lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 3

Capítulo 3: Un mundo nuevo


Abrí los ojos lentamente, un rayo de luz atravesaba la ventana. Me levanté poco a poco aún adormilada, y llegué al armario. Un pequeño bostezo antes de elegir lo que me pondría. ¿Qué hora sería?
Mi elección fue un vestido blanco, con un ajuste en forma de tiras por debajo del pecho. Me llegaba un poco por encima de las rodillas. Me ajusté el pequeño pañuelo azul que había atado a mi cuello. Y opté por unas bailarinas blancas con detalles grises. Algún complemento para las muñecas, como un reloj y una pulsera hecha a base de pequeñas tiras, los dos del mismo color grisáceo de las bailarinas. Y unas pequeñas perlas como pendientes. Miré la hora, eran casi las nueve. Normalmente no me despierto tan pronto, sobre todo en vacaciones, pero hoy no podía pasar ni un minuto más en la cama. Fui al baño, y me peiné los cabellos, aún alborotados. Decidí dejármelo suelto. Me encantaban esas ondas juguetonas de mi pelo, me coloqué el último pelo y tomé camino hacía el gran salón. Al salir del baño, mi vista se dirigió al escritorio, aún seguía allí ese libro extraño, donde lo había dejado el día anterior. Mis tripas rugieron. Decidido, lo bajaría al salón, y después de desayunar, intentaría abrirlo.

En la cocina todo me parecía delicioso, pero no podía comérmelo todo o acabaría con un dolor de tripa inmenso. Tras mucho pensar, cogí un café suave y unas galletas con trocitos de chocolate. Me senté en uno de los sillones que rodeaban la chimenea, aún encendida. Ayer la intentamos apagar, pero no hubo manera, y ahora, parecía recién encendida. Decidí no pensar en la chimenea mágica, y mientras desayunaba intentaba averiguar como abrir ese libro. Una vez que acabé dejé el paquete de galletas y la taza sobre la mesita de café que tenía enfrente. Así tendría más espacio para mis experimentos con el libro. Cuando casi iba a renunciar, la puerta norte se abrió y del susto se me cayó el libro al suelo. Era Ami, se había vestido con unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta de tirantes azul oscuro. En los pies llevaba unas victorias del mismo color, realmente era muy guapa.

– ¿Hace mucho que te has despertado? – me  preguntó.
– No, además no podía conciliar el sueño.
– Igual que a mí.

Se dirigió a la cocina y se preparó un tazón de leche con unos cereales rellenos de chocolate. Parecían deliciosos, mañana los probaría. Cogió una bandeja y se dirigió hacia donde estaba yo.

– ¿Qué es lo que tienes allí?

Me percaté que miraba al suelo y recogí el libro que se me había caído.

– Es un libro que encontré ayer en mi  habitación. Pero no hay manera de abrirlo.
– La portada se mueve.
– Si, pero solo cuando lo toco.
– A ver…déjamelo.

Se lo pasé y las corrientes de aire de la portada se pararon.
– Creo que ya lo sé. Según Zac, tú dominas el viento. Entonces, esto podría tener algo de relación.
– Claro…ayer, cuando lo cogí por primera vez oí una voz que me decía que yo era la llave.
– Intenta abrirlo con tus poderes.

La verdad es que no sabía como usarlos, pero se me ocurrió una idea. Soplé sobre el cierre y tras un breve chasquido, se abrió.
Yo diría que era un diario, y la letra era preciosa, escrita en oro y plata. Llegaban los escritos hasta la mitad del diario pero las demás páginas no tenían nada, estaban completamente en blanco.

–Léelo, quizás averiguamos algo más.

Cumplí las órdenes de Ami, y empezaba así:

15 de Julio del 100 D.c.

Hoy empezaremos la excavación para la nueva pirámide. Es raro y un poco siniestro construirte tu propia tumba mientras estas vivo. Pero muchos de mis antepasados lo hicieron y ahora me toca a mí.
Os seguiré informando.

