Capítulo 10: En busca de
respuestas.
Pasaron los meses hasta llegar Septiembre. Mis amigos se
habían pasado el verano entrenando, y yo… ¡Encerrada en esa dichosa torre!
Bueno, en nuestra torre, porque aumentaron la seguridad y pude salir de la
torre de Zac y Trevor. Esos instantes de camino de un lugar a otro por el
patio, fueron mis últimos instantes en el exterior. Digamos, que después de un
verano de calor insoportable en pleno desierto, estaba de los nervios.
Explotaba por todo, yo creo que lo que me habían hecho era antinatural. Además,
había que sumarle el aburrimiento brutal que había padecido. Ahora, me pasaba
las horas en la habitación de Brad, cuyas ventanas daban al patio, y observaba
cómo se iba llenando cada vez más de nuevos alumnos preparados para el nuevo
curso. Envidiaba su libertad… Seguro que Zac había ignorado varios de los
Derechos Humanos conmigo. Incluso Ami me preparó varios de sus baños mágicos
para que se me pasaran las penas.
Tuve esos encuentros secretos con Altair, y aprendí muchos
trucos nuevos, ahora podía mandar a la gente por los aires, y me costaba mucho
no mandar a alguien de vez en cuando. Sobre nuestra investigación, poca cosa,
porque estábamos esperando el inicio del curso para poder acceder a la gran
biblioteca, ya que en verano permanecía cerrada. Los alumnos que habían estado
en la escuela en verano, era porque no dominaban todavía bien su don o porque
no les había apetecido volver a sus casas. Incluso hicieron un día de padres,
en el que se eliminó todo rastro de magia e incluso parecía una escuela normal.
A mí me dejaron llamar a casa todos los días y me di cuenta lo muchísimo que
echaba de menos a mi familia y amigos de España. Habían estado en lugares
increíbles durante las vacaciones, mientras a mí me tenían en una maldita torre
que volaría en cualquier momento. ¿Veis cómo estoy de los nervios?
En esos momentos y desviando mis terribles pensamientos en
cómo hacer que explotara la dichosa escuela, entró Altair en la habitación de
Brad.
– Lena, no te puedes pasar la vida aquí. Vas a tener una
profunda depresión si sigues así.
– Yo creo que ya la tengo.
– Lo que te han hecho es inhumano –. Dijo mientras se
apoyaba en el alféizar junto a mí.
– Díselo al director de la escuela, a mi no me hace falta
que me lo jures.
– Ya se lo he dicho, gritado, escrito… No sé cómo hacer para
que me haga caso de una vez. Ese rubiales no tiene remedio.
Y cómo si el mero hecho de haberlo nombrado lo hubiese
invocado, al instante entró Zac en la habitación junto con mis amigos. Porque
Altair se interpuso entre nosotros porque sino si que hubiese volado por los
aires cierta persona.
– ¿Qué quieres? –. Preguntó mi mejor amigo con ceño
fruncido.
– Decirle a Lena que ya hemos retirado las barreras en las
ventanas y la puerta principal que le impedían salir. Hemos asegurado toda la
escuela con extrema vigilancia, es imposible que intenten hacerte daño, pero
tendrás que darnos el Reloj para que lo guardemos a buen recaudo.
– ¡No!
Fue instintivo, ni lo pensé, ese “no” salió directo de mi
boca. Tenía la sensación de que si ese Reloj desapareciese de mi vista, se
armaría una buena. Lo sentía ya cómo algo mío, y no me gustaba la idea de que
pudiese estar en otras manos.
–Es imposible –. Dijo Astor volando fuera de la ventana, por
cierto, me pegó un susto horrible –.
Ella es la guardiana, y si el amuleto no está en su poder,
estará desprotegido, así lo decidió la diosa.
Cierto lirón apareció por detrás de Ami y se acercó hasta
mí. Mis temblores se hicieron un poquito más fuertes y Oceana lo notó. Se
acurrucó a mi lado y me acarició el brazo con su suave cola, segundos más
tardes me encontraba muchísimo mejor.
– ¿Pero que le habéis hecho? Me opuse desde el principio ha
tenerla encerrada –. Dijo el lirón –. Su interior está horrible. Hay que
sacarla cuanto antes.
– ¿Qué narices…? –Empezó a especular Altair –. Lo del águila
que hablaba ya era raro… ¿Pero ese lirón? Me vas a contar lo que pasa ahora
mismo.
