miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 5

Capítulo 5: Alas de cristal.


Cada uno de nosotros nos distribuimos una zona, para no molestarnos unos con otros. Ellos parecían entusiasmados y muy contentos por emplear su don por primera vez. Yo en cambio, tenía otros problemas.

– Qué bien que me haya tocado contigo, pareces una chica lista.
– Pues no pensamos igual.
– Te ha tocado el gordo entrenando conmigo, soy el mejor de toda la escuela.

Puse los ojos en blanco. Mi primera impresión fue la de un creído, acertada de lleno. No paraba de acercarse más a mí, y eso me hacía sentirme incomoda, muy incomoda. Solo me quedaba una salida.

– Bien, supuestamente tú eres mi entrenador. ¿Qué me vas a enseñar?
– A volar.
– Yo ya sé volar, aprendí el otro día.
– Pues enséñame como vuelas.

Cerré los ojos y dejé que el aire de mí alrededor me acariciara, era una sensación única. Poco a poco fui elevando los pies del suelo. Volví a mirar el patio, desde mi ángulo de visión pude ver como las ventanas del muro daban a grandes clases, repletas de alumnos.

– Eso no es volar.
– ¿A no? ¿Entonces que estoy haciendo?
– Levitar.
– ¿No es lo mismo?
– No. Levitas a unos cuantos metros del suelo, vuelas cuando alcanzas mucha más altura. Son cosas diferentes.

Altair se empezó a concentrar y al momento ya estaba surcando los cielos, mucho más alto de lo que yo había podido lograr. Bajó a donde yo me encontraba, suspendida en el aire.

– ¿Lo ves?
– Si… ¿Ahora me vas a enseñar?
– Claro.

Me dirigió una sonrisa. No eran como las de Zac, cálidas. Los ojos de Altair me mostraban otra cosa, algo más oculto que no podía descifrar.
Estuvimos todo el día intentando que yo volara, pero sin resultados. Cada vez me alzaba un poco más alto pero siempre llegaba a un tope, era como si hubiera un techo invisible que no me permitiera subir más, y cuando llegaba me caía al suelo, sin poder controlarlo.
Mi cuerpo estaba repleto de moratones, arañazos… Había caído en arbustos, eh incluso hasta en el suelo pero Altair siempre me salvaba a tiempo de que ocurriera una desgracia. Ahora estábamos tumbados en la hierba, totalmente exhaustos y agotados.

– ¿Cómo se puede ser tan negada para algo?
– No es mi culpa… hay algo que no me permite llegar más arriba.
– He enseñado a volar otras veces, hay gente con mi mismo poder pero yo soy el mejor piloto, por eso soy un superior. Pensé que contigo sería igual, porque todo tú eres aire. Puedes hacer todo lo que sabemos los de nuestra escuela… pero aún así… no aprendes a volar. Todos tus amigos ya han progresado.
– Eso, restriégamelo.

Estaba cansada, no apetecía discutir. Me tumbé de lado, dándole la espalda, solo querría dormir… Algo en mí me despertó de pronto y vi como la luna se alzaba ante nosotros, estaba creciente, pero en un par de noches estaría completamente llena. Brad y Deborah, tan activos durante el día sin darse por vencidos, habían caído al suelo agotados, pero Ami, se entrenaba cada vez con más energía. Le ocurría igual que a mí, que ahora empezaba a sentirme con más ganas de volver al entrenamiento. No me parecía una meta tan inalcanzable.
Me puse de pie. Aunque me sentía con más energías que nunca, no volví a intentarlo, porque mi cuerpo al contrario que mi mente no podía más.
Y así transcurrió mi primer día de entrenamientos. No me había dado cuenta hasta ese momento, en como me sentaban las ropas para las clases. No estaban mal, ya lo creo. Me iban perfectas, igual que la resto. Los uniformes de los demás eran una variable al mío pero en cambio los entrenadores no llevaban ropas de combate…
Dejé de pensar, llegué a mi cama y nada más rozarla, me quedé dormida.