Una vez por la tarde:
Ha sido muy extraño, hemos descubierto unas  pequeñas  ruinas en el subsuelo y esto hará tardanza en la excavación. Había dibujos desconocidos para mí y para mi gente. Solo sé que había una diosa, porque tal belleza no podía encarnarse en un cuerpo humano…Pero no la conocía nadie, porque hasta el momento solo adorábamos a los dioses del Cielo, como Ra o el Dios Osiris, sagrado seas.
Cuando mi cuerpo se envuelva cuidadosamente y con los aceites reales, mi alma expirará e irá a la tierra de estos dioses. Desearía con todo mi corazón verla, auque de solo una vez se tratase.
A mis 23 primaveras ya a llegado mi hora, incluso tarde me atrevería a decir, tener que casarme será un trabajo costoso ya que tengo que encontrar a mi elegida, no puedo confundirme. De momento no la eh encontrado, todas me parecen vulgares y arrogantes. ¿Cuál persona podría llenar de dulzura mi corazón? ¿A cual podría amar el resto de mis primaveras?
Me despido, el ocaso nos da su bienvenida y tengo la sensación de que me depara un largo día mañana.




16 de Julio del 100 D.c.

Hoy ha venido a visitarnos el gobernador de la región del Nilo. Y con él, ha venido todo su séquito. Hemos hecho las presentaciones oficiales y hemos debatido sobre las cosechas. Quiero ser un buen emperador, pero no es tarea fácil. Pero mientras cenábamos, una muchacha (sirvienta del gobernador) nos ha servido ese vino que tanto me gusta. La he mirado a los ojos un instante y me ha parecido ver todo un universo en su mirada. Sería de una estatura normal, pero sin duda estacaba de las demás. Su cabello, negro como el carbón pero con el brillo de la luna. Y sus ojos de color miel, la más deliciosa que hubiera visto. Su piel era fina como un lirio y su sonrisa era un tesoro por descubrir…
Estoy delirando…ella es una sirvienta y yo el emperador…pero…ha sido la única que me ha hecho sonreír al mirarla. Ojala los hijos de mis nietos puedan vivir en un mundo sin rangos, o que no importase la persona elegida por aquel de sangre real. Ni siquiera sé su nombre…
Me gustaría verla…una última vez.



17 de Julio del 100 D.c.

Creo que mis plegarias se hicieron reales. Hoy, mientras me arreglaba para desayunar, llamaron a mi puerta. Era ella. Se ve que había sido mandada por su amo para traerme un regalo que era demasiado valioso como para que alguien supiese de su existencia. Abrí despacio la caja de oro y dentro se encontraba un reloj de arena. Me sentía intrigado y le pregunté a la joven. Ella me respondió que aunque no pareciera gran cosa podía cambiar el mundo tal y como lo conocíamos, me agarró las manos junto con el reloj y se despidió de una manera sutil y elegante. Abrí las manos y encontré una palabra escrita en mi palma de mi mano: Isis. Bonito nombre para aquella pequeña diosa, y ahora cada vez que viene su recuerdo no puedo evitar un sonrisa.


18 de Julio del 100 D.c.

Creo que hoy soñaré con los ángeles. Si, hoy la volví a ver. Se qué está prohibido pero mi corazón me dicta todo lo contrario.
En la hora de la comida, ella me sonrió y esa sonrisa era solo para mí. Nos reunimos después en uno de los rincones secretos del palacio, y hablamos hasta el ocaso. Me dijo que nunca había conocido a alguien como yo, que no se dejara influenciar por los rangos, sino por lo que dictaba su corazón.
Los dos sentíamos que estábamos hechos uno para el otro, pero todavía no nos atrevíamos a decirlo en voz alta.
Creo que la quiero…si, la quiero… Mañana la llevaré a las desembocaduras del Nilo y le diré lo que siento, me da igual los rangos. Solo sé una cosa, que quiero estar con ella.
Os contaré como me ha ido mañana, os lo prometo.






19 de Julio del 100 D.c.

Hoy ha sido un día maravilloso. Mientras estábamos bajo la luna y sus estrellas, tumbados en la fresca hierba, Tai me ha dicho que me ha dicho que me quería, a mi, Isis. Le daban igual esas diferencias emperador-sirvienta, entonces supe que era el elegido, esa persona predestinada para mí. Entonces le dije quién era realmente, nos soy una simple sirvienta, solo me hice pasar por tal. Soy la Diosa de las antiguas ruinas, en las que él iba a construir su pirámide.
Le dí como regalo el reloj de arena, porqué sabía que el no se dejaría llevar por su influjo. Este objeto podría ser letal en manos equivocadas, por eso se o dí. Pero me equivoqué.
Mientras vivíamos nuestro momento de gloria alguien nos observaba. Alguien que debí tener en cuenta hacia ya mucho tiempo…él me descubrió en mi tapadera, y quería lo mismo que hacía años, el Reloj. Y no sé como descubrió que se lo había entregado.
La verdad es que se disfrazó de una persona ni de la que el ni yo habríamos sospechado. Era el gobernador de la región del Nilo. Dyaus…
Su corazón era frío como el hielo, como la última vez que intentó robarme el Reloj.