– Lo siento, pero esa información no te incumbe –. Dijo Zac
con aire de superioridad.
Fue un efecto inmediato, Altair se abalanzó sobre él y le
dio unos cuantos puñetazos aunque Zac tampoco se quedaba corto. Con las pocas
fuerzas que me quedaban, los lancé a los dos por los aires (Ya tenía ganas de
probar ese truco). Entonces hablé yo:
– Zac, esa información “SI” le incumbe a Altair, por lo
menos él ha estado conmigo este pésimo verano. Tú, en cambio, me has tenido
encerrada fuera de mi elemento. ¿No te das cuenta que estoy hecha una mierda
por dentro? Imagínate que te llevan a un lugar sin arena durante tres meses
infernales. ¿Cómo te sentirías? Seguro que te repugna la idea sólo de pensarla.
Así que ahora no me vengas con consejos morales o con aires de superioridad.
Recuerda esto, enciérrame una vez más y te juro que te mandaré muy lejos, serás
el director de esta escuela pero yo soy muchísimo más poderosa que tú.
Y tras decir esto, ayudé a levantar a Altair de un rincón de
la habitación dónde había caído y los dos salimos de la mano de la habitación,
y después de la torre. Estaba segura de querer compartir ese instante con él.
Cuando crucé el umbral de la puerta principal y salí al
exterior, nunca me había sentido tan viva. De la emoción, mis pies despegaron
del suelo y empecé a surcar los aires, con Altair siguiéndome unos metros por
detrás.
– Venga, una carrera –. Le dije en plena euforia.
Aunque no había volado en todo el verano, era mucho más
rápida que él y en unos minutos ya nos habíamos recorrido todo el perímetro
escolar. Tan bien oía claramente las conversaciones de los alumnos en el patio,
muchos hablaban de nosotros, de lo rápido que volábamos, y que mis alas a plena
luz del día se veían de cristal, con pequeñitos rayos de luz. Quizás sólo brillaban
durante la noche. Acabamos agotados sobre la azotea de nuestra torre, ahí se
estaba muchísimo mejor que dentro, y lo mejor, nadie podía subir allí para
molestarme o arrepentirse de haberme sacado de esa prisión. Después, fuimos a
la oficina principal, la que se encuentra cerca de la entrada de los leones, y
nos dieron un nuevo horario para el curso. Mis clases me encantaban, casi todas
las clases de la rama del aire eran en el exterior y muchas coincidían con las
de Altair. Me encantaba que por fin me tratasen cómo a una alumna normal. Las
demás clases eran de especialización con mis compañeros de torre. Ahora que ya
estaba de mejor humor, debía pedirles perdón a mis amigos por estar tan arisca
en estos últimos tiempos, lo único que querían hacer ellos era ayudarme. Pero
me esperaría a verlos, no quería desaprovechar mi nueva libertad ni un segundo.
Las clases empezarían mañana, un 15 de Septiembre, y yo todavía tenía un día
entero que disfrutar.
Fuimos a comer en la terraza de la cafetería y esa comida me
supo a gloria junto con la brisa que avecinaba el inicio del otoño.
– Se te nota muy alegre –. Me dijo Altair entre risas.
– Me siento viva, por fin. Quizás esta noche duerma en la
azotea y todo –. Comenté riéndome.
– Me alegro de que te encuentre bien, irradias vitalidad, y
no sólo lo pienso yo, sino también todos los chicos que están también comiendo
aquí, que no paran de mirarte.
– Bobadas, y tú… ¿Qué me dices de esas chicas que cuchichean
alegremente dirigiendo su mirada hacía aquí?
– Bobadas.
Más risas.
– He tenido mucho tiempo que pensar… Dime, los poderes se
dan si naces en eclipse ¿no? Pero sólo se suelen dar un par de eclipses por
año… ¿Cómo es que mis amigos o tú tenéis mi misma edad?
– En realidad yo tengo un año más, y hay eclipses que no se
ven.
– Explica eso.
– Es magia, los nacidos bajo un eclipse que se ve en la
tierra son los más poderosos, porque son menos abundantes, pero hay otros
eclipses que se dan antes de un eclipse lunar o solar, se dan en las estrellas,
las constelaciones…
– Eso me suena muy raro.
– Ya lo estudiarás en clase de astrología conmigo. ¿Ves? –.
Dijo señalando mi
horario –. A las once tenemos esa clase.
– Entonces debe de haber mucha gente con poderes. ¿No?