Al día siguiente, tenía todo el cuerpo lleno de agujetas. Yo recordaba que el uniforme se me había ensuciado pero esa mañana me lo encontré limpio y planchado donde lo dejé el día anterior.
Ya estábamos en el patio de entrenamientos. Cuando vi a Altair se me cayó el alma a los pies, seguro que tenía mejor aspecto del que yo presentaba.

– Hoy vamos a entrenar de forma diferente. Os vamos a poner pruebas, y para eso vamos a cambiar de lugar.

Zac nos llevó a las piscinas del campus. Si, a una piscina, pero sino teníamos bañadores… la cabeza me iba a explotar. El recinto de las piscinas se encontraba muy cerca de la entrada y estaban cubiertas por una enorme bóveda de cristal. Eran del tamaño olímpico. Aquí, todo lo tenían que hacer a lo grande.
Zac nos propuso un ejercicio, teníamos que cruzar la piscina sin nadar. Ami parecía encantada, pero yo no estaba tan segura de conseguirlo, y Deborah parecía totalmente aterrada. Coloqué mi mano en su hombro, en señal de apoyo, y le dije que yo tampoco las tenía todas conmigo, eso pareció aliviarle un poco.
La primera fue Ami, con unos movimientos ligeros de manos convirtió la piscina en hielo, y cruzó andando. Increíble. Nos quedamos con los ojos como platos.
Deshicieron el hielo y le hicieron una seña a Brad, indicándole su turno. Otro tanto. Cruzó la piscina suspendido por unas ramas que salían del techo, no teníamos ni idea de donde habían salido.
Altair me hizo una seña. Me tocaba a mí, estaba temblando. Respiró hondo y me tranquilicé una décima parte de lo nerviosa que estaba. Cerré los ojos y me dejé llevar, evité las presencias de los demás y todas mis fuerzas se fijaron en mí. Me sentía poderosa. Salté a la piscina y antes de chocar contra el agua creé corrientes de aire que retenían el agua a ambos lados de la piscina. El centro quedó intacto sin ni siquiera una gota de agua. Crucé andando por el centro de la piscina, por el suelo, sin mojarme para nada. Me dí impulso y salí de la piscina. No parecía que hubiera pasado nada, porque el agua volvió a su lugar de origen. Ahora las miradas se fijaban en mí y no pude evitar ruborizarme, Zac se encontraba dentro del grupo de miradas que me dirigían. Caminé hasta donde me encontraba anteriormente, bordeando la piscina, y esquivando a la gente.
Deborah se moría de miedo en el trampolín. Al final, Brad la empujó para que se decidiera pero Deborah no resurgía a la superficie. No llegué a pensar, fue puro instinto, me lancé de cabeza al agua. Lo extraño es que podía respirar y contemplé como se había formado una burbuja de aire en torno a mi cabeza. Genial. Busqué a Deborah y la encontré en el fondo, moviéndose en todas direcciones sin lograr elevarse, se quedaba sin aire. Bajé nadando todo lo deprisa que pude, Deborah no me vio ya que había cerrado los ojos con fuerza. Mientras, yo le creaba una burbuja de oxígeno alrededor de su cabeza, pareció darse cuenta, porque abrió los ojos y me miró fijamente, agradecida. La rodeé con los brazos y nadé hasta la superficie de la piscina. No fue sencillo, ya que llevaba una carga de más, pero lo conseguimos. En cuanto entramos en contacto con el aire, las burbujas desaparecieron. Llevé a Deborah hasta el bordillo y le ayudaron a salir de la piscina. Zac era el único que me tendía la mano a mí, y me sentí muy feliz, ojala no acabara nunca ese momento.
Se aseguraron de que no le pasaba nada a Deborah, y todos ya respirábamos tranquilos.
Había saltado al agua sin pensar y ahora me sentía completamente húmeda y mojada, un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Algo me rozó los hombros, de repente me sentí cálida, podía sentir toda la esencia del desierto en ese momento. Sabía quien me había arropado, todos prestaban atención a Deborah pero él no. Solo me miraba a mí.

