sábado, 3 de septiembre de 2011

Capítulo 4


Capítulo 4: El Dragón


Hoy era diferente, no me sentía como ayer a estas mismas horas. El rayo de luz se volvía grisáceo y toda la habitación mostraba un tono triste.
Levanté suavemente las sábanas con desgana y me puse de pie frente a ese espejo que inundaba gran parte de la sala. Sentí un escalofrío que empezó desde  mis pies hasta mi cabeza. Caminé unos pasos para poder mirar por la ventana. Se avecinaba tormenta. El sol jugaba al escondite entre las nubes lo que hacía aún más lúgubre mi cuarto. Ni yo, ni el tiempo, estábamos de buen humor.  Ese día me decidí por una camiseta rosa que dejaba uno de mis hombros al descubierto, y por unos vaqueros pitillos desgastados; de calzado, unos botines negros con un tacón grueso.
Me recogí el pelo en una coleta alta, hoy no me apetecía complicarme. Bostecé unas cuantas veces, me sentía cansada pero algo me impedía volverme a acostar. Miré la cama con añoranza y salí de la habitación.
Bajé lentamente las escaleras hasta el gran salón, los chicos ya estaban allí. Ni rastro de Zac. Suspiré aliviada y me encaminé a la zona que servía de cocina dentro de la sala. Tal como prometí, llené mi bol de leche con un montón de cereales rellenos de chocolate. Definitivamente lo necesitaba. Me senté en uno de los enromes sillones que rodeaban la chimenea que daba luz a toda la habitación.

– ¿Qué tal has dormido? –preguntó Deborah.
–Me da la impresión que he dormido durante muchísimo rato pero todavía estoy cansada.
–Ayer fue un día de subes y bajas.

Brad tenía razón, además, no me sentía tampoco muy animada. No me gustaban los días de lluvia (a pesar que adoro el olor cuando deja de llover). Mi estado de ánimo siempre iba acorde al tiempo, y ese día no me encontraba muy bien que digamos.
La bebida caliente me llenó un poco las pilas aunque solamente hasta la mitad. Todavía el día se me caía encima.
Hablamos un poco después de desayunar. Nuestro tema principal fueron las armas, todos tenían ganas de practicar. No estaba muy atenta a las conversaciones, no podía dejar de pensar en el sueño que había tenido hoy:

Estaba en una inmensa explanada, con árboles, flores…también había un edificio… recordaba haberlo visto en algún sitio. ¿Pero dónde?
Cuando miraba al cielo el sol se oscureció y una mariposa plateada pasó por delante de mí y después de eso una sombra enorme se abalanzaba sobre mí…Fue entonces cuando me desperté. Parecía todo tan real…

– ¿Lena? ¿Me escuchas?
–Lo siento, Ami. Iba un poco distraída…–la verdad es que Ami me había dado un susto de muerte pero no era cuestión de decirlo.
– ¿En que pensabas? –dijo Deborah.
–En tonterías…ya se me pasará… –y acabe la frase con una gran sonrisa.
–Esta bien –y la devolvió.
–Creo que me voy a despejar un poco dándome un paseo…
– ¿Quieres que te acompañemos? Quizás te encuentras a esa chica otra vez.
– Gracias, Brad, pero creo que podré hacerle frente si me la vuelvo a encontrar, volveré pronto.
–Vale.

Lo veía preocupado pero… ¿Qué más podía hacer yo? Si es que resulta que soy gafe… Acabo en un lugar a miles de kilómetros de casa, al otro lado del mediterráneo, y se ve que mi medio de transporte era un huracán. Luego, me entero de que tengo poderes, me ataca una profesora, me entero que para Zac soy como una mota de polvo y para colmo una loca me intenta matar. Iba a ser un verano bien movidito.
No me había dado ni cuenta y ya había llegado al centro del patio del palacio. Había un gran árbol que presentaba tranquilidad. Era fuerte y alto, sus raíces debían de atravesar por el subsuelo gran parte del lugar. De sus hojas había colgado muchos papeles. Me puse de puntillas y cogí uno con cuidado.
Leí el pequeño papelito perfumado a vainilla, la caligrafía era limpia además de clara, y decía:

Que él me diga que me quiere

Puff…Eso de los sentimientos está sobrevalorado, solo necesitas la mínima esperanza para que todo tu mundo tambalee y tú, con él.  Hace muy pocas horas yo había experimentado algo parecido, desde luego que no se le podría llamar amor, ni mucho menos. ¿Entonces porque toda esta confusión en mi cabeza y en mi corazón? Esto definitivamente era un asco.
Lo que ocurrió después fue ilógico y en lo extremo de lo mágico. El tiempo iba más despacio y casi se paraba. Las personas de mi alrededor se movían lentamente, como en una película de ciencia ficción.
Una mariposa plateada volaba libremente por delante de mis ojos. Ella no atendía a las demás personas y ni mucho menos le afectaba el repentino cambio temporal. Ella me guiaba hacia donde yo tenía que mirar. Tragué saliva y esperé que mi  sueño no se hubiese hecho realidad.
Lo próximo fue un conjunto de gritos y pisadas en todas direcciones mientras una sirena de alarma sonaba con todas sus fuerzas. Miré al cielo nublado y a la escasa figura del sol detrás de las nubes. Ahí estaba. Esa enorme figura. Cogí aire para prepararme a eso  y echar a correr tanto como mis piernas pudiesen. Pero me paré en seco al ver que era. Nada más y nada menos que ¡¿Qué un dragón?!
Me flaqueaban las piernas y de repente me sentía tremendamente débil. ¡¿Qué haría un dragón allí?! Definitivamente había visto de todo. Cuando se posó en tierra el suelo tembló y con él mis pies y toda yo me caí al suelo.  Se quedó en silencio y fijó su mirada en mí. Era realmente increíble. Sus escamas brillaban como el más perfecto rubí pero eran del color de un diamante. Sus ojos ámbar resaltaban sobre los tatuajes zafiros de su cara, esos mismos tatuajes se dibujaban sobre todo su cuerpo. Sus pequeñas patas parecían elegantes y su cola la más fuerte roca. El dragón ocupaba un sexto del patio total, y mira que el patio era grande.
Tenía dos opciones, echar a correr y tentar a la suerte para no quedarme chamuscadita o gritar como una estúpida (lo cuál no serviría para nada) y que me comiera el dragón, si comiera humanos, y si tenía suerte me habría tocado un dragón vegetariano.
¡Ya tenía la solución! Utilizaría mis poderes, esos que ya me habían salvado en distintas ocasiones. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Es como cuando estas leyendo una novela o viendo una película, la repuesta es más que obvia para el espectador pero imposible para el protagonista.
Suspiré y me quité la pulsera de la muñeca. Cerré los ojos. Otra vez esa sensación de bienestar…no podía distraerme, ahora no.
Me levanté con cuidado, sin hacer ningún gesto brusco. Levanté el arco suavemente y lancé una flecha de viento. Había parado justo en medio de sus dos ojos y mientras el dragón se retorcía de dolor yo aprovechaba para escapar y esconderme detrás de una columna de un paseo lateral.
Cerré los ojos fuertemente. ¡Ojala fuera invisible! ¡Mi vida sería mucho más fácil! Cuando los volví a abrir me encontré con grandes llamas de fuego que ardían a los laterales del pilón. Nunca una columna me había gustado tanto. Grité del susto, lo cual había desvelado mi posición, y antes de que el dragón la destruyera con un simple zarpazo me dio tiempo a escapar, pero no encontraba otro escondrijo. Intenté abrir varias de las puertas pero todas estaban cerradas. Solo quedaba una opción. Eché a correr lo más rápido que pude, sin mirar atrás, pero como había dicho antes, debía ser una especie de gafe y me tropecé con una piedrecita del suelo. Tan minúscula…pero suficiente para hacerme tropezar.
Cerré los ojos y agarré fuertemente el arco, esperando mi final. Pero no sentía ni quemaduras ni zarpazos. Absolutamente nada. Levanté la vista y le vi. Él estaba protegiéndome, como la primera vez que le había visto. Nos protegía ese muro de arena que yo tan bien conocía. Él convocó un tornado con su elemento, que ahuyentó al dragón y lo hizo desaparecer entre las nubes. Él se tambaleó y se llevó la mano a la pierna, y finalmente cayó al suelo desmayado.

– ¡Zac! ¡Zac! ¡¿Estás bien?!