– Hombre, también hay otras causas, por ejemplo; puedes nacer
durante un eclipse lunar, que solo dura unos minutos y tiene que ser el momento
justo cuándo sales del útero materno, además si naces en ese tipo de eclipse y
resultas ser leo, no tienes poderes, tendrías que a ver nacido libra, acuario,
géminis, piscis, cáncer o escorpio.
– Hum… ¿Y tú cuándo naciste?
– Un once de febrero, bajo un eclipse lunar.
– ¿Con que eres de los poderosos?
– Claro, en eso se trata ser un superior.
– ¿Y yo? ¿En qué debí nacer?
– Los portadores del “Don” completo nacen cuando se produce
un eclipse lunar y a la vez un eclipse entre estrellas de la constelación en la
que han nacido. Me explico, si yo fuera un portador completo habría nacido
durante un eclipse lunar y un eclipse entre estrellas de la constelación de
Acuario, porque es mi signo del zodiaco.
– ¿Entonces yo nací cuando se produjo eso en las
constelación de libra?
– Si, y tus amigos también. Pero es tan raro que suceda, y
aún más que sucedan justo los cuatro el mismo año, que es normal todo el
revuelo que generasteis.
– Increíble… Me encanta hablar contigo, he averiguado más
contigo que con los demás, y también vas al grano, que es de agradecer –. Dije
tras una gran sonrisa.
– ¿Ves cómo no soy tan malo? Cuando nos conocimos me
dirigías unas miradas que mataban.
– Es que asúmelo, tenías pinta de ser una persona muy poco
amable.
– Tú, siendo maestra del aire, deberías apreciar más a las
personas por su interior.
– Lo siento, pero es que no lo pude evitar.
– No pasa nada, lo importante es que ahora somos amigos.
¿No?
– Los mejores si me dejas decirlo. Tengo que darte las
gracias por haber estado conmigo todo este verano, sino creo que hubiese
perdido la cabeza –. Dije mirándole directamente a los ojos.
– Bah, no fue para tanto –. Contestó algo nervioso a la vez
que apartaba la mirada, estoy segura de que no estaba acostumbrado a que le
diesen las gracias –. ¿De qué te ríes?
– De nada. Venga, vayamos a la gran biblioteca, no creo que
pueda esperar más tiempo.
Altair me guió volando hasta una puerta cercana al gran
árbol de los deseos (el que había visto antes de mi encuentro con el dragón).
Cuando entré fue mágico, los libros estaban perfectamente colocados en
interminables estanterías que se elevaban hasta el techo de unos diez metros, y
en las paredes había grandes vidrieras cómo las que se apreciaban en las
catedrales góticas. Había diversas mesas colocadas a lo largo del pasillo
central, aunque también estaban colocadas en unos salientes de la pared que
parecían terrazas. Altair me guió hasta una mesa vacía en uno de los salientes,
y puso su mano sobre la mesa a la vez que se accionaba algún mecanismo, porque
se había formado un agujero en el lugar donde había puesto la mano y desde la
parte inferior de la mesa había subido un ordenador.
– Yo busco en las estanterías, tú busca en Internet alguna
información que nos pueda valer –. Me dijo.
– Vale.
Pero antes de que Altair saliese volando del saliente, yo me
escondí detrás de la mesa. Había sido instintivo y tras unos segundos, supe
porque me había escondido.
– ¡Altair! – Dijo una rubia que yo conocía muy bien, y se le
agarró al brazo como una lapa.
– Dafne… ¿Cuántas veces te he dicho que no me cojas el
brazo? Me haces daño.
– Me parece que nunca lograrás cambiarla –. Comentó Jeremy
–. ¿Sabes? Han encontrado ha una chica nacida bajo eclipse. Tendrá más o menos
nuestra edad.
– ¿Y de qué rama es? – Dijo una Dafne algo celosa.
– Aire.
– ¿Y le han asignado ya un superior? – Preguntó Altair un
poco molesto.
– Si, a ti.
– ¡Jeremy! ¡¿Cómo puede ser eso?! ¡Cómo si nuestro
maravilloso pájaro no tuviese demasiadas cosas que hacer! Encima que pronto
empezarán las clases y te tocará enseñar a esa chusma de Lena, no la he visto
en todo el verano con sus demás compañeros, esa se da aires de grandeza que no
tiene.