– Vamos a secarte.

Fuimos a uno de los vestuarios y buscamos el secador más cercano. Sentir el aire caliente rozando mi cara era una de las mejores sensaciones de varios días. Necesitaba algo de familiaridad dentro de todo ese mundo sin pies ni cabeza.
Noté otra ráfaga de aire que provenía de otra dirección, giré rápidamente la cabeza y vi a Zac rociándome con ese aire.

– Has estado muy bien ahí fuera.
– Todavía no sé muy bien que ha ocurrido, me lancé sin pensar.
– Eso fue porque sentiste peligro sobre alguien que te importa, ya tienes el instinto muy desarrollado. – Y terminó esa frase con su típica sonrisa.
– Esto aún me parece imposible. Ya llevamos varios días aquí, en la escuela, pero todavía siento ajena a todo este lugar y a todo lo que sucede en él. Creo que eh experimentado más emociones que el resto de mi vida.
– Tranquila, siempre es difícil acostumbrarse, estoy seguro de que tú serás la que se acomode más rápido. Solo llevas unos días aquí y ya has conseguido dominar gran parte de las técnicas de tu ser.
– Pero sigo sin volar…
– Te vi ayer en los entrenamientos, y para que te sientas mejor te diré que yo tardé dos años en utilizar mi poder correctamente.
– ¿De verdad?
– Totalmente.

Ya estaba seca completamente, era increíble la potencia que tenían esos aparatos. Le daba vueltas a lo que me estaba contando Zac. ¿Y si yo no aprendo a volar en todo ese tiempo? La verdad es que estaba muy deprimida desde ayer, quizás fuera por eso, que me afectó más de lo que yo creía.
La puerta se abrió de un golpe, y detrás del umbral se podía ver al causante, Altair. Su rostro se mostraba oscuro, sereno pero un poco espeluznante. Le dirigió una mirada rápida a Zac y luego centro toda su atención en mí.

– ¿Estás bien?
– Si, gracias por preocuparte.

Zac miró hacía otro lado, parecía incómodo y algo enfadado. En mi cabeza hora solo se encontraban millones de interrogantes. Llegué a una conclusión: Chicos.

– Todos están preguntando por vosotros dos y os he estado buscando, hasta ahora…
– Está bien, vámonos con los demás. ¿Zac?

No me respondió sonoramente, pero asintió de forma casi indetectable. Colocó sus manos en los bolsillos de su pantalón vaquero y antes de bajar la cabeza, miró de la misma forma a Altair como este había hecho antes. Me sentía incómoda, y el aire se cargaba. Necesitaba gente, mi gente.
Llegamos a las piscinas, y les lancé una mirada suplicadora a los integrantes de mi torre. Entendieron enseguida. Se dirigieron hacía mí y me raptaron hacía el otro extremo.

– ¿Qué tal estas Deborah?
– Muy bien, y gracias a ti.
– Pero deberías de habernos dicho que no sabías nadar. – dijo Ami.
– Estoy con ella, si Lena no hubiese llegado a tiempo no sé que habríamos hecho. Me siento culpable al haber sido yo quien te empujó.
– No pasa nada, Brad. Estoy bien, de verás. Pero me ha parecido ver un problema allí con Lena.
– ¿Problema?
– Si, Brad. Es que nunca te enteras de nada. ¿No has visto como se miraban Zac y Altair? – le respondió Ami.
– Una mirada muy hostil. – Y a la vez que lo decía Deborah asentían las dos.
– Si que parece que no han hecho muchas migas, pero sin más.
– No, Brad. Lo interesante es el motivo…
– Si, Ami, y ese motivo esta aquí con nosotros.

