalado ahora estaba totalmente alucinada, le miraba pidiendo explicación pero Zac solo se limitó a sonreír y a marcharse. ¿Qué narices había pasado? ¿No lo habría soñado? Me pellizqué por si las dudas, ya ahora tenía una marca de pellizco y unos mofletes sonrojados.
Intenté volver lo más serena posible a la fiesta, aunque se debía de notar demasiado que me había pasado algo.

Lena… ¿Estás bien?. Me preguntó Altair.
Si… Perfectamente.
Las horas fueron pasando y yo estaba despistadísima. Me sentía cómo en una nube o con los nervios previos que se tienen antes de subirse a un avión. Trajeron un banquete a la hora de comer con mis platos favoritos y todo estaba riquísimo aunque no me estaba enterando muy bien de lo que masticaba. Cuando acabó la comida empezó la música y con ello los bailes, los juegos… No sé si siempre ganaba por mi tremenda suerte (siempre he tenido mucha aunque últimamente me lo replanteo), o porque me dejaban ganar por ser mi cumpleaños.
Después Altair quería llevarme fuera de la sala un momento para contarme algo que había descubierto hace poco.
Bien… ¿Qué es lo que me quieres contar, Altair?
Bueno, lo del descubrimiento era una excusa para sacarte de allí, pero si que quiero decirte algo.
Pues dime.
Me gustas.
A tomar por saco mi suerte. ¡¿Pero qué pasaba hoy?! ¿Se habían puesto todos de acuerdo para volverme loca? ¿Habría oído bien? Por si las moscas pregunté.

¿Perdón?
Que me gustas, Lena. Me encanta cuando te ríes o cuando me miras con tus ojos azules… te quiero en todo momento.
Em… a ver… ¿Cómo decir esto?
Me puse seria y tomé aire. Ya tenía claras las palabras que le iba a decir, y sabía que no me equivocaba.

Altair, yo también te quiero… pero cómo un amigo, mi mejor amigo. Contigo me siento muy cómoda y todo es mucho más fácil, pero… tengo un presentimiento contigo, soy algo pasajero, la persona a la que realmente amarás está en esa sala y no soy yo. Lo siento.
Entonces hizo como Zac unas horas antes, se acercó a mí y me plantó un beso en los labios.
–Por lo menos lo he intentado… Gracias, Lena, quería llevarme por lo menos este recuerdo de ti. Odio cuando tienes esos presentimientos porque siempre se acaban cumpliendo.

Me dejé caer en el suelo, me costaba mantenerme de pie, aunque Altair ya se había marchado. Mi cabeza un completo lío y estaba dudando incluso de mi nombre. ¿Por qué me trataban así? No soy ningún muñeco que besar… a lo tonto me habían robado el primer beso, ese que esperaba con tanta ilusión y romanticismo.
Me levanté poco a poco, sin poder evitar un pequeño mareo. Me puse erguida y llamé a mi elemento para que me diera fuerzas de alguna forma. La brisa que se había generado en el pasillo ayudaba, pero no del todo.
Tanteé la pared hasta chocar con el pomo de la puerta, tomé aire y cerré los ojos para abrirla. Volvía a estar en la fiesta de cumpleaños más rara de toda mi vida, y no me encontraba muy bien. Me senté en una silla, en un rincón, mientras veía cómo los demás disfrutaban de la velada. No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que Brad se acurrucó a mi lado y me pusiera la mano en la rodilla en señal de apoyo. Él no sabía lo que me pasaba pero si sabía que algo no iba bien. Me cogió de la mano y me sacó a la pista de baile, según él así se me pasarían las penas a mayor velocidad.
Fue al contrario, vi una especie de sombras salir de las paredes pero parecía que nadie se daba cuenta, esas sombras se acercaban más a mí, cada vez las tenía más cerca, hasta que no pude más y grité. Caí de bruces al suelo y un fuerte dolor se adueñó de mi cabeza, ya no veía lo que pasaba a mi alrededor todo se volvía negro y no podía parar de gritar. De repente mi pesadilla se convirtió en una especie de realidad, yo me veía gritar hacía Zac e intentar cogerlo sin resultados, hasta que él caía gritando mi nombre. Me centré en el rostro de Dyaus, estaba segura de que era él pero su rostro era joven, las sombras le tapaban media cara y yo no podía distinguir más.
Después, volví a la realidad. Mis amigos estaban en torno a mí preocupados y yo no podía parar de llorar. La situación me superaba. Entonces vi a Zac y lo único que pude hacer fue agarrarle con fuerza y abrazarlo cómo nunca, me daba la impresión de que se desvanecería en cualquier momento, me daba igual lo que habían pasado unas horas atrás, solo sabía que Zac no podía irse de mi lado. Él me cogió en brazos y me llevó a uno de los sillones. Altair hizo que la gente saliese de la sala excepto los más allegados, y pronto tuve a mi guardián a mi lado.


-        -  Lena… -. Me decía Astor mientras soplaba un fresco aire sobre mi cara entumecida -. ¿Te acuerdas que te dije que no estaba seguro de si tu pesadilla era real? Pues puedo decirte que lo es, acabas de tener tu primera visión.
Me dieron un vaso de agua que rechacé, sólo podía esconder la cabeza entre las piernas mientras sollozaba, no podía más. Astor les contó toda la historia a los que no la sabían y yo notaba que cada palabra eran puñales clavados a mi espalda, desde la diosa hasta que se habían reunido los guardianes. También dijo que si alguno de los presentes era culpable de trabajar con Dyaus o con cualquier persona de la que se podía desconfiar yo lo habría notado y no me habría producido buenas sensaciones, porque yo tenía una especie de instinto natural. Se esperaba demasiado de mí.
Ya no podía montar ni siquiera una frase con sentido en mi cabeza y todo me daba vueltas. Solo sé que no me encontraba bien y necesitaba algo con urgencia donde poder vomitar. Al final me dieron una bolsa.
 Se ve que los poderes curativos se tienen en dos dones, agua y aire, el agua curaba heridas más profundas mientras que el aire curaba más superficialmente, así que Ami movió gotitas de agua sobre mi cuerpo haciendo que mis músculos se relajasen. Mientras notaba que mi cuerpo se relajaba, mi mente no podía estar más confusa, me sentía desorientada y la situación me podía. Que la muerte de Zac fuese algo tan palpable me asustaba y provocaba las lágrimas que caían de forma desmesurada por mi rostro.
Astor tomó su verdadera forma y me iluminó con una de sus alas. Los sentimientos y sensaciones que sentía fueron ordenándose lentamente en mi cerebro, mientras mi cuerpo iba llenándose de nueva energía. No podía comportarme de esta manera. ¿Qué pasaría con Zac? Él tenía más motivos para llorar que yo, pero… ¿Cómo contarle que su destino ya estaba escrito? Era un tema un algo difícil de tratar.
Aunque intentaba aparentar firmeza y seguridad, me sentía tan asustada que si tuviese la opción saldría ahora mismo de ese lugar corriendo.
Con una voz algo temblorosa pedí salir a tomar un poco de aire. Tras dudar unos instantes me permitieron salir, pero acompañada. Justo la persona que primero se había ofrecido fue un rubio de ojos celestes. Mis pies dudaban al caminar, y a mi cuerpo le costaba mantenerse en equilibrio, así que sin muchos ánimos opté en apoyarme en Zac y que el que dirigiera el rumbo fuera él. Caminábamos por el pasillo en absoluto silencio, ya me era bastante complicado mantenerme en pie como para intentar llevar a cabo una conversación normal.
Cuando Zac abrió la puerta y me permitió salir al exterior me relajé considerablemente. El viento que hacía se comportó como un fiel amigo y acudió hasta mí para darme fuerza. Sonreí cuando sentí el aire jugar con mis cabellos, y me senté lentamente sobre la hierba.
-         ¿Estás mejor? -. Dijo Zac cogiéndome la mano izquierda con delicadeza.
-         Si… Es que hoy me han pasado demasiadas cosas.
Esperaba algún tipo de reacción por su lado pero se limitó a mirarme con esos ojos que hacían que toda yo me estremeciera.
-         ¿Qué viste que te atormentara de esta manera?
Se acabó. Ni el viento podría darme todas las fuerzas necesarias para afrontar ese momento. Empecé a derrumbarme y estallé en nuevas lágrimas.
Siempre había querido ser más fuerte, pero siempre acaba siendo una sensiblona. Había intentado ser independiente pero me daba cuenta que no podía estar más de dos días sin las personas que aprecio, y soy tan simple que siempre necesito contarle mis problemas a alguien.
No quería que Zac me viese así, pero no podía huir… ya no.
-         Eh… no llores. Si no quieres no estás obligada a contármelo.
-         Sí que lo estoy, sí que lo es… -. Me quebró la voz, ya no podía con la presión.
Se limitó a abrazarme y a darme ánimos.
-Lo siento… Fue egoísta por mi parte pedirte el favor de antes.
Hablaba del beso… Cierto. Zac me había besado. En mi cabeza sonaba muy ilógico y solo hacía que mi dolor en la sien aumentara. Después del beso había sentido un cosquilleo en el estómago que había ascendido hasta estancarse en mi garganta. Finalmente, me había enamorado de Zac. Me había enamorado de un chico del que había visto su propia muerte… Ay… El dolor en la sien seguía allí.
-         Venga, cuéntamelo todo pausadamente y si en algún momento no puedes continuar, aférrate a mí y llora todo lo que quieras.
Lo miré directamente a los ojos y encontré sinceridad. Así que iba a contárselo, casi hubiera preferido una visita al dentista antes de enfrentarme a eso. Le cogí de las manos y tragué saliva. <<Venga Lena>>, me repetía a mi misma una vez tras otra.
-         Verás…Zac -. Me limpié las últimas lágrimas -. Al principio me encontraba en una especie de cápsula oscura, la cual conseguí destruir y ante mí apareciste tú y Dyaus. Ambos luchabais uno contra otro. Luego… -. Tragué saliva y me apoyé un poco en él -. Tú te percatabas de mi presencia y corrías hacía mí, para protegerme, pero tu contrincante abrió unas grietas en el suelo y tu caíste en su interior, aunque conseguí agarrarte la mano antes de que ocurriera una fatalidad. No sé por qué no puedo utilizar mis poderes y no tengo la suficiente fuerza para subirte, así que me dices adiós, te desprendes de mi mano y caes al vacío gritando mi nombre.
Observé su mirada perdida, sus manos nerviosas y su tez pálida. ¿Por qué tuve que tener esa visión fatal? ¡No había manera de evitarlo! Menudo regalo de cumpleaños, mejor imposible.
Me peiné nerviosa mis cabellos, el silencio cada vez era más opresor y mi corazón latía con tanta fuerza que iba a salirse de mi pecho. Las lágrimas volvían y me impulsaban a llorar cada vez más. Yo quería a Zac, lo tenía claro en esos momentos pero el destino me decía que lo nuestro era imposible, si estaba con él se produciría una muerte pero si lo dejaba escapar, jamás podría disfrutar del amor intenso que sentía.
Me atreví a mirarle de nuevo y el alma se me cayó a los pies. Ahora, él estaba sentado en la hierba arrancando todas las hojas que podía. Estaba de espaldas a mí, y podría casi asegurar que estaba llorando. Lo que pasó después fue un impulso, me levanté y fui hacía donde estaba él, y mirándolo firmemente a los ojos lo abracé y le di un beso en los labios. Él se aferró a mí y me devolvió el beso, nos transmitíamos tantas cosas en esos momentos… furia por no poder hacer nada, tristeza porque nos iban a arrebatar algo importante para los dos… lo sentíamos todo.
Nos quedamos abrazados un rato, mientras yo lo oía llorar y hasta que vino Ami asustada a buscarnos, supongo que habría notado la cantidad de emociones que estábamos viviendo ambos. La veía llorar disimuladamente y pronto nuestra comitiva de amigos también nos observaba. Ellos no sabían nada de los besos, ni de que Zac moriría, pero notaban con claridad algo tétrico.
Muy a mi pesar, Zac se desprendió de mis brazos y decidió contarles mi visión al resto. Imitó mis palabras y mis dudas. Al oír la historia de su propia boca me alarmó más y mis nervios cada vez se hacían más notables. Sin darme mucha cuenta de lo que ocurría a mi alrededor, sentí a Deborah y Ami abrazarme y llorar como descosidas, a Trevor abrazando a su mejor amigo y susurrándole cosas que sólo ellos dos sabrían.
Me dolía toda la escena que estábamos montando, y decidí ponerle fin. Me sequé mis lágrimas y me mostré serena, borré cualquier tipo de emoción en mi mirada y anuncié:
-         Da igual lo que yo haya visto, porque si de algo me siento segura es que podemos cambiar el futuro por muy real que éste me parezca. Siempre hay una nueva historia que vivir y esta vez la vamos a escribir nosotros. Salimos Zac y yo en la visión, así que hasta que no vea algo diferente no estaremos juntos ni solos. Además, nuestras clases deberán aumentar de nivel y nos tendréis que enseñar a luchar. Sobre todo a mí bajo tierra.
Mis palabras fuertes y seguras parecieron calmar el ambiente. A Sara se le ocurrió una idea que podría sernos bastante útil. Se trataba de una especie de prueba, jugaríamos Ami, Brad, Deborah, Trevor, Zac y yo. Nos dividiríamos en buscador y protector, el primero se encargaría de encontrar un medallón que los superiores esconderían, y el protector de cuidar a su buscador de cualquier ataque. Sara y superiores se encargarían de montar el lugar de búsqueda, y el lugar contaría de un solo refugio, el primer grupo que lo encontrase se lo quedaba. Tardarían un par de semanas en montarlo todo, y sería un buen lugar donde probar nuestras habilidades.
Decreté que me parecía buena idea, y que la fiesta había terminado, no me apetecía celebrar nada en esos momentos.

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