Cuando acabó Dafne de hablar, Altair le agarró del antebrazo
y le gritó que lo retirara, a los minutos apareció una encargada de la
biblioteca mandando silencio y Dafne se fue indignada del saliente junto con
Jeremy.
– No te creas media palabra de lo que ha dicho –. Me dijo
Altair a la vez que me ayudaba a salir de mi escondite.
– Siento haber desaparecido… pero es que no me gusta
demasiado esa chica.
– Ya me contó vuestro altercado. No le hagas ni caso. Pero
ahora tenemos un problema, si me mandan entrenar a otro superior… ¿Cómo voy a
enseñarte a ti o buscar información? Ese rubiales lo ha hecho aposta. Me
pregunto quién será.
– Esa. Se llama Zoe.
Mi dedo señalaba a una chica de cabellos lisos y morenos, y
de ojos grandes color avellana. Altair me miró con incredulidad, pero luego
debió de caer en algo de lo que yo no me enteraba. ¿Cómo había sabido su nombre
y que era ella?
– Se están desarrollando tus poderes cómo adivinadora.
– ¿Me estás diciendo que he acertado?
– Comprobémoslo, tengo una idea.
Bajamos las escaleras y nos dirigimos directamente donde se
encontraba la chica. Creo que se asustó un poco cuando empezamos a entablar una
conversación con ella. Le explicamos que Altair era su nuevo mentor, y ella nos
contó que llevaba años teletransportándose y que finalmente la habían traído
aquí para perfeccionar su técnica porque había tenido ligeros problemillas. Y
lo más increíble fue que nos dijo que se llamaba Zoe.
Nos despedimos de ella hasta mañana, y Altair ya estaba
planeando cosas.
– Lena, creo que quizás el rubiales no nos va a fastidiar
del todo.
– ¿A qué te refieres?
– Podemos pedir el centro de entrenamiento con la escusa de
que voy a enseñarle a ella, pero también puedo entrenarte a ti, y será mucho
mejor que entrenar en el salón de vuestra torre.
No discutí su idea con él, aunque me daba respeto que una
desconocida viese mi poder. Después seguimos ojeando libros y documentos en
Internet, pero todo se cernía a lo mismo. Estábamos en un callejón sin salida.
Nos despedimos hasta el día siguiente y volví a mi torre. Al
principio, tuve algo de aprensión por entrar, pero después me armé de valor y
abrí lentamente el picaporte de la puerta y sentí esa sensación de bienvenida
por mi elemento. Encontré a mis amigos en torno al hogar y empecé a hacer
movimientos nerviosos con las manos. ¿Cómo empezar?
– Chicos…
Al oír mi voz se percataron de mi presencia y se dieron la
vuelta para verme. Su mirada me transmitía una mezcla entre tristeza y profunda
pena.
– Lo siento… –. Empecé a emocionarme y las lágrimas ya
salían solas aunque intentaba limpiarlas como podía –. Siento haberme portado
tan mal con vosotros estos meses, no tengo excusa pero esa situación me podía…
Nos hemos alejado y un día prometimos no hacerlo jamás. ¿Podréis perdonarme?
Ami fue corriendo hacía mí y me dio un abrazo tan grande que
casi caemos al suelo. Después se unió Deborah y finalmente, Brad. Yo los miraba
con perplejidad sin entender demasiado bien. ¿No se suponía que le iba a costar
siglos perdonarme?
– Nuestra Lena siempre tan buena cómo siempre –. Dijo Deborah
llorando conmigo –. Perdónanos tú a nosotros por haberte dejado encerrada aquí
durante todo el verano.
– Pensábamos que ya te habías hartado de nosotros.
– Eso nunca, Brad –. Le contesté.
– ¡Tenemos que contarte tantas cosas!
Ami parecía entusiasmada y me obligaron a sentarme en mi
sillón habitual, lo giraron y empezó la magia. Ami me enseñó su nuevo don,
empezó a transformarse en otras personas, al igual que hace el agua, toma la
forma del recipiente que lo contiene. También mejoró mucho con su poder sobre
las emociones, podía captar lo que sentían los demás y que los demás captaran
lo que ella sentía. Deborah hizo que la temperatura de la habitación subiera
hasta casi morirnos del calor y a la vez pudo absorber el calor de la estancia
y sentir muchísimo frío.
Estuvimos hablando sobre los acontecimientos más recientes,
aunque no nombré nada de mi propia investigación. Después nos retiramos a
dormir, cansados de todas las emociones vividas en un día como este.