Los tres me miraron a mí, me sentí completamente confusa.

– ¡¿Qué?! ¡¿Yo?!
– Ajá.
– Imposible, que no Deborah, que no puede ser.
– Eso es porque no los has visto mirarte.
– ¿Tú también, Ami?
– Ahora que lo dicen este par de locas, si que es verdad de que te miran mucho y de forma diferente.
– Brad, no pensé que caerías al lado oscuro.

Ami y Deborah saltaron a carcajadas. Luego, se unió Brad.

– Pues a mí no me hace gracia. Estoy frente del mismo trío calavera.

Les lancé mi mejor mirada de muerte. Pero esta vez yo también sucumbí a la risa común. Ami me hizo una seña para que mirara detrás de mí. Torné la cabeza y me encontré la mirada de Zac y Altair a la vez. Se dieron cuenta de que les había pillado y miraron hacía otro lugar. Y ese lugar fue el uno del otro, si no hubiesen estado a considerable distancia se hubieran matado. O esa es la impresión que daban.
Después de todo lo sucedido se llegó a un acuerdo, los entrenamientos habían finalizado por hoy.
Salimos fuera de las piscinas, ahora todo lo relacionado con el agua me evocaba recuerdos, y no muy agradables, la verdad. Pocas veces había visto el patio con los alumnos de la escuela, pero parecían muy emocionados hablando. ¿Se avecinaría algo importante?
Zac empezó a andar a mi lado, fingiendo estar distraído. Lo conocía desde hace poquísimo tiempo. ¿Una semana quizás? Pero ya sabía como iba a reaccionar en cada momento, era como un extraño lazo invisible que nos unía, no sabría dar una explicación de cómo lo sabia pero estaba segura de que había acertado. Pronto se demostró que no me equivocaba.

– ¿Ves todo el barullo? Normalmente no están así.
– Si… ¿Por qué se comportan así? ¿Va a haber algo importante?

A Zac se le iluminaron los ojos a la vez que yo preguntaba. Él esperaba que yo reaccionase así.

– Es debido a un acontecimiento que se celebra desde hace mucho tiempo. El baile de verano. Evoca tiempos antiguos, tiempos felices. Da igual el tiempo que haya pasado desde el primer baile, siempre son iguales que el primero. Los vestidos, las danzas… y las máscaras.
– ¿Un baile de máscaras?
– Exacto. Simboliza que da igual lo que aparente ser una persona, puede ser totalmente diferente a como imaginas.

Esto me recordó a la historia del diario… La diosa se hizo pasar por una doncella cualquiera, y así comprobó que ambos sentían lo mismo, y a él le daba igual quien fuera ella. Era una historia tan bonita…tan dulce…y tan triste a la vez… Todas las historias de las que me enamoro acaban en tragedia: Romeo y Julieta…o esta misma historia.

– ¿Lena?

Había desconectado totalmente, por eso cuando Zac me volvió a hablar me asusté. Tengo que volverme más atenta, siempre estoy en las nubes…

– Lo siento. Es que me he distraído.
– No pasa nada.

Zac se da la vuelta de repente y empieza a hablar con Trevor. Me quería morir. Más que gafe…
Agaché la cabeza tristemente. ¿Qué habré hecho yo para que me pase todo esto? ¿Le pido perdón? ¿Se habrá molestado? ¡¿Qué hago?!

– Tranquila… Tú no tienes la culpa de nada.

Ahora me asusté más que la vez anterior, incluso dí un pequeño respingo. Me quedé observando a Deborah, y ella empezó a reírse.

– Lo sé. Merezco que se rían de mí.
– ¡No digas eso! Simplemente reía por la cara que has puesto, te he debido dar un buen susto. Lo siento, no era mi intención. Y sobre lo que acaba de pasar no te preocupes, lo has hecho sin querer, y si se molesta por eso, es medio tonto.