Le construí con mis poderes la gran Biblioteca, a la que llamarán Alejandría. Era mi último regalo, como amor que sentía hacia Tai… él la vio y me dijo que era realmente hermosa, de las cosas más bonitas que había visto, pero solo había una cosa más preciosa que la Biblioteca, yo.
Entonces él se acercó a mí y me dio su último beso. Porque en esos instantes Dyaus le lanzó un ataque a distancia fue como si hubiera un cuchillo en el aire que se abalanzó sobre mi amado. Al mismo tiempo Dyaus le arrancó el Reloj de Arena, y con él la vida de Tai.
Realmente no sospechaba la gran fuerza de mi poder, ya que de la ira lo envié a otro tiempo mucho más anterior que nosotros con ayuda del Reloj, pero se lo arrebaté antes de que se perdiera en el tiempo.
Fui corriendo hacia Tai pero ya era irreversible. Le observé mientras lloraba y lo decidí en ese mismo instante: Nadie sabría de la existencia de la Biblioteca, se hundiría bajo el mar junto con Tai, sería su tumba, mucho más bonita y hermosa que cualquier pirámide…

Ahora completo este diario porque será esencial para aquella persona que lo lea, ya que resolverá muchas preguntas. Pero le pido al que lea esto que Tai no murió de una enfermedad sino que fue asesinado. Y también le de deseo suerte al lector porque su destino ya está escrito.









Terminé de leerlo, y Ami y yo suspiramos. Era preciosa la historia aunque su final fuese tan terrible.

– ¿No hay más? – Preguntó Ami con la esperanza de que la historia siguiese, de que aquel emperador volviese a vivir.

Recorrí las siguientes páginas. Nada. Completamente blanco.

 –No. ¿Qué querrá decir que al que lea el diario su destino ya está escrito?
 –Ni idea. Quizás deberías preguntarle a Zac, si alguien sabe algo, seguro que es él.

Ami tenía razón, tenía que hablar con él, lo que había leído era realmente un misterio, y sentía la necesidad de saber más. Me despedí de Ami y le dije que les contara lo que habíamos descubierto en el diario, que yo iba a buscar a Zac.
Salí de la torre, traspasar la barrera protectora me había hecho sentir insegura unos momentos pero tenía que reaccionar. La verdad es que no sabía como iba a encontrar a Zac. Tal vez… cogí el teléfono móvil que nos había regalado Zac, quizás había puesto su teléfono o algo. Pero lo único que aparecía en pantalla eran unos puntitos de colores. Uno rojo, otro azul, verde, gris y por último naranja.  Le dí vueltas y se me ocurrió la idea de que quizás era un busca. Yo era el gris; Ami, azul; Deborah, rojo; Brad, verde. Lo que supondría que Zac era el punto naranja.
Caminé en dirección al punto y recorrí casi todo el patio central, lo que me dejo un poco exhausta. Llegué a una torre parecida a la nuestra pero un poco más pequeña. También estaba adornada por esos jeroglíficos que caracterizaban toda la escuela. Puse mi mano sobre el pomo y la puerta se abrió sin problemas.
Una vez dentro, me pareció un sala común como la que teníamos nosotros en nuestra torre, pero bastante diferente aunque si que había una chimenea en el mismo lugar. También había cuatro escaleras, pero no sabía por cuál subir. Volví a coger el busca y el puntito naranja se encontraba en la escalera norte, así que me dispuse a subir.
Oí unas voces, lo que hizo que me pusiera alerta, y algo me decía que no entrase.  Me concentré en entender lo que decían aunque no me costó mucho, es más, lo oía con claridad. (Ya sé que está mal escuchar conversaciones ajenas, pero me moría de curiosidad de con quién estaba Zac).  Eran dos voces, una la identifiqué como la de Zac y la otra juraría que era Trevor.