Pero no me respondía. Había que llevarlo a un médico o algo. Lo llevaría a su torre e intentaría buscar a Trevor, seguro que él sabría lo que hay que hacer.
Me pasé su brazo por mi cuello, y posé mi mano en su cintura agarrándolo. Pesaba demasiado, estuvo a punto de caerse al suelo otra vez. A ver…tenía que concentrarme. Convertí de nuevo el arco en pulsera y me la guardé en el bolsillo. Y con la mano que estaba libre convoqué al viento:

– ¡Ayúdame a llevarlo!

No sentía tierra bajo mis pies. Estaba a un metro del suelo. ¡Estaba volando! Pero esta vez sin una loca con poderes, había sido yo. Ya tendría tiempo después para asustarme, ahora tenía que llevar a Zac lo más rápido que pudiese.
Llegamos a su torre enseguida, realmente volaba muy rápido y Zac ahora pesaba como una pluma.
Nos posamos en el suelo y tuve que hacer un gran esfuerzo para abrir la puerta mientras intentaba por todos los medios que Zac no resbalase. Miré hacia las cuatro puertas. Una quedó descartada porque yo la conocía muy bien. Quedaban tres. La del norte tenía la figura de un rayo. Descartada. No creo que Zac tuviese algo que ver con los rayos. Otra, la oeste, no tenía ninguna figura, como en el despacho de Zac. La última, la que estaba en posición este (como la mía) estaba pintada con un tono dorado, ¡Me recordaba a la arena! Seguro que esa sería su habitación. Algo dentro de mí me dijo que había acertado.
Subir a Zac por las escaleras fue casi imposible, y me sentía demasiado débil como para convocar al aire de nuevo. Cuando casi estuve de caer agotada, llegamos por fin arriba. Abrí la puerta como pude y arrastré a Zac hasta su cama para tumbarlo.
Me sentía muy ligera, aunque tenía dolores por todo el cuerpo. Cogí una silla y me senté a su lado. Examiné sus heridas.
Todas eran superficiales menos una. Tenía un corte profundo en la pierna derecha, era del tamaño de la zarpa de aquel animal mitológico. Perdía mucha sangre, parecía tan débil…incluso respiraba con dificultad. Y todo había sido por mi culpa, por protegerme.
Una lágrima resbaló por mi rostro. No era el momento. Tenía que buscar a Trevor, pero quizás tardaba demasiado. Entonces caí, cuando esta mañana estaba en el baño y me miré al espejo… ¡Pude curarme las heridas! Aunque no eran lo mismo unos rasguños que una herida provocada por un dragón. Me sentía muy cansada para intentarlo. Saqué fuerzas que no tenía y me concentré en cerrarle las heridas.
Al segundo, la ventana se abrió de golpe y una ráfaga de viento entró en la habitación hasta posarse en Zac, examinarle las heridas y curarlas. Lo que antes había sido un gran corte, ahora solo era una cicatriz.
Bajé la vista a mis manos, estaban cubiertas de sangre. Solo con verla en tan gran cantidad me hizo padecer nauseas. Tenía que encontrar un baño rápido.
No me había fijado antes en la habitación, pero era preciosa. Tenía ese tono masculino mezclado con lo clásico y los tonos pastel. Era increíble. Era más grande que la mía pero las cosas estaban más o menos en el mismo sitio: el escritorio, la estantería, la cama, la mesilla de noche…
Abrí la puerta con cuidado, para no manchar. Acerté. Incluso el baño estaba en el mismo lugar.
Suspiré aliviada cuando las manchas rojas iban desapareciendo. Desde donde estaba, podía ver a Zac. Parecía aliviado y estaba profundamente dormido. Le llevaría una toalla mojada, para eliminar cualquier rastro de fiebre.
Volví a sentarme el la silla y cuando iba a ponerle la toalla, él me agarró del antebrazo y me atrajo hasta él. En menos de un segundo, mi cabeza estaba apoyada en su pecho, a la vez que atrapada entre sus brazos. Podía oír como latía su corazón. No sé porqué, pero eso me tranquilizó.

–Lo siento, Lena.

Abrí los ojos como platos y me liberé. Zac estaba dormido, solo había hablado en sueños. Entonces…no creo que se pueda mentir en sueños, al fin y al cabo él me había salvado de una muerte segura…pero quizás solo quiere que le perdone y ese sea su plan, pero… ¿Merecía la pena correr tanto riesgo por simple diversión? ¡Qué tonta había sido! ¡Ni que lo que hubiera pasado fuera tan grave! Yo no le tenía que caer bien a todo el mundo. Pero…

–Mmm...

Ese sonido me hizo reaccionar y volver de mi mundo de contradicciones. Zac se reclinaba lentamente en la cama mientras se frotaba los ojos como síntoma de sueño y cansancio.

– ¿Lena? ¿Qué ha pasado?
– ¡Zac! ¿Te duele algo?
– Mmm…creo que no, pero siento punzadas en la pierna…
Yo le conté toda la historia y de cómo lo había traído hasta aquí. Zac abría cada vez más los ojos mientras me miraba dubitativo. Y se quedó pensando un rato mirando hacía la puerta, a la vez que yo esperaba una respuesta.

–Impresionante.

No pude evitar sonrojarme. (¡Mira que soy tonta! ¡Eso no era un cumplido!) Pero es que…todo era tan distinto con él…

–Si-si.

Mi voz temblaba, y creo que él lo notó. ¡Ya podría controlarme! Pero ni eso…viviría toda mi vida siendo gafe…soy de lo peorcito…
Él agarró fuertemente la sábana y me miró como queriendo decir algo.

–Emm…verás…–miró hacía la ventana y se pasó la mano por el pelo, desaliñándoselo – no se me dan muy bien estas cosas…normalmente casi nunca hago esto, yo diría que nunca, pero… aiss… no me quiero ir por las ramas, no se me da bien lo de mostrar lo que siento, y no quiero que eso suene a escusa, pero es verdad y sobre lo que oíste, no era verdad, se lo dije a Trevor porque siempre me tengo que mantenerme indiferente. Ya sufrí mucho y no quiero que me vuelva a pasar…
Nunca he conocido a mis padres, siempre he estado aquí. No sé como llegué aquí ni cuál es mi propósito en esta vida. Por eso vosotros sois mi esperanza, todos los jeroglíficos de este palacio hablan de ¡Vosotros! Uf… me vuelvo a ir por las ramas…lo que quiero decir es que… lo siento.

Zac parecía un niño perdido y su mirada un destino sin rumbo. ¿En serio que le pasó eso? Pobre, yo no sé si podría haberlo superado. Intenta tejerse una coraza pero en su interior es completamente diferente. Creo que ya conocía un poquito más a Zac, pero todavía había muchas preguntas sin respuesta.

–No hay nada que perdonar, si acaso tú a mí, por haberme comportado como una niña tonta.

Los dos nos miramos y nos echamos a reír. Fue un momento cómplice.

– Ya me encuentro bastante mejor pero ha ocurrido un problema.
– ¿Cuál?
– Ese dragón no debería de haber estado allí. Algo se avecina pero no sé el que. El dragón parecía buscar algo.
– ¿El tesoro de este palacio?
– No tenemos ningún tesoro. ¿Por qué dices eso?
– A ver… déjame pensar… tienes leones con alas como guardianes dragones y gente con poderes. A mi me parece que es bastante posible.
Zac se echó a reír.
–Tienes razón.

En ese mismo momento se abrió la puerta de par en par. Primero entró Trevor con aire preocupado y después todos mis nuevos compañeros.

– Había sentido una mala sensación y vine a buscarte y no estabas. Luego, fui a buscar a Lena, y ellos me dijeron que había salido a dar un paseo…
– ¡Nos asustamos mucho cuando sonó la alarma! – Dijo Deborah acabando la frase de Trevor – ¿Estas bien, Lena?

Y me abrazó. No pude evitar sorprenderme, pero le devolví el abrazo y me sentí plenamente feliz al haber ganado a una amiga.

–Si, estoy bien pero gracias a Zac.

Entonces lo miré y le sonreí susurrando un gracias. Él me devolvió la sonrisa. Momento cómplice número dos.

– Zac…
– Lo sé Trevor, a mi también me rondaba por la cabeza. Ese dragón…
– ¿Un dragón? ¿Por eso era la alarma?
– Si, Brad. –Le respondió Zac.

Ami se llevó las manos a la boca y no pudo evitar soltar un grito de sorpresa. Después todas las miradas se fijaron en mí. Me sentía azorada, no quería volver a explicarlo todo de nuevo, con Zac me sentía como que podía contarle todo pero ahora con tantos ojos mirándome tenía miedo, no sabría explicarlo pero era algo en mi interior me decía que después de aquella explicación empezarían las preguntas y me sentía demasiado débil y agotada, solo quería tumbarme en mi cama de nubes y olvidarme de todo y de todos. Solo quería desconectar.

– Os contaré todo lo que ha pasado. Lena necesita descansar.

Miré a Zac sorprendida y confusa, toda mi cara era un interrogante.

– Puedes dormir aquí, nosotros hablaremos en la sala principal de esta torre.

En un segundo toda la habitación se quedó vacía, excepto porque yo estaba allí frente la puerta sin saber que hacer ni que pensar. Pero decidí que lo dejaría para otro momento, ahora lo importante era descansar y empezar de cero…aunque sabía que nada iba a ser como antes. Suspiré y me tumbé en la cama de Zac, ahí me dormí, de lo último que me acuerdo es de la fragancia de Zac a mi lado y yo arropada entre sus sábanas.



Abrí los ojos lentamente y me fui desperezando poco a poco. Volvió esa sensación de ligereza, como si estuviese flotando… me pasé la mano por el cabello y dirigí mi vista buscando algún espejo. Descubrí uno cerca del escritorio. Seguía siendo yo pero me daba la impresión de que había cambiado, no solo por mi aspecto ahora adornado con vista cansada y unas ojeras bien feas.
Dejé de atormentarme con mi aspecto y fui al baño, abrí el grifo y me relajé. Metí la cabeza debajo del grifo de agua fría y me despejé. Cogí una toalla y bajé por las escaleras mientras intentaba quitarme la humedad de la cabeza.
Ahí estaban todos: Ami, Deborah, Brad, Zac y Trevor. No se habían dado cuenta de mi presencia y parecían estar muy enfrascados en la conversación.

– Hola, chicos.

Pude ver como se sobresaltaban, parecía que les había desconcertado pero pronto esas caras sorprendidas pasaron a rostros sonrientes. El primero en hablar fue Zac.

– ¿Te encuentras mejor?
– Si, solo necesitaba descansar un poco.

Una mano se posó en mi hombro. Era Brad.

– Ya nos han puesto al corriente.
– Pero hay algo que nos asusta…–empezó a decir Trevor agachando la cabeza – y es la presencia de ese dragón. Estamos seguros de que estaba buscando algo pero no tenemos ni la remota idea de que puede ser.
– Pero hay algo de lo que estamos seguros. No es una coincidencia que los cuatro elementos se unan a la vez. Hay que prepararse por lo que se avecina aunque todavía no sepamos que es. Mañana empezaremos a entrenaros, os enseñaremos como utilizar vuestros poderes y a contralar vuestra fuerza. Ir a vuestra torre mañana mandaré a alguien para que os vaya a buscar. Hasta mañana.

Ahí estaba esa sonrisa dulce que solo él me dirigía a mí. Posiblemente me habría derretido ahí mismo pero me mostré fuerte aunque no sé si podría hacerlo durante mucho tiempo. Le correspondí con una sonrisa dulce, si el supiera… no pude evitar sonrojarme un poco y reírme para mis adentros. Nos despedimos de ellos y empezamos a caminar hasta nuestro nuevo hogar, ahora todo me parecía más familiar, incluso el cielo estrellado que se alzaba sobre nuestras cabezas, juraría que era el mismo que veía desde mi habitación…aunque diría que ahora brillaba con más fuerza aún.
Cuando llegamos estuvimos leyendo libros enteros sobre dragones, que encontramos por las estanterías de la torre, para intentar averiguar algo sobre la naturaleza de ese ¿animal? Todos se quedaron dormidos, me sentía cómoda ahora con ellos allí, me sentía segura. Encontré unas mantas en un armarito de la cocina, y los tapé, aunque era verano y la chimenea todavía ardía con fuerza, hacía un poco de frío. Me pasé una manta azul eléctrico con un tacto increíblemente suave por los hombros y me acurruqué en el sillón.
Seguí leyendo sobre los dragones. Eran criaturas fantásticas, aparecían en casi todas las culturas del planeta, se les había considerado dioses, criaturas enviadas por el mal…pero nada sobre que se dedicaran a buscar cosas de valor o cualquier similitud. Era muy extraño… Suspiré y me quedé observando el fuego de la chimenea, me hipnotizó totalmente, y esperé al día de mañana, quizás tendría más suerte que hoy.


Una pequeña brisa azotaba mi cabello, era suave y sutil, a la vez que dulce. Me dejé guiar por esa brisa… Me llevó a un claro en el bosque en el que me encontraba, toda clase de plantas se alzaban hacía al cielo, me costaba vislumbrar lo que había más arriba de esas gigantescas copas. La brisa me abandonó y de repente me sentí fría, vacía… No era una sensación agradable…
Esta vez me sorprendió un viento más brusco, y arrastraba con él millones de pétalos de flores pintados con colores diferentes. Me obligaron a girar la cabeza hacía el lado opuesto del que provenían y entonces lo vi.
Era increíblemente ágil pero elegante a su vez. Era un ser majestuoso. Su cabeza era la de un águila, sus plumas eran completamente blancas con destellos grises que brillaban. Sus ojos eran dos pozos sin fondo, nadie habría sabido leer lo que mostraban, eran impasibles pero hipnóticos. Su cuerpo era completamente increíble, dos enormes alas, con los mismo destellos y colores que su cabeza, y que  se alzaban desde su lomo batiéndose con delicadeza y decisión. La parte delantera del animal era semejante al del águila de su cabeza. Pero la parte trasera del animal era otro mundo, desde donde me encontraba yo parecía el cuerpo de un león o similar al de un caballo, y una larga cola colorida del mismo pelaje que el resto del hipogrifo, de un suave color avellana.
Alzó su cabeza, como intentando decirme algo, pero dio un paso hacia atrás y desapareció.

– ¡Espera!



Abrí los ojos de golpe pero ya no estaba en aquel mágico bosque sino en el salón de la torre. Había sido un sueño. Solo un sueño…
Olvidé mis pensamientos cuando oí ruidos, era Brad que ya se disponía despertar. Me sentí aliviada de pronto, intentando aferrarme a esos bostezos familiares. Inspiré profundamente el aire de mí alrededor y lo solté en una bocanada.

– Buenos días.
– Hola Lena. ¿Qué hora debe de ser? Me parece como si hubiera dormido un día entero.

Miré mi reloj, pero solo eran las diez. Me levanté y me dirigí a la cocina. Y hablando en una voz muy suave para no despertar a las chicas le contesté:

– Las diez. ¿Quieres algo para desayunar?
– Bufff… No sé… Pero tengo muchísima hambre.
– Yo también, ayer no comí ni cené.

Al final me decanté por preparar unas tortitas con miel. Se pudo decir que más que comer devoramos porque antes de que nos diésemos cuenta ya nos habíamos terminado el plato, pero nuestro estómago se sentía más feliz.
Notamos como una vibración en el entorno, que hizo que Deborah y Ami se despertaran. Había entrado alguien en la sala. 
Era una chica de rasgos asiáticos. El flequillo, de un negro perfecto, le caía suavemente sobre la cara y algún que otro pelo travieso le adornaba las sienes. Su rostro era totalmente blanco, parecido a la nieve. Iba vestida con una camisola se manga larga de color azul oscuro, que resaltaba sobre la camiseta básica de tirantes negra que llevaba. Unos vaqueros se le ceñían perfectamente al cuerpo que acababan en unos botines con tacón del mismo color oscuro.

– Buenos días, guerreros, me ha enviado Zac a buscaros. Me llamo Lan.
– Nosotros somos…
– No hace falta que me lo digas Lena, toda la noticia corre por la escuela, incluidos vuestros nombres – terminó de decir Lan con una sonrisa.

Una vez que nos aseamos y nos cambiamos de ropa, y que Ami y Deborah desayunaran, seguimos a aquella chica un tanto extraña.
Recorrimos gran parte del patio, y me fijé en un pequeño edificio que se encontraba junto a nosotros, muchas veces había pasado por ahí pero nunca le había prestado atención. Era de forma redondeada y estaba adornado con varias enredaderas que se entrelazaban entre sí.  La construcción acababa en una cúpula en la parte superior, me preguntaba que sería aquel sitio.
Pronto llegamos a una puerta que nos conducía dentro de la escuela, atravesamos varias salas y luego un largo pasillo. Acabamos en el patio de entrenamiento donde habíamos estado por primera vez y yo me había enfrentado a Sara.
Distinguí una sombra al fondo, apoyada en la pared. Pareció que se había dado cuenta de nuestra presencia, una vez que dejó ver su rostro, me dirigió esa dulce y cálida sonrisa propia de él.

– Gracias, Lan. Os hemos traído aquí porque es el mejor sitio para entrenaros y enseñaros como controlar vuestro inmenso poder. Pero antes quiero contaros el funcionamiento de esta escuela. Sentaos.

Nos sentamos en el suelo, tal como nos pidió. Zac parecía realmente entusiasmado, me encantaba verlo tan feliz.

 – Comenzaré con las explicaciones. Esta escuela sirve para ayudar a todos los que poseen dones especiales como vosotros pero algo diferentes a los vuestros. Agua, Fuego, Aire y Tierra. Esos son los poderes esenciales, desde donde salen todas las cosas que conocemos. Los poderes de nuestros alumnos proceden de los vuestros.  Me explicaré, por ejemplo: cada uno de vosotros engloba varios poderes en el mismo elemento. Lena puede volar, curar, convocar al viento…todo ella sola pero en cambio los alumnos solo pueden dominar un solo don. Uno vuela, otro cura… ¿Lo entendéis? –Todos asentimos. – También diferentes grados, según como van desarrollando su poder, hay varios niveles que deben superar, unos avanzan más rápido que otros pero todos llegan al mismo destino. Los superiores, que así llamamos los del último grado cuentan con varias ventajas, como conoceros. Lan es superior en su escuela. Seguro que os preguntáis a qué me refiero, pues en esta escuela hay 4 escuelas, 4 grupos…como queráis llamarlo. Las 4 escuelas son Aire, Agua, Tierra y Fuego, los poderes esenciales. Y como he dicho antes, los diferentes dones que tienen aquí se clasifican en estos grupos. Los que vuelan, van a la escuela del aire; los que convierten el agua en vapor, a la escuela del agua… y Lan domina el hielo, conque también va al grupo del agua.
–Increíble…entonces hay gente con mis mismos dones… Solo de pensarlo…estamos en un lugar mágico, donde todo es posible, no se me ocurren palabras para describirlo.
–Me alegro que te guste, Lena. Todos entrenareis con los superiores de cada escuela.

No nos dimos cuenta de que Zac había estado con más personas, que ahora surgían de las sombras. Eran tres en total. Dos chicos y una chica. La chica era esbelta, alta…su pelo rubio caía suave por sus mejillas y sus ojos marrones brillaban por si solos. Llevaba un vestido verde claro, que se le ceñía a la cintura. Y unas sandalias a juego. Cada persona que conocía aquí era simplemente impresionante.
Uno de los chicos, era algo más alto que el otro. Él tenía el pelo moreno, y revuelto que le daba el típico toque de chico malo. Un creído me parecía a mí. Sus ojos eran de un color grisáceo, y solo se fijaban en mí. Fantástico. Sus ropas era lo típico para un chico como él. Ropa de marca, vaqueros de Pepe Jeans… lo dicho, típico ricachón arrogante. El chico más bajito parecía más amable, era pelirrojo, su pelo me recordaba al sol…Sus ojos eran oscuros pero no eran vulgares ni aburridos sino que eran todo un mundo. No apartaba la mirada de Lan. Si, definitivamente este era mucho más dulce y agradable que el arrogante de su compañero. Vestía de forma sencilla pero un toque de buen gusto.

– Chicos, esta es Sylvain, superior del grupo de la Tierra, su don son las plantas, hacerlas crecer y dominarlas a su merced. Este es Altair, superior de la escuela del…

Estaba señalando al moreno, “al chulo”. No digas aire, por favor, ¡No digas aire!

–…aire. Su poder es volar.

Aquí se demuestra lo increíblemente gafe que soy. Solo necesito desear que algo no pase para que ocurra, la suerte me odia.
Kevin, así se llamaba el chico pelirrojo. Creí entender que dominaba las bolas de energía y que pertenecía al grupo del fuego. Que suerte tenía Deborah, o Ami, o incluso Brad, a mi me tocaban los peores. Siempre.
Me iba a esperar un día muuuy largo.

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