Lo último lo dijo casi como un susurro, solo podíamos oírlo nosotras. Me cogió del brazo como gesto de apoyo, a la vez que otra persona se acercaba por detrás y me cogía el otro brazo. Era Ami. Les sonreí a las dos, y cuando estuvieron lo suficientemente cerca les susurré un gracias.

– ¿No os parece que por donde pasamos todo el mundo nos mira? –preguntó Ami.
– A mi me dio esa misma impresión la primera vez que estuvimos aquí.
– Deborah tiene razón, yo también me percaté la otra vez.
– Es incómodo…

Las tres asentimos. Seguimos caminando y llegamos a la cafetería. Teóricamente tendríamos que ir a la torre pero… me moría de hambre. Se lo expliqué y coincidieron conmigo, tantas emociones dejan el estomago vacío. Los chicos nos siguieron junto con los superiores. Se me ocurrió que quizás…

– Una pregunta… ¿Tenemos que pagar la comida? Es que yo me dejé el monedero en España.

Todos me miraron. Los superiores intercambiaban miradas, para mí que se reían. Mis compañeros de don se hacían la misma pregunta, no se habían percatado antes. Altair me sonrió largamente. Tenía escrito en la frente: que ingenua… Me arrepentí de haber preguntado, mi boca y mi cerebro no estaban conectados. Empecé a ponerme roja como un tomate y no llegué a pensar, cerré los ojos fuertemente y deseé estar en otro lugar. Cuando los abrí, ya no me encontraba en el mismo lugar, ni siquiera estaban mis amigos a mi lado. Miré en todas direcciones, había dejado muy lejos la cafetería. Me encontraba a los pies del edificio que me había visto esa mañana. Me parecía más misterioso incluso que antes…
Noté miradas a mí alrededor y me giré bruscamente. Encontré a un grupo de varios chicos que se habían acercado a mí y mientras unos huían al haber sido pillados, otros se acercaban más.

– ¿Tu eres una de los cuatro elegidos? ¿Verdad?

El chico que me habló tendría un par de años más que yo. Iba vestido con una camisa negra y unos vaqueros. Se daba un aire a Altair.

– Si…
– Déjame adivinar. Ojos azules, descartamos el fuego. Tez blanca, la tierra se va con el fuego. ¿Agua o Aire? Son tan parecidos… esa pulsera que llevas en la muñeca…tiene el símbolo del Aire. Ese es tu don. ¿Me equivoco?

Había acertado de pleno. No me daba mucha confianza, estaba preparada para echar a correr a la mínima señal de peligro.

– No.
– Altair tenía razón…
– ¿Altair? ¿De qué lo conoces?
– Es mi mejor amigo. Me llamo Jeremy, encantado de conocerte.
– Encantada, yo me llamo Lena.
– Ya lo sabía.

Toda mi cara era un interrogante. Era una situación surrealista. Él me hablaba y los demás observaban. Se tomaba demasiadas confianzas, parece que aquí todo el mundo si ya te dice una palabra se piensa que te conoce de toda la vida. Quería huir…pero siempre hago lo mismo, ahora me iba a enfrentar a él, quizás me equivocaba y era un buen tipo.

– Y… ¿Qué quieres?

Quizás sonaba un poco borde, pero no supe encontrar otras palabras para ese momento. Fue lo primero que se me ocurrió.

– Comprobar una cosa. Todos ya hablan de vosotros, algunos os han visto y ya sabes: que si no sois gran cosa para un destino tan grande, que erais personas realmente hermosas… pero parece ser que todo chico que se te acerca acaba prendido de ti y parece que tú ni siquiera te das cuenta.

Se acercó un poco más hasta mí. Lo tenía a menos de un palmo, todos nos miraban expectantes. Yo solo quería mi vida normal, sin tantos problemas… debí de nacer bajo algún maleficio, y que te juegas que fue la que casi me mata días atrás. Solo de recordarlo me entraban escalofríos.