– ¿Estás seguro, Zac?
– Completamente. Se predijo que Lena era la persona predestinada para mí pero creo que se equivocaron. Si que le encuentro algo diferente pero sigue siendo una cría perdida, como el resto de sus compañeros. Me es indiferente, aunque me divierte ver como se sonroja con mis palabras.
–No estoy seguro de que digas lo que piensas, Zac.

Después ya no oí nada más. Las lágrimas mojaban mi cara, no lo podía evitar. Me temblaban las piernas y solo quería meterme en mi casa y despertarme de esta pesadilla. Quería volver a casa. En un descuido se me cayó el busca de las manos, lo que produjo que se enteraran de mi presencia. Lo cogí rápidamente y corrí lo más rápido que podía, no iba a permitir que Zac me viera así, no le iba a dar el gusto. Y mientras yo salía de la torre, oí a Zac gritar mi nombre.
Seguí corriendo con todas mis fuerzas, fue extraño casi no sentía mis pies tocando el suelo.  Llegué a una puerta de madera de arce, estaba adornada por enredaderas, tenía que enseñársela a Brad pero en otro momento, ahora solo quería encontrar un sitio en el que refugiarme y en el que nadie me viera.
Entre rápidamente y cerré la puerta tras de mí. Debía de ser una sala de entretenimiento, estaba repleta de máquinas de recreativos, billares, máquinas para jugar a los dardos…
Encontré un pequeño sillón en un rincón de la habitación y me acurruqué en él. No podía volver a nuestra torre, no podían verme así y además lo más seguro es que Zac estuviese allí. Mi cabeza ya no podía pensar más e hice lo único que en esos momentos podía hacer, llorar.
Los segundos se transformaban en minutos y los minutos en segundos. Parecía que mi angustia se había desvanecido junto con mis lágrimas, ahora ya respiraba con normalidad y ya no me encontraba como si un camión me hubiese atropellado. Iba a ponerme de pie cuando se abrió la puerta. Lo primero que pensé fue “¡Zac!” y me escondí detrás de una de esas grandes máquinas. Pero no era su voz sino la de una chica.

– ¡Sé que estás aquí! ¡Noto tu olor!

¿Olor? Que yo sepa no olía mal, instintivamente dirigí mi nariz hacia mi sobaco, desde luego que no era yo.

– ¡Puedo olerte! ¡Mi poder está basado en el tuyo!

Se cayó de repente y dejé de sentir la máquina a mi espalda, no notaba nada. Entonces fue cuando me dí la vuelta y la vi, y como su brazo se levantaba como señalando algo. Miré hacia arriba, ¡La máquina estaba volando encima de mí! No pude retener un grito.

– Puedo mover cosas con la mente. ¡Qué rabia me das! Yo tardé años en conseguir mi quinta estrella y ¡Tú ha sido llegar y besar el santo! Encima Zac solo tiene ojos para ti, os vi en la cafetería ayer. Que te quede muy claro, Zac es mío.
– No tengo ningún interés en Zac, créeme.
– No me hagas reír…encima todos los chicos desde que llegasteis solo se fijan en ti. Y no paran de hablar de tus ojos azules. ¡Cómo me gustaría arrancártelos!

Decidido: esta chica estaba loca o al extremo de un ataque de celos que según ella yo provoqué.  Ahora tenía que descubrir como iba a salir de allí ilesa. Me puse de pie y busqué algo que me ayudase.

–Veo que has decidido luchar, muy bien.

En sus ojos verdes veía claramente odio e ira, y no me hacía mucha gracia que fueran dedicados a mí. Su pelo rubio empezó a ondearse, como si hubiera brisa y su piel parecía aun más blanca. En menos de un segundo la mesa de billar se abalanzaba sobre mí. Y como cualquier persona normal eché a correr.

– ¡No huyas!
– ¡Cómo que te voy a hacer caso!

Pero en cualquier lugar que me escondía a ella le bastaba levantar la mano para mover mi escondite. Hasta que todo estaba esparcido por el suelo e incluso había cosas rotas y ya no me quedaba ningún lugar donde resguardarme. Ella levantó el brazo por una última vez y con él, yo deje de sentir el suelo bajo mis pies. Estaba más o menos a dos metros del suelo y ella me zarandeaba de un lugar a otro como si fuera un juguete, eso me recordó a mi enfrentamiento con Sara. A pesar del dolor que sentía recorrer mi cuerpo me concentré en invocar al viento y cuando abrí los ojos veía como la chica-loca me lanzaba una última máquina que resultaba ilesa de la pelea. Cerré los ojos con todas mis fuerzas y deseé que no me hiciera ningún daño. Oí una explosión y entrecerré los ojos, el aire se movía alrededor de la máquina que la hizo explotar así como la chica caía sin conocimiento por un fuerte golpe contra la pared debido a la explosión. Yo sentía como mis piernas flaqueaban y como yo también perdía el conocimiento mientras caía al suelo.

Mientras estaba dormida sentía como me apoyaban sobre una nube, realmente me sentía cómoda, sospeché que sería mi cama. Sentí cosquillas mientras alguien me susurraba.

–Lo siento.

¡Era su voz! Me desperté en ese mismo instante y sentándome sobre la cama buscaba con la mirada a Zac, pero él no estaba allí. El pomo de la puerta giró y yo cogí fuerzas para enfrentarme a él pero no apareció Zac, sino Ami, Deborah y Brad.

– ¡Ya te has despertado! ¡Estábamos muy preocupados por ti!
– Ami, estoy bien.

Me levanté con dificultad de la cama, mientras todo me parecía dar vueltas. Mientras caminaba me mareé aun más de lo que estaba y estuve a punto de caerme al suelo si Brad no me hubiera sujetado.

– Pues no lo pareces – me respondió Deborah.
– ¿Qué ha ocurrido? – Brad parecía preocupado aunque intentaba no mostrarlo demasiado.
– ¿Está Zac aquí? –No podía evitarlo pero no quería que estuviese cerca de mí, porque tenía el miedo de que si lo volvía ver me echaría a llorar otra vez.
– Él te ha traído pero ya se marchó. Dijo que habías tenido un conflicto con una alumna. – Yo no lo llamaría conflicto, Ami. Esa chica estaba loca.

Les conté todo lo que me había pasado en la sala de recreativos aunque me guardé el detalle ocurrido con Zac.

– Desde luego que estaba loca. ¿En serio que te tiró encima una mesa de billar?

Brad parecía desconcertado pero no era el único. Hasta yo, al oírme, me parecía una locura.

– Pero… ¿No fuiste a ver a Zac por lo del diario? – Deborah fue directa al grano aunque me hubiese gustado saltarme esa parte.
– Si…

No sabía si contárselo, pero algo en mi interior me dijo que lo hiciera que me ayudarían y desde ese momento se convertirían en mis mejores amigos.

–Le encontré gracias al teléfono móvil, se ve que es un busca. Él estaba en una torre muy similar a la nuestra, aunque ligeramente más pequeña. Estaba con Trevor.  –Hice una pausa y observe como Deborah prestaba aún más atención. – Pero no entré en lo que parecía un despacho, me quedé en la puerta esperando y escuchando en silencio. Y le oí decir que yo solo era un juguete para él, que era simplemente una cría perdida en este lugar.

Mientras hablaba me iba acurrucando más y más encima de la cama. Pero esta vez ya no lloraba, lo que hizo alegrarme. Veía caras de asombro y como intercambiaban miradas.
Deborah fue la primera en hablar.

– Y Trevor, ¿Qué le respondió?
– Qué no creía que dijese lo que realmente sentía.

Deborah suspiró y se sentó junto a mí. Y buscando las palabras exactas me miró y siguió hablando.

– No te preocupes, seguramente a Zac le sea difícil eso de mostrarse por dentro. Él solo, tiene que dirigir una escuela tan grande como esta, y solo tiene diecisiete años. Lo más seguro es que Trevor tuviese razón, porque me da la impresión que han sido amigos desde hace ya mucho tiempo.  No le des más vueltas. Además nosotros estamos contigo y creo que este es el principio de una gran amistad.

Y acabó sonriéndome calidamente. Yo apoyé la cabeza en su hombro, y suspiré largo y tendidamente.

– Además no le tienes nada que envidiar a nadie. Eres guapísima y sino mira tus ojos, son realmente bonitos.

No pude evitar sonreír al intento de animarme de Ami, realmente era una ricura de chica. Luego Ami se sentó al otro lado y me cogió de la mano. Y por último Brad habló:

– Déjale, a veces los chicos podemos ser un poco insoportables. 
– ¿Solo un poco? –Le respondió Ami.
– Lena, tú no le hagas caso a esta. Pero en serio te lo digo, pasa de él. –El rostro de Brad se volvió serio, parecía más maduro.
–Gracias, chicos.

De repente un hilo de plata rodeó cada una de nuestras muñecas que dibujó una cadena con el símbolo de cada uno. Aire, Fuego, Agua y Tierra. Estaban fuertemente unidos como sino se fueran a separar jamás. Después el hilo de plata despareció.

– Increíble. – Pude llegar a formular.
–La magia si que existe de verdad. – dijo Deborah. Yo ya sabía lo que ocurriría después.

La habitación se llenó de llamas de colores que giraban alrededor de Deborah hasta juntarse en la palma de sus manos y formar lo que parecía el arco iris. Las llamas se fueron disipando y dejaron ver un anillo de plata con un rubí incrustado que estaba adornado por hilos de plata. Todos le sonreímos, Deborah ya sabía lo que tenía que hacer. Cerró los ojos, suspiró y el anillo ardió y dio a una forma mucho más grande, las llamas volvieron al rubí incrustado en la parte superior de la espada. Era una espada firme aunque su hoja era fina. Ahora los hilos de plata se mezclaban con rojos, tanto en la empuñadura como en la hoja. Era preciosa.
Deborah abrió los ojos y se le escapó un grito de asombro. Acarició la espada como si se fuera a desvanecer en cualquier momento. Volvió a cerrar los ojos y la magnifica espada se volvió a convertir en un anillo.

– Cada momento que paso aquí ocurren cosas increíbles. Dignas de magia. –Ami pensó en voz alta sin darse cuenta. Deborah, Brad y yo nos miramos. Ami sería la siguiente, y ella lo sabía.

El agua caía de las paredes, como cascadas, tal como había hecho cuando llegó Ami. Al tocar el suelo se convertía en burbujas, y una burbuja mucho más grande que las demás se colocó en frente de Ami y ella la explotó, de la burbuja cayó un collar. Esta vez la gema era un zafiro, que brillaba con fuerza. La cadena era fina y se enredaba con los hilos que caracterizaban todas nuestras armas. Ami miró el collar con inseguridad y yo le apreté aún más la mano como signo de confianza. Ella me miró y asintió. Soltó mi mano y cogió el collar que flotaba delante suyo. Cerró los ojos como anteriormente hicimos Deborah y yo. El collar cambió de forma, parecía que el agua se iba a caer pero se mostraba firme en las manos de Ami.  Dio lugar a una especie de bastón azul. Parecía hecho como de hielo. Y la gema se sostenía en la cabeza del bastón. El bastón tenía dibujos parecidos a los de mi arco. Era magnifico. El bastón empezó a cambiar de nuevo, pero esta vez no volvió a ser un collar, sino que el bastón se convertía en una espada, luego en un arco, hasta en un bumerán. El arma podía cambiar a la forma que quería Ami, como podía hacer el agua.
Ami ya tenía los ojos abiertos y miraba lo que pasaba serenamente hasta que el bastón volvió a la forma del collar.
Ahora las tres mirábamos a Brad. Esperando a que diera el paso.

– ¿Ahora? No sé yo…no es que no crea en la magia pero es cosa de niños…

Ami le miró seriamente y Brad entendió que no había relación en lo que había dicho.

– Esta bien, lo admito. Creo en la magia.


El suelo se movía con brusquedad, instintivamente pusimos los pies encima de la cama y nos agarramos Ami, Deborah y yo. Brad se quedó a nuestro lado pero él estaba sobre el suelo y no temía a que se derrumbase el edificio en cualquier momento.
Un árbol creció del suelo de mi habitación, yo esperaba a que no fuera permanente, porque no me haría ninguna gracias dormir con árbol que salía del suelo. Pero el árbol floreció y un capullo de una flor, que se resistía a abrirse, al entrar en contacto con Brad se abrió lentamente dejando ver una cadena, como las que llevan últimamente los chicos. Lo único que la de él era negra con hilos verdes aunque brillaban tanto como los de plata. Brad no cerró los ojos, al contrario que nosotras, sino que la cadena se transformó delante de sus ojos. Era una espada, pero muy diferente a la de Deborah. La de Brad era ancha, y transmitía fuerza. La esmeralda se encontraba en el mango superior de la empuñadura. Y la hoja de plata ligeramente se curvaba. La empuñadura era de un color negro y al igual que la cadena estaba envuelta por finos hilos verdes.
Realmente estaba hecha para Brad. Le devolvió su forma original, y al instante, todos sonreíamos, era un momento único, que lamentablemente fue interrumpido por un sonoro rugido proveniente de mi tripa. ¿Por qué siempre me tenía que rugir la tripa a mí? Era penoso.
                            
– Ya son las cuatro, y no has tomado nada desde el desayuno. Ya verás, te prepararé un delicioso plato de pasta a mi especialidad. Luego, ya tendremos tiempo para debatir sobre el diario. –Dijo Brad, y a continuación me sonrió.
– ¡Yo te ayudo!
– ¿Tú? ¡Pero si seguro que quemas la cocina!

Era divertido ver a Brad y a Ami discutir mientras se alejaban por la puerta. Deborah y yo no pudimos evitar reírnos durante un rato, parecía que se odiaban pero seguramente acabarían juntos.

–Voy a darme una ducha para despejarme un poco.
–Y yo bajaré para comprobar que no se matan.

Otra vez nos reímos. Era un momento cómplice. Yo entré en el baño mientras Deborah bajaba. El agua fría de la ducha me vino bien, aclaré los muchos pensamientos que rondaban por mi cabeza. Lo de Zac ya lo vería, era una tontería preocuparme ahora. Los chicos ya habían conseguido sus armas, (que eran realmente increíbles). Y en lo único que  me concentraría ahora sería en degustar un plato de pasta delicioso, porque Brad tenía pinta de buen cocinero, por mucho que se quejase Ami. Lo del diario era otra historia. ¿Sería verdad la historia? Realmente era muy triste. Una última jabonada en el pelo. El agua fría volvía a discurrir por mi cabeza, realmente me sentaba bien. Salí del baño una vez ya vestida. Llevaba el pelo mojado, pero se me ocurrió una idea. Me concentré y convoqué al viento, ahora mi pelo se ondeaba por el aire, y en menos de dos minutos se me había secado el pelo. Cada vez se me daba mejor eso de controlar el aire. Cogí ese peine tan bonito que había en el baño y me lo pase delicadamente por el pelo. Me miré en el espejo del baño, cuando pasé para dejar el peine. Tenía algunos arañazos en la cara, supuestamente debidos a los golpes producidos por la chica-loca. Pero no había más daños superficiales. El viento vino a mi sin que yo lo llamase, y jugueteo por mi cara, pasó por mis heridas y entonces desaparecieron. Si que tenía utilidades dominar el viento, ahora podía sanar. Me sonreí a mi misma y bajé por la extensa escalera hasta la zona común.
Veía a Ami y a Brad discutir y a Deborah tomándoles el pelo. Esa imagen me transmitió familiaridad. Me sentía como en casa.
Ami me vio y se olvidó de sus disputas con Brad y corrió a mi encuentro.

–Tus heridas…
–Se ve que el viento también puede sanar.
–Ven. Ya casi hemos terminado de preparar la comida.
– ¿Hemos? –dijo Brad. –¡Si tu no has hecho nada!
– ¡Eso lo dirás  tú!
–Tranquilos chicos…–intervino Deborah.

Miré hacia donde estaba preparada la comida. Olía maravillosamente bien, me recordó a la cafetería y también a que me había estado viendo allí la chica-loca.

–Chicos, la chica-loca me dijo que me vio en la cafetería.
–No te preocupes, si la volvemos a ver le daremos una buena patada en el culo. Seremos tus guardaespaldas. –Dijo Deborah guiñándome el ojo.

El día transcurrió rápidamente. Entre risas ya anécdotas de nuestras antiguas vidas. Cuando ya se hizo muy tarde todos nos despedimos hasta el día siguiente. Yo me acurruqué en mi cama y debido al cansancio, me quedé enseguida profundamente dormida.


1 comentario:

  1. Hola! tu blog ha sido premiado por mí como uno de mis blogs favoritos! lee esta entrada http://inmapequenaescritora.blogspot.com/2011/07/premio-destellos-brillantes-en-el-cielo.html

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