Dormí en la terraza de mi habitación, con ayuda de mis
poderes había traslado mi colchón hasta
ahí, la verdad es que había mejorado mucho dominando el aire. Me sentí muy
relajada y tranquila durmiendo en el exterior, más protegida que si hubiese
dormido dentro.
Me desperté cómo siempre, con la primera luz del alba y muy
descansada, me sentía totalmente renovada. Devolví el colchón ha su sitio y me
preparé para el nuevo día. Me di un buen baño en mi baño con toda clase de
espumas y jabones, me lo merecía después de todo el estrés que había acumulado
últimamente. Salí de la bañera con una toalla atada y fui al armario, hacía un
poco de fresco fuera así que mi vestuario de hoy serían unos vaqueros pitillo
oscuros, junto con una camiseta básica marrón debajo de un jersey blanco y
marrón a rayas con el que enseñaba un hombro. Me puse unas bailarinas también
marrones y me miré al enorme espejo. Mi aspecto había desmejorado mucho pero
tras la noche durmiendo bajo las estrellas no había rastro de esas ojeras que
habían caracterizado mi cara estos meses. En el baño, intenté domar mi pelo en
una trenza a un lado y un poco de maquillaje para sentirme completa.
Salí radiante de mi habitación nerviosa por el inicio de las
clases, ese día quería que mi aspecto fuera perfecto. Bajé las escaleras
deslizándome por la barandilla, siempre quise probarlo. Me preparé una taza de
té para relajar los nervios y volví a mi habitación a por los últimos retoques,
ahora siempre llevaba el Reloj de Arena colgado al cuello, aunque en esta
ocasión lo llevaba escondido bajo la ropa.
Esperé en el salón hasta que bajaran mis amigos algo
adormilados y pronto estuvieron todos listos. Ellos también tenían un horario,
coincidíamos a las doce para clase de especialización. Yo no sabía a dónde
tenía que ir para la primera clase: “Historia del arte”, pero no tuve que
pensar mucho porque Altair vino a buscarme, nos dijo que no hiciéramos caso de
nuestros horarios hoy, que cómo era el primer día, las primeras dos horas se
dedicaban a la bienvenida del nuevo curso en el “Santorum” (Se ve que así se
llama el lugar dónde se dio el baile de verano).
El interior del lugar había cambiado muchísimo, ahora
parecía más bien un teatro. Había un gran escenario al fondo con cortinas y en
cada pared había un símbolo diferente representando las cuatro ramas, (una
especie de clave de sol para el aire, algo parecido a un remolino para el agua,
para el fuego una llama con una bola en su interior, y finalmente la tierra,
una flor un tanto extraña). Los asientos ascendían hacía arriba, y en esta
ocasión, los alumnos se sentaban cómo querían, sin distinción entre poderes.
Zac estuvo espléndido en su discurso de inauguración,
incluso me buscó con la mirada varias veces aunque yo se la apartaba o le
miraba directamente esperando que él tuviera remordimientos de alguna clase.
Después presentaron a los nuevos alumnos, dándoles la bienvenida personalmente,
algunas de sus caras me sonaban pero la única que reconocí fue a Zoe, que le
saludé en cuanto dirigió su mirada a nosotros. Luego, para deleite de Zac, hizo
que bajáramos al escenario para que él pudiera presentar a los cuatro
portadores del don completo. Hubo miradas de todo tipo, desde envidiosas hasta
admiradoras. Me sentía cómo una pequeñita muñeca de porcelana, sin poder
moverme y todas las personas mirando. Lo bueno de cualquier momento incómodo es
que se en algún momento se acaba. Volvimos a nuestros sitios, y Zac se despidió
de la multitud dando las gracias por este nuevo curso, y que esperaba que todos
nos encontráramos a gusto en la escuela de poderes.
Tal cómo predijo mi mejor amigo, la gala había durado unas
dos horas, y ya eran las diez y media. Esa media hora nos la daban de descanso
y luego tendría mi clase de astronomía con Altair. Conversamos un poco los
cinco, y miramos el reloj con disgusto cuándo el timbre sonó. Tocaba separarse.
Nos dimos un último abrazo y Altair y yo fuimos a nuestra clase. Él me llevó al
noreste del patio y me hizo entrar por una puerta semitransparente. Los
pasillos estaban repletos de taquillas muy originales, supongo que estarían pintadas
por los propios alumnos, y el techo debía estar bajo algún tipo de hechizo,
porque parecía que encima nuestro estaba el cielo, no el suelo del piso de
arriba. Caminamos por los pasillos llenos de gente hasta subir a la azotea.