– ¡Jeremy! ¡¿Qué haces tú también hablando con ella?!

Miré detrás de él. Había reconocido en seguida esa voz, como para olvidarla. Era ella. Mierda. Ante mí se alzaba una chica rubia que conocía muy bien.

– Déjala. ¿Quieres?
– Ni hablar. Ha llegado hace apenas una semana y ya tiene todo el campus a sus pies. Primero Zac, y luego… ¡Incluso Altair! Yo llevo toda una vida detrás de ellos y esta chica ya lo tiene todo. Me dan ganas de matarla ahora mismo.
– Que te quede claro, ella es intocable.

Mientras Jeremy lo decía posaba sus ojos oscuros sobre la chica-loca (apodo que le habíamos puesto mis amigos y yo), y la cara de ella mostró una mueca de horror. Miró al suelo y se fue en seguida, todo lo rápido que pudo.

– Ya me enteré de vuestro pequeño altercado.
– ¿Altercado? Yo casi lo llamaría intento de asesinato.
– Me fascinas… ¿Cómo una criatura tan pequeña como tú puede ser tan perfecta?

¡¿Criatura?! ¡Me había llamado criatura! Ni que fuera un monstruo. Vale, lo de pequeña también me ofendió un poco, soy bastante alta…pero… ¿Lo de perfecta como lo iba a encajar? Estaba rodeada de pirados, o mejor, mi vida era una auténtica locura. ¿Las personas normales tendrán tanto problemas como yo? Seguro que no.

– ¿Perdona?
– Todo el mundo os quiere invitar al baile, causáis una gran expectación ¿Sabes?
– ¿De verdad? Qué bien…lo siento me tengo que marchar…

En ese momento me cogió de la muñeca cuando yo hice ademán de marcharme. Me giré, esperando una explicación pero solo descubrí un rostro sonriendo examinándome.

– Quizás he sido descortés. No me has entendido. ¿Quieres acompañarme al baile de verano?

Me quedé a bolos, los juro. Nunca me habían hecho una proposición. ¿Cómo le digo que no tengo intención de ir a ese baile y menos con él? No lo conozco, y creo que tampoco lo llegaría a conocer muy bien si hablase con él. Parece una persona muy reservada. Además, se toma demasiadas confianzas conmigo. Me daba mala espina. Pero no tuve que ser yo quien se lo dijese. Un rostro con cabellos dorados apartó su mano de mi muñeca y me agarró la mano, luego dijo:

– Lo siento. No está disponible.

A continuación volvimos por donde supuestamente yo me había marchado aunque no lo recordaba. Y llegamos hasta donde hace unos instantes me encontraba: frente a la cafetería.
Un grupo de personas nos esperaba en la puerta. Altair hizo una mueca cuando bajó la cabeza y miró mi mano. Noté como alguien la empujaba hacia mí con un movimiento. No me había dado cuenta hasta ahora y era que Zac no me había soltado la mano en ningún momento. Pronto, mi compañía cambió de Zac a las chicas y Brad.

– ¡Nos tienes que explicar que ha pasado! – Soltó Deborah.
– No te puedes dejar ningún solo detalle. – Concluyó Ami.
– Estáis hechas unas cotillas. Como se ve que os gusta el marujeo.
– ¡Cállate Brad! Estas molesto porque no eres el centro de atención. Pobrecito…
– Ami, ¡Eso no es verdad! Ya te gustaría a ti poder hablar de mí.
– ¡Engreído!

Se miraron enfadados. Ami suspiró fuertemente y Brad puso los ojos en blanco. Luego, cada uno se había ido por direcciones diferentes.

– Yo creo que estos tienen algo.
– Quizás, Deborah. De algo estoy segura, que si les preguntamos seguro que lo niegan.
– ¿Y si los intentamos emparejar?
– Nos matarán.
– No, si no se enteran.
– ¿En qué estás pensando?
– En algo perverso, pero primero tienes que contarme lo que ha pasado.

