sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 15: El Final



Dejé a Zac en el suelo y vi como los chicos intentaban apagar el fuego, intenté con el aire quitarle el oxígeno al fuego para que se mitigase, pero esas llamas no obedecían ni a la mismísima Deborah. Entonces, fue cuando lo oí. Era un grito desgarrador de un niño que se encontraba dentro, atrapado. Parecía que yo era la única en oírlo y lo atribuí a mi magnífico oído, no había sonido que escapase del aire.
Corrí lo más deprisa posible y aunque Zac intentó detenerme, yo ya estaba decidida a salvar a aquel pequeño. Aunque no podía apagar el fuego, lo que sí que podía era apartarlo de mi camino. Me abrí paso hasta el interior, y tanto el humo como el fuego me impedían la visión, así que cerré los ojos y seguí la dirección del grito. Seguí peleándome con unas llamas juguetonas cuando llegué al lugar donde juraría que provenía el llanto del niño, pero ahí no había nadie. Mierda.
El suelo empezó a resquebrajarse y yo alcé el vuelo, pero el elemento de Deborah me impedía ascender y respirar, vi como mis amigos llegaban a donde yo me encontraba y finalmente, el fuego nos empujó al agujero que se estaba formando en el suelo. Mis alas no respondían debido a la presión y pronto, todos acabamos deslizándonos por una especie de tobogán hasta que caímos a un suelo arenoso.
Estábamos Deborah, Brad, Ami, Zac, Trevor y yo. Miré a mi alrededor y vi grandes cascadas de arena resurgir de las paredes y como había estructuras semejantes a las de la escuela ahí abajo, solo que el suelo era como una gran playa. Me quedé en estado de shock cuando lo comprendí, la pesadilla me había venido como un flashback a la cabeza y el lugar donde sucedía era idéntico al que estábamos.
Grité que teníamos que salir de ahí ahora mismo, pero el agujero por el que habíamos caído se había cerrado tras nuestro paso.
Miré a Trevor preparada por si realizaba algún movimiento extraño… pero nada. Cada vez más, esa sensación de que podía ser él Dyaus se iba desvaneciendo.
Cerré los ojos para concentrarme mejor y llamé mentalmente tanto a Astor como a la diosa. En mi mente y mi corazón solo había un pensamiento: <<Que no suceda lo que creo>>.
Ya no era solo por mí, es que se lo había prometido a su madre, iba a proteger a Zac a toda costa. Me coloqué a su lado y expuse la situación en voz alta, que este lugar me daba muy pero que muy mala espina. Asintieron todos preparándose para atacar algo, sea lo que fuese. Incluso Trevor estaba en posición de protección rodeándonos a Zac y a mí. Entonces lo entendí, nos habíamos equivocado de enemigo, de la gente que había conocido en la escuela… solo dos me habían dado repelús: Dafne y…
Sacándome de mis pensamientos, una masa de tierra se abalanzó hacía nosotros. No le fue difícil a Brad cargársela. Yo me estaba temiendo lo peor, nuestra batalla final iba a ser bajo tierra donde mis reflejos, instintos y todo lo demás eran casi inútiles. ¡¿Tanto era pedir un pedacito de cielo?! Se veía que sí.
Los guié hasta unas columnas donde al otro lado se veía un nivel mucho más bajo, a unos cuantos metros debajo de nosotros, vi un pequeño escondrijo, una cueva que pasaba bastante desapercibida. No sin miedo, cogí a Zac de la mano y volé hasta abajo. Todos los demás, según sus medios, bajaron justo donde estábamos nosotros.

-         Lena, estamos bajo tierra y hay arena por todas partes, más que preocuparte por mí, deberías hacerlo por ti.

Zac tenía su razón, pero ya no me confiaba de nada. Les hice una señal para que todos entrasen en la cueva, una vez dentro empezó a oler a chamusquina en el exterior, y pensando que mis poderes no eran nada ahí abajo, me quité m pulsera y la convertí en arco. Ese olor me resultaba familiar, y no era porque se estuviese quemando algo. Un dragón había descendido hasta ahí abajo buscando a su presa, lamentablemente… era presa éramos nosotros. Me atreví a sacar un poco la cabeza de la cueva y mirarlo: Sus escamas brillaban como el más perfecto rubí pero eran del color de un diamante. Sus ojos ámbar resaltaban sobre los tatuajes zafiros de su cara, esos mismos tatuajes se dibujaban sobre todo su cuerpo. Sus pequeñas patas parecían elegantes y su cola la más fuerte roca.
Yo a ese dragón ya me había enfrentado y no con mucho éxito que digamos. Volví a dentro de la cueva, nunca pensé que un boquete en la tierra me pareciese lo más seguro del mundo, lo que habría dado por un combate con el dragón en el aire. Dyaus había preparado el sitio muy bien. Les dije a mis compañeros lo que había fuera, y muchos parecieron asustarse, aunque fuera solo un poquito. Trazamos un plan, Trevor y Deborah lanzarían un enorme rayo a la vez. Pillaríamos de sorpresa al dragón, tiempo suficiente para que ellos pudiesen esconderse tras unas rocas en el fondo del campo de combate. Después, Ami le nublaría la vista provocando una pequeña niebla alrededor de sus ojos, tiempo en el que el dragón intentaría quitársela de los ojos y eso le causaría arañazos por sus garras en su rostro. Brad y Zac moverían las arenas para crear una cuerdas que agarrarían al animal impidiéndole moverse. Finalmente, yo cogería mi arco y apuntaría justo al comienzo de sus alas, donde mis flechas se convertirían en ráfagas de aire que le desgarrarían las alas por completo, causándole tanto dolor que caería desmayado al suelo. Así lo hicimos, y así sucedió. Aunque pasó algo que no estaba en nuestros planes, cuando el dragón cayó moribundo empezó a desvanecerse hasta desaparecer.

-         Fantástico Lena, vas mejorando… ¿Pero qué ocurriría si te tuvieses que enfrentar a una serpiente?

Era una voz horripilante y me costaba muy poco deducir a quién pertenecía. La verdad es que les tenía un pánico a las serpientes horrible, tan escamosas y siempre deslizándose por el suelo sigilosas. Toda mi piel se volvió de gallina al ver como el dragón daba paso a una serpiente gigante. ¿Por qué los bichos a los que había que enfrentarse no podían ser lindos conejitos? Quién sabría en ese mundo loco lleno de magia.
Ahora estábamos separados en aquel lugar, a varios metros debajo del suelo y sin ningún plan, por no mencionar a la “preciosa” serpiente que me quería devorar. Nada mejor para pasar el fin de semana.
Tensé la cuerda de mi arco, intentando intimidar a la serpiente. Se echó un poco hacía atrás, debía de haber visto lo que mis flechas habían hecho al dragón. Disparé la primera, haciendo que mi flecha le atravesara la lengua bífida y la destruyera en cuestión de segundos. Eso le hizo gritar de dolor y enfadarse más de lo que estaba. Al instante, actuaron mis compañeros. ¿Qué era lo que menos podía gustarle a una serpiente? El calor. Por parte de Deborah empezaron a lanzarse cientos de bolas de fuego que quemaron toda la piel de la serpiente. Finalmente, un rayo le atravesó la boca recorriendo después todo su cuerpo y haciendo estallar a la serpiente en pedacitos. Zac creó un muro de arena sólida para que no nos cayera un trozo de escama gigante a la cabeza. ¡Pero qué asco!

-         Parece ser que ha llegado mi hora. Guardiana del Reloj, enfréntate a mí aquí y ahora.
-         ¡¿Y si no quiero?! -. Grité en todas direcciones.
-         Lo siento, pero no tienes otra opción.

Oí la risa malévola de Dyaus y como su figura iba apareciendo de entre las sombras. Primero el cuerpo y finalmente la cara. No pude evitar un grito ahogado, Dyaus era la persona que jamás me había venido a la cabeza como candidato, pero sí su flamante compañera.

-         Hola Dafne, hola Jeremy.
-         Veo que te acuerdas de mí, querida Lena.
-         Altair era vuestro amigo. ¿Dónde está?
-         Digamos que en un lugar seguro… si quieres volverle a ver, solo tendrás que luchar conmigo.

El odio con el que le derroté la primera vez resurgió en mí, tenía tantas ganas de darles una paliza que tuvo que detenerme Zac, diciéndome algo que quizás me ayudaría:

-         Verás ahí a gente que conocías, pero tienes que acordarte lo poderosos que se han vuelto, y que Jeremy se ha convertido en Dyaus.

Fue casi  un susurro, pero no me costó nada oírlo a la perfección. Ese momento de desconcierto fue cuando Jeremy-Dyaus y Dafne empezaron a atacar. Pronto todo se volvió oscuro y empecé a palpar las paredes de esa prisión de arena, lo único que Zac estaba dentro conmigo también.

-         ¡Zac! ¡Sácame de aquí ahora mismo!
-         Lo siento, pero no puedo hacer eso. Te matarán, estás muy débil bajo tierra.
-         ¡Y si no me dejas salir, también te matarán a ti!

Me abrazó en la oscuridad de esa especie de escudo y me dio un beso en los labios.

-         Prométeme que seguirás adelante sin mí, que llegarás a darle una patada en el culo bien fuerte a Dyaus. ¿Prometido?
-         ¡No! ¡No te puedes marchar a luchar!
-         ¡Prométemelo!
-         No, si eso quiere decir que no vas a salir de aquí.
-         Voy a salir de todas formas, Lena. ¿Prometido?
-         Prometido.
-         Te amaré siempre.

Me dio un último beso y mientras yo intentaba agarrarlo con fuerza para que no saliese, él aún puso más escudo a mí alrededor. Me agobiaba tanta tierra encima de mí, y mis lágrimas mostraban que no quería que Zac muriese. ¡Era todo tan injusto!
Saqué fuerzas que no tenía, y entre una mezcla de enfado, impotencia y dolor, el aire me sacó de esa prisión arenosa tras una explosión.
Todo era como si lo hubiese vivido con anterioridad, solo que mis amigos nunca habían aparecido en el sueño.
Zac mostró esa sorpresa, Jeremy abrió la tierra con su cetro y yo invoqué el poco aire que me quedaba para ayudar a Zac. Él, finalmente cayó pero yo le cogí de la mano antes de que una fatalidad sucediera.

-         ¡Debes soltarme! ¡No podrás conmigo! ¡Tienes que luchar y vencer a Dyaus!
-         ¡No sin ti!
-         ¡Hace un minuto me prometiste algo! ¿Recuerdas?

Mis lágrimas eran cada vez más abundantes, y ese aire que había invocado se había desvanecido por completo. Rebusqué cualquier fuerza que me quedaba, llamé al aire, a Astor y a la diosa mil y una vez. Mi corazón latía con fuerza, a punto de salirse. Pero ni Astor, ni la diosa, ni mi preciado aire acudieron a ayudarme.
Zac me miró con una gran sonrisa en la cara, y con lágrimas en los ojos me dedicó su último susurro:

-         Te amo.

Dejó de agarrar mi mano, y a mí se me empezaba a resbalar. Grite el nombre de mis amigos para que me ayudasen, pero no había contestación. Mi último recuerdo de aquella noche es ver a Zac caer mientras yo gritaba desesperada su nombre.

-         ¡¡ Zac!! ¡¡Zac!!
    



                                                                                    Continuará…?

1 comentario:

  1. Hola Lena,
    espero que algún día leas este mensaje, espero que a pesar de que el blog parezca abandonado sigas ahí, en alguna parte, escribiendo y leyendo de nuevo estas historias. Me encantan.

    Te he nominado al premio Dardos, en mi blog. Para verlo, solo tienes que copiar y pegar la dirección historiasdenaif.blogspot.com.es o pinchar en mi nombre de usuario.

    Un abrazo muy fuerte, Lena, espero que recibas esto.
    Perdóname por no haber escrito cuando podía haberlo hecho, de haber comentado, de responderte en el blog. Habría marcado una diferencia, al menos habría hecho algo más que permanecer impasible mientras este blog se apagaba con lentitud. Perdóname.

    PD.: Dale recuerdos a Sylvain de mi parte (estáis nominadas las dos).

    Naif.

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