Allí había un montón de pupitres y una mesa para el profesor, incluso una
pizarra, pero en este caso no había ningún hechizo, solo el amplio cielo encima
de nuestras cabezas. Me encantaba esa clase y ni siquiera había empezado. Para
mi consuelo, entre mis compañeros no se encontraba Dafne pero si Altair y Zoe.
Mi mejor amigo me había contado que en todas las clases estaríamos con personas
de la rama aire excepto en las de especialización. Nos sentamos cerca y
esperamos al profesor o… profesora.
Entró abriendo la puerta de golpe, y caminó con pasó
decidido hasta su mesa. Me había quedado perpleja. Era guapísima y parecía muy
sabía. Su pelo rubio estaba bien sujeto en una coleta alta, y ni siquiera un
solo pelo estaba fuera de su sitio. Sus ojos eran grises y era más bien alta. Llevaba
un vestido sencillo pero floreado que le sentaba como un guante en su cuerpo de
modelo. Parecía de unos treinta años o menos, me dio un buen presentimiento
hacía ella, una profesora en la que se podía confiar. Se llamaba Nadia. Su
poder era al igual que Dafne, el control psíquico. Podía mover cualquier cosa
solo usando su mente. Así fue cómo nos repartió los libros de su asignatura.
Las clases no pintaban tan aburridas cómo en mi antiguo instituto. ¡Si me
llegarían a gustar y todo!
Nos explicó que nuestra clase se impartiría tanto en la
mañana cómo en la noche, para poder estudiar el cielo en sus dos formas. Nos
invitó a abrir los libros, eran de tapa dura y la portada mostraba un cielo
nocturno, su interior nos hablaba de adivinación, de mitología…
Nos contó numerosas historias sobre el cielo, cómo a lo
largo de la historia se ha estudiado para saber lo que nos puede deparar el
futuro, o cómo los antiguos les dieron nombre a los astros basándose en los
dioses y los poderes. También nos preguntó por nuestras fechas de cumpleaños y
nos explicó la historia de nuestros signos. Cuando sonó el timbre me sentí
apenada, me había gustado mucho esa clase. Nadia me llamó antes de que me
marchara y me enseñó un libro bastante más gordo que el que tenía yo para estudiar.
– Lena,
coge este libro, te dará tantas respuestas cómo quieras. Normalmente, no se lo
presto a nadie pero tú tienes todo el poder del aire posible, así que si
alguien puede darle una utilidad serás tú.
– Gracias…
Ahora me lamentaba no haber llevado mochila esa mañana,
porque esos dos libros pesaban bastante. Altair y Zoe me acompañaron hasta el
campo de entrenamiento dónde vimos a Sara por primera vez. Por fin vi a mis
amigos y les di un gran abrazo a cada uno. Me despedí de Zoe y Altair y me
quedé hablando con mis amigos de la escuela. Se ve que ha cada uno nos habían
llevado a una parte diferente de la escuela y cada una estaba ambientada según
su elemento. Estábamos esperando a nuestro profesor curioso de quién podría
ser, y cuándo le vi mi actual alegría cayó un poco por los suelos.
– Hola,
Zac –. Le
dije no muy amable.
– Buenos
días, Lena… Bueno, yo soy vuestro profesor de especialización. Aquí aprenderéis
a manejar mejor vuestros poderes. Sacad vuestras armas por favor.
Cerré los ojos y soñé con mi magnífico arco, al instante mi
pulsera ya se había transformado. Nos hizo disparar a diversos objetivos que
aparecían y desaparecían continuamente. Yo tenía mucha agilidad con el arco,
con razón estuve varios años entrenando en el club de mi antiguo colegio. En
cambio, Brad o Deborah tenían que acercarse para atacar y Ami no se atrevía a
disparar por si les daba. En todas las veces que yo lancé las flechas de
viento, no les di a ninguno, por muy cerca que estuvieran de mi objetivo.
A la media hora ya nos habíamos cargado todos los objetivos,
y a Zac se le ocurrió una maravillosa idea:
– Ya
podéis devolver la forma de joyas a vuestras armas, ahora probaremos algo
diferente. Vamos a hacer un combate cuerpo a cuerpo. Lena, ¿Te apetece empezar
con la actividad conmigo?
– Encantada.
Mis amigos se retiraron y yo me moría de ganas de darle a
Zac su propio merecido. Relajé mis músculos y aspiré y suspiré varias veces
llenándome de mi elemento. Zac me dijo que empezase a atacar yo, y claro, yo
encantada. Moví el aire de mi alrededor y lo lancé hasta dónde se encontraba
él, se defendió creando una muralla de arena pero no vió el golpe de aire que
le llegaba por detrás, empujándolo contra su propia muralla. Cayó al suelo
cubierto de arena, aunque se puso de pie en seguida. Lanzó la arena por debajo
del suelo para que yo no supiese por dónde me iba a atacar, pero yo había
potenciado mi adivinación y justo cuando salió una especie de serpiente de
arena a mi izquierda yo ya estaba preparada para cortarle la cabeza con una
ráfaga de aire tan afilada cómo una espada. Me lancé a volar a gran velocidad
en su dirección y lancé a Zac por los aires. Se volvió a recuperar con
velocidad y creó una gran masa sólida de arena y se subió a ella mientras le
transportaba hacía dónde me encontraba yo en el cielo. Yo hice que se parara en
el aire y el viento lo tiró hacía el suelo deshaciendo su medio de transporte.
Esta vez, él no se levantó. Y movida por la preocupación por si le había podido
hacer daño, la verdad es que me había emocionado demasiado, corrí hacía él y me
acurruqué a su lado mientras le zarandeaba preguntándole si estaba bien.
Entonces Zac me cogió de la muñeca y me tiró al suelo posicionándose encima de
mí.
– Jamás
subestimes al enemigo.
– ¡Eso
es trampa! ¡Suéltame!
– No
hasta que me escuches. Te encerré en aquel lugar por tu bien, sabía
perfectamente que empezarías a encontrarte mal pero… ¡No tenía otra opción!
¡Todavía no hemos encontrado a Dyaus! Y… ¿Qué hubiese hecho yo si él te hubiera
encontrado y te hubiese hecho daño?
Lo último fue casi un susurro pero lo oí claramente, por
algo el sonido va por el aire, y ese es mi poder. Las lágrimas empezaron a
surcar mi rostro y le miré a los ojos para decirle:
– ¡Pero
podrías haber confiado en mí! ¡Haberme contado que pasaba o haberme dejado
salir de vez en cuando!
– ¡Y
eso hice! Por las noches iba a tu terraza desde el exterior con maestros del
aire que abrían tus ventanas y hacían que surcasen las corrientes por tu
habitación, sino ya te hubieses puesto enferma. ¿Crees que no me enteré que
Altair y tú buscasteis información entre mis libros? ¡Incluso le facilité
volúmenes enteros a Altair por medio de otros!
– ¿Y
por qué no me lo dijiste desde un principio en vez de llevarlo en secreto?
– Porque
temía a tu reacción, siempre era más fácil que me odiases a tener que
enfrentarme a ti.
Mis lágrimas caían y caían sin cesar, ya no sabía que
pensar. Zac se apartó de mí haciendo que yo me sintiera cada vez más estúpida,
me llevaba por mis emociones y nunca pensaba demasiado las cosas. Era una
completa idiota. Así que cómo idiota que soy, me quedé en un rincón durante el
resto de la clase, limpiándome las lágrimas, sin prestar mucha atención. Cuando
acabó, yo sabía que me tocaba descanso, perfecto para matarme la cabeza y
sentirme más miserable aún.
–Espera.
Me di la vuelta asustada, era su voz.
– Creo
que me pasé antes -. Me dijo Zac.
– Y
yo me pasé gritándote esas cosas ayer. Lo siento, pensé que… me sentí cómo… no
es fácil de expresar.
– Te
entiendo, te debías encontrar fatal y estarías de los nervios. Siento haberte
hecho pasar ese mal trago.
Y como siempre, mis impulsos actuaron sin pedir
consentimiento a mi cabeza y lo abracé. Se quedó algo perplejo pero yo ya sabía
que quería decirle.
– Gracias
por cuidar de mí todo este tiempo. Sé que no es nada fácil con alguien tan
impulsivo como yo. Siento todo lo ocurrido, y espero saltarme la parte en la
que discutimos por la culpa hasta que nos reconciliamos -. Entonces me aparté
un poco -. Aunque claro, quizás tú no quieras perdonarme.
Zac ni me respondió, se abalanzó sobre mí cómo yo había
hecho instantes antes para abrazarme.
– Claro
que te perdono, si tú me perdonas a mí. Y que sepas que es un placer cuidar de
ti.
Los dos sonreímos y nos reímos, creo que los dos nos
sentíamos como completos idiotas. Mis amigos me miraban con picardía y cuando
nos despedimos de Zac empezaron las preguntas.
– Le
gustas –.
Dijo Deborah.
– Claro
que sí –.
Respondí sarcásticamente.
– Es
cierto, cómo cuándo te lo dijimos en la piscina, te mira de forma especial –. Decía Ami.
– Muy
especial –.
Corroboró Brad.
– Entonces
por esa regla de tres vosotros dos también os gustáis, os miráis… ¿Cómo me
decís? De forma especial.
– Pamplinas
–.
Respondieron los dos a la vez y sonrojándose un poco.
– Ya…
seguro.
Decidimos no tocar más el tema y volvimos al patio
principal. Pronto se acabó nuestro amado descanso de media hora cuando sonó el
timbre a la una y media. Me tocaba… adivinación. No sé cómo lo hice pero
encontré la clase a tiempo, esta vez no había nadie conocido entre mis
compañeros, todos poseían el don de la adivinación. No me gustó tanto cómo
Astronomía pero estuvo bien, adivinamos los nombres de los compañeros, aunque
el mío ya se lo sabían. Así conocí a Savannah, una morena de armas tomar, a
Judith, una pelirroja de ojos verdes muy dulces o a John, un rubio de ojos
azulados. Eran unos chicos muy majos.
Ahora, tocaba la última clase, Vuelo. Por fin vi a Altair,
se ve que cómo mi poder puede hacer de todo me habían metido en todas las
clases posibles. Para estudiar sería un horror. Cómo era el primer día, nos
dieron la clase libre, pero con la condición de que surcáramos los cielos,
excepto los nuevos que ya empezaron a practicar el despegue. Me vino bien esa
clase para poder relajar la cabeza y pasar un buen rato.
Después, nos encontramos a mis amigos, a los superiores y a
Zac y a Trevor en la cafetería. Y nos sentamos todos juntos, ya os podéis
imaginar la cantidad de mesas que ocupábamos. Pedimos la comida con la voz y
pasamos una sobremesa muy entretenida entre anécdotas.
Había sido un día muy largo y lo único que nos apetecía era
descansar un poco. Así que nos retiramos a nuestra torre para aprovechar
nuestro tiempo libre.
Brad me enseñó a cocinar mientras Ami y Deborah practicaban
con sus dones. Después, Ami quiso unirse a nuestras clases de cocina
improvisada y la armó. Quemó el flan que había preparado en el horno y con
ayuda de Deborah y mía conseguimos apagar el fuego y el humo antes de
achicharrarnos. Cenamos en la torre, no nos apetecía volver a la cafetería,
Brad volvió a sorprendernos con sus artes culinarias y hablamos con nuestras
familias con el busca (también servía cómo teléfono internacional). Mi familia
estaba muy contenta porque me había ido muy bien el día, aunque no pude
decirles que tipo de clases tenía, porque quizás me tomaban por loca.
Nos despedimos y volvimos a nuestras habitaciones, me puse
el pijama y antes de echarme, estudié el libro que me había dado la profesora.
Decía que según la alineación de las estrellas se averiguan hechos importantes
que nos ocurrirán. Así que tomé un poco de práctica ensayando en mi terraza, me
tumbé en la hamaca que tenía y empecé a estudiar el cielo.
Si se alineaban las estrellas de la constelación de aries
mientras se veía el cielo significaba felicidad pero cuando se acercaba las
estrellas de tauro, decían que luego habría peligro. También vi que tenía que
tener cuidado y que pronto encontraría las respuestas que tanto ansiaba.
Acabé agotada, y ya era bien entrada la noche, así que me
acurruqué en mi cama (esta vez dormí dentro). Volví a soñar que estaba en una
especie de jaula y que me conseguía escapar, pero cuando me daba cuenta de lo
que sucedía a mi alrededor no me gustaba, porque veía caer y caer a Zac hacía
el profundo abismo, mientras gritaba mi nombre una y otra vez. Me desperté
minutos antes del alba, y eso no me dio muy buena sensación, porque siempre
había tenido las pesadillas en torno a medianoche, nunca cercanas al amanecer,
además, nunca me había despertado minutos antes, jamás.
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