Le expliqué todo. Desde mi extraña huida hasta cuando Zac vino a buscarme. Parecía un sueño, o una horrible pesadilla. No había pasado nada bueno desde mi llegada a Egipto. Todo era tan irreal… que daba miedo a veces.

– Pues cuando te has ido, no te has marchado corriendo, has desaparecido, literalmente.
– ¿De verdad? Es imposible…
– Deberías de saber ya que aquí todo es posible.
– Demasiado real a veces.
– Muy real… Sobre lo que me has contado… ¿Vas ha ir al baile?
– No, soy nueva aquí, estaría muy nerviosa si decidiese ir, e incluso aun me encontraría peor si tengo que buscar pareja. Quizás por eso nunca he ido a un baile.
– ¿Nunca has estado en uno?
– No…
– Pues eso hay que solucionarlo. Creo que ya he encontrado pareja, y esa vas a ser tú. Iremos como dos amigas. ¡Que les den a los chicos!
– ¿Harías eso por mí?
– Claro.

Deborah y yo nos fundimos en un abrazo, me sentía tan bien de poder contar con alguien en ese caos… No quería volver a esa maraña de pensamientos, solo quería ser feliz por una vez… ¿Tanto pedía?

– Le diremos a Ami que se venga, estoy segura de que vendrá encantada.
– En serio, muchísimas gracias.
– Lo organizaremos todo. Pero hay algo que no sé como haremos…
– ¿El qué?
– Nada, nada. Ya me encargaré yo.

Deborah me dijo que ahora mismo volvía que se iba a encargar de un asunto. Allí me quedé, otra vez, sola. Tampoco tenía razones para estar triste, pero nunca me ha gustado no estar acompañada. Todos habían entrado en el establecimiento. ¿Habrá alguien que piense en mí ahora? ¿Cómo estará mi familia?
Una lágrima recorrió mi rostro. El viento azotaba con fuerza trayendo viejos recuerdos, la gente se guarecía pero yo no tenía frío. Tenía otras cosas que pensar. Me gustaría hablar con ellos…aunque solo fuese una vez. ¿Cómo se encontrarán mis amigas?
La añoranza bañó por completo mis ojos cielo. Me limpié con la mano, no era el momento de ponerme sentimental, mis problemas eran mayores. Aunque si que intentaría localizarlos. Si, eso haría mañana. Sonreí. Poco a poco me estaba sintiendo mejor, solo había sido un bajón.
Abrí lentamente la puerta de la cafetería, y me asomé un poco. Entré sigilosamente para no hacer ruido, no me gustaba llamar la atención. Anduve hasta el salón donde cenamos la primera noche en Egipto. Se habían sentado en el mismo lugar, lo único que ahora había muchas más mesas juntas.
Todavía no me apetecía entablar una conversación, así que me dirigí hacia la mesa donde se mostraban las comidas. Todo tenía una pinta increíblemente deliciosa, las salsas…incluso la pasta. Cogí un plato de ravioles con una salsa desconocida para mí pero que olía maravillosamente. Iba a disfrutar de esa comida y no pensaba preocuparme por nada más, iba a ser mi momento de relax.
Suspiré y volví con mis compañeros. Lancé una sonrisa a todos. Volvieron a su conversación. Me sentía un poco invisible. Deborah no paraba de hablar con Trevor, los superiores hablaban entre sí, incluso Zac parecía enfrascada hablando con Sylvain. Ami y Brad no habían vuelto. Espero que no les haya pasado nada malo, quizás solo fue un enfado y pronto se les pasa. Ojalá.
El día terminó sin acontecimientos irrelevantes, Brad y Ami se encerraron en sus respectivas habitaciones, Deborah decidió que era mejor dejarles estar, que lo tenían que solucionar ellos, yo coincidí con ella.
Reventada, me fui a la cama y solo con su contacto me quedé dormida, con la ropa de entrenamiento